Ángel Viñas demuestra en su último libro, ‘El gran error de la República’, que la Italia fascista se comprometió a suministrar armas y aviones a los monárquicos desde el 1 de julio de 1936.
Ángel Viñas acaba de publicar El gran error de la República. Entre el ruido de sables y la ineficacia del Gobierno, una nueva y exhaustiva obra, en la que el historiador demuestra, con nuevo material inédito, que la Italia fascista no apoyó a los militares sublevados una vez fracasado el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, sino que estuvo involucrada desde el primer momento en la conspiración de los monárquicos para acabar con la Segunda República española. Es más, según Viñas, fascistas italianos y monárquicos españoles “contaron con que el golpe podía fallar y se prepararon militarmente para lo que creyeron que podía terminar siendo una corta guerra”.
Viñas ya había señalado en anteriores obras, y sobre todo en un libro inmediatamente anterior a este, ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración, que la relación de Mussolini con los enemigos de la democracia española se inicia por lo menos en 1932. En 1935, Roma asigna un sueldo de 50.000 liras mensuales a José Antonio Primo de Rivera, líder de Falange, y se profundizan los contactos de los monárquicos con la monarquía fascista italiana. El régimen de Mussolini jugó entonces a varias bandas. A pesar de la a priori mayor afinidad ideológica con los falangistas, el Duce se fiaba menos de estos que de los partidarios de Alfonso XIII, a los que encontró más seguros y mejor relacionados de cara a la preparación de una conjura político-militar para acabar con las instituciones republicanas. A finales de 1935, cuando el gobierno conservador de la República se tambalea y todo apunta a una nueva convocatoria electoral que pueden ganar las izquierdas, los contactos entre los monárquicos españoles y Mussolini se aceleran. Objetivo: prepararse militarmente para derribar un más que posible gobierno de las izquierdas republicanas y obreras.
Pero, ¿por qué ese interés del fascismo en la política española? Viñas considera que la clave geoestratégica de Mussolini es acorralar a Francia con un régimen amigo de cara a consolidar la influencia italiana en el Mediterráneo Occidental. Recordemos que, en los años 30, la Italia fascista sueña con un gran imperio colonial italiano inspirado en la antigua Roma. Una Italia imperial cuya influencia iría desde el África Oriental, Eritrea, Etiopía y Somalia, hasta los Balcanes, el Magreb y el estrecho de Gibraltar. Una vez concluida la guerra de Etiopía o Abisinia, un Mussolini pletórico, en pleno apogeo de su poder, popularidad y prestigio, ya tiene las manos libres para dedicar tiempo y recursos a España, pieza fundamental en el puzle para dominar el Mediterráneo Occidental de cara a un futuro enfrentamiento con Francia, entonces potencia colonizadora de Argelia y Marruecos.
Investigando en los archivos, Viñas encontró en 2013 un documento desconocido hasta entonces que demuestra, blanco sobre negro, la implicación italiana en los planes para acabar con la República: un contrato del 1 de julio de 1936 para el suministro de aviones, pilotos, combustible y armas a los monárquicos. “Era una operación totalmente secreta, realizada a través de una empresa intermediaria, que debían conocer muy pocas personas. Ni siquiera la mayoría de los militares estaban al tanto de la implicación de Italia en los preparativos”, explica Viñas, para quien ese contrato negociado por el laureado capitán Juan Antonio Ansaldo no se firmó de un día para otro, sino que por su complejidad tuvo que llevar al menos semanas de negociación.
La conspiración italiana pasó desapercibida para los servicios secretos de la República española, pero no así para los de la República francesa, tal y como demuestra en su último libro el historiador, tras investigar en los archivos franceses y descubrir otro material inédito. Varios de los pilotos italianos enviados por Roma para apoyar el golpe de Estado en el norte de África aterrizan accidentalmente en el territorio colonial francés el 30 de julio de 1936. Allí son interrogados por las autoridades francesas que descubren que Mussolini había empezado a principios de julio a preparar el envío clandestino de hombres y material bélico para apoyar el levantamiento armado del Ejército colonial español.
Ya no se puede por tanto hablar de un Mussolini que se apuntó a la guerra una vez fracasado el golpe de Estado, sino de una potencia regional con ambiciones imperiales que lo alentó desde el primer momento en colaboración con los monárquicos, para Viñas el vector fundamental de la conspiración contra una República, cuyo presidente, Manuel Azaña, estaba más preocupado por posibles movimientos revolucionarios de los anarquistas que por las maniobras de los monárquicos en los cuarteles, con el apoyo de Roma. Italia se implicó a fondo en los preparativos golpistas con vistas a sacar tajada geopolítica en el tablero europeo y en previsión del establecimiento en España de una dictadura monárquica con rasgos fascistas, bastante similar a la italiana.
Durante décadas, la propaganda y la historiografía franquistas han construido un relato exculpatorio del golpe que presentaría el 18 de julio de 1936 como un acto de legítima defensa frente a la amenaza de una inminente bolchevización de España. Según Viñas, hoy ya sabemos a ciencia cierta que no fue así, y que quienes sí trabajaron desde un año antes protegidos por una potencia extranjera fueron monárquicos, carlistas y falangistas.
El asesinato la noche del 13 de julio de José Calvo Sotelo, el gran conspirador llamado a ser el Duce ibérico, y la muerte del principal militar golpista, el general José Sanjurjo, fallecido el 20 de julio en un accidente de aviación en Cascais, Portugal, descabezarían la trama monárquica que conocía Mussolini, permitiendo a Franco “colarse” en la dirección de la sublevación. A partir de ahí comienza otra historia, que Viñas ha narrado detalladamente en su trilogía sobre la Guerra Civil. Según el historiador, “en los archivos hay serpientes venenosas” y en este caso ha capturado una y muy grande. La historia de los preparativos de la Guerra Civil no podrá volver a contarse igual.