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Comentario al artículo de Leonardo Padura

Mercado de coches y vivienda en Cuba, una quimera en construcción

Fuentes: Rebelión

El pasado 10 de Julio el periodista y escritor cubano Leonardo Padura publicaba en el diario español Público un artículo sobre la liberalización de la compraventa de automóviles y viviendas en Cuba. De lo publicado, sin duda el mayor interés es la ilustración de Patrick Thomas que ocupa 1/3 del espacio. En ella, se amalgaman […]

El pasado 10 de Julio el periodista y escritor cubano Leonardo Padura publicaba en el diario español Público un artículo sobre la liberalización de la compraventa de automóviles y viviendas en Cuba. De lo publicado, sin duda el mayor interés es la ilustración de Patrick Thomas que ocupa 1/3 del espacio. En ella, se amalgaman una imagen del Che y el anagrama de la conocida marca de automóviles para conformar CHEvrolet. Se crea así una quimera en la que se funden, en el plano semántico, el Sistema Presupuestario de Financiamiento -propuesta económica del Che- y la marca más emblemática de la corporación General Motors, una perfecta metáfora de la quimera del mercado inmobiliario en un país socialista.

Probablemente se trate de una composición gráfica ajena al propio Padura ya que en su texto no se plantea ninguna contradicción en las propuestas que defiende. Por el contrario, parece desconocer completamente la complejidad del tema de la vivienda, así como las consecuencias de la apertura del mercado inmobiliario en Cuba, y se deja llevar por la excesiva simplificación de la propuesta aprobada en la Asamblea Nacional del Poder Popular y en el sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba – conviene señalar que se trata de una propuesta con respaldo de la mayor parte de la población cubana-. Un tema de tanto calado haría necesario un análisis de la economía política de la vivienda en Cuba, pero no es el objeto de este texto. Nos ocuparemos del trasfondo ideológico de los comentarios de Padura.

Siguiendo la formulación oficial, Padura trata como equivalentes dos objetos que, conceptual y socialmente, tienen poco en común: la vivienda y los automóviles. No es difícil comprender su diferente naturaleza ni la distinta trascendencia de un mercado liberado en uno y otro caso. La vivienda es un bien básico, esencial para el desarrollo de las personas, las familias y la sociedad, y en consecuencia, constituye un derecho fundamental. No ocurre así en el caso del automóvil. Las repercusiones sociales, económicas y políticas de la forma mercancía de la vivienda son enormes, como se ha puesto dramáticamente en evidencia en estos años en los países capitalistas. Por otro lado, el mercado del automóvil en Cuba no es significativo, ni lo será para los Cubanos al menos a medio plazo.

A pesar de lo dicho, mercado inmobiliario y de automóviles tienen un fuerte nexo. En los últimos 70 años han sido los pilares del modelo de desarrollo de la economía de mercado en los países capitalistas. El mundo, tal y como lo conocemos, es el resultado de otorgar la máxima prioridad al transporte privado en automóvil condicionando territorios y ciudades a su uso masivo e intensivo, convirtiéndose en un eje de la economía mundo y en modelo de relaciones sociales. Del mismo modo, el mercado inmobiliario y su derivada especulativa han configurado el espacio edificado, definiendo modos de vida ligados a la producción y al consumo del espacio. En ambos casos, cosificación y relaciones mercantiles, son las vías por donde transita la mayor parte de nuestra vida. La jerarquización y la segregación social, el expolio de los recursos naturales, la destrucción medioambiental, la contaminación, las millones de horas perdidas en desplazamientos y un sin fin de calamidades más, son el resultado de la cosificación y mercantilización de necesidades humanas como el alojamiento y el transporte. En este sentido, es cierto que en la lógica de los mercados, la vivienda y el automóvil se convierten en una única cosa: Mercancías.

Pero en la lógica mercantil no basta con que exista libertad de mercado, aunque sea relativa, siempre resulta necesario que el Estado decline su responsabilidad de protección a los ciudadanos. Se trata pues de que no intervenga, si lo hace, se considera una intromisión en lo privado y por tanto, se infiere, es un signo de totalitarismo. Sin embargo, esta demanda de no intervención, en el capitalismo, se torna reclamo inverso cuando están en juego los intereses de los dueños de los mercados. La crisis económica actual en los países capitalistas arroja luz sobre este asunto: los estados han intervenido para pagar y avalar las deudas del sistema financiero sin que nadie lo haya ha considerado un acto totalitario y tampoco se ha acusado a los estados de querer monopolizar el mercado.

