Recomiendo:
0

Mujeres indígenas, capitalismo y Buen Vivir

Fuentes: Codpi

El papel de las mujeres indígenas en los procesos de transformación que vive toda el Abya Yala ha sido históricamente invisibilizado, y hoy se quiere seguir negando, en aras del paradigma supuestamente moderno de mujer: blanca, homogénea, liberal, sin familia y que odia ser madre. Sin embargo, es recuperando estos saberes ocultos por el patriarcado […]

El papel de las mujeres indígenas en los procesos de transformación que vive toda el Abya Yala ha sido históricamente invisibilizado, y hoy se quiere seguir negando, en aras del paradigma supuestamente moderno de mujer: blanca, homogénea, liberal, sin familia y que odia ser madre. Sin embargo, es recuperando estos saberes ocultos por el patriarcado y la Colonia, que se avanza en la construcción del Vivir Bien, en un camino que no es hacia delante, sino que debe necesariamente partir de las raíces y de la tremenda riqueza identitaria y cultural que han conseguido conservar los pueblos y las mujeres en resistencia.

A continuación, reproducimos un fragmento del capítulo escrito por la boliviana Lucila Choque y denominado «Las mujeres en Bolivia y sus movilizaciones por el «Vivir Bien», del libro Transiciones al hacia el Vivir Bien, o la construcción de un nuevo proyecto político en el Estado Plurinacional de Bolivia, coordinado por Katu Arkonada y editado por la CODPI.


Bolivia atraviesa una transición conocida como el Pachakuti, es decir, el eterno retorno, un tiempo que no es pasado, ni presente ni futuro sino donde las generaciones se encuentran y los hitos históricos trascienden el umbral del rito y lo simbólico. Al mismo tiempo, no es un tiempo finito porque la vida trasciende hasta a la muerte.

Este momento o quiebre lo denomino «momento constituyente» (herida abierta) porque aún no se cerró: Bolivia quiere constituirse como territorio, fruto de las movilizaciones sociales de los sectores más empobrecidos, ante el desgaste de las políticas públicas implementadas por el modelo neoliberal. Esto tiene su origen en la memoria, es decir, ha trascendido más de 500 años y por eso tiene un carácter histórico no positivista. Es un tiempo que no tiene la intención de describir los hechos sino que de recuperar: en la memoria no fáctica del pueblo se levanta un invisible proyecto de liberación, aún por aparecer.

Es en este escenario humano que aparece la emergencia de la figura del sujeto histórico como protagonista. Son los pueblos indígenas originario campesinos, quienes se hallaban mantenidos en el oscurantismo que le había asignado el Estado-nación boliviano nacido en 1825.

La aparición de estos actores colectivos, ahora en un mercado moderno, con rostro de informales, obreros/as, indígenas originarias campesino/as, tiene un sujeto al cual casi no se le menciona, que se halla más oculto aún: la mujer está más invisible, está convertida en sombra. En historia de mujeres no hay una mirada solo a una parte de ella, sino a ella en los colectivos de mujeres, que han hecho trascendencia estos últimos años en Bolivia.

Los actores que emergen traen consigo sus visiones, como las del «Vivir Bien», ¿de dónde procede?, ¿cómo se hace realidad? son algunas preguntas con las que ahora pretendemos ver desde las luchas movilizadoras de las mujeres en sus familias y su comunidad, y así escudriñar en nuestra historia aquello que ahora la Constitución boliviana constituyó como un nuevo desafío: el «Vivir Bien».

Abramos ahora nuestras voces.

 

 

 

La economía y su relación con el «Vivir Bien»

Estos últimos años en Bolivia se abrió una gran discusión sobre la dominación de la humanidad sobre la naturaleza, el problema de la tierra o el territorio, de la dominación que existe también hacia los propios pueblos y sus territorios, así como el problema de identidades. Esta problemática en general no la vive solo nuestro país sino que es un problema latinoamericano, así como el problema territorial es un problema mundial porque tiene que ver con el sistema de producción capitalista que se impuso en el planeta como dominador, el cual utiliza a la naturaleza como mercancía bajo la premisa de producir solo para generar riqueza a través del empobrecimiento de muchos pueblos y sus territorios. Aunque coexisten otras maneras de producción invisibles como el «Vivir Bien», ocultada por la modernidad, sin embargo existe otro gran problema sublimizado que no sale a discusión en las políticas públicas, ni en el Estado: la dominación moderna del cuerpo de la mujeres, quienes están subsumida en sus clases sociales en el mercado moderno, en sus pueblos y naciones y en sus identidades, marginadas de sus territorios a nivel estructural.

