El pasado 5 de octubre, el Presidente Zapatero anunció en una rueda de prensa celebrada en la sede de la OTAN en Bruselas, junto al Secretario de Defensa de EE UU, Leon Panetta, y el Secretario General de la OTAN, Anders Rasmussen, que la base naval de Rota acogería de manera permanente a cuatro destructores […]
El pasado 5 de octubre, el Presidente Zapatero anunció en una rueda de prensa celebrada en la sede de la OTAN en Bruselas, junto al Secretario de Defensa de EE UU, Leon Panetta, y el Secretario General de la OTAN, Anders Rasmussen, que la base naval de Rota acogería de manera permanente a cuatro destructores de la Armada de EEUU dotados con el sistema Aegis, punta de lanza del sistema antimisiles. Roto el embargo de la noticia, la prensa anunció estupefacta que la decisión unilateral de Zapatero, previa a un acuerdo del Consejo de Ministros y con el Parlamento disuelto, era el resultado de más de dos meses de negociaciones secretas, de las que sólo habia sido informado el dirigente de la oposición Mariano Rajoy.
Si difícil resulta encontrar razones, no menos difícil es hallar calificativos para la decisión de Zapatero y su posterior ejecución. Es, por lo pronto, una ruptura con todos los mecanismos democráticos previstos en la Constitución española, con los terminos de la integración de España en la OTAN. Es, además, una transgresión de los elementales procedimientos diplomáticos que aconsejan no comprometerse con un Acuerdo que implica peligro de guerra sin haber leído su texto. Porque éste no se redactará hasta que no tengan lugar unas negociaciones que implicarán inevitablemente la adición de un nuevo anejo al Convenio de Cooperación para la Defensa entre España y EE UU de 1988. Un texto de por si prolijo, dificil de gestionar, que fue enmendado por el Gobierno Aznar en 2002 -cuando se unió a la «guerra contra el terrorismo» del Presidente Bush-, y que se suma a otros 33 acuerdos de defensa entre España y Estados Unidos actualmente en vigor, entre ellos el Memorandum de Acuerdo para el apoyo al ciclo de vida de buques equipados con sistemas Aegis (fragatas F-100) de 2002, que desarrollaba la Declaración de intenciones sobre este mismo asunto del año 2000.
Es decir, que la participación de España en el sistema antimisiles viene de hace más de una década, y que la actual estructura de la armada española está completamente determinada por esta participación, porque sus cuatro fragatas de la clase Álvaro de Bazán en servicio (y una más en construcción), que forman el grupo de escolta del portaviones Principe de Asturias, están todas ellas diseñadas para integrar el sistema Aegis.
Lo que altera sustancialmente el nuevo acuerdo no es, por lo tanto, esa completa integración de la Armada española en la estrategia militar de EE UU y de la OTAN, sino un cambio sustancial en la utilización de la base naval de Rota, que pasa a ser puerto permanente de cuatro destructores de la armada de EE UU, con unos 1200 militares norteamericanos de apoyo y la utilización de los astilleros Navantia de Cádiz para las reparaciones y mantenimiento que precisen. Y por esta razón será imprescindible, tras la negociación entre las partes, un anejo adicional al Convenio de Defensa, o cualquier otro mecanismo legal que lo modifique. Será entonces cuando el previsible futuro gobierno de Rajoy lo comunique formalmente a unas Cortes con probable mayoría absoluta del PP.
¿A qué, pues, la precipitación de Zapatero?
Más allá de los barruntos psicoanaliticos de venganza contra su propio partido -ha humillado al desnortado candidato Rubalcaba y ha desairado a la Ministra de Defensa (candidata del PSC por Barcelona), dejándoles mudos y con carita de pasar por allí- , la primera razón alegada por el propio Zapatero pasará sin duda a los libros de historia: se trataría de una medida anticrisis, para luchar contra el paro, ya que proporcionará más de mil puestos de trabajo. El general Miguel Angel Ballesteros, director del Instituto Español de Asuntos Estratégicos, no ha dudado en corregirle: «no puede medirse por los puestos de trabajo (…) es una apuesta clara por convertir a España en un socio leal y fiable de la OTAN y EE UU».
