Actualmente funcionan en España seis centrales con ocho reactores que suministran aproximadamente el 16% de la energía eléctrica consumida. Las central más antigua, José Cabrera (160 MW eléctricos), fue inaugurada en 1968 y ha sido cerrada en abril de 2006. La más moderna, Trillo I (1.066 MW eléctricos), se inauguró en 1987. Estamos, por tanto, […]
Actualmente funcionan en España seis centrales con ocho reactores que suministran aproximadamente el 16% de la energía eléctrica consumida. Las central más antigua, José Cabrera (160 MW eléctricos), fue inaugurada en 1968 y ha sido cerrada en abril de 2006. La más moderna, Trillo I (1.066 MW eléctricos), se inauguró en 1987. Estamos, por tanto, en la oleada de generación nuclear que viene durando 40 años y podría extenderse otros 20.
Haciendo memoria, en 1972 se aprobó un Plan Eléctrico Nacional que elevó a diez los reactores previstos (siete de nueva construcción). La crisis del petróleo de 1973 impulsó al 56% las previsiones de generación eléctrica nuclear. El PEN 1978-87 las recortaría al 37% poniéndose en funcionamiento nuevos grupos (Ascó I, Almaraz I y II). ETA actuó contra Lemóniz desde 1978 culminando sus acciones con tres atentados mortales y dos heridos graves en 1981 y 1982. El PEN 1984-1992 supuso una moratoria nuclear autorizando cuatro de los reactores en construcción (Cofrentes, Ascó II, Vandellós II y Trillo I) y paralizando otros cinco (Valdecaballeros I y II, Trillo II y Lemóniz I y II). La factura del abandono, unos 4.673 millones de euros, la hemos venido pagando con el recibo de la electricidad, desde entonces.
A nivel mundial, el desastre de Chernobil en 1986 ha servido como cruel aviso de los riesgos que la tecnología nuclear enfrenta, y la práctica imposibilidad de controlar un accidente grave como la fusión del núcleo del reactor. Durante años cayó la construcción de nuevos grupos a niveles mínimos.
En muchos países existen centrales nucleares y en algunos (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos o Rusia) la electricidad de origen nuclear constituye una parte importante o mayoritaria (como en Francia) del suministro. Otros, como Italia o Suiza, están libres de grupos nucleares. En la Unión Europea el 18% de la electricidad es de origen nuclear y el 16% a nivel mundial con 444 grupos activos. La preocupación por el cambio climático ha servido para relanzar la opción nuclear como producción de energía eléctrica libre de gases con efecto invernadero y se ha reemprendido la construcción de centrales.
En España el funcionamiento de las nucleares ha sido comparable a las europeas en eficiencia o seguridad y las empresas eléctricas podrían fácilmente acometer la construcción de nuevos grupos como sus colegas ingleses o franceses. Pero ¿qué ventajas ofrece la opción nuclear?
Ofrece seguridad de funcionamiento estable, sin las contingencias de las renovables (viento variable, radiación sólo diurna y dependiente de la nubosidad, precipitación muy irregular). Ausencia de emisión de gases de combustión. Experiencia nacional técnica e industrial en la mayor parte de los equipos y componentes y también en la fabricación del combustible nuclear en la planta de Enusa en Juzbado.
Los inconvenientes ofrecen una batería amplia. El primero es el riesgo. Riesgo potencial grave (aunque muy improbable) en la operación. Riesgo persistente, en una escala secular, para los residuos radiactivos generados. Otros inconvenientes tienen que ver con la contaminación persistente del emplazamiento, la lenta construcción y el elevado costo de las instalaciones.
El combustible gastado es imprescindible confinarlo de modo seguro hasta que se reduzca significativamente su radiactividad, una actuación secular que se convertirá en el proceso tecnológico más largo de la historia de la Humanidad. La duración del confinamiento no es proporcional al volumen almacenado, pero la dificultad de su gestión crece con el número de grupos activos y la energía eléctrica producida. El reprocesamiento de los residuos o su empleo en un nuevo tipo de reactores quedan fuera de nuestras posibilidades tecnológicas.
La gestión de residuos radiactivos en España es muy desigual. Las centrales nucleares españolas almacenan adecuadamente en piscinas de enfriamiento el combustible gastado, que suma 3456 toneladas de uranio. Los radionúclidos de otro origen (industrial, hospitalario, de investigación), se almacenan en la planta de Enresa en el Cabril, Córdoba. España no posee instalaciones de almacén definitivo y en el Plan General de Residuos Radiactivos se prevé la construcción sólo de un Almacén Temporal Centralizado para el combustible gastado que en el actual modelo de Estado autonómico es dudoso que se llegue a construir.
En suma: gestión insuficiente de residuos radiactivos que exigen una larguísima custodia experta. Riesgo potencial. Construcción de grupos muy lenta. Emplazamientos contaminados. Rechazo social. Con este panorama, la opción nuclear no parece adecuada. Ampliar el número de centrales contaminando otros emplazamientos e incrementando sustancialmente la masa de residuos, no se justifica en la situación actual. La demanda de energía necesita ser cubierta con las fuentes disponibles y con otras nuevas. Y otra fuente energética, el ahorro: doméstico, institucional, industrial: aislar, mejorar la eficiencia, aprovechar energía residual. Reducir el tráfico innecesario, el uso suntuario, los materiales energéticamente muy costosos donde no sean imprescindibles.