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Mirar a los sesenta: El tiempo de la eclosión

Fuentes: La Jiribilla

Se abre esta exposición cuando se nos anuncia que este país está condenado a desaparecer como nación independiente, que nuestra obra será destruida, que su cultura será aplastada y el pueblo literalmente, esclavizado. Ahí está el Plan anexionista que, entre otras ofensas intolerables, explica detalladamente cómo intenta el Imperio apoderarse de Cuba y controlar y dirigir todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas sin excluir ninguno

Mucho habrá que pelear para impedirlo. Lo haremos entre todos. Salvaremos nuestra obra y la haremos aún más bella, más justa, más humana. La cultura nos salvará.

Muchos libros, ensayos y artículos se han escrito sobre la séptima década del pasado siglo. No es esta la ocasión para analizarlos. Solo cabe apuntar aquí algunas observaciones muy rápidas.

La primera es que parece haber consenso a que ese decenio tuvo más de diez años.

La segunda es que los sesenta no admiten naturalidad. Todavía hoy se les denigra como a un enemigo que aún pelea o se les recuerda con nostalgia e incluso algunos aguardan su imposible regreso.

Los sesenta fueron, ante todo, la rebelión de la juventud que trajo, en palabras de John Lennon «una revolución completa en el modo de pensar» y que él definió también como «un barco que seguirá navegando impulsado por un viento que nunca muere hasta llegar a un nuevo mundo». En otro momento señalé que eran una «actitud ante la vida que conmovió desde lo más hondo a la cultura, la sociedad y la política, y cruzó todas las fronteras. Su impulso renovador se alzó, victorioso, colmando aquella década, pero había nacido antes y no se detendría hasta hoy».

Para los cubanos no hay dudas de que los sesenta comenzaron exactamente la madrugada del primer día del año 1959. Con la Revolución triunfante, Cuba entraría en una época enteramente nueva que significaba una ruptura radical con el pasado inmediato, pero a la vez era el reencuentro con un proceso revolucionario único, varias veces interrumpido y que se había iniciado casi un siglo antes.

La gentil invitación de Moraima Clavijo, directora del Museo Nacional de Bellas Artes, me conduce a ciertas reflexiones enteramente personales para ofrecer mi propia mirada. Pertenezco a esa especie cada vez más reducida de quienes ya entonces estudiaban en la Universidad y no habían sido ajenos a la lucha contra la tiranía. Para quien salía de la clandestinidad en el principio fue, ante todo, el «deslumbramiento» en el sentido de «turbación de la vista por luz repentina».

Recuerdo las palabras de Fidel advirtiéndonos que la lucha que entonces comenzaba sería más difícil y compleja que la etapa terrible que veníamos de superar.

El poder real aún no había sido conquistado. Los primeros años serían decisivos en términos políticos. Se dio entonces también una intensa batalla de ideas que habría de librarse mientras, al mismo tiempo, se adoptaban decisiones justicieras que serían la base de la profunda y necesaria transformación de la sociedad. Hubo que esperar más de treinta años para poder leer en documentos oficiales celosamente guardados, cómo en aquellos años, desde el primer día, el gobierno de Estados Unidos. Se había empeñado en arrebatarnos la victoria, había tratado de doblegarnos con el «hambre y la desesperación» y había gastado, año por año, decenas de millones de dólares en fomentar el embuste y el soborno, el engaño y la amenaza. Además de agresiones y crímenes que no hace falta recordar.

En el terreno de la cultura, aquí fue el tiempo de la eclosión, es decir la «acción de abrirse un capullo de flor, una crisálida» y también «brote, manifestación, aparición súbita».

De pronto era el libro y la danza, el filme y el teatro y también los carteles, las fotos y los cantos. La poesía y la plástica junto al debate constante se posesionaban del país. Descubríamos la Isla al tiempo que nos sentíamos, por primera vez, sus propietarios. Dueños del color y la palabra, de la luz y el aire, buscábamos la última información para saber el día exacto de nuestra muerte anunciada y hacíamos maravillas del trabajo voluntario, las guardias nocturnas y los secretos del arme y desarme del AK y la metralleta checa.

La excelente exposición que hoy se inaugura nos devuelve el espíritu de aquel tiempo. Nos aproxima a lo mucho que en todos los aspectos de la cultura fuimos capaces de hacer en circunstancias irrepetibles, y en ella no faltan muestras de importantes creaciones ajenas que de un modo u otro dejaron su huella entre nosotros. Hay que felicitar a la dirección del Museo y a todos los que han hecho posible este extraordinario acontecimiento. Quiero agradecerles en nombre del público, que acudirá en gran número estoy seguro a disfrutar y aprender, a recordar y descubrir. Especial mención debo hacer al catálogo en tantos sentidos superior y a los muy valiosos textos en él incluidos.

Unas palabras a los que nacieron después. Déjennos a nosotros la nostalgia. Ustedes tendrán también sus Sesenta, les pertenecerán por entero, los construirán de una manera nueva. Es un derecho pero también una tarea que estarán obligados a realizar. No se trata de un imposible regreso al pasado. A ustedes les tocará luchar hasta alcanzar un mundo nuevo, ese que reclaman con fuerza creciente millones de personas de todas partes.

Estoy seguro de que en algún momento recordarán entonces a la generación que ingenuamente creyó poder tomar el cielo por asalto.

Se abre esta exposición cuando se nos anuncia que este país está condenado a desaparecer como nación independiente, que nuestra obra será destruida, que su cultura será aplastada y el pueblo literalmente, esclavizado. Ahí está el Plan anexionista que, entre otras ofensas intolerables, explica detalladamente cómo intenta el Imperio apoderarse de Cuba y controlar y dirigir todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas sin excluir ninguno.

Mucho habrá que pelear para impedirlo. Lo haremos entre todos. Salvaremos nuestra obra y la haremos aún más bella, más justa, más humana. La cultura nos salvará. En el origen fue semilla de donde brotó la Patria. Es su mejor escudo y lo será siempre.

Mirar a los Sesenta en este preciso instante ayudará a descifrar el milagro de resistencia y creación que es y será Cuba.