Miguel nació en Orihuela, ciudad ubicada al sur de España, en el seno de una familia no muy adinerada, la cual conseguía el sustento por medio del comercio de cabras y la venta de la leche que ellas producían. Esta organización familiar implicaba entonces a todos sus miembros en el desenvolvimiento de la economía. Lo […]
Miguel nació en Orihuela, ciudad ubicada al sur de España, en el seno de una familia no muy adinerada, la cual conseguía el sustento por medio del comercio de cabras y la venta de la leche que ellas producían. Esta organización familiar implicaba entonces a todos sus miembros en el desenvolvimiento de la economía. Lo anterior conduce a la primera diferencia entre Miguel y los poetas coetáneos: él, solo accedió aproximadamente a ocho años de educación formal. Sin embargo, la curiosidad innata lo hizo un alumno aventajado de la madre naturaleza; además, debemos añadir, la seducción que sobre Miguel ejercieron algunos de sus profesores en el corto paso por las aulas. A los catorce años su padre le imponía como destino el oficio de cabrero, pero él ya conversaba haciendo uso de tropos y rimas; cuando alguien le señalaba su forma poco usual de hablar Miguel respondía «así me salen las ideas»; mas adelante, a partir del momento en que sus escritos dejaron de ser un acto íntimo entre él, las cabras y la sierra donde pasturaban, expresaba con cierto recato «es que soy poeta». Los antiguos compañeros de estudio y los profesores le propiciaban libros; empezó a participar en tertulias literarias; leía todo cuanto llegaba a sus manos y comenzaron a ser habitantes permanentes de su zurrón, el cuaderno de notas y el lápiz. Entre muchos de sus primeros poemas, este parece una síntesis premonitoria de lo que sería su vida: En cuclillas ordeño/ una cabrita y un sueño.
Un capítulo importante en la vida, es aquel en el cual hacen presencia las pulsiones del amor; cuando la persona siente el imperativo de estar referida a otra, para proyectarse y ahuyentar una de las tantas facetas de la soledad. El poeta se enamora… Una querencia tengo por tu acento/ una apetencia por tu compañía/ y una dolencia de melancolía/ por la ausencia del aire de tu viento./ Presencia necesita mi tormento,/ urgencia de tu amor y galanía,/ clemencia de tu voz la tuya mía/ y asistencia en el estado en que me encuentro El poeta ansía… Mujer, mira una sangre, mira una blusa de azafrán en celo,/ mira un capote líquido ciñéndose a mis huesos/ como descomunales serpientes que me oprimen/ acarreando angustia por mis venas./…/ ¡Ay que ganas de amarte contra un árbol,/ ay que afán de trillarte en una era…
El poeta se reproduce… He poblado tu vientre de amor y sementera/ he prolongado el eco de sangre a que respondo/ y espero sobre el surco como el arado espera:/ he llegado hasta el fondo. El poeta se perpetúa… Para el hijo será la paz que estoy forjando./ Y al fin en un océano de irremediables huesos/ tu corazón y el mío naufragarán, quedando/ una mujer y un hombre gastados por los besos.
Sin embargo y a pesar de la vehemencia o quizás por ella misma, el poeta es conciente de que esas sensaciones placenteras no ahuyentan el displacer, lo traen consigo… Cansado de odiar, te amo./ Cansado de amar, te odio. Es una constante en la poesía de Miguel, la tensión entre situaciones contrarias y, sin pretender desconocer que otros autores anteriores a él y contemporáneos, también manejaron el asunto y pudieron influenciarlo, no es aventurado traer a cuento que su información primigenia fue bebida en y de la naturaleza. El conocía sus ciclos y comprendía sus manifestaciones… Remudan los claros ciervos/ su cornamenta arbolada/ …/ La cabra cambia de pelo,/ cambia la oveja de lana,/ cambia de color el lobo/ y de raíces la grama./ Son otras las intenciones/ y son otras las palabras… El se sabía parte… La tierra es amor dispuesto a ser un hoyo,/ dispuesto a ser un árbol, un volcán y una fuente./ Mi cuerpo pide el hoyo que promete la tierra,/ el hoyo desde el cual daré mis privilegios de león y nitrato/ a todas las raíces que me tiendan sus trenzas. Tenía plena conciencia del cambio como destino, entendido este último como efecto inherente al devenir. Los dos versos anteriormente transcritos dan cuenta de ello, señalado en procesos físicos; pero el cambio también ocurre en procesos de pensamiento, asunto que él mismo experimentó… Me libré de los templos: sonreídme,/ donde me consumía con tristeza de lámpara/ encerrado en el poco aire de los sagrarios./ Salté al monte de donde procedo,/ a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre,/ a vuestra compañía de relativo barro. Hablar o mejor, inscribirse en el concepto de ciclo tiene dos connotaciones de particular importancia, dado, de un lado, que involucra el cambio y del otro, que nos plantea una verdad de a puño: por definición, el ciclo parte de un punto y allí mismo retorna, después de estar, inclusive, en un punto totalmente opuesto. Por tanto, en un asunto, su contrario está contenido. Existe una palabra que nomina dicho proceso: Dialéctica.
