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Navarra: el amargo cáliz de la derecha española

Fuentes: Rebelión

La repercusión mediática de la crisis de la derecha navarra tras la ruptura del pacto PP-UPN, indica claramente la importancia que adquiere Navarra en la agenda pública y oculta del Estado, la jerarquía que alcanza esta comunidad como referente paradigmático en la elaboración de estrategias políticas del gobierno a largo alcance. La importancia de Navarra […]


La repercusión mediática de la crisis de la derecha navarra tras la ruptura del pacto PP-UPN, indica claramente la importancia que adquiere Navarra en la agenda pública y oculta del Estado, la jerarquía que alcanza esta comunidad como referente paradigmático en la elaboración de estrategias políticas del gobierno a largo alcance. La importancia de Navarra como observatorio exclusivo de dinámicas, pactos, alianzas y estrategias políticas transferibles al resto del Estado y al propio poder político dominante. Navarra es diferente. A uno le cuesta creerlo. Por aquello de ombliguismo provinciano y casposo. Pero parece ser que es así. Ya lo he dicho en otras ocasiones, Navarra es una razón de Estado. De esas sombrías e enigmáticas razones que definen, mueven y remueven mentalidades. De esas que, a veces marcan el futuro. Pero más aún, de esas explosiones contagiosas que marcan vida y destino. Y es así porque por aquí transitan múltiples variables de gran calado en la planificación estratégica del conjunto del Estado. Esas dinámicas, movimientos, sintomatologías sociales y políticas, oscilaciones de las redes de poder y contrapoder, bloques de resistencias y oportunidades sociopolíticas, influyen sobremanera en la maniobrabilidad operativa de los dos grandes partidos españoles y en el conjunto de la planificación del Estado centrista de Zapatero. Por aquí pasa la resolución del conflicto político vasco. Necesariamente. Le guste o no a Rajoy, a Sanz o a Zapatero. Porque Navarra está en la agenda oculta de ETA. Vender o no vender Navarra, la inmunidad del territorio, la sacrosanta identidad foral, la inviolabilidad de sus fueros, la definición vasca o española por antonomasia de Navarra y otros conceptos identitarios o de corte historicista, son usados como elementos de consumo, como conceptos referenciales de poder y contra poder, como bonos de compra y venta ideológica, como adhesivos de entrada o salida en este esotérico mercado de la política. Por aquí pasa la resolución, definición, concreción o definitiva ruptura de las relaciones institucionales con la Comunidad Autónoma Vasca. Pero más allá de lo puramente institucional, Vascongadas y Navarra tienen pendiente cerrar -o abrir- una puerta relacional. Sellar o descerrajar el insondable misterio de su concordancia histórico-cultural. Depende de quién gobierne Navarra y Vascongadas, el acercamiento institucional adquirirá una velocidad u otra. Y eso adquiere una importancia política de altísimo nivel. No es un asunto cualquiera. Y ello necesita ser tratado, más que con cuidado, con mucho tacto político. Porque exige musculatura estratégica. Por eso Navarra es un comodín político de primera magnitud. Por eso sus movimientos políticos, electorales, económicos y sociales se prestan, se han prestado, a una utilización escandalosamente ajena a sus verdaderos intereses y necesidades. El despliegue, tanto de la derecha sanzista, como del socialcentrismo de Zapatero, está forzando a Navarra para que ésta se dimensione en el tiempo como una comunidad centrada y saneada. O lo que es lo mismo, según expreso deseo de la derecha navarra de UPN, que Navarra aleje definitivamente de su horizonte el deseo de ser un día parte de Euskadi, de albergar en su seno al nacionalismo vasco o el acogimiento en su territorio de ideas soberanistas e independentistas con opción de gobierno local.

Navarra es una comunidad enormemente plural, con una historia reciente muy convulsa, fuertemente tensionada, pese a la propaganda oficial que nos sitúa como modélicos ciudadanos homólogos y estandarizados, de mentalidades diferenciadas, gustos, pasiones y deseos dispares. Y esa disparidad es su riqueza y esa pluralidad su activo más deseado. Pero también su letal amordazamiento si se gestiona de forma interesada. Y estas claves las maneja mejor el socialcentrismo español y navarro, y ahora el renovado sanzismo, que la derecha española. De ahí que Sanz haya desertado de su refugio. Porque durante un tiempo, durante el tiempo que Rajoy pudo tener credibilidad como hombre de Estado y como político futurible, Sanz, no solo besó su mano, sino que selló un pacto a muerte. Pero la realidad ha situado a cada uno en su verdadero y auténtico resguardo.

