Entre 1936 y 1939, coincidiendo con la contienda bélica española, desplegaron una fecunda actividad las «Mujeres Libres». Esta organización libertaria -que actuaba en paralelo a la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias- celebró en Valencia (1937) su primer congreso. 75 años después, para conmemorar el aniversario de este evento, la CGT ha organizado unas […]
Entre 1936 y 1939, coincidiendo con la contienda bélica española, desplegaron una fecunda actividad las «Mujeres Libres». Esta organización libertaria -que actuaba en paralelo a la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias- celebró en Valencia (1937) su primer congreso. 75 años después, para conmemorar el aniversario de este evento, la CGT ha organizado unas jornadas en la Universitat de València, que pretenden recuperar la memoria histórica de este colectivo de mujeres.
Josefina Juste, historiadora de la Universidad Madres Plaza de Mayo, y Emilia Moreno, delegada del grupo de Mujeres de CGT, han participado señaladamente en las jornadas. Además, las dos presentan desde marzo de 2002 el programa «Mujeres Libres», que se emite en Radio Klara (emisora comunitaria de la ciudad de Valencia). «No se trata de hacer arqueología, sino de recuperar para el presente la memoria de unas mujeres, ejemplo de compromiso político y ético consigo mismas y con el conjunto de la sociedad», afirman.
¿Cómo definiríais, a grandes rasgos, a la organización «mujeres libres» y en qué contexto surgen?
En síntesis, fueron un grupo de mujeres muy comprometidas, tanto políticamente, como con su condición y vida de mujeres. Se constituyeron en 1936 y actuaron hasta 1939. Hasta 20.000 personas llegaron a formar parte de la organización. Todas estas mujeres, capaces de autoorganizarse, se adscribían al movimiento libertario; de hecho, muchas de ellas también militaban asimismo en la CNT, las Juventudes Libertarias y la FAI. Ahora bien, dado que no se les permitió integrarse como grupo de mujeres en estas estructuras organizativas, se tuvieron que constituir como un grupo específico. El de la época, además, es un contexto revolucionario, marcado por las consecuencias del golpe de estado franquista y las colectivizaciones anarquistas. Es precisamente donde más fuerza tiene el anarquismo, donde estas mujeres tienen más posibilidades de actuación.
¿Qué corrientes de pensamiento inspiran a las «Mujeres Libres»?
Sobre todo, el anarquismo, y singularmente la igualdad de derechos para todos y todas. Como militantes anarcosindicalistas, pensaban que para hacer efectiva la revolución, era imprescindible la participación de mujeres y hombres en igualdad de condiciones, con los mismos derechos. Dos íntimas amigas, Teresa Mañé -maestra, madre de Federica Montseny e impulsora de la «Revista Blanca»- y Teresa Claramunt, obrera del textil, fueron dos de las grandes mentoras de la organización. Pero hay un punto central en esta cuestión. Las «Mujeres Libres» no participaban del feminismo con mayor predicamento en la época -el de raíz sufragista, sobre todo inglés y norteamericano- pues lo consideraban esencialmente burgués.
¿Consideráis vigentes hoy los objetivos de esta organización de mujeres?
Por supuesto. Porque defendían el compromiso político, social y ético de la mujer consigo misma y con el conjunto de la sociedad. Defendían asimismo los derechos específicos de ellas. Trabajaron, de manera fundamental, en la necesidad de que las mujeres se formaran y capacitaran; reivindicaron el derecho al aborto, al divorcio, al amor libre, el control de la natalidad y el respeto por el propio cuerpo. Un ejemplo. Amparo Poch, médico y una de las fundadoras de Mujeres Libres, fue asesora (en numerosas materias, como sanidad sexual o anticoncepción) de Federica Montseny, cuando ésta dirigió el Ministerio de Sanidad en tiempos de la II República.
¿Cómo resumiríais su actividad y sus principales logros?
Obtuvieron enormes logros, atendiendo a la escala en la que actuaron, en muy poco tiempo (tres años). Defendían la autoorganización. Desarrollaban su actividad, de manera prioritaria, en los ateneos libertarios de mujeres (con tres grandes focos: Madrid, Barcelona y Valencia), donde hacían particular hincapié en la alfabetización. Se trataba así de paliar una de las lacras de la época. Se ocupaban también de otras muchas cuestiones, como el parto o la menstruación, sobre las que había gran desconocimiento. Así las cosas, sus aportaciones fueron decisivas cuando la CNT llegó al Ministerio de Sanidad. Otro frente en el que trabajaron fue el cultural. La revista «Mujeres Libres» tuvo en este sentido una notable difusión.
