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Memoria, respeto y dignidad

Fuentes: otromadrid.org

«Mañana cuando yo muera, no me vengáis a llorar, nunca estaré bajo tierra, soy viento de LIBERTAD».Juan Paredes Manot -Txiki- Natural de Zalamea de la Serena -Badajoz- (Militante de ETA, fusilado por el franquismo el 27 de Septiembre de 1.975) El día 2 de Mayo de 1.939, entraron las tropas que se sublevaron contra la […]


«Mañana cuando yo muera, no me vengáis a llorar, nunca estaré bajo tierra, soy viento de LIBERTAD».
Juan Paredes Manot -Txiki- Natural de Zalamea de
la Serena -Badajoz- (Militante de ETA, fusilado por el franquismo el 27 de Septiembre de 1.975)

El día 2 de Mayo de 1.939, entraron las tropas que se sublevaron contra la República en Helechosa de los Montes (Badajoz). Mi madre recuerda «de aquello», que llegaron muchos soldados, estaban por todas partes y el miedo que pasó. Recuerda cosas que vio y cosas que la contaron a escondidas.

En su revancha de «vencedores», sembraron el terror en un pueblo pequeño de la Siberia extremeña y que al día de hoy mi padre ya anciano, relator de parte de estos hechos, al decirle que iba a escribir sobre «aquello», me hace la advertencia de que tenga cuidado con lo que escribo y quien lo lee, viendo en sus ojos y semblante parte del terror sufrido cuando era un niño y años posteriores de su vida. Duele la memoria, duele la impunidad.

Entre los días 2 y 11 de Mayo de 1.939, estas tropas torturaron, saquearon, humillaron, asesinaron a hombres y mujeres helechoseños, cuyo único delito consistía en ser trabajadores y pobres, el haber estado en «zona roja», en el frente en el bando republicano. Algunos ni siquiera eso, simplemente por ser familia, por caer mal, falsas acusaciones, envidias, enemistades anteriores, etc…

Fueron tiempos duros, de hambre y necesidad, de persecución, sofiones y amenazas. De no poder buscar a quienes se llevaron para nunca más volver, de no permitir que se les llorara, de separación de familias, cárcel, destierros, huidas…….mujeres con el pelo al cero, entreguerras sin paz para los de uno de los bandos y sus descendientes. Dejaron mi pueblo como a tantos otros, sumido en el silencio y el miedo, segando lo mejor de sus habitantes, dejando a viejos, mujeres y niños, en el mayor de los desamparos, la impotencia y la desesperación. Dejando largos años mudos a los testigos directos de «aquello». Aterrorizados para preguntar, aterrorizados para dar respuesta.

Cuarenta años, 40 tuvieron que pasar, aun sabiendo muchos y muchas donde se encontraban las fosas, para que en Mayo-Junio del 1.979, se atrevieran, se decidieran a mover «aquello» (expresión escuchada por mí en muchas ocasiones en voz baja y silencio cuando me acercaba a mis familiares en conversación, como un peligroso secreto ocultado a los menores de la familia), a recuperar de la tierra anónima a los seres queridos. Fue en 1.979, cuando varios de los familiares, desde diversos puntos del estado y el extranjero (Suiza, Alemania, Francia, Arabia Saudita, Barcelona, Bilbao, Asturias, Toledo, Madrid), se empezaron a coordinar para la recuperación de esa parte de sus vidas.

Alejandro… con muchos años de cárcel a sus espaldas y una vez en libertad, desterrado de Helechosa y residente en Talavera de la Reina. Esteban Guijarro residente en Barcelona y mi tío Faustino Márquez Muñoz «vinagre» -ya fallecido-, que había vivido muchos años en Alemania y en ese entonces residía enAluche-Madrid, fueron los encargados de dar los pasos necesarios para la recuperación de los familiares. Fueron motivados por las noticias de que unos meses antes en la Puebla de Don Rodrigo, se había permitido hacerlo. No hubo que buscar mucho, se sabía el sitio exacto donde se encontraban, yo mismo me sorprendí de la exactitud, ya que «aquello» en las conversaciones (en las que desde hacía años ya me dejaban participar), siempre lo situaban en las afueras, en el monte, «los roblaillos», hacia el pantano, etc…

Al pié de la carretera se recuperó a Zacarías, que fue atado y arrastrado a caballo hasta la muerte.

