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Negación y humillación

Fuentes: Rebelión

Sr. ministro de Asuntos Exteriores, no sé si se trata de falta de sensibilidad ante el drama migratorio español provocado por el alto índice de paro de nuestro país que llega en algunas zonas hasta el 60% en menores de 30 años, por la defensa de una posición política inamovible que defiende su partido, o […]

Sr. ministro de Asuntos Exteriores, no sé si se trata de falta de sensibilidad ante el drama migratorio español provocado por el alto índice de paro de nuestro país que llega en algunas zonas hasta el 60% en menores de 30 años, por la defensa de una posición política inamovible que defiende su partido, o sencillamente, porque es usted un incompetente integral que ocupa un cargo que le supera intelectualmente. Lo que sí que sé, es que realizar las afirmaciones que usted ha hecho en un Pleno del Congreso, ni más ni menos, se las puede rebatir cualquier estudiante de 1º de cualquier carrera o grado de Ciencias Sociales.

Sr. Alfonso Dastis  los migrantes, lo son, ante todo por causas económicas, siempre con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas que emigran hacia otras regiones con mayores posibilidades de empleo. Se denomina movimiento migratorio al desplazamiento de residencia de los individuos desde un lugar de origen o lugar de partida, a un lugar de destino o lugar de llegada. Puesto que la causa principal de la migración es económica, la existencia de desigualdades entre países o entre regiones dentro del mismo país, esa desigualdad económica es el motor principal para las migraciones. La lección es gratuita, y sólo se la doy, para que sepa diferenciar lo que son viajes de placer, Erasmus o a lo que usted debe de estar acostumbrado, el «grand tour», o viaje al final de la formación de las clases altas, de la pura necesidad de subsistencia.

Si usted tuviera algo de idea de cómo funcionan los movimientos migratorios humanos, no diría cosas como la que ha dicho usted ante el Congreso: «Los jóvenes que se marchan al extranjero lo hacen por inquietud y amplitud de miras». Si las cifras oficiales del INE dicen que 343.614 personas procedentes del extranjero establecieron su residencia en nuestro país, y que 352.003 personas abandonaron España con destino al extranjero durante el año 2015, significa claramente, que jóvenes bien formados en España abandonan nuestro país mientras que entran inmigrantes sin formación y en su mayoría buscando otro destino en Europa.

Sres. del Partido Popular, ante su manifiesta falta de formación, voy a intentar hacer un resumen de lo que ha sido la emigración española en la Edad Contemporánea y una aproximación comparativa durante la nueva etapa en la que España se convirtió en destino y lugar de transición de la inmigración.

Resulta muy aventurado ofrecer cifras exactas en relación al total de la emigración española durante el siglo XIX, especialmente hasta 1882, año en que se crea un departamento antecesor del Instituto Nacional de Estadística. Las cifras, además varían mucho entre unos autores y otros.

La emigración total bruta de españoles entre 1882 y 1900 estaría en torno al millón de personas, lo que equivaldría a unos 61.000 emigrantes españoles totales en esas fechas, cifra que aumentaría considerablemente en los primeros trece años del siglo XX, hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, que contarían unos dos millones de salidas, lo que supondría entre 141.000 y 148.000 salidas anuales.

Este aumento de la emigración total en los tres primeros decenios del siglo XX fue considerable, contando las cifras oficiales con algo más de tres millones de salidas, aunque en la realidad fuesen casi cuatro millones y medio de españoles los que abandonasen el país en busca de otros destinos. Esta diferencia de cifras vendría dada por la emigración ilegal, organizada para no pagar las tasas de emigración y también para los que querían eludir el servicio militar.

Por otra parte, y teniendo en cuenta que se trata de cifras aproximadas, Woodruff, considera que entre 1830 y 1900 habrían emigrado alrededor de 1,4 millones de españoles.

Además de las cifras, atendiendo a las motivaciones que dieron lugar a esta emigración encontramos como siempre las causas económicas, señalando Gabriel Tortella y Feliciano Montero, la pervivencia de prácticas señoriales, condiciones de arrendamiento de tierras muy duras, expropiación de bienes comunales, etc., y finalmente, en el último tercio del siglo, este autor, responsabiliza a la crisis agraria y a la respuesta proteccionista de la España de la Restauración. También señala este autor como auténtico motor de la emigración en España desde principio del siglo XX hasta la Primera Guerra Mundial por la apreciación de la peseta que se dio por la «estabilización de Villaverde».