¿Pensáis que la historiografía ha tratado con justicia a la organización «Mujeres Libres»?
En absoluto. Primero, porque en el campo de la Historia Universal las mujeres continúan igual de postergadas que siempre. Poco ayuda, además, que todo lo que tenga que ver con la revolución anarquista durante la guerra civil esté académicamente muy poco reconocido. En el caso concreto de «Mujeres Libres», hay algo importante. Muchas de las aspiraciones, como el aborto o el amor libre, no se encuentran hoy consolidadas; y esto hace más difícil recuperar su legado. Por lo demás, piensa que hasta avanzados los años 80 del siglo XX no existía tampoco «Mujeres Libres» en la historiografía libertaria; esto cambió gracias a los trabajos de una militante, Pilar Molina. Hoy, incluso gran parte de la militancia de CGT y CNT a duras penas conocen quiénes fueron este grupo de mujeres.
¿Cómo fue la relación entre «Mujeres Libres» y otras organizaciones políticas femeninas que actuaron en la época?
Relaciones conflictivas. «Mujeres Libres» no entró en la Agrupación de Mujeres Antifascistas, de la que formaban parte mujeres comunistas, republicanas o del POUM. Defendían idearios y filosofías diferentes. Las mujeres libertarias no creían que un genérico «antifascismo» permitiera llevar sus ideas hasta el final; también insistían en la importancia de la autonomía de la mujer, por ejemplo, a la hora de enseñarla a combatir. Por el contrario, la Asamblea de Mujeres Antifascista no trabajaba en una línea feminista, aunque pensamos que asimismo tenían cosas muy positivas. Capacitaban a las mujeres para que satisficieran las necesidades de la guerra -por ejemplo, en la organización de la retaguardia-, pero no tanto en fomentar su autonomía, como sí hacían las libertarias.
¿Y en cuanto a la relación de «Mujeres Libres» con los hombres de las organizaciones anarquistas?
Muchas veces las trataban de modo paternalista. Ellas abogaban por el amor libre y esto les traía problemas. A las mujeres que defendían la promiscuidad, los compañeros las consideraban en muchos casos unas putas . Cuando hablamos de paternalismo, nos referimos a que durante la guerra se las constreñía a la retaguardia, a la organización de servicios o a reemplazar la mano de obra masculina que iba al frente. No a combatir. Por lo demás, en las asambleas anarquistas se les dejaba participar muy poco. No pudieron, siquiera, integrarse como colectivo de mujeres dentro de organizaciones anarquistas, ya que estaba permitida la división por oficios o ramos pero no por género. Las militantes de «Mujeres Libres» denunciaron asimismo que los hombres anarquistas exhibían una doble moral. Estos pronunciaban grandilocuentes discursos sobre la igualdad, que no aplicaban luego en el hogar familiar. Les desagradaba esta incoherencia.
Por último, hubo intentos durante el franquismo de reconstruir la organización. ¿Con qué resultado y hasta cuándo?
En la época del exilio se forman en la década de los 50 grupos de «Mujeres Libres» en Francia e Inglaterra, que se prolongaron hasta 1976. Fundamentalmente destaca el grupo de Toulouse, con la presencia de Sara Berenguer. Durante ese periodo, por ejemplo, continuó publicándose la revista del grupo. Además, en la clandestinidad interior hubo un trabajo significativo de mujeres como Lucía Sánchez Saornil. Y eso que eran tiempos muy difíciles: el franquismo planteaba que la mujer tenía que vivir en función del hombre, ser como su apéndice. Los postulados de Pilar Primo de Rivera relegaban a las mujeres o la crianza de los hijos o a coser. ¿Cómo podía el franquismo reconocer el papel de unas mujeres que, además de libertarias, planteaban vivir en función de sí mismas? Ya en la transición, las mujeres libertarias que se aproximaron a fuentes feministas lo tuvieron muy difícil, pues la historia de «Mujeres Libres» se hallaba muy oculta.
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