El monte santiagueño vive atravesado por miles de senderos, por ellos no solo andan «zorras» tiradas por burros, mujeres en busca de sus cabras o niños para la escuela, por esos senderos también camina la historia que, extraviada entre tanto quebracho y algarrobo, vuelve a cruzarse una y otra vez con los campesinos. El MOCASE […]
El monte santiagueño vive atravesado por miles de senderos, por ellos no solo andan «zorras» tiradas por burros, mujeres en busca de sus cabras o niños para la escuela, por esos senderos también camina la historia que, extraviada entre tanto quebracho y algarrobo, vuelve a cruzarse una y otra vez con los campesinos.
El MOCASE (Movimiento Campesino de Santiago del Estero) tiene sus raíces, su presente y su futuro determinado por la confrontación entre dos proyectos históricos completamente opuestos. De un lado el pueblo campesino, defendiendo la posesión comunal de sus tierras, que representan no solo una medio de producción, sino que se constituyen como determinantes de su forma de vida y cultura. En el lado opuesto, los usurpadores, que siempre han considerado al bosque y los hombres como canteras de riquezas que deben ser explotadas, para luego ser abandonadas vacías y muertas cuando ya no generen ganancias.
En estos 512 años de lucha, el MOCASE reconoce tres etapas, que a pesar de sus diferencias tienen un mismo trasfondo.
La primer es, evidentemente, la conquista española. Los pueblos originarios, atacados y dominados para ser enviados al centro minero de Potosí, también debieron enfrentar la destrucción de su cultura. En el pueblo de Quimilí, Reinaldo sostiene que «…con la presencia del español se inicio todo un proceso de desculturización, tratando de hacer perder la identidad indígena, para eso hicieron uso de la educación, la religión, y todo lo que tenían a mano para producir un genocidio cultural, sumado al genocidio físico, para que los que queden vivos no se acuerden que son indígenas.»
Una segunda etapa comienza con el siglo XX. La llegada del tren y la compañía inglesa «La forestal», inicio un proceso donde la tala del quebracho, utilizado para obtener tanino, durmientes y tablones, marco el ritmo de deforestación del bosque.
En el principio de la noche santiagueña, Mónica, con su voz tranquila y clara comparte lo que ha aprendido: «Cuando alguien desconocido le pregunta a los campesinos si han participado del obraje hachero ellos responden «nosotros no, los traían de afuera», cuando pasa un año y ya te han abierto las puertas como pares, te dicen «sí, nosotros participamos». Es la negación de haber sido forzados a participar de esa destrucción del monte. El hachero, al estar cortando un árbol, se ha estado destruyendo a si mismo, sintió el grito de la caída y la impotencia de ese árbol. Sabía que se estaba destruyendo a él mismo.»
Otra etapa, la tercera, también ha comenzado junto con un cambio de siglo. Aproximadamente a partir del año 2000 se inicia un proceso colonialista e invasor similar a los anteriores. Este es impulsado por la demanda exterior, ya no de esclavos o tanino, sino de soja transgénica.
Confluyen en esta situación fundamentalmente tres factores:
A.- La modificación de los precios relativos de la oleaginosa. Su cotización era de u$s 165 en el año 1999, tocando los u$s 222 a mediados del año 2003 . Esto representa un aumento del 35%. La variación en pesos, tras la devaluación, es de aproximadamente %290.
B.- La incorporación de los paquetes tecnológicos propuestos por las multinacionales, que incluyen las semillas modificadas genéticamente, fertilizantes y herbicidas. A nivel nacional esto ha posibilitado que, mientras la superficie sembrada con soja pasa de 5.8 millones de hectáreas en 1993/4 a 12.6 en el 2002/3 (variación del 118%), la cosecha pase de 11 millones de toneladas a 35 (variación del 199%) en igual periodo . Estos paquetes permiten cultivar soja en casi cualquier suelo, a fuerza de fertilizantes y herbicidas, borrando la frontera natural de los cultivos.