La segunda razón, adelantada por los servicios de prensa del Ministerio de Defensa, muestra la flexibilidad y comprensión de España con sus aliados, aun al precio de torcer sus propios mecanismos democráticos: Obama necesita presentar la partida de adecuación de la base de Rota para acoger antes de 2014 a sus cuatro destructores en el próximo presupuesto de EE UU, que debe ser votado en noviembre de este año. Y Zapatero, con la aprobación de su Gobierno dos dias después, a pesar de no haber elaborado sus propios presupuestos para el 2012 por el adelanto de la convocatoria electoral, hace suya esta imperiosa necesidad de despliegue militar del sistema antimisiles contra Irán, haciendo votos evidentemente para que Obama sea capaz de obtener el apoyo bipartidista necesario para la aprobación de sus presupuestos.
El sistema antimisiles Aegis
El sistema de defensa antimisiles Aegis (1) fue iniciado en la década de los años 80, como parte móvil de la Iniciativa de Defensa Estrategica del Presidente Reagan. Su objetivo, que recibió el calificativo de la «Guerra de las Galaxias», era dotar a EE UU de la capacidad de destrucción de un ataque de misiles interbalísticos nucleares fuera de la atmosfera terrestre. Desde un punto de vista estratégico suponía cuestionar toda la lógica de la «destrucción mutua asegurada» en la que se basaba el equilibrio militar nuclear entre bloques y obligar a la URSS a reiniciar una carrera armamentistica nuclear a costa de aumentar exponencialmente la deuda fiscal de EE UU.
La crisis terminal de la URSS, los dificultades tecnológicas y el crecimiento geométrico de la deuda fiscal de EE UU obligaron desde los años 90 a una continua redefinición del programa de defensa antimisiles, que de su inicial concepción satelital paso a instalaciones fijas en tierra, primero, para, finalmente, convertirse en un sistema naval, el actual Aegis. Tras tener más exito en la intercesión que las pruebas terrestres, el sistema naval fue adoptado por el Presidente Bush a finales de 2004.
Razones políticas aconsejaron también el caracter naval del programa antimisiles. A pesar de situar a Irán y Corea del Norte como principales focos de posibles ataques con misiles, las administraciones Bush y Obama siguieron presionando para situar en República Checa o Rumanía el sistema de radares de alerta temprana y en Polonia la base de los misiles interceptores, con una clara función geoestratégica frente a Rusia y China. Ante el alcance de las protestas rusas y las dificultades con la opinión pública europea, Obama intentó su fallida reorientación de política exterior anunciando en septiembre de 2009 la prioridad de despliegue del sistema naval. El programa del sistema antimisiles de la Fuerza Aérea fue cancelado a favor de nuevos desarrollos para el sistema Aegis, incluyendo una versión terrestre adaptada de la naval. En el complejo militar-industrial de EE UU las empresas que se benefician son: Boeing, Alliant Techsystems, Honeywell, John Hopkins University Applied Physics Laboratory y el Lincoln Laboratory del MIT. El gasto anual fiscal previsto de 2011 a 2015 es de unos 2.200 millones de dólares.
Pero la flexibilidad de Aegis le permite ser mucho más que un sistema de defensa antimisiles para convertirse en realidad en el paradigma estratégico de la guerra naval en los proximos cincuenta años. El Secretario de Defensa Leon Panetta se ha encargado de recordarlo en la rueda de prensa de Bruselas. Su sistema de alerta temprana le capacita para iniciar de manera automática una respuesta defensiva ante el lanzamiento de cualquier misil contra una nave u objetivo, pero también le da una capacidad ofensiva preventiva contra bases de misiles fijas o móviles. De hecho, todas las marinas de la OTAN, además de las de Japón, Corea del Sur y Australia han reestructurado sus fuerzas navales dando la prioridad al sistema Aegis, cuyo control reside en sistemas de alerta temprana y de computación de EE UU. Independientemente de que se dote al sistema Aegis de misiles interceptores SM-2 o SM-3, los sistemas electrónicos integrados de todas las naves de guerra de nueva generación parten de la arquitectura de Aegis.
A pesar de las protestas rusas y chinas, por razones geoestratégicas de contención, EE UU sigue teniendo previsto desplegar el sistema de radares de alerta temprana en Rumanía en 2015 y una base de lanzamiento terrestre de misiles SM-3 en Polonia en 2018. Ello lo indica el punto al que el paradigma militar industrial desarrollado a partir de Aegis por la armada de EE UU ha modificado los escenarios y modalidades de posibles conflictos bélicos, integrando completamente el uso de misiles tácticos de diferentes tipos de cabeza. Tras más de catorce años de bloqueo absoluto en la Conferencia de Desarme, la realidad es que se ha iniciado una nueva carrera armamentistica a partir de los desarrollos del programa Aegis, carrera en la que lleva ya una considerable ventaja EE UU y que le ha permitido jerarquizar y subordinar a sus intereses estratégicos para la guerra del siglo XXI las politicas de defensa de sus aliados militares.