Sería una equivocación analizar esta problemática de la modernidad solo desde el plano del mercado liberal o neoliberal. El problema en la situación de las mujeres va más allá: la subjetividad eurocéntrica ha forjado un ideal de mujer homogeneizada a través del Estado-nación, ella está afectada por el aprendizaje de nuevos hábitos de comer, vestir, y vivir (situación que llega principalmente a las mujeres separadas de su comunidad), y donde la figura de la mujer es considerada y utilizada como mercancía es decir, como un objeto vendible, con roles vendibles y no como un sujeto de transformación o vida propia. Se la enfoca más desde el plano del simbolismo de la sexualidad comercial, por lo que se ha creado un paradigma de «mujer» creado a semejanza del mercado capitalista.

Sin embargo, no es la única realidad, aunque los medios de comunicación se empeñan en homogeneizar el pensamiento hacia un paradigma único de mujer, como modelo universal: una mujer alta, delgada, moderna, liberal, de ojos claros, blanca, mejor si es rubia, que desconoce sus raíces y se moderniza a través de una sola lengua universal como el inglés, no tiene familia, odia ser madre y tiene un apetito insaciable por la ropa, los cosméticos, la moda, la cirugía y los hombres y/o las mujeres.

Esta «ansiedad» es un espejismo creado por el mercado capitalista para sostener una red de consumo hacia necesidades falsas, inclusive sin importar su procedencia y cuánto sudor y trabajo podría contener una mercancía. El capitalismo al crear necesidades insatisfechas irreales ha vaciado de contenido la humanidad de las mujeres en la mirada de los hombres, sobre todo para forjar un nuevo ideal de humanidad, que va en contra de sí misma, que va hacia una muerte finita con un final doloroso. Se clasifica a las mujeres como «vulnerables» (mujeres pobres e ignorantes) y «delicadas», como las que salen en las revistas, y las TOP modelos conocidas en Bolivia como «las magníficas».

No hay una misma procedencia en las mujeres, no somos «iguales» desde los territorios (el lugar de nacimiento y la clase a la que pertenece), pese a que el capitalismo, por medio de teorías como el multiculturalismo o teorías feministas como la liberal o de género, ha impulsado crear y lograr derechos individuales para las mujeres con la consigna de exigir al capitalismo más leyes para las mujeres, creando la famosa «igualdad de oportunidades», que las mujeres accedan a la igualdad a través de la competencia entre ellas para llegar al final a ser «seres iguales». Esto no es más que un campo de batalla competitivo entre mujeres, ¿acaso esto no será volver ha homogeneizarnos en la sociedad moderna?

En Bolivia y América Latina la realidad es otra, hay mujeres de distintas nacionalidades y pueblos con diferentes lenguas y vestimentas y formas de comer y trabajar así como de disfrutar del tiempo. Tienen otra concepción vivida en sus cuerpos, en su realidad con su familia y su comunidad, a pesar de las políticas neoliberales impuestas.

Es en este escenario que se abre la posibilidad de debatir sobre la figura femenina indígena originaria campesina; sus saberes guardados en sus memorias a través de sus familias extendidas; el ayllu y sus comunidades; sobre su territorio, y sobre el sometimiento de esta mujer, «cubierta de definiciones desde afuera», en un mercado moderno que la sublimiza como un ser «vulnerable», carente de accesos a espacios de decisión, desprotegida de políticas públicas.

¿Cómo se entiende que nuestros pueblos, que son una gran mayoría poblacional, fueran sometidos a través de instituciones creadas por su tipo de Estado, como fue el Estado colonial, pensando y actuando hacia la mujer indígena de la misma forma que la modernidad?

Un Mallku, me dijo un día la mujer originaria, es como «un animalito que sirve solo para el sexo, las wawas y la cocina, por eso no saben nada y por eso es difícil que participen». Me pareció no creer que su propio comunario pensase así de la mujer, sin embargo, había otro Mallku que me decía «sin las mujeres nada sería la comunidad». Encontramos así en la subjetividad de los propios comunarios de pueblos indígena originario campesinos un parecido en la visión que tienen de la mujer moderna. Sin embargo, este sincretismo es mucho más complejo porque ronda lo espiritual.

Cuando se aborda la problemática en la que se encuentra la mujer indígena originaria campesina y las mujeres que se han desvinculado de sus territorios viviendo en los cinturones periféricos (la chola, la birlocha o la chota)1 comprendemos que es mucho más fuerte su problema de identidad ya que está cruzada por el acceso a políticas públicas y a la vida.