C.- La aparición de grandes montos de dinero disponibles para el financiamiento de operaciones ilegales vinculadas a la usurpación mafiosa de tierras y la puesta en producción. El compañero Ángel lo resume forzando su voz, desafiando a los oídos de los «buchones» que rodean la mesa: «El negociado de títulos para la compra de tierras viene del lavado de dinero, dinero robado durante la ultima década por (Carlos) Menem y (Eduardo) Angeloz, que lo hacen circular, desde mesas de dinero, con la soja transgénica ¡De eso tenemos pruebas contundentes! (…) todos estos yuppies cordobeses que viene a comprar tierras, chacareros que se fundieron, algunos de la Federación Agraria y la Sociedad Rural, que se gastaron la guita en la timba y la joda, en la década de los ’90, y ahora consiguieron una mesa de dinero de usureros en Jesús María (Provincia de Córdoba) que maneja dinero de Angeloz (Ex Gobernador de Córdoba) y compañía, la parte del dinero que no se ha ido a Suiza ¡Los chacarero
s y arrendatarios, quebrados, adeudados en 11 mil millones de dólares, y aparecen con camionetas 4×4, topadoras, tractores, no ahora, desde el primer año que empezaron con la soja, porque son operadores y testaferros!»
La historia parece repetirse, de manera torpe y repugnante, copiada con sangre generación tras generación. Pero esta vez hay algo distinto, los condenados de la tierra están fuertemente armados de memoria. Cacho lo dice desde Charquina: «En los años ’30 la empresa «La Forestal» vino diciendo que estas tierras eran suyas. Talaron todo el monte y se lo llevaron. Hoy, 70 años después, otra vez vienen de afuera a decir que estas tierras les pertenecen, para sembrar soja y exportarla».
El avance sobre las tierras de los campesinos es brutal y simple. Un testaferro, por lo general santafesino o cordobés, soborna a un habitante de algún pueblo cercano. Este figura cediéndole la «posesión de hecho» del monte, posesión que no es necesario demostrar ya que los jueces no son justos. Luego llega el alambrado, que atrapa escuelas, caminos y cementerios. Y la matanza se concreta. Las topadoras «limpian» el terreno y los cazadores matan a los animales que intentan escapar. Contra las familias largan bandas de hasta 25 matones armados. Pero el monte y la vida propia son sinónimos para los campesinos. Ferreira, que recolecta silencios para transformarlos en claridad, lo hace entender con facilidad: «Yo le he dicho al «dueño» que si va a pasar la topadora también pase por encima a las mujeres que encuentre, porque esta noche, cuando llueva, van a nacer muchas plantas nuevas y en Tintina van a nacer muchos chicos que cuando vuelvan a Charquina solo van a encontrar campos
ajenos».
En Santiago del Estero nada escapa a la historia. Ni siquiera el metal con que se reprime. Esa otra de las cosas que grita Ángel: «Nosotros les hemos mostrado pruebas al gobierno de que aquí hay armas de la policía federal y la Triple A, que tiene la policía provincial y las bandas de Musa Azar. Nosotros estamos encontrando las armas que persiguieron a los desaparecidos y con las que hoy nos están queriendo golpear a nosotros. Y nuestras mujeres, sin armas, se las sacan de las manos a los policías y los mandamos a pata a la comisaría»
El MOCASE tiene como eje fundamental de su existencia la lucha por la reforma agraria. Reinaldo comienza por explicar cuales son sus términos generales: «Nosotros consideramos la reforma agraria como un respeto por la forma de vida y tenencia de la tierra de los campesinos. La reforma al estilo mexicano o chileno con reconocimiento por familia de una parcela a nosotros no nos sirve, porque tenemos la influencia de la herencia cultural aborigen, donde las propiedades son comunitarias. No hay una visión de decir «esta es mi parcela», los parajes son de todos, y si vos sos de ahí vas a hacer tu potrero o tu represa en cualquier lugar, porque es de todos. Es mucho más adecuado a nuestro planteo de reforma agraria el reconocimiento no tanto de la parcela sino del territorio. Nosotros hablamos de territorialidad, cada comunidad tiene un territorio donde desarrolla su vida.»
Después de entendido esto podemos avanzar un poco más, tratando de conocer el resultado de un proceso de sufrimientos e ideas que comenzó hace demasiado tiempo. El MOCASE, hablando a través de los «cumpas» insinúa un poco más cuales son sus limites. «Nuestra lucha no termina acá, porque cuando nuestros hijos crezcan ¿en que tierras van a vivir? Son necesarias más tierras para que todos tengan sus familias. La tierra no va a ser difícil conservarla, de hecho no nos han desalojado, pero hemos perdido territorio antes de nacido el MOCASE, y lo tenemos que empezar a recuperar». «Estamos impulsando con el MTD Aníbal Verón, una organización urbana, para ir construyendo un «movimiento sin tierra», una vuelta al campo masiva. La gente se va a venir caóticamente, cagada de hambre (…) Los territorios sin población los ocupa el capitalismo anónimo. Buenos Aires y su conurbano tiene 15 millones de habitantes y Córdoba 3 millones de habitantes ¿Como puede? Este es un país que podría dis
tribuir más de 100 millones de habitantes, con un campo cuidado en lo ecológico y ciudades sanas de 30 o 40 mil habitantes. Con un esquema de distribución territorial mucho más sustentable y sano. Pero en principio pensemos la cuestión básica de comer, queremos un pueblo que produzca su comida, que no la este mendigando.»
La propuesta de una reforma agraria masiva, con reincorporación al campo de los que han emigrado a la ciudad, parece una tarea sumamente difícil. Pero el MOCASE tiene en cuenta dos puntos.
Primero, que esta reforma es sumamente necesaria y no solo para los habitantes del campo. Los pobres suman 13,8 millones en las 31 principales ciudades. Pero entre ellos están los indigentes, que alcanzan a ser 6,63 millones de personas, esto es el 27,5% de la población urbana .
Segundo, la reforma es plenamente posible.
Según datos del INTA, una familia puede autoabastecerse de verduras, huevos y gallinas, en una superficie de 200 metros cuadrados. Tomemos una superficie de 10.000 metros cuadrados, una hectárea, para hacer el calculo con mejor margen y comodidad. Esto quiere decir que, aproximadamente, son necesarias 1,25 millones de hectáreas para sacar de la «indigencia» inmediata a todos esos compatriotas. Tengamos en cuenta que en el país hay sembradas 32 millones de hectáreas , por lo tanto, modificando el régimen de tenencia del 3,8% de toda esa superficie (O el 0,73% de las 171 millones de hectáreas de los establecimientos agrícolas y ganaderos) podríamos acabar con semejante hambruna y hacinamiento.
Aunque cargado de prudencia, el MOCASE considera que el contexto político es favorable para ganar en esta lucha.
A nivel latinoamericano Ángel sostiene que «El eje Kirchner – Chávez es muy interesante, pero esto depende del campo popular y la correlación de fuerzas. Los empresarios y las multinacionales hacen fuerza para correr a Kirchenr hacia el lado de ellos, por eso tenemos trabajar para que él haga lo que nosotros queremos. Empezó la lucha por el estado y nosotros vamos a estar ahí, aunque no partidariamente.
Kirchner tiene una mujer con conducta, además hay por debajo de él gente noble y honesta.
En su política esta apuntando a lo jurídico, como venimos haciendo nosotros (…)
Hoy en día que se cumpla la constitución parece una utopía. Por eso le decimos a Kirchner que haga cumplir la constitución nacional, pero no contra el pueblo pobre, que se la haga cumplir a todos. Cuando esto pase habremos instalado un piso, después veremos si podemos hacerla evolucionar (…)
También esta la alianza del MERCOSUR, pero debemos agregarle lo social y solidario, junto con Venezuela (…) por arriba de los gobiernos, de los partidos, de las organizaciones, del MOCASE, de Emancipación y del estado, esta el Pueblo, y si el ALBA es eso, ¡Vamos con el ALBA!»
Si es cuestión de tiempo, esfuerzo y paciencia, el MOCASE esta preparado. Saben que la lucha puede durar varias generaciones. Mirta dice «Siempre buscamos la participación de toda la familia, de manera de integrar, porque sino, cuando dejemos de andar ellos no van a continuar la lucha. Por eso tratamos de que los chicos participen, porque también saben decir cosas importantes».
Coqui que, como tantos otros, es hachero, cazador y campesino, hace que sus palabras sean creíbles por su serenidad, porque son dichas en medio del monte, con un mate y sin micrófonos: «Ahora hemos empezado a luchar y no pararemos hasta recuperar las tierras. Vamos luchando por lo nuestro y no por lo ajeno, como vienen haciendo los de afuera. La batalla la tenemos que ganar de aquí a un año, a dos años, a diez años, la tenemos que ganar. ¡Ellos tendrán las armas, pero nosotros tenemos la razón!». Estoy seguro de eso.
Lisandro Reynoso
Proyecto Emancipación
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