Las causas políticas también estarían presentes en la emigración española del siglo XIX, comenzando ésta en 1814 al terminar la Guerra de la Independencia y la vuelta a España de Fernando VII. Estos movimientos migratorios destacarían por el alto nivel cultural de muchos de los exiliados, serían los llamados «afrancesados» o liberales y tendrían que emigrar en varios momentos, dependiendo de la persecución sufrida en los momentos absolutistas.

El mayor número de emigrantes españoles se dirigieron hacia el continente americano. Este tipo de emigración había comenzado en el siglo XVI con la conquista, aunque posteriormente, la política nacionalista de los borbones había puesto muchas trabas a la emigración. Sin embargo, desde 1853 se lleva a cabo una política de eliminación de obstáculos a la emigración, a la vez que los países de destino comienzan una política de atracción de inmigrantes y de capitales para la explotación de sus enormes recursos naturales. Se estima que entre 1857 y 1935 habían emigrado 2.500.000 españoles a Argentina. Esta emigración hacia Suramérica tendría como destinos principales los siguientes países: Argentina, Brasil, Uruguay y Cuba. Se trata de una emigración compuesta básicamente por campesinos debido a la crisis agraria. La mayoría de los emigrantes era de procedencia atlántica (canarios, asturianos y gallegos), dedicados a las tareas agrícolas y con muy bajo nivel de cualificación.

Este movimiento migratorio en dirección a América formará parte de uno mayor a nivel europeo en el que, gracias a una etapa de crecimiento económico acelerado y generalizado en Suramérica en la segunda mitad del siglo XIX, grandes contingentes de población europea llevarán a cabo una emigración masiva hacia ese continente. Un dato a tener en cuenta, según Carlos Malamud, es el hecho de que la población latinoamericana se duplicó entre 1850 y 1900 siendo la inmigración de procedencia europea el motor de ese crecimiento demográfico.

La emigración a América se estancó durante la Primera Guerra Mundial por la inseguridad creada, retomándose de nuevo en los años veinte, aunque sin llegar a los niveles de los años anteriores al conflicto bélico. Ya en los años treinta, los países suramericanos que tanta mano de obra habían necesitado (además de capitales, aunque ese es otro asunto), después de la crisis del 29 promulgaron leyes restrictivas a la inmigración estableciendo cuotas anuales.

La emigración permanente a Europa, especialmente a Francia, también había sido una salida tradicional hasta la Primera Guerra Mundial por parte de agricultores estacionales y mujeres para el servicio doméstico. La procedencia de estos emigrantes eran principalmente agricultores levantinos.

Además de esta emigración por motivos económicos hacia Francia, habrá otra corriente de emigración, en este caso política, iniciada al finalizar la Guerra de la Independencia. Se trata de los afrancesados, admiradores de la cultura, costumbres y libertad francesas que se pondrán al servicio del nuevo rey José I por lo que pasarían a ser considerados traidores. El decreto de mayo de 1814 hizo que fueran perseguidos, castigados, encerrados y exiliados en el país vecino donde fueron alojados en varias ciudades del sur. Este exilio estaba formado por la élite de la intelectualidad, unas 12.000 personas que abrían la emigración política del siglo XIX y que deambularían por las ciudades del sur de Francia cobrando una pequeña pensión insuficiente del gobierno francés y en el mejor de los casos accediendo a un empleo. De la misma forma, el absolutismo de Fernando VII llevó a otro exilio político formado por los liberales que habían formado parte en las cortes de Cádiz y que acabaron en las mismas ciudades francesas que los afrancesados y sufrieron igualmente la persecución, encarcelamiento y exilio.

La emigración española al norte de África durante esta época es menos conocida y menos numerosa que las dos anteriores. Su característica más peculiar es que se trata de una emigración temporal formada en su totalidad por trabajadores del campo, especialmente del levante español, Comunidad Valenciana, Islas baleares, Murcia y Andalucía Oriental. Esta emigración aparece con la conquista francesa de Argelia y no está bien documentada en España por falta de documentación. Lo que sí está claro es que a la altura de 1930 existían unos 300.000 españoles asentados en el norte de África, aunque inicialmente hubiera sido una emigración temporal.

Durante la Guerra Civil llevada a cabo por las derechas españolas, y desde el inicio de la contienda, especialmente desde 1937 en el que los rebeldes tomaron el norte y hasta la caída de Cataluña llegaron a ser 500.000 exiliados a través de la frontera francesa aunque parte de ellos volvieron de forma gradual a España, también huyeron de la represión durante la década de los cuarenta unos 35.000 españoles.