En otro punto se recuperaron dos hombres más, uno de ellos era «el tío jamones» (padre de Marcos). En otra fosa (sobre la que desde hacia muchos años se venían viendo ramos de flores de vez en cuando) se recuperaron 33 cuerpos, (29 hombres y 4 mujeres), que fueron sacados de sus casas el día 11 de Mayo de 1.939 y asesinados, primero los hombres y luego las mujeres (según testimonio de uno de los «vencedores» residente en Orcasitas-Madrid, muchos años después). Entre estos se encontraba mi abuelo Faustino Márquez Moraleda, quien había sido alcalde de Helechosa de los Montes hasta su marcha al frente. Fidel, «el tío millonario»; «el tío tobaldo» (padre de José «el canelón»); Mariano alcalde del pueblo en funciones supliendo a mi abuelo; «el tío damaso» (padre de Amalio y Julián…..); Felisa, joven de 16 años acusada de pertenecer a las juventudes comunistas (hermana de Basilio, Agapito, Venera, Matilde, Virgilio- murió en Francia);«la tía changarra» (madre de el Cano -recogido como cabrero-, Manolo, Ignacio…..); «la tía carnerera» y su marido; «la tía tiranta», que usaba gafas y se encontró uno de los cristales (madre de Juan y Narciso -ya fallecidos-). No se pudieron recuperar otros tres cuerpos (hombres), que fueron asesinados unos días antes y semienterrados. Se vio a los perros y animales del monte, con trozos mutilados entre los dientes. Entre estos estaba «el tío moralo» (su hijo cobraba la contribución por aquel entonces). Hombres y mujeres que fueron sacados de sus casas «para llevarlos a declarar» unos a Herrera del Duque (pueblo cercano y cabeza de partido), otros a Lérida, decían a las familias. Estaban ahí, apenas unos kilómetros del pueblo, esperando justicia, esperándonos a todos nosotros. El terror vivido hizo que algunos no acudieran a la recuperación de sus familiares y su posterior entierro, dándose el caso de algunos residentes en Helechosa de decir en el acto, atemorizados «veremos a ver que pasa, que la mayoría de vosotros no vivís aquí y nosotros nos tenemos que quedar», «que una cosa es lo que estamos haciendo y otra el día a día». Aún hoy 70 años después de «aquello» el terror vivido perdura en parte de nuestros mayores.

Se formó cortejo en silencio, muchas lágrimas y dientes apretados, detrás del ataúd (uno solamente) transportado por la furgoneta de mi tío Faustino, cerrando el cortejo otra furgoneta de mi padre que conducía yo acompañado de primos y paisanos, todos nietos de los asesinados, se les dio sepultura común en el cementerio del pueblo, con misa, pocos rezos y muchos hombres en la puerta. Con algún puño en alto, sin cánticos, sin banderas, sin partidos ni asociaciones que se llamaron a andana (lo importante era consolidar la democracia), con la presencia de la Guardia Civil (un teniente y varios números, venidos de fuera para la ocasión, -ninguno del cuartel de Helechosa- y que observaron la recuperación de los restos desde distancia, haciendo que rondara la preocupación con su presencia y que acompañaron delante del cortejo a distancia hasta la entrada del pueblo.) Muchas mujeres en las puertas y ventanas de sus casas, muchos hombres apostados en calles y esquinas al paso del cortejo. Con ausencias significativas según nuestros mayores. Con comercios cerrados y todo Helechosa de los Montes expectante. Con una lápida con sus nombres y apellidos, en la que encabezaba: FUERON VILMENTE ASESINADOS.

A los pocos meses, el alcalde de Helechosa pidió a José «el canelón» hijo de uno de los asesinados «el tío tobaldo», que se borrara ese encabezamiento ya que sistemáticamente alguien tachaba con pintura y sistemáticamente alguien limpiaba, cosa que José hizo con maza y cortafrío y que desde entonces se puede apreciar en la lápida.

Que hoy, aquí y ahora, «aquello», fue el amedrantamiento y exterminio fascista de una parte importante de hombres y mujeres que lucharon por la legalidad y un mundo mejor, que hubo premeditacióny planificación en los hechos después de «acabada la guerra». Que tras «aquello», vino una larga noche en la que no cesaron la persecución, torturas, amenazas, humillación y otros asesinatos, que hoy, aquí y ahora, muchos y muchas de sus descendientes nunca lo dejamos, que «aquella semilla», germinó en nuestras mentes y corazones y seguimos en su misma labor.

Este relato de «aquello» lo escuché muchas veces, a trozos durante mi niñez, mi juventud, se lo oí a mi padre, mi tío, otros familiares, es de memoria contada y vivida, de boca-oído y participación, por lo que no figuran más datos (nombres, apellidos, apodos, fechas, etc.), ya que llevo más de 20 años sin ir a Helechosa donde nací y de donde salí con tan sólo dos años de edad, por lo tanto, no conocí, ni conozco a ninguno con los nombres y apodos mencionados, exceptuando el de mi tío, si bien pudiera suceder que algún otro familiar o interesado, pudiera ampliar y completar esta parte de nuestra memoria.

Es parte de nuestra memoria guardada, que casi 70 años después de aquello, casi 30 años después de la recuperación pública de los nuestros, por primera vez contamos, en la interminable espera de que una auténtica democracia, devuelva verdad y justicia para todos y todas. Nuestra dolorosa memoria ayer perseguida, hoy, aquí y ahora, es dolor que nos obliga.

RESPETO Y DIGNIDAD. Salud y República.