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Declaración del IV Congreso de la CONAMURI

Mujeres unidas por la liberación y la igualdad en Paraguay

Fuentes: movimientos.org

IV Congreso de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (CONAMURI) KUÑA JOAJU PU’AKA OI HAĞUA SASO HA TEKOJOJA Mujeres unidas por la liberación y la igualdad Asunción, 14 y 15 de octubre de 2007 15 de octubre: Día Mundial de la Mujer Rural 16 de octubre: Día Mundial de la […]

IV Congreso de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (CONAMURI)

KUÑA JOAJU PU’AKA OI HAĞUA SASO HA TEKOJOJA
Mujeres unidas por la liberación y la igualdad

Asunción, 14 y 15 de octubre de 2007
15 de octubre: Día Mundial de la Mujer Rural
16 de octubre: Día Mundial de la Alimentación

DECLARACIÓN POLITICA

Nosotras mujeres campesinas e indígenas de distintos puntos del país nos hemos unido para reflexionar sobre la realidad del Paraguay y de las mujeres en el campo; preocupadas y comprometidas con la situación cada vez mas agudizada de opresión, desigualdades, discriminación, pobreza, depredación del ambiente, en la que las mujeres son las más excluidas e invisibles.

DENUNCIAMOS

El modelo de producción impuesto por el capitalismo destruye la vida, nuestras culturas y nuestro tekohâ (hábitat), provocando desigualdades cada vez más extremas, miseria, enfermedad, muertes, con el envenenamiento y destrucción del ambiente. Este modelo avasalla los derechos de las personas y es ciega a las discriminaciones que sufren las mujeres indígenas y campesinas.

El gobierno del Paraguay representa únicamente los intereses de sus socios empresarios y latifundistas y de sus negocios particulares. Los gobernantes ni siquiera nos ven, solamente nos recuerdan en las campañas electorales cuando pretenden comprar o forzar nuestro voto con migajas y falsas promesas. Hoy estamos hartas de sus mentiras y de que avasallen nuestra dignidad, es tiempo de dejar de votar a quienes son la causa de la miseria económica, ambiental y cultural en nuestro país.

Las dictaduras y gobiernos que se instalaron sucesivamente en el país nos han perseguido, expulsado, discriminado, robado, torturado y explotado, vendiendo el país al mejor postor. La «deuda externa» generada por la corrupción, la injusticia y la depredación se paga con nuestra miseria. Cada criatura nace con esa deuda impuesta por el fraude, la deshonestidad y la inmoralidad de los gobernantes y sus socios.

Como parte de una política criminal mundial, pretenden retroceder los derechos humanos utilizando el sistema de justicia para criminalizar la pobreza y el hambre. La reforma penal en el Paraguay constituye una herramienta más para discriminarnos.

El aparato represivo es la respuesta para acallar nuestra miseria. Dicen que las indígenas y campesinas, junto con sus comunidades, son pobres y hacen manifestaciones porque no quieren trabajar. Pero son los gobernantes y sus socios quienes nos han quitado o destruido los medios para producir y trabajar.

Nos llaman ignorantes, pero son ellos quienes nos quitan el derecho a la educación e imponen una educación de baja calidad, orientada a la dependencia y sometimiento de las mujeres y sus pueblos. Subyugan nuestra cultura, lenguas y nuestra propia identidad. Muchas mujeres no saben leer ni sus nombres, y son olvidadas en sus comunidades y pueblos donde nadie las ve ni saben que existen.

El modelo de dependencia y dominación neoliberal sólo produce desigualdades y más discriminaciones, y pretenden seguir reforzando sus beneficios particulares a través de Tratados de «Libre» Comercio (TLC), que subyugan la libertad y derechos de nuestros pueblos.

Los agrotóxicos, las semillas transgénicas, los agrocombustibles son una trampa destructora y mortal de las empresas nacionales y multinacionales del agronegocio. Miles de litros de agrotóxicos envenenan el territorio paraguayo, los bosques son incendiados para blanquear la invasión de la soja, las semillas nativas son amenazadas junto con nuestra vida misma.

La tierra se desertifica, tenemos que caminar cada vez más en el monte para encontrar agua, nuestros animales parecen llorar como humanos por la sed, nuestras semillas no crecen y no se levanta nada en la tierra empobrecida y envenenada. Pasamos hambre y sed, desfallecemos en las chacras y las criaturas desfallecen en sus escuelas. A veces tenemos que cavar en la tierra para exprimir raíces y beber su jugo o darles a nuestros animales por la falta de agua.

Casi no hay chicas jóvenes en nuestras comunidades, quedan solamente las criaturas con sus abuelas y abuelos, y ya nadie va a verlos. Ante la desesperación las jóvenes van a buscar trabajo a cualquier lado, y son engañadas, explotadas económicamente, forzadas a la prostitución, la explotación o a la esclavitud sexual.

La enfermedad se apoderó de nuestros pueblos y comunidades. El hambre nos enferma y mata cotidianamente de tuberculosis y otras enfermedades, y los medicamentos no sirven porque la falta de alimentos es la causa de las enfermedades

Hay comunidades enteras que no conocen un hospital. Las mujeres tienen sus partos en sus casas. Y mueren desangradas si necesitan un hospital porque no pueden llegar a él. Hay comunidades que no tienen caminos, y en las instituciones públicas nos dicen que las ambulancias no tienen combustible.