Sin embargo, aunque el cuerpo de la mujer se halla atravesado por una historia de dolor, ha logrado resistir. Pese a que en la Colonia el conquistador la arrancó de su comunidad y la llevó a la fuerza a las ciudades forzándola a una identidad extraída de la secularización bíblica, esta identidad no duró mucho. Tal como me relató German Choquehanca en una entrevista: «en el Coloniaje las mujeres indígena originarias campesinas no se dieron por vencidas a las enseñanzas de los españoles, no cambiaron en total sino que por no morir cedieron a sus apetitos sexuales pero nunca lograron la pertenencia desde sus cuerpos a la visión moderna del conquistador», porque fue más fuerte el sentimiento a una fuerza histórica llamada «Vivir Bien».

Según Gudynas, un uruguayo, la propuesta del «Buen Vivir» es el resultado de experiencias vividas y sentidas por los pueblos latinoamericanos y africanos pero desde una mirada de desarrollo desde el cual problematizan los conceptos convencionales del capitalismo occidental consumista, y se plantea como un nuevo debate a nivel mundial ligado al desarrollo.

Esta es una preocupación de varios intelectuales en Bolivia y América Latina por querer rescatar una visión como «modelo» y creo que eso es un error, en el que yo misma caí hasta hace poco, pero que nuestros pueblos nunca lo asemejaron con el concepto de desarrollo menos como «modelo de vida». Al contrario, el «Vivir Bien» o el «Bien Vivir» es parte de una filosofía integral o sistema de visión opuesta por completa a la forma embrionaria del capital/ trabajo, y se da desde nuestros pueblos inherente al territorio, a su cultura, a ritos y simbolismos; los cuales no son vistos como folklore sino como la producción de vida con la naturaleza, con quienes te miras como a ti misma. Para entender esto es necesario vivir con nosotras/os, y solamente así podrían entender el «Vivir Bien», comer lo que comemos, de qué manera comemos biológicamente y espiritualmente, cómo cuidamos nuestra salud, cuál es el espejo en el que nos miramos, producir y trabajar en familia. Para esto sí se realiza una combinación o sincronización con el capitalismo, pero no es igual, a esto la han mal llamado «usos y costumbres».

La emergencia de la pobreza resultado del modelo de desarrollo capitalista no se halla relacionada con el constructo territorial, al contrario, los modelos de desarrollo las han separado en lo urbano y lo rural, entendiendo a este último como lo atrasado. Sin embargo las grandes ciudades han hecho su aparición en base a procesos de consecuencias coloniales, por ejemplo: la utilidad del agua, convertidas en cloacas, la misma energía eléctrica que se utiliza sin ninguna regulación por parte de políticas públicas, asentamientos nuevos de ciudades sobre ríos subterráneos, explosiones poblacionales que emigran hacia las ciudades pensando encontrar una vida digna.

Entonces los modelos de desarrollo que ha creado el capitalismo han desequilibrado en América Latina la vida de su humanidad. Ante esto, se han elaborado nuevas políticas, llamadas de ajuste estructural, las cuales se crearon a partir del Decreto Supremo 21060 en Bolivia, rearticulando los territorios a partir de Municipios.

El desarrollo como tal es un modelo de vida que fue impuesto en el Abya Yala desde 1492 para separar dos visiones de humanidad: una llamada el «Centro del Mundo», «superior abstracto», como Europa y Estados Unidos; y otra «inferior mundana natural», como América Latina, Asia y África. Estos continentes subdesarrollados deben imitar la grandeza de estos continentes modernos, deben aprender a vivir como ellos, pese a que nuestros pueblos hemos tenido siempre otras formas propias del «Vivir Bien».

Sin embargo, la nueva constitución política del Estado plurinacional ha constitucionalizado el «Vivir Bien», y por tanto ahora es un reto pensar en cómo profundizar la vida como una nueva emergencia transformadora.

Lucila Choque, mujer aymara, es docente de la Universidad Popular de El Alto y la Universidad Autónoma Mayor de San Andrés (Bolivia). Ha escrito numerosos artículos y participado en trabajos en torno a racismo, patriarcado y descolonización.

Nota:

1 Hace referencia, desde Silvia Rivera, a cómo es descrita la mujer en Bolivia dentro de su misma población.

Fuente: http://codpi.org/index.php?option=com_content&view=article&id=164:mujeres-indigenas-capitalismo-y-buen-vivir&catid=28:propuestas&Itemid=61