Son muchos, variados y luctuosos los acontecimientos en la historia de mayo. Recuerdo uno que sucedió en Madrid.
Corría el año de 1906 y fui testigo con mi abuela Teresa de un atentado. Ocurrió en la calle Mayor. Ya lo he contado algunas de estas historias en otras ocasiones, pero quiero hacer que mi memoria siga actuando.
Madrid a principios del siglo XX, dejaba de ser aquel pueblo castellano polvoriento y la monarquía española estrenaba reina. El 31 de mayo de 1906, el anarquista Mateo Morral atentó contra la carroza real y la comitiva que regresaba de la Iglesia de San Jerónimo. El rey Alfonso se había casado con la princesa Victoria Eugenia de Battemberg y Madrid engalanada era una fiesta.
Como tantos madrileños, junto con mi joven abuela nos acercamos a ver la comitiva, cuando desde un balcón del tercer piso, del número 88 de la calle Mayor, cerca de la de Bailén, donde vivía mi abuela, fue lanzada una bomba contra la carroza y la multitud que se agolpaban a su paso. Los reyes salieron ilesos, pero hubo 28 personas muertas y multitud de heridos. Desde entonces, para la joven Teresa López Sanjuan, nada fue igual, el trastorno de estrés postraumático la acompañó hasta su muerte.
En Madrid se han cometido un número considerable de atentados contra gobernantes: José Canalejas, Presidente del Consejo de Ministros fue asesinado en 1912, cuando miraba el escaparate de la desaparecida librería San Martín en la Puerta del Sol; Eduardo Dato en 1921, fue asesinado por los disparos efectuados desde un sidecar en marcha en la Puerta de Alcalá. Antes, en 1870, lo había sido el general Juan Prim y Prats, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, capitán general de los Ejércitos; más tarde, en otro tiempo, lo fue el almirante y presidente del gobierno Luis Carrero Blanco (1973). También los reyes Alfonsos XII y el XIII sufrieron varios atentados de los que salieron ilesos.
El joven rey Alfonso XII, cabalgaba al frente de sus generales por la Calle Mayor. Era el 25 de octubre de 1878. Venía de inspeccionar las provincias del Norte, donde dos años atrás, con 18 años y recién subido al trono, había ido a combatir a los carlistas. Fue el primer rey de España que marchaba a la guerra desde Felipe V. A la altura del número 93 de la Calle Mayor, cuando prácticamente llegaba el cortejo a palacio, un joven sacó una pistola y disparó contra Alfonso. Ninguno de los tres tiros de Juan Oliva alcanzó al Rey ni a nadie de la comitiva, era un tonelero anarquista.
A unos 150 metros, años después en 1906, su hijo Alfonso (XIII) también salió ileso de la bomba lanzada por Mateo Morral. Fue el primero de los atentados que sufrió. El segundo vino un año después, también en Madrid, por dos disparos de un joven pastelero gallego.
El obrero catalán Juan Oliva Moncasi, fue juzgado por un delito frustrado de lesa majestad contra la vida del rey, con las circunstancias agravantes de alevosía y premeditación. Fue condenado a la pena de muerte, sentencia que se cumplió por garrote vil, el 4 de enero de 1879, en el Campo de Guardias de Chamberí (terrenos del actual depósito del Canal de Isabel II). El anarquismo había actuado por primera vez en España. El periódico francés L’Avant-Garde, alabó la valentía de Oliva y su gran servicio a la revolución.
Otro atentado tuvo lugar un año y dos meses después, cuando los reyes volvían de su paseo por el Retiro. Francisco Otero, de Lugo, con 20 años, les disparó casi a quemarropa sin herirles. También fue ejecutado por garrote vil el 14 de abril de 1880. La prensa anarquista europea se hizo eco del suceso. Este atentado pudo haber tenido consecuencias políticas, puesto que el rey no tenía herederos y el atentado pretendía crear un vacío de poder que propiciara un alzamiento republicano y la revolución.
