En los últimos seis meses, entre 1.200 y 1.300 personas han perdido la vida en el trayecto entre las costas de Mauritania y Canarias, según el representante de la Media Luna Roja en este país africano. Los 45 inmigrantes que murieron ahogados el pasado fin de semana vuelven a recordarnos la terrible tragedia de aquellos […]
En los últimos seis meses, entre 1.200 y 1.300 personas han perdido la vida en el trayecto entre las costas de Mauritania y Canarias, según el representante de la Media Luna Roja en este país africano. Los 45 inmigrantes que murieron ahogados el pasado fin de semana vuelven a recordarnos la terrible tragedia de aquellos que arriesgan su vida por una pequeña probabilidad de entrar a Europa. La muerte de 45 africanos que pretendían llegar en patera a Canarias ha vuelto a poner en evidencia las dramáticas consecuencias de un problema que, si bien es cotidiano, pasa relativamente desapercibido cuando el goteo de muertos conocidos no supera la decena.
Diariamente llegan noticias de unas pocas pateras que han sido localizadas por las autoridades y de otras que han naufragado, pero la situación es mucho más grave. Las declaraciones, ayer, del representante de la Media Luna Roja en Mauritania, país de donde partieron las dos embarcaciones que naufragaron el pasado fin de semana, daban una idea del alcance de la tragedia. Ahmedu Uld Haye aseguró que desde el pasado noviembre «entre 1.200 y 1.300 personas han muerto en el mar al intentar llegar a Canarias».
Si hacemos cuentas, sale una media de 200 muertos mensuales. Y Uld Haye hablaba sólo de los que salen de Mauritania, la «nueva ruta», según apuntan las autoridades españolas. Sumemos los que siguen saliendo de Marruecos, los que cada tanto intentan cruzar las vallas de Ceuta y Melilla y los que parten de las costas africanas en el Mediterráneo con el objetivo de alcanzar Italia. Escalofriante.
«Un chollo llegar en patera»
Escalofriantes son, asimismo, las declaraciones de ayer de Rodrigo Gavilán, el portavoz de la Confederación Española de Policía (CEP), quien, con los cadáveres de 45 personas aún calientes, afirmó que es un «chollo para los subsaharianos llegar a España en patera porque, después de pasar 40 días en un centro de internamiento, con desayuno, comida y cena», el Ministerio de Interior «les paga un viaje en avión a la Península y en dos años los regulariza». A Gavilán le parece tan buena opción que se atreve a decir que «si yo fuera subsahariano emigraría en patera, porque son inexpulsables».
Seguro que no comparten ese entusiasmo de ser «subsahariano» los 40 africanos que, según informó la Cruz Roja española, seguían sin aparecer a última hora de ayer tras llevar tres días a la deriva.
Por otra parte, la responsable de Inmigración del Gobierno español, Consuelo Rumí, explicó ayer que la ruta de las pateras está cambiando debido al refuerzo de los controles en Marruecos, en Ceuta y en Melilla. Hasta ahora, era habitual que salieran de El Aaiún (Sahara Occidental) hacia Fuerteventura, a 80 kilómetros de distancia. Para realizar este recorrido tardaban alrededor de un día y utilizaban barcas o zodiacs de pequeño tamaño.
Pero para esquivar los controles, explicó Rumí, se han modificado las rutas y muchos africanos optan por salir desde Mauritania, a 950 kilómetros de las islas occidentales Gran Canaria y Tenerife. El responsable de la Media Luna Roja afirmó que este país no posee leyes «para hacer frente al problema de la inmigración» y por eso se ha incrementado el flujo de embarcaciones que zarpan desde allí. Uld Haye cifró en unas 700 u 800 personas las que intentan cada día cruzar el mar.
Nueva ruta mas peligrosa
Esta nueva ruta, aunque quizás menos controlada, es más complicada, puesto que hay que navegar durante varios días y más alejados de la costa. Estas nuevas condiciones han hecho que también estén cambiando las embarcaciones. Ahora utilizan los cayucos, un barco que utilizan los pescadores mauritanos para faenar que, además de ser más resistente, admite más pasajeros. En cualquier caso, los cayucos no garantizan que los de a bordo lleguen sanos y salvos a su meta, como se ha podido comprobar recientemente y, con toda probabilidad, habrá oportunidad de comprobarlo en el futuro.