Mientras el flamante nuevo gobierno de Barack Obama está haciendo malabares para poder poner a punto las finanzas dentro del Estado norteño, otros, ubicados en el extremo sur de La Florida y allende el mar en la Isla de Cuba, se siguen afilando los dientes para recibir las migajas de los fondos que anualmente destina […]
Mientras el flamante nuevo gobierno de Barack Obama está haciendo malabares para poder poner a punto las finanzas dentro del Estado norteño, otros, ubicados en el extremo sur de La Florida y allende el mar en la Isla de Cuba, se siguen afilando los dientes para recibir las migajas de los fondos que anualmente destina el gobierno norteamericano para promover la contrarrevolución cubana, a expensas del contribuyente.
En este contexto sale a la luz pública un nuevo report de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO, por sus siglas en inglés) sobre la utilización de los fondos destinados a promover la contrarrevolución en Cuba. Recordemos que ya habían sido publicados otros dos informes donde se evidenciaba el mal uso que se le ha dado a estos fondos federales. («U.S. Democracy Assistance for Cuba Needs Better Management and Oversight», 2006 y «Continued Efforts Needed to Strengthen USAID’s Oversight of U.S. Democracy Assistance for Cuba», 2008).
El informe que ahora nos ocupa, presentado en enero del presente, se titula «Mejora el programa de la USAID, pero el Departamento de Estado podría monitorear mejor la implementación por sus asociados». En el existen algunos puntos interesantes que me gustaría discutir con los lectores.
Se plantea, por ejemplo, que desde el año 1996 y hasta el 2011 el Congreso norteamericano ha destinado 205 millones de dólares para promover la subversión en Cuba, pero los contratistas y subcontratistas que participan en la implementación en esta política «corren riesgos al desarrollar sus programas en la Isla». Esta es la forma de justificar la secretividad de estos programas e ignorar los pedidos de hacer públicos los más sensibles. Entonces, ¿pueden saber los contribuyentes norteamericanos como se utilizan sus impuestos en lo que a Cuba se refiere.
Estos programas están centrados en: promover la contrarrevolución interna en Cuba y el supuesto acceso a la información en la Isla (en este punto sería mejor levantar las restricciones impuestas por el bloqueo al acceso de Cuba a Internet y a las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones). Esto incluye entrenamiento en desarrollo comunitario y organizativo, liderazgo para futuros cabecillas contrarrevolucionarios internos (ejemplos sobran: Eliécer Ávila, Lucas Garve, y otros supuestos líderes comunitarios de reciente aparición), etc., para lo cual destinan libros, panfletos, películas, documentales y otros materiales, que son distribuidos dentro de los grupos c/r en Cuba.
Asimismo, se desarrollan acciones encaminadas a promover supuestas acciones de apoyo a los derechos humanos en Cuba, la distribución en la Isla de materiales sobre supuestos derechos de los trabajadores y las mujeres, desarrollar programas de entrenamiento en el uso de las tecnologías de la informática, en especial técnicas de computación y uso de blogs, entrenamiento de supuestos periodistas independientes, apoyar publicaciones «independientes» y proveer asistencia material. Hay que tener bien claro que la parte principal de los fondos se han invertido en programas relacionados con las nuevas tecnologías y su utilización por parte de la contrarrevolución interna.
La esencia de todos estos programas, su carácter subversivo y lesivo a la seguridad nacional de Cuba, no se tiene en cuenta en el informe, solo se plantea incrementar el control. De hecho, no se le hacen recomendaciones a la USAID para que controle mejor estos programas, porque, al parecer están siendo efectivos en la Isla y la USAID sí los está controlando, supuestamente.
Aquí nos asalta una duda, ¿Quién plantea que estos programas son efectivos? Los mismos que en la Isla viven sin trabajar a costa del contribuyente norteamericano. Los tradicionales y nuevos opositores políticos en la Isla (Elizardo Sánchez, Martha Beatriz Roque, Yoani Sánchez y Antonio Rodiles, por mencionar los más «encumbrados»). Ellos solamente pueden decir que son efectivos y así seguirán viviendo como hasta ahora lo hacen. Ellos son los únicos que pueden decir que la USAID ha mejorado en su trabajo contra Cuba.
¿Quién puede afirmar que no se dilapidan esos fondos? Ejemplos sobran, aunque se cierren los ojos. Ya podemos hablar de giras internacionales de «ilustres opositores» como Eliécer Ávila (Suecia y Alemania, para empezar) y Yoani Sánchez (Brasil, México, España, etc., etc., etc.). Bueno, a los incautos norteamericanos se les dice que eso es gracias a «colectas» hechas en Internet.
Otro ejemplo lo da uno de los tradicionales receptores y dilapidadores de estos fondos, Orlando Gutiérrez Boronat y su Directorio Democrático Cubano. Éste personaje ya ha sido denunciado en otras ocasiones y según miembros de la contrarrevolución cubana, se aprovechó de parte de los fondos destinados a promoverlos para financiar la gira internacional que desarrolló el año pasado con vistas a promover personalmente su último libro «Libertad y Democracia en Cuba», presentado incluso en Indonesia. ¿Cómo esto ayuda a la disidencia cubana?, se preguntaron muchos aquí en la Isla. En algo debe servir, por lo menos para Gutiérrez Boronat y comparsa.
Quedan muchas cuestiones en el tintero, quiénes están recibiendo estos fondos para trabajar contra Cuba desde Estados Unidos, qué programas ejecutan en el país, quiénes en la Isla se ven beneficiados con estos recursos. Muchas preguntas y pocas respuestas nos da este documento.
No obstante, hay algo bien claro. Seguirán sucediendo casos semejantes a los de Alan Gross, aunque no sean necesariamente norteamericanos, sino de otro países utilizado por las contratistas norteamericanas para promover la subversión en Cuba.
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2013/02/13/mejora-la-usaid-el-control-de-sus-programas-en-cuba/