El cambio de gobierno llevado a cabo en febrero de 1957 y la entrada en éste de nuevos ministros tecnócratas, procedentes del Opus Dei, llevaron a cabo una nueva política de liberalismo económico. Se va a aprobar el Plan de Estabilización en 1959 y se abandonará la autarquía llevada a cabo desde el final de la Guerra Civil, además de abrir las fronteras para dar salida a casi un millón y medio de españoles consumidos en la miseria, y a su vez, contribuir a la reconstrucción de Europa, a la que se dirigieron más de un millón de emigrantes españoles, ya que se encontraba inmersa en un acelerado proceso de desarrollo y con gran necesidad de mano de obra no cualificada para ocupar los puestos de trabajo menos atractivos y peor remunerados.

La situación que padecía España era completamente distinta a la del resto de países europeos occidentales. Mientras que nuestro país se encontraba estancado económicamente, sujeto a una autarquía impuesta tras la Guerra Civil, por causas ideológicas y en parte también por las malas relaciones internacionales de una dictadura de corte fascista que había sido impuesta en parte por la ayuda de los perdedores en la II Guerra Mundial, el desarrollo económico y el progreso que se estaba llevando a cabo en el resto de Europa Occidental, gracias al Plan Marshall primero y a la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, eran enormes y la necesidad de mano de obra no era cubierta por su propia población, necesitando remesas de emigrantes de los países del sur y de Turquía que ocupasen los puestos que requerían menor especialización.

En realidad, la emigración hacia Europa había comenzado antes de mediados de los años cincuenta, exactamente, desde 1945, en el momento de finalizar la Segunda Guerra Mundial, pero se trataría de un fenómeno limitado que llegaría a sus máximos entre los años 1960 y 1973. El total de emigrados españoles en esos años es difícil de precisar ya que existía una emigración asistida y otra no regulada, por lo que los datos finales distan mucho entre unos autores y otros. En cualquier caso, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis de 1973, habrían salido de España alrededor de 2.600.000 españoles. El perfil de estos emigrantes era el de jóvenes varones entre 20 y 40 años, escasamente cualificados, siendo las provincias andaluzas, Galicia, Madrid (la capital había sido destino de emigrantes del interior peninsular) y Valencia las zonas más afectadas por esa emigración y Alemania (país de emigrantes tradicionalmente), Suiza y Francia los destinos mayoritarios de los españoles.

Paralelamente, se estaba produciendo una emigración o «éxodo rural», primero hacia las capitales de provincia y más tarde hacia las zonas más desarrolladas y dinámicas del país como son Madrid, Cataluña y País Vasco. Las zonas del interior, ambas mesetas, quedaron despobladas debido a la gran miseria que existía en el campo español, contando las estimaciones más tímidas, más de 3,7 millones de personas que al final del periodo, a mediados de los años setenta habrán dejado despoblado el interior de la Península con la excepción de Madrid, a favor de las zonas costeras y las islas.

La diferencia entre esta emigración interior y la exterior es que la primera era mayoritariamente definitiva, mientras que la segunda era adoptada como temporal. En el caso de la inmigración de los pasados años a España estos movimientos migratorios son también enfocados como definitivos a diferencia también de la emigración española actual que también es planteada mayoritariamente como temporal.

Esta emigración española se vio estimulada también por causas internas desde el Plan de Estabilización en 1959, principalmente, por un fuerte crecimiento demográfico, el crecimiento del paro, miseria en el campo español, excedente de población agraria sin capacidad de absorción en la débil industria española, etc. Algunas de esas causas las vemos en la actualidad en muchos países de los que proceden los inmigrantes llegados a España.

Las causas externas son más conocidas y ya han sido apuntadas anteriormente, básicamente sería la rápida reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial, gracias al capital estadounidense que favoreció una amplia oferta de empleo en los trabajos más duros, haciendo a la vez subir en el escalafón a los trabajadores propios de cada país.

La diferencia principal entre la emigración española de los años setenta y la actual, está en el grado de especialización de los trabajadores. Mientras que, en la actualidad, la mayoría de los emigrantes españoles son jóvenes con formación universitaria, durante los años setenta, también se trataba de jóvenes, pero en aquel caso se trataba de mano de obra sin cualificación, principalmente provenientes de las zonas rurales. Ha cambiado mucho la formación de los emigrantes, pero existen también coincidencias, como la edad, jóvenes entre 20 y 35 años, atrapados en un porcentaje de paro juvenil difícil de asumir para cualquier país, tanto en la década de los sesenta como en la actualidad.