El 31 de mayo de 1905 tuvo lugar en París un atentado contra Alfonso XIII. Fue a la salida del Teatro de la Opera. Jesús Navarro Botella, un joven español de 23 años nacido en Torrevieja, arrojó una bomba desde un balcón contra el carruaje de Alfonso XIII y el presidente de la República francesa Émile Loubet. Ambos resultaron ilesos, El proceso incoado estableció claramente las responsabilidades de unos anarquistas que habían sido detenidos unos días antes del atentado y puesto en libertad por la policía. El Tribunal de la Seine, influenciado por la campaña de agitación anarquista, secundados por toda la prensa progresista de Francia y España, los absolvió.
Volvamos a la calle mayor y al año 1906. Días antes del atentado, en un árbol del parque del Retiro, aparecía un macabro mensaje: Ejecutado será Alfonso XIII el día de su enlace. Un irredento junto a la firma «Dinamita». Todo ello dentro de una calavera con dos tibias cruzadas, rodeadas por un círculo. Un testigo había manifestado a ABC, que el día 20 de mayo, sobre las seis de la tarde se encontraba sentado en un banco en el Retiro, en una de las avenidas transversales al Paseo de Coches. Observó que dos individuos estaban en otro banco delante de un árbol, gravando o pintado algo en la corteza. Vestían muy decentemente, uno con gorra japonesa y el otro con sombrero de los llamados Frégoli. Uno de aquellos hombres era Mateo Morral.
Mateo Morral viajó a Madrid con el propósito de atentar contra el rey. Pretendía arrojar una bomba de las conocidas como Orsini, de fabricación casera. El 31 de mayo, cuando la comitiva real se dirigía de vuelta de la iglesia de los Jerónimos al Palacio Real, Morral esperaba su paso desde el balcón de la pensión en la que se hospedaba, en el tercer piso del número 88 (actualmente 84) de la calle Mayor. Eran las 13:55 horas, cuando la carroza real pasó bajo él, arrojó la bomba oculta en un ramo de flores. El ramo con la bomba tropezó en su caída con el tendido del tranvía y se desvió hacia la multitud. Los reyes salieron ilesos. Murieron veintiocho personas y más de cien resultaron heridas de diferentes consideraciones.
Tras el atentado, Morral salió de Madrid, hacia Barcelona. El 2 de junio fue reconocido por varias personas en la Venta de los Jaireces, cerca de la estación de Torrejón de Ardoz y llamaron a los guardias. En el sumario judicial 220/1906, figura que se entregó pacíficamente, pero cuando era conducido al cuartelillo, mató de un tiro al guarda que le custodiaba y se suicidó a continuación. Todo parece que no resultaron así los hechos.
Una investigación presentada en la Universidad Nebrija demuestra que Mateo Morral fue asesinado, desvelando las incógnitas del misterioso asesinato. Las fotografías tomadas al cadáver, indican que el orificio que se aprecia en el pecho es de características incompatibles, con un disparo a corta distancia por una pistola Browning, que, supuestamente, llevaba escondida, sino por un arma larga de mayor calibre.
Tras su muerte, Mateo Morral se convirtió en un mártir de la causa anarquista. Para Pío Baroja, Morral era «el único joven que existía en España», afirmación que le valió acusaciones de apología del terrorismo. En su novela La dama errante, le inspira el personaje de Nilo Brull. «España hoy es un cuarto oscuro que huele mal, pero la pobre juventud de los rincones españoles quiere salir del ahogo… ¡Tu fuiste en mi vida una llamarada! ¡Por su alma emocionada, Que estalló en las ruedas del Carro Real!». Así reivindicaba la figura de Mateo, Ramón del Valle-Inclán, en el poema Rosa de Llamas.
Con la proclamación de la Segunda República en 1931, varias calles cambiaron su nombre por el de Mateo Morral. ¿Cómo hubiera sido la historia de España si el ramo de flores que lanzó Morral en la calle Mayor no se hubiera desviado?, pero esa es otra historia.
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