En un sistema socialista lo que está en juego es la lógica de las necesidades no la del mercado. Por eso, la intervención del Estado es insustituible y necesaria, pero esta vez, no para salvar la acumulación capitalista sino para garantizar los derechos básicos a la población. Se da así una relación imprescindible entre la intervención pública y la satisfacción de necesidades. Ciertamente, el modo en que se organiza esa intervención tiene que ser objeto de debate análisis permanente. Se hace siempre necesario evaluar cada política concreta y cada estrategia en función de los fines acordados, pero resultaría casi absurdo -por no decir mal intencionado- reducir el debate a criticar el carácter monopolista del Estado cubano.

Se ha convertido en un lugar común, no sólo entre los críticos sino entre los medios oficiales cubanos, asumir que la liberalización económica es una medida necesaria para evitar las ilegalidades y la corrupción. El titular del artículo incorpora el término «corrupción» apuntalando en el lector esta idea, aunque cabe la posibilidad de que no haya sido elaborado por el autor y que simplemente refleje la permanente tendencia manipuladora de los medios en su tratamiento a Cuba.

Dentro y fuera de la isla es habitual utilizar el tema de las ilegalidades y la corrupción para justificar propuestas liberalizadoras. Es obvio que cualquier norma legal puede ser transgredida cometiéndose una ilegalidad, ese principio es valido desde el caso de las normas de trafico hasta para los impuestos, y nadie en su sano juicio piensa que hay que eliminar estas normas para evitar que se incumplan; es más, existe una fuerte campaña en la isla para concienciar a la población sobre la obligación de pagar impuestos y las fuertes sanciones que existen en otros países para los que cometen estos delitos. En realidad, el fondo de la cuestión es que se está tratando de sustituir unas normas por otras nuevas más acordes con los nuevos objetivos.

La corrupción tiene otra lectura. Del artículo de Padura se desprende que las practicas mercantiles tendrían un poder balsámico que la eliminaría o cuando menos la atenuaría. Sin embargo, la realidad del mundo capitalista no deja de contradecir este supuesto. Por ejemplo, en el contexto latinoamericano, en sus vertientes mas neoliberales, se han dado algunas de las mejores cosechas de este producto. Pero no acaba ahí la cosa, sin ir más lejos, en España, corrupción y mercado inmobiliario han sido un valor en auge especialmente tras la liberalización del uso del suelo.

Aunque nadie parece estar interesado en profundizar en el tema, en Cuba el aumento de la corrupción no ha sido la consecuencia de que no existiera un mercado libre. Por el contrario, todos los datos apuntan a que el incremento de la corrupción ha sido directamente proporcional al aumento de las desigualdades sociales y a la aparición de considerables sumas de dinero en la isla tras la legalización de la tenencia de divisas.

Desde el punto de vista de la economía neoliberal -no hay otra-, aumentar el campo de actuación de los mercados es una estrategia central, ya que el mercado es la instancia básica que estructura el capitalismo. En el Capitalismo, necesidades y deseos se confunden para igualar a poseedores y desposeídos. Es tan simple como que satisfacer deseos no implica satisfacer necesidades y así nos va.

Finalmente, habría que señalar dos omisiones importantes en el texto de Padura que están directamente relacionadas con sus contenidos. Una es que según está previsto, (información del Consejo de ministros) solo se podrá disponer de una vivienda en propiedad por persona. Se trata de una clara limitación al mercado, o de un rasgo social de las medidas adoptadas, pero sin duda es insuficiente ya que abre un importante espacio para la ilegalidad, la corrupción y los retruécanos legales a través de los testaferros y familiares interpuestos. Otro aspecto importante que se omite en el texto es la posibilidad establecida desde el pasado otoño de que la vivienda sea parcial o totalmente dedicada al negocio, es decir, que se convierta en un medio de producción, -esta posibilidad interactuará con la compraventa y sin duda potenciará exponencialmente el mercado al alza, detrayendo viviendas de un parque insuficiente para cubrir las necesidades actuales-.

Es posible que la quimera que plantea la ilustración del artículo esté en vías de construcción en Cuba, o que haya fuerzas que presionen en esa dirección. Para Padura, como se desprende de su texto, así como para todos aquellos que ven en la isla suculentos negocios, cualquier medida liberalizadora será insuficiente aunque sin dudas muy bien recibida. Sin embargo, todos aquellos que apostamos por el socialismo y que sabemos de la capacidad demostrada hasta ahora por las fuerzas revolucionarias cubanas, confiamos en esta capacidad histórica para revertir cualquier decisión que ponga en riesgo las condiciones de vida de la gente más humilde.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.