La feminización de la pobreza y la migración, son dos de los efectos de las políticas económicas de la globalización, de acuerdo con el Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM). El fenómeno migratorio además de ser un drama humano de alcance político es también una grave violación a los derechos […]
La feminización de la pobreza y la migración, son dos de los efectos de las políticas económicas de la globalización, de acuerdo con el Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM).
El fenómeno migratorio además de ser un drama humano de alcance político es también una grave violación a los derechos humanos de las mujeres, dio a conocer el organismo en el marco del Congreso Internacional sobre Derechos Humanos de las Mujeres Migrantes: Acciones para su Protección, que se realiza en esta capital.
Frente a la pobreza, a la exclusión, a la falta de opciones y numerosas veces frente a la violencia, la mujer debe sortear una serie de dificultades para tomar la opción de emigrar, señala el organismo: vencer las fronteras visibles e invisibles de los controles familiares, la tradición y la costumbre; obtener un trabajo menos remunerado; enfrentar los cambios en las familias.
En el continente americano, la migración mexicana hacia Estados Unidos es la más importante en volumen y la más antigua. De acuerdo con el Centro para Estudios de Inmigración (CIES), en Estados Unidos, cerca de 7.9 millones de inmigrantes ingresaron en los últimos cinco años.
Para UNIFEM, acerca de la «compleja realidad» actual de las trabajadoras mexicanas en EU existe un vacío informativo.
Sin embargo, señala, en términos generales se puede considerar que representan el 45 por ciento de la población mexicana que vive y trabaja allá, su ruta ya no es fundamentalmente la de sus familias o de sus esposos, hay un porcentaje mayor de solteras y jefas de familia, cruzan solas o acompañadas, van con proyectos laborales propios y tienden a prolongar su estancia.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (CONAPO), la mayoría que emigra como trabajadoras temporales son jóvenes solteras de entre 12 y 24 años, con mayor escolaridad que los hombres; casi la mitad son del norte de México, predominan las de origen urbano y encuentran menos dificultades que los varones para conseguir trabajo.
Uno de sus rasgos es ser indocumentadas lo cual hace que vivan y trabajen en condiciones de mayor vulnerabilidad que los hombres frente a la sociedad, al empleador, la policía y la autoridad.
«Por su condición migratoria trabajan muchas veces como trabajadoras domésticas, contribuyendo así a que numerosas mujeres se inserten en el mercado laboral regional. Se estima que el 25 por ciento de las trabajadoras domésticas, sirvientas y niñeras, carecen de documentos».
La inmigración mexicana actual es significativa en Lousiana, Georgia, Tennessee, Carolina, Nebraska, Florida, Nueva York y Wisconsin, que se suma a la presencia tradicional de estados como California, Illinois, Texas, Colorado, Washington y Nuevo México, Estados Unidos.
El porcentaje de mujeres y hombres que logran insertarse en el mercado laboral estadounidense es similar: 85 por ciento, no obstante, los salarios recibidos por las mujeres son 30 por ciento menores respecto a los hombres.