Miguel, teniendo por natural los ciclos, muy probablemente no tuvo mucha complicación en acceder a la dialéctica. Aún adolescente, pastor de cabras y repartidor de leche, estando conversando en el cementerio con algunos amigos, ante la presencia de una planta florecida albergada en una calavera escribió… Pobre flor! ¡Qué mal naciste!/ ¡que fatal que fue tu suerte!/ Al primer paso que diste/ tropezaste con la muerte./ El dejarte es cosa triste/ el cogerte, cosa fuerte,/ pues quedarte con la vida/ es dejarte con la muerte. De si mismo expresa… La sangre me ha parido y me ha hecho preso,/ la sangre me reduce y me agiganta,/ un edificio soy de sangre y yeso/ que se derriba él mismo y se levanta/ sobre andamios de huesos. A su esposa Josefina le dice… ¡Date presa de amor, mi carcelera! Y, hasta uno de sus personajes, caracterizado por tonto, en la obra de teatro El labrador de mas aire, le hace expresar… Porque en fin todo da igual/ pensando con la cabeza/ son tontería y listeza/ rosas del mismo rosal.
Llega la guerra con el horror de la sangre, las balas, la desconfianza y, lo que es peor, con la necesidad de depurar la sociedad de los adversarios. Pero, vayamos mas despacio. Tenemos para entonces un Miguel firme y alineado a favor de la lucha contra la pobreza y la injusticia… Soy ante el hambre prudente/ y mudamente sufrido/ cuando el hambre me ha venido/ de un natural accidente./ Mas no aguanto mudamente/ el hambre si me lo dan/ un corazón y un afán/ de avaricia ciega llenos. Un Miguel decidido a la lucha armada a la que él, como tantos otros se vieron precipitados… Si me muero que me muera/ con la cabeza muy alta./ Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama,/ tendré apretados los dientes/ y decidida la barba./ Cantando espero la muerte/ que hay ruiseñores que cantan,/ encima de los fusiles/ y en medio de las batallas. La expresión precipitados hace patéticos que los juegos de intereses políticos y económicos, incubadores de la dominación y la injusticia, arrojan, despeñan, incitan a hombres y mujeres, otrora ajenos a cualquiera atisbo de agresión, a organizarse y defenderse, aún recurriendo a la violencia… He regresado al tigre./ Aparta o te destrozo./ Hoy el amor es muerte,/ y el hombre acecha al hombre.
Aproximadamente seis años después de su muerte, ante la necesidad de regular la convivencia entre los Estados y sus Pueblos, se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos que, palabras mas palabras menos, compromete a los Estados a proteger los derechos, los cuales aparecen nominados, so pena de someter a las personas al derecho a rebelarse… En mi tierra moriré, entre la raíz y el grano,/ que es tan mía por la mano/ como mía por el pie./ …/ Me pertenece, aunque diga/ que es suya, y no la conoce/ ni siquiera por el roce/ de un terrón y de una espiga./ …/ Nadie merece ser dueño/ de hacienda que no cultiva… No es incurrir en osadía nombrar a Miguel entre las mujeres y los hombres defensores de los derechos humanos.
Miguel Hernández se presentó al Frente y, aparece aquí una segunda diferencia entre él y los poetas de su generación y su círculo: se alista como soldado raso, pese a tener para aquel entonces, un espacio entre los intelectuales… Tristes armas/ si no son las palabras./ Tristes, tristes. A pesar de hacer uso de otras armas, el arma de la palabra era para él la predilecta y, haciendo gala de ello, así poema el horror… Ayúdame a recoger/ pedazos de la inocencia,/ escombros de la hermosura,/ ruinas de la mejor perla./ Andad con mucho cuidado,/ no piséis la sangre ciega/ que brota entre estas paredes/ como una fuente secreta./ Dejadme besar la sangre,/ la sangre bajo la piedra,/ la sangre de mis entrañas/ que corre por las arenas./ No la piséis, no pisarla/ por si se borra o se queja. Los actos de la guerra, siempre atroces y las diferentes formas como sus amistades encaraban las circunstancias, lo hicieron padecer; los convocó… Alberti, Altolaguirre, Cernuda, Prados, Garfias,/ Machado, Juan Ramón, León Felipe, Aparicio,/ Oliver, Plaja, hablemos de aquello a lo que aspiramos…/ …/ Hablemos del trabajo, del amor sobre todo,/ donde la telaraña y el alacrán no habitan./ Quitémonos el pavo real y suficiente,/ la palabra con toga, la pantera en acechos./ …/ hablaremos unidos, comprendidos, sentados,/ de las cosas del mundo frente al hombre./ …/ Así descenderemos de nuestro pedestal,/ de nuestra pobre estatua. Termina la guerra y el adversario, con precisión extrema, prosigue la limpieza de los dueños de ideas que amenacen zozobra. Miguel es detenido y condenado, a pesar de diferentes gestiones, a treinta años de prisión. Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,/ van por la tenebrosa vía de los juzgados:/ buscan a un hombre, buscan un pueblo, lo persiguen, lo absorben, se lo tragan./ …/ Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,/ tenso, conmocionado, con la oreja aplicada./ Porque un pueblo ha gritado ¡libertad!, vuela el cielo./ Y las cárceles vuelan. La circunstancia extrema de saberse vivo y sin libertad, no quebrantaron su compromiso social; a sus amigos expresó: «Tengo una vida, que puse al servicio de mi ideal, y si tuviera doscientas vidas lo mismo las hubiera dado y las volvería a dar ahora». Murió en prisión cuando contaba treinta y un años de edad, en 1942.
El tejido poético de Miguel Hernández, tiene como trama el amor, la libertad, la justicia y la dialéctica; como urdimbre, los íconos en los cuales sus sentimientos se hicieron versos: tierra, sangre, vientre, toro, boca, cárcel, luna, simiente, era…; la lanzadera fue la palabra, haciendo de él un todo de poesía sublime y compromiso heroico.
Artículo merecedor del Premio Internacional de Periodismo de la Fundación Cultural Miguel Hernández 2004; publicado en el diario El Colombiano, el 9 de noviembre de 2003.
Lia Isabel Alvear Ramirez