La crisis económica actual, iniciada en 2008, ha hecho que se reduzca drásticamente la inmigración extranjera que llegaba a nuestro país, tanto por las nuevas leyes antiinmigración como la última Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana, como por el recorte de derechos como la sanidad, que afectan a los inmigrantes que han hecho que España no sea un país de atracción, especialmente por la falta de objetivos laborales y que ha hecho también que cientos de miles de extranjeros que han perdido sus puestos de trabajo, hayan regresado a sus países de origen. Ahora bien, los conflictos bélicos en los que están inmersos en buena parte de África y Oriente Próximo, especialmente en Siria, están provocando movimientos de personas que están haciendo que miles de inmigrantes se agolpen en las fronteras del sur y sigan llegando a las costas europeas huyendo de la desesperación, de la guerra y de persecuciones políticas y religiosas.

El inicio de la inmigración en España comienza a ser un fenómeno de importancia demográfica y económica a partir de los años noventa del siglo XX. Sus causas son el desarrollo económico español, basado en la construcción y en el turismo, además de haberse convertido nuestro país, en residencia permanente o de buena parte del año de jubilados de países de Europa Occidental que buscan regiones con climas más cálidos.

Lo cierto es que el espectacular aumento de población que había experimentado España en los últimos años se ha visto frenado y está decreciendo precisamente por el abandono de nuestro país, tanto de extranjeros que han perdido sus trabajos, como de jóvenes españoles que no pueden acceder a él.

Durante el 2014 la emigración ha sido algo menor que en 2013 según los datos del INE, donde se hace diferenciación entre extranjeros que han abandonado el país en número de 330.559 personas y no veían un futuro laboral próximo y los inmigrantes que han llegado, como digo, no siendo en su mayoría el destino final sino como lugar de paso a Europa obligado, buscando otros destinos que presentan mayores oportunidades laborales, estos serían 265.757 inmigrantes, lo que daría un saldo negativo de 64.802 personas.

El número de españoles que abandonaron el país en 2014 también fue menor que en 2013 y asciende a 78.785 españoles, dentro de los cuales se hace otra diferenciación, que es la de españoles nacidos o no en España y de los cuales 50.249 si lo eran. La diferencia entre los españoles que emigraron y los que volvieron a España deja un balance negativo de 37.507 personas.

En resumidas cuentas, la emigración en España decreció en 2014 con respecto al año anterior en un 23%, siendo 409.343 las personas que abandonan el país mientras que van a ser 307.034 las que se establezcan en nuestro suelo, dando un saldo negativo de 102.309 durante el año 2014.

Existe una lucha entre partidos políticos, el PP en el poder, empeñado en minimizar el porcentaje de españoles emigrados por cuestiones económicas y la oposición por mostrar los datos más catastróficos posibles para denostar la acción del gobierno.

Sin embargo y pese a toda la información que muestran tanto el INE como el PERE, los distintos partidos políticos y muchos investigadores, la marea granate con el apoyo de sociólogos y demógrafos, han constatado que las cifras oficiales están manipuladas y el número de emigrantes españoles es muy superior al que desde el gobierno nos indican. Aún así, aunque se han realizado estudios demostrativos en varios países, en los que se demuestra que los datos que arroja el PERE o el INE no coinciden con la realidad, dan varios motivos por los que fallan esos estudios, uno de ellos el simple dato de que los emigrantes españoles en su mayoría no se dan de alta en las embajadas de destino, lo que queda demostrado en varios países. También ofrecen datos de regreso de emigrantes españoles que serían jubilados españoles que vuelven a nuestro país mientras que los jóvenes que necesitan un trabajo deben permanecer en el extranjero. La conclusión puede ser, la dificultad de cuantificar el análisis y los datos correctos de esta emigración de jóvenes españoles en el contexto de una crisis profunda en la que el paro juvenil tiene niveles cercanos al 60%.

La cifra de extranjeros en España en 1986 era insignificante, 241.971 personas, aún así, la tónica general del principio será la de crecimiento, aunque en principio un poco más lento, hasta mediados de los noventa que comienza a crecer más rápido, convirtiéndose en un fenómeno migratorio muy pronunciado desde el año 2000 hasta el año 2010 a partir del cual comienza el descenso, perdiendo más de 700.000 habitantes hasta enero de 2014. Sólo en ese último año se fueron de España 304.623 inmigrantes. En la actualidad, España cuenta con 4.747.734 extranjeros de dónde podemos hacer una diferenciación más entre extranjeros comunitarios con casi dos millones de personas y extracomunitarios con algo más de dos millones setecientas mil personas.