Sanz ha desertado de las galeras del PP, no por ser más racional en su visión política, sino porque al final ha resultado ser un buen estratega. Eso sí, quizá seducido por la incisiva mirada de José Blanco, la mano negra del socialcentrismo español. Sanz ha desertado del PP, y ha tensado el arco de su relación hasta la ruptura, porque éste ya no le sirve como aliado. Porque la defensa de España, España y más España, se fragua mejor en Ferraz que en Génova. Y su venta como producto mediático-aglutinador de voluntades es más rentable y eficaz. El socialismo navarro y el español defienden mejor la idea de España, de la España centrada, bipartidista y cohesionada, que Rajoy, ese hombre de vida errante que ha convertido su andadura en un permanente desconsuelo, el cual está mostrado su inoperatividad como eje vertebrador de una derecha que reclama un nuevo líder. Y la posibilidad de refundar una derecha rajoyana (PP) en Navarra no solo favorecerá a Sanz, sino también a Zapatero. Porque vendrá a ocupar un espacio prácticamente inexistente electoralmente. Porque Navarra tiene no tiene ese clima perfecto que alberga los pensamientos sin raíces.

Sanz quiere centrar Navarra, alejarla de los demonios representados por la izquierda y el nacionalismo. Y un pacto a perpetuidad con el socialismo navarro le ofrece más garantías que Rajoy. Porque no quiere irse sin consumar esa nostalgia insatisfecha. Y coincide con el socialcentrismo navarro y español, más que con Rajoy, en formalizar un bipartidismo navarro comodón, sin complicaciones ni vaivenes. Un bipartidismo interesado y encubierto que reparta bienes gananciales en exclusividad. Como se viene haciendo desde hace años en Navarra. Aunque esto no se reconozca así, aunque no se le ponga nombre y apellidos desde que Urraburu y Otano generaran una onerosa hipoteca política a perpetuidad con la memoria histórica de su partido. Sanz prefiere a Blanco y a Zapatero, aunque se tenga que tragar los escupitajos que le dedicó a éste en la manifestación del 17 de marzo de 2007. Sanz y Blanco no sellarán un pacto porque ya lo han hecho. En Navarra ese pacto permitió el poder a UPN durante las últimas elecciones. Un poder cómodo para ambos, porque ambas formaciones obtienen beneficios en esta Comunidad en la que la mayoría de los cargos, puestos de responsabilidad, puestos de gestión publica y privada, funcionariado de alto nivel, gestores, directores, representantes en entidades publicas y privadas de incidencia regional y otros cargos de representación pública y privada, lo copan socialistas y gentes afines a UPN. Como viene haciendo Fabra en Castellón, pero menos ostentoso en su formas. Esa es la clave y no otra.

Contrariamente a lo que pueda parecer, a los socialistas no les conviene gobernar Navarra. Lo han podido hacer y no han querido. Y cuando han gobernado, casi lo han hecho en coalición encubierta con la derecha más arcaica. Incluso si pudieran, y pueden hacerlo mediante una moción de censura pactada con Nabai, uno cree que tampoco ejercitarían el poder. ¿Por qué? ¿Por qué Zapatero no quiere gobernar en Navarra? Uno no se cree que el socialcentrismo esté agazapado, esperando para dar la dentellada final a la derecha sanzista. Uno no cree que el socialismo navarro esté esperando a madurar o a que la derecha se destruya a sí misma, se divida y se rompa en mil pedazos. No. Zapatero no quiere gobernar porque, en parte ya lo está haciendo. Y porque prefiere seguir manteniendo a Navarra como banderín de enganche, al igual que Sanz, como símbolo e idea fuerza referencial de la cual se echa mano cuando se precisa. Porque la simbología de Navarra, encarna pasiones, exaltaciones e ideales fuertemente vinculados al populismo más rentista. Porque prefiere no gobernar en Navarra y gobernar en otros sitios, en otras comunidades o en el Estado, a costa de Navarra. Porque Navarra es, en estos momentos, para el socialcentrismo español, la prueba del algodón. La lucha contra el terrorismo, el bipartidismo, la identidad, el nacionalismo, la bonanza económica, la cohesión social, la segregación política y otros aspectos menores fluctúan como las ideas de fuerza que mueven a la ciudadanía española en una u otra dirección. Y eso la derecha española ya lo ha ensayado con resultados electorales catastróficos para ella. Sin embargo, la gestión de esos conceptos, hábilmente manejados, tratados y negociados puede suponer el poder a largo plazo. Sanz y Zapatero lo saben. Y los dos saben, que hagan lo que hagan, ambos saldrán beneficiados. Aunque miren para otro lado cuando el cuerpo, y más el alma, se lo pida. Es el precio de la decadencia política y de la suplantación de la autentica soberanía popular.

Paco Roda es Historiador y Trabajador Social