Casi nadie recuerda a Lucía Sánchez Saornil, poetisa y anarcofeminista: una extravagante combinación de arte y política que, en mi opinión, hizo de esta mujer un ejemplo de vida para la historia. Lucía no aparece en los libros historia común porque ella, junto con la historia del movimiento anarquista internacional, ha sido objeto de esa […]
Casi nadie recuerda a Lucía Sánchez Saornil, poetisa y anarcofeminista: una extravagante combinación de arte y política que, en mi opinión, hizo de esta mujer un ejemplo de vida para la historia. Lucía no aparece en los libros historia común porque ella, junto con la historia del movimiento anarquista internacional, ha sido objeto de esa amnesia inducida impunemente en la memoria de las clases subalternas.
Lucía Sánchez nació en 1895 en el seno de una familia de bajos recursos. En 1916 entró a trabajar como operadora telefónica en la empresa española Teléfonica en donde se vio envuelta en numerosos episodios de lucha sindical. Simultáneamente, Lucia logró consolidarse como poetisa alineándose y siendo fundadora del espléndido movimiento ultraísta.
Hacia 1927 se traslada a Valencia en donde despliega abiertamente su filiación ácrata mediante su participación en los periódicos Solidaridad Obrera y Tierra y Libertad, ambos de abierta inspiración libertaria. Durante este periodo Lucía participa activamente en la CNT(Confederación Nacional del Trabajo). De hecho, unos años después (1929 aproximadamente) se traslada de nueva cuenta a Madrid en donde participa en la redacción del periódico CNT.
Durante la guerra civil española Lucia, junto con Amparo Poch, fundó la organización Mujeres Libres. Una organización sin igual para la historia del movimiento feminista internacional. En primer lugar, debemos resaltar el hecho de que esta organización hizo frente a las contradicciones del movimiento anarquista, específicamente al interior de la CNT y la FAI (Federación Anarquista Ibérica), en donde existían prácticas machistas. En segundo lugar, debemos agregar que Mujeres Libres ha sido una de las organizaciones más grandes del movimiento feminista llegando a contar con miles de militantes.
Tras la guerra civil se ve obligada a huir a Francia junto con su compañera sentimental, América Barroso, en donde vive exiliada hasta 1942 cuando vuelve a Valencia bajo el peligro de ser deportada, viviendo en la clandestinidad casi hasta la década de los sesenta.
Tal y como lo constata la vida y obra de Lucía: vale ser poeta para subvertir el mundo desde las estructuras de la sensibilidad. La obra de Lucía Sánchez es la más clara demostración de ello. En ella, la poesía se convirtió en un oficio intempestivo porque al tiempo de atentar contra el mundo se atenta en contra de uno mismo.
Las palabas de Lucia Sánchez exhiben una nitidez sospechosa, palabras que se enfrentan y se cortan el «negro blanco» -«la desnudez con ropa»– de un espesor lleno de vertiginosas impresiones. Debe notarse, en sus líneas coexisten pasadizos secretos, rutas externas o emergentes que cortan como el filo de una navaja afilada y silenciosa. Interior y exterior combaten, se mezclan y confunden. Frases sin inicio o final aparente. Golpes y fracturas repentinas:
Un pájaro soberbio
rasga el cristal del poniente
en un vuelo al sol.
Lucia parece jugar con siluetas que mimetizan el aura de una sensación. Su poesía nos ofrece una imagen sencilla -pero sólo en apariencia- atravesada por esos ágiles movimientos de un mortal simbolismo. Una carga eléctrica que derriba los sentidos inmediatamente:
Y de pronto
aletea… gira y cae.
Temblamos,
como si la tierra se hubiera removido
en una sacudida sísmica.
Lucia, tu nombre como un subterráneo oscuro atentando contra el brillo del poder. Tu voz como un reguilete cargado de explosivos para hacer estallar los retratos comunes y corrientes de todo lo que nos dicen un día sucedió. No bastará lucir un sistema político y económico distinto, habrá que optar por una sensibilidad diferente, atenta de un dialogo genuino con todo lo existente tal y como lo muestra tu poesía.
A la luz de la crisis civilizatoria que experimentamos es necesario dislocar la memoria histórica común atada a monumentos y a personajes impuestos por la historia oficial. No bastará, sin embargo, con volver a pensar la historia bajo la coraza espectral de un solo autor o una sola corriente política; habrá que reinventar la historia atreviéndonos a pensar la historia desde lugares radicalmente distintos, deslocalizándonos de la cartografía clásica perversamente personalista y en apariencia lineal. En ese curso se inscribe precisamente el intento de recuperar el hermoso legado de Lucía Sánchez Saornil.
¡Hasta siempre Lucia Sánchez!
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