Los pueblos indígenas son explotados en sistemas de verdadera esclavitud. A las profesoras y profesores indígenas les pagan diez veces menos de lo que le pagan a un blanco. Trabajamos forzados por la necesidad, y ellos nos creen ignorantes, pero tenemos la sabiduría de la conciencia, contraria a la injusticia, al racismo y la dominación.

En el Paraguay los latifundios son la causa de la mayor de las desigualdades e injusticias. No necesitamos que se nos regale nada, necesitamos que la distribución injusta de la tierra, originada por favoritismos políticos, ceda ante los derechos y a una reforma agraria integral.

EXIGIMOS EL CUMPLIMIENTO DE NUESTROS DERECHOS

Las mujeres campesinas e indígenas no necesitamos las migajas de un sistema que nos somete y discrimina, y exigimos el cumplimiento de todos los derechos que nos corresponden con igualdad, con justicia y sin más discriminación.

El Estado paraguayo tiene la obligación de garantizar, proteger, vigilar y hacer cumplir nuestros derechos, deteniendo su política de avasallamiento, sometimiento, depredación y aniquilación de nuestras vidas, nuestros cuerpos y de la naturaleza:

– Debe garantizar el acceso pleno y real a una educación de calidad, a la salud, a la vivienda, a un empleo digno, a la tierra y al territorio, así como al conjunto de los derechos civiles y políticos, cuya negación sistemática en el Paraguay constituye una política de dependencia y dominación.

– Deben revisarse y reforzarse la calidad de las políticas educativas para adecuarse a las realidades de las mujeres y sus comunidades, con programas especiales para adultas analfabetas. La educación debe ser verdaderamente universal y gratuita para las campesinas e indígenas, adecuada a su cultura y diversidad lingüística.

– Debe aumentar la inversión en la salud pública y frenar una política de salud discriminatoria que nos lleva a la muerte. Las mujeres no deben seguir muriendo desangradas por partos o por abortos mientras el sistema de salud les cierra las puertas. – Debe parar la política de criminalización de la pobreza, y detener inmediatamente el curso de la reforma penal como herramienta de más discriminación.

– Debe establecer medidas eficaces para suprimir todas las formas de explotación económica, trabajo forzado y esclavitud, en especial de los pueblos indígenas. Debe darse un pago justo a las profesoras y profesores indígenas, así como a las promotoras y promotores de salud.

– Debe garantizar el derecho al trabajo y a un precio justo para nuestro trabajo y producción. Y frenar inmediatamente la expulsión de nuestros pueblos, la migración forzada y las diversas formas de explotación económica y sexual, producida por una política económica discriminatoria.

– Debe implementar legislación y medidas especiales para proteger las semillas nativas y detener el avance de la depredación ambiental generada por los agronegocios, que destruyen el país y constituyen una política entreguista, necia y ciega.

– Debe aplicar sin más dilaciones un conjunto de políticas para hacer frente al deterioro ambiental, la destrucción del tekohâ (hábitat) y la falta de agua. La ley de aguas gestada a nuestras espaldas debe ser detenida.

– Debe hacer realidad los derechos de los pueblos indígenas en su conjunto, el respeto a sus territorios, a sus idiomas y culturas tal como lo manda la ley.

– Debe erradicar y sancionar todas las formas de discriminación que nos someten por ser mujeres, indígenas, campesinas, trabajadoras o por nuestra condición económica.

– Debe frenar inmediatamente toda práctica de corrupción, que expolia a nuestros pueblos y comunidades, acrecentando las desigualdades y la miseria cada día.

– Debe reconocer nuestro rol de mujeres productoras y agricultoras, y dejar de invisibilizarnos en Identificaciones, cuando colocan en nuestros documentos de identidad que somos «amas de casa».

– Debe dar atención urgente e integral a las personas damnificadas por los incendios forestales y la larga sequía, atendiendo especialmente las necesidades de las mujeres.

– Debe desarrollar urgentemente políticas adecuadas orientadas al desarrollo integral de las comunidades indígenas. Para esto debe actualizar los datos sobre la realidad de estas comunidades y abrir espacios de consulta.

– Debe implementar sin más dilaciones una reforma agraria integral que reconozca a las mujeres como sujetos de derechos, incluyendo el reconocimiento y la protección de los territorios de los pueblos indígenas.

– Debe desarrollar un conjunto de políticas públicas para superar la exclusión social, la discriminación, las desigualdades y ausencia de participación igualitaria de las mujeres. Necesitamos que se eliminen todas las leyes discriminatorias, y que se cumplan nuestros derechos en la práctica.

REIVINDICAMOS que la soberanía sobre nuestras vidas, nuestras tierras y territorios, bosques, aguas, semillas y alimentación constituyen derechos inalienables e inapropiables de nuestros pueblos.

EXHORTAMOS a las mujeres y a la sociedad en general a asumir el compromiso de defender la igualdad como derecho para todas las personas, y a no seguir tolerando las discriminaciones e injusticias que sufren las mujeres indígenas y campesinas junto con sus comunidades.

LLAMAMOS a la unidad de las organizaciones populares y sumamos nuestro compromiso de seguir trabajando por la unidad, aportando nuestra lucha y esfuerzos en la construcción de una sociedad basada en el socialismo, sin discriminaciones de clase, género, raza y etnia, como lo iniciamos hace 8 años.

¡GLOBALICEMOS LA LUCHA, GLOBALICEMOS LA ESPERANZA!

Asunción, 15 de octubre de 2007.