En este esquema, Rota se convierte en la base avanzada de despliegue de los destructores del sistema Aegis en el Mediterráneo. De los cuatro previstos, dos patrullarán en alta mar de manera continua, uno estará en reserva y el cuarto en reparaciones o mantenimiento. La primera línea de este sistema se sitúa en Israel, que alberga tanto los radares de alerta temprana como misiles Patriot, con alcance en la mayor parte de Oriente Medio. Pero la red del sistema de defensa antimisiles se extiende tambien al Pacífico occidental, en el que Japón es el socio privilegiado de la Armada de EE UU, en el Océano Indico y en el Atlántico norte (con base en Paises Bajos), con unos 36 buques de guerra de EE UU dotados de misiles interceptores SM-3 y casi el mismo número de naves de países aliados con misiles de menor capacidad de alcance.
La opacidad de definición y gestión de los intereses en materia de defensa
No cabe sino constatar cuánto han aprendido las distintas Administraciones de EE UU en la utilización de los ritmos a la hora de negociar con el Reino de España y en el aprovechamiento de la debilidad de sus gobiernos en los periodos pre- y post-electorales. En los meses previos a las elecciones de 2004, el Gobierno Aznar aceptó un acuerdo de colaboración con EE UU para situaciones de emergencia en el traslado de prisioneros de guerra a Guantánamo que permitió que se situaran en Rota aviones de recambio en caso de algún fallo de los que hacían el recorrido desde Afganistan por el corredor del estrecho de Gibraltar, acuerdo del que las Cortes solo tuvieron conocimiento años después. Ahora, con luz, aunque con premeditación y sin taquígrafos, con las Cortes disueltas, se llega a un acuerdo de mucho más alcance: un acuerdo que convierte a Rota en objetivo preventivo de cualquier ataque con misiles contra EE UU y sus aliados europeos.
Sigue existiendo, por lo tanto, una lógica de definición de los intereses nacionales que se situa más allá de los habituales mecanismos democráticos-constitucionales. Una lógica y unos intereses del complejo militar-industrial, que no por pequeño en comparación con otros países es menos real, y cuyos mecanismos siguen funcionando de manera opaca. Tal es el caso del sistema Aegis en la Armada española desde el año 2000, independientemente del gobierno de turno, de la composición de la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados y de la bonanza económica o de las dificultades presupuestarias. De un presupuesto de defensa español de unos 8.800 millones de euros anuales, ¿cuánto se destina a Aegis? Por lo pronto, hay que sumar el precio de las cinco fragatas de la clase Álvaro de Bazán, que ha permitido mantener los astileros de Navantia abiertos, a pesar de una deuda acumulada en el programa de adquisiciones de defensa que el diario El País cifraba en 26.000 millones de euros, a renegociar hasta el año 2030.
Todo ello demuestra una vez más la necesidad urgente de una revisión en profundidad del Acuerdo de Cooperación por la Defensa entre España y EE UU de 1988 en el marco de una definición democrática de cuáles son los intereses nacionales en materia de defensa por parte del Congreso de los Diputados. No se puede seguir alegando sistemáticamente el art. 96 de la Constitución para ocultar tras la responsabilidad de la dirección del Gobierno la definición y gestión de intereses en una materia esencial de la soberanía popular como es la preparación para la guerra. Desgraciadamente, a pesar de algunos avances en la Ley de Defensa sobre el permiso del Congreso para el envío de tropas al exterior, la lógica seguida ha sido muy otra, como lo demuestra la aprobación en junio de la Nueva Estrategia Española de Seguridad, cuya elaboración coordinó Javier Solana, por el Consejo de Ministros: subordinar la defensa del Reino de España a los intereses estratégicos de EE UU.
NOTA:
(1) Ronald O´Rouke, Navy Aegis Ballistic Missile Defense (BMD) Program: Background and Issues for Congress, Congresional Research Service (2010), (http://fpc.state.gov/documents/organization/141600.pdf)
Gustavo Búster es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso.