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Mujer y revolución

Fuentes: Rebelión

El 1 de enero de 1959, apenas triunfante la Revolución Cubana, después del Moncada, el desembarco del Granma y la Sierra Maestra; el líder de esa gesta, el Comandante Fidel Castro Ruz, desde Santiago de Cuba, lanzó un llamamiento a toda la población. En la parte medular de su alocución, aseveró que la victoria alcanzada, […]

El 1 de enero de 1959, apenas triunfante la Revolución Cubana, después del Moncada, el desembarco del Granma y la Sierra Maestra; el líder de esa gesta, el Comandante Fidel Castro Ruz, desde Santiago de Cuba, lanzó un llamamiento a toda la población. En la parte medular de su alocución, aseveró que la victoria alcanzada, resultaba el corolario de la lucha de hombres y mujeres empeñados en la tarea de construir una patria mejor.

«Está demostrado -dijo- que no sólo pelean los hombres, sino pelean las mujeres también en Cuba. Y la mejor prueba, es el Pelotón Mariana Grajales, que tanto se distinguió en numerosos combates. Y las mujeres son tan excelentes soldados, como nuestros mejores soldados hombres».

Con estas palabras, dichas en una circunstancia tan especial y ante la abigarrada multitud que había ido a celebrar la victoria de los combatientes del 26 de Julio; Fidel se refirió a tres elementos complementarios: al papel de la mujer en la lucha revolucionaria, a la capacidad operativa de las mujeres como soldados, y a la experiencia de la historia vivida.

Y lo hizo como una manera de subrayar la igualdad que merecían tener hombres y mujeres en la vida de su país, salir al frente de las deformaciones que aún subsistían en la mente de algunos hombres, que juzgaban a las mujeres incapacitadas por determinadas tareas; y para resaltar el papel concreto que habían cumplido ellas en las acciones guerrilleras integrando un pelotón creado como un homenaje a Mariana Grajales, la Madre de todos los cubanos,

EN LA HISTORIA

En verdad, el papel revolucionario de la mujer cubana, quedo acreditad desde los años de la lucha por la Independencia de Cuba del yugo español.

Del mismo modo como los peruanos tuvimos nuestras heroínas en esa etapa de la historia -desde Micaela Bastidas hasta María Parado de Bellido, pasando por Tomasa Tito Condemayta, Cecilia Tupac Amaru, Gregoria Apaza, o Marcela de Castro, Cleofé Ramos y sus hijas, las hermanas Toledo, Higinia y María-; Cuba tuvo muy destacadas exponentes de la gesta emancipadora. Bien puede citarse, en efecto, a Ana Betancourt, Bernarda Toro, Rosa La Bayamesa, Amalia Simoni, Luz Palomares García, Ana Cruz Agüero, Ana María Castellanos, y muchas otras. Todas ellas tomaron las armas en la guerra iniciada en 1868 y combatieron bajo el mando de Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte y otros Patriotas.

Ana Betancuort, fue una mujer de familia acaudalada, que bien pudo vivir sin contratiempos dedicada a los menesteres de la época. Pero sus inquietudes personales la condujeron hacia otros derroteros. Muy joven, se sumó a la insurrección de Camaguey, y se enroló con su esposo -Ignacio Moro- en el ejército patriota. Perseguidos y capturados ambos, fueron privados de su libertad, y sometidos a crueles vejámenes que laceraron sus vidas. Él, fue fusilado en 1875; y Ana debió salir rumbo a Nueva York, primero, y España después, donde finalmente murió cuando se preparaba a retornar a Cuba luego de sus azarosos años de resistencia.

De Mariana Grajales se recuerda mucho. Con relación a ella, José Martí se preguntaba: «Qué epopeya y misterio había en esa mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre; qué decoro y grandeza, hubo en su sencilla vida».

Ella, tuvo nueve hijos y los enroló a todos en el ejército patriota. El más conocido fue Antonio Maceo -el «Titán de Bronce»- hoy considerado una de las más grandes figuras de la historia de Cuba. De él se recuerda mucho, pero también una célebre frase, convertida en verdadero grito de guerra contra el invasor: «El que intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en el intento».

Estas figuras formaron parte de la lucha del pueblo de Cuba por la independencia de España, pero hubo muchas otras mujeres que combatieron luego contra la ocupación yanqui de la isla y se enfrentaron duramente a la República burguesa con sus gobiernos corruptos y sus crueles dictaduras. Fueron los duros años de la Enmienda Platt, de la cesión del territorio de Guantánamo y de los gobiernos corruptos de la burguesía local, y de las dictaduras siniestras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista.

En esos años, hubo activa lucha obrera, pero también protestas masivas de la juventud y de los estudiantes. Y una constante participación de las mujeres. Poco a poco se fue cincelando un movimiento en el que distintos segmentos de la sociedad cubana -entre ellos los intelectuales- jugaron un rol protagónico. Como parte de esa etapa de la historia, podemos evocar Carilda Oliver Labra, nacida en 1922 y que falleciera recientemente, en agosto del 2018.

Carilda, fue una intelectual de nota. Alcanzó a obtener el título de doctora en Derecho, pero fue también bibliotecaria y profesora de inglés, y practicó activamente el dibujo, la pintura y la escultura. Un poco, como nuestra Carmen Saco. . Pero, sobre todo, fue poeta. Y expresó con la más amplia libertad sus sentimientos y sus inquietudes manteniendo en todas las circunstancias una posición leal con su pueblo, su patria y su revolución. Conoció entonces muchas flaquezas, pero ninguna debilidad. Quizá por eso, en 1997 recibió con júbilo el Premio Nacional de Literatura que le otorgaron los organismos especializados, y el Estado Cubano,

Fue ese un legítimo reconocimiento a una mujer de elevados méritos que en su dilatada trayectoria cumplió tareas humildes pero productivas. Se incorporó, en los años iniciales de la Revolución, a la campaña Nacional de Alfabetización que acabó prontamente con ese flagelo que aún castiga a casi todos los países de nuestro continente. Los poemas de Carilda, hoy, son canciones pero también presentes que los jóvenes se obsequian en demostración de profundos afectos. Cómo no recordar sus versos:

«A la esperanza vuelvo, a la madera…

a la madera

que construyó mis días importantes,

a la extraviada primavera de antes….»

EN LA LUCHA

En las más duras jornadas de la lucha revolucionaria, se batieron las mujeres en la Patria de Martí. Fueron esos, años de fuego. En ellos, desfilaban los estudiantes nucleados en la Federación Universitaria y en las estructuras de combate recién creadas; se sucedían las huelgas obreras; se libraban acciones callejeras; y el uso de las armas, era casi un lugar común; porque los esbirros de la dictadura secuestraban y mataban a mansalva. En esos años, la organización de las «Mujeres Martianas» marchaban por las grandes avenidas portando cartelones que decían: «la sangre de los buenos, no se derrama en vano».

Desde un inicio las mujeres actuaron. Estuvieron en el asalto al Moncada, en julio de 1953, en la Granjita «Siboney» y en las tareas de apoyo a los combatientes y de atención y solidaridad con ellos. En México, en los años del exilio -el Ché nos habla de María Antonia, en cuya casa conoció a Fidel-, en los preparativos del Granma, y en la Sierra Maestra, en la lucha guerrillera que llevó a los combatientes a la victoria, la luz de la mujer cubana tuvo brillo propio.

Fue precisamente al calor de la experiencia de lucha de las mujeres, que Fidel decidió crear el Pelotón Mariana Grajales, al que ya hemos aludido. Fue un destacamento integrado exclusivamente por mujeres, que se batió exitosamente en diversas acciones y que llegó al final de la guerra con sus pendones en alto.

En la experiencia de la Sierra tuvieron descollante participación Haydée Santamaría, la heroica y valerosa hermana de Abel, uno de los mártires de la Revolución. Melba Hernández, Celia Sánchez y Vilma Espín, entre otras.

Haydée Santamaría, estuvo presa en los peores tiempos de la dictadura batistiana, y se negó a entregar a sus compañeros y a traicionar la lucha pese a las torturas y a las amenazas brutales de sus enemigos, que le trajeron los ojos de su hermano Abel, al que se los habían arrancado. Ella sobrevivió a los tratos más atroces y dedicó su vida a la lucha por elevar el papel de la mujer en la Revolución Cubana. Desempeñó muy altos cargos en el Partido y en el Estado, siendo, quizá, el más conocido el de la conducción de la Casa de las Américas, creada para trabajar la solidaridad con los pueblos de América, sin prejuicio alguno. A más de todas las acciones que conocimos desde esa entidad, cabe recordar que fue desde ella que Haydée Santamaría desenmascaró a Mario Vargas Llosa cuando éste quiso hacer pasar su cobardía y su oportunismo, disfrazándolos como defensa de la libertad de creación de los intelectuales, en «el caso Padilla».

Melba Hernández estuvo en el Moncada, y luego ayudó a Fidel en los difíciles días del Juicio que se celebró con tal motivo. Ella tuvo un papel significativo en el esfuerzo por salvar los manuscritos de Fidel, que luego fueron recogidos en su libro «La historia me absolverá». Melba siguió trabajando esforzadamente después en la Federación de Mujeres Cubanas, al lado de Vilman Espìn.

Celia Sánchez Manduley se batió en la Sierra Maestra y trabajó siempre en la Comandancia General del Movimiento. Estuvo también en las tareas de la Federación de Mujeres Cubanas, fundada en agosto de 1960, y luego trabajó muchos años en el Despacho de Fidel. Encargada de delicadas y decisivas tareas.

Vilma Espín Guillois, se incorporó a la guerrilla prácticamente desde el inicio del movimiento. Participó en diversos combates, pero también tareas en el área de las comunicaciones, y en el trabajo clandestino. Dirigente del Partido y del Gobierno desarrolló un intenso trabajo que la llevó a la máxima conducción de la Federación de Mujeres Cubanas.

El aporte de estas cuatro mujeres, sumado al de miles y aún decenas de miles más; explica no sólo el éxito de la Revolución Cubana en el plano social, sino también el lugar que alcanzo a ocupar la mujer en la lucha de su pueblo y en la construcción de la nueva sociedad.

Las citamos a ellas simplemente como un ejemplo, pero en realidad subrayamos en ellas el reconocimiento que nos merece la mujer cubana en toda su dimensión y a través del tiempo.

EN LA CUBA DE HOY

Nadie duda que en la Cuba de hoy, ha sido posible alcanzar avances excepcionales en distintas áreas de la vida cotidiana. En Cuba no hay analfabetismo, los niveles de educación alcanzados son los más altos de la región. Cuba es, de lejos, el pueblo más y mejor informado de nuestro continente. Y más culto también. El que aprecia mejor la lectura, el arte, la poesía, la literatura y todo lo que constituye creación del pensamiento humano.

Es un lugar común decir que Cuba tiene la mejor educación de América Latina. Lo ha reconocido expresamente la UNESCO, al tiempo que la Organización Mundial de la Salud -la OMS- ha admitido que tiene también el mejor sistema de salud del continente. Y es bueno saber que en estas dos áreas, el personal que labora y que cumple funciones dirigentes en ellas, está integrado por mujeres.

Las mujeres tuvieron un rol decisivo en la campaña de alfabetización Conrado Benítez, de los años 60; en la construcción de las bases de la nueva educación, en las tareas de la formación de los Maestros de Nuevo Tipo, en los programas de atención a la infancia, en las acciones destinadas a mejorar la salud pública, la sanidad, la atención materno infantil. En esta área hay que señalar que Cuba tiene el nivel más bajo de América en el terreno de la mortalidad infantil. Ni Estados Unidos logra ese porcentaje. Y hay que añadir, adicionalmente, que los índices de desnutrición y anemia de la infancia, en Cuba prácticamente han desaparecido cuando en un país como el nuestro, la anemia afecta al 60% de la población escolar y la desnutrición ataca al 67% de los niños mejores de 11 años.

Pero también en la investigación científica, en los adelantos tecnológicos y en los avances de última generación, brilla Cuba. Las mujeres participan activamente en las Brigadas de Salud que sirven en el país, pero que visitan -y trabajan- en casi un centenar de países. Y también en el terreno de la cultura. Alicia Alonso, la eximia bailarina de ballet, lo confirma; y Adriana Riera, una joven y brillante artista de Matanzas. Podríamos, sin duda, citar muchísimas más.

En el Perú, apreciamos la valiosa presencia de mujeres en el personal médico y paramédico que atendió a nuestro pueblo en 1970, y más recientemente en Pisco, en el año 2007. Pero mujeres también integraron las brigadas en Pakistán, La India, Bangladesh, Africa del Sur y en varios países de nuestro continente, desde Guatemala hasta Brasil.

Pero mujeres también estuvieron también en Angola, Mozambique, Namibia, Guinea, Ghana y muchos otros países. Allí, tomaron las armas y participaron en acciones militares, combatiendo para asegurar la Independencia de esos países y la Soberanía de los Estados que surgieron en ese continente, sometidos al acoso constante de las camarillas guerreristas y del imperialismo.

Muchos datos estadísticos podrían mostrarnos la participación de la mujer en las tareas de la construcción de la nueva sociedad en la Cuba de hoy. Bástenos decir, sin embargo, que ella tiene una alta presencia en los diversos organismos del Estado Cubano: la Asamblea Nacional -es decir, el Parlamento- los órganos de justicia, las dependencias públicas, los ministerios, están mayoritariamente bajo la administración de mujeres.

Pero mujeres también tienen un rol protagónico en la esfera social. La Federación de Mujeres tiene un intenso trabajo en Cuba, que irradia al mundo en las tareas de solidaridad y en el apoyo a los procesos liberadores en distintos confines del planeta. Y las mujeres trabajan también en los Sindicatos, en los Comités de Defensa de la Revolución, en los medios de comunicación; y en toda la estructura del Estado, del Partido, y del Gobierno de Cuba. Virtualmente no existe la discriminación por razón de sexo, ni el maltrato a la mujer, ni los feminicios que agobian nuestra realidad. Los derechos iguales de hombres y mujeres, están garantizados.

Al cumplirse os 60 años de la Revolución Cubana, bien puede decirse que en ningún país del mundo la mujer ha alcanzado tan alto nivel de aporte, trabajo y responsabilidades, como el que se le otorga hoy en la Patria de Martí.

Con voluntad y entrega, las mujeres cubanas de hoy siguen el derrotero trazado por sus antecesoras y afirman la huella que dejaran las fundadoras de la Independencia de Cuba. Por eso, el respeto a su memoria y el homenaje a sus luchas, constituye una tarea constante, y una bandera de afirmación permanente.

Fanny Palacios Izquierdo. Presidenta de la Asociación «Amigos de Mariátegui»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.