Este hecho ha influido también en la reducción de habitantes en nuestro país, por tercer año consecutivo, pasando de 46.818.216, hasta los 46.438.442 habitantes que tiene España a 1 de enero de 2016. Estos datos hay que atenderlos teniendo en cuenta que el saldo entre nacimientos y defunciones es positivo por lo que el crecimiento vegetativo también lo es, dejando claro que la pérdida de habitantes sólo puede ser por movimientos migratorios con saldo negativo. Esa es la forma en la que nuestro país pierde población desde el año 2011, tanto población extranjera establecida en España como población nacional joven en busca de empleo.

En relación a la procedencia de la inmigración en España, la inmensa mayoría procede de nuestras antiguas colonias en Suramérica con más de un millón y medio de personas, seguido a distancia, con casi 900.000 personas procedentes de los países ricos de Europa Occidental y algo más de 700.000 procedentes de la Europa del Este y poco más de 600.000 de África del Norte. A pesar de la notoriedad y el drama que supone el hecho de la llegada de pateras a nuestras costas cargadas de subsaharianos en pésimas condiciones y los que mueren trágicamente en el trayecto o las últimas acumulaciones de inmigrantes en las vallas de Ceuta y Melilla esperando el momento de saltarlas y acceder así a nuestro país, el número de subsaharianos asciende a 170.000 y los procedentes de Oriente Próximo unos 18.000.

Por nacionalidades, los más numerosos son los rumanos con casi 800.000 inmigrantes de esa nacionalidad, seguidos de cerca por los marroquís con 774.000 y ya a gran distancia por británicos con 300.000 personas.

La población española ha continuado creciendo hasta diciembre de 2011. Las cifras de población de 1 de enero de 2012 es la más alta de la historia de España, 46.818.216 habitantes. En la década de los noventa, la población española aumentó alrededor de un millón de personas, básicamente gracias al crecimiento vegetativo de la sociedad y en los últimos años, gracias a la inmigración. A partir, del año 2000 en el que España alcanza la cifra de 40.499.791 habitantes va a comenzar el crecimiento espectacular de la población española, gracias al fenómeno de la inmigración. En esa fecha España no llegaba al millón de extranjeros, mientras que a lo largo de la década va a llegar a casi los siete millones de extranjeros hasta que en el 2011 se alcanzara su cenit y comenzara el descenso.

Del mismo modo que la crisis de 1973 afectó a los emigrantes españoles dando por terminado un ciclo económico expansivo en Europa y por ende, el fin de la emigración española en el periodo; la crisis económica actual, a estas alturas ya bastante persistente, ha hecho que finalice la inmigración en nuestro país y que incluso se haya iniciado un nuevo proceso migratorio que afecta a los inmigrantes que abandonan nuestro país y a los jóvenes nacionales que por falta de expectativas laborales deben abandonar España en busca de trabajo.

Por comunidades autónomas, las que pierden más habitantes con destino a otros países durante el año 2014 han sido la Comunidad de Madrid con 37.789 emigrantes, seguido muy de cerca por Cataluña con 37.669 emigrantes y Comunidad Valenciana con 18.849 emigrantes. Son datos que se vienen repitiendo, durante el año 2013 Madrid perdía 83.835 y Cataluña 77.873. En la actualidad además de personas con cualificación profesional y universitarios, los emigrantes españoles actuales son mayoritariamente de las zonas más desarrolladas económicamente del país. Además, es en estas zonas donde también se habían instalado principalmente los inmigrantes que acudían en busca de empleo y que ahora vuelven a sus países de origen o se desplazan a lugares con mayor dinamismo económico y posibilidades laborales.

En el periodo emigratorio español de los cincuenta hasta mediados de los setenta las zonas emisoras principales eran Andalucía con 356.885 emigrantes en todo el periodo, y Galicia con 386.695 que alcanzan casi el 50% del total, seguidos a gran distancia por Castilla y León, Madrid y Comunidad Valenciana, mientras que los principales destinos eran Alemania y Suiza. (datos Tomás Franco).

Como hemos podido ver, son importantes las diferencias tanto internas como externas que se pueden observar en ambos periodos, aunque también hay coincidencias entre los dos tipos de movimientos migratorios, en ambos casos, son mayoritariamente por motivos económicos. Los inmigrantes que llegaron a España en masa desde el año 2000 lo hicieron por las expectativas laborales en la construcción y el turismo de la misma forma que los españoles que emigraron a Europa a partir de los años cincuenta lo hicieron atraídos por el desarrollo económico europeo tras la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, las causas internas son la pobreza, la falta de expectativas laborales, etc.

Los países emisores de los años 2000 a 2011 eran países pobres con población joven que buscaba un futuro laboral y social más favorable, de la misma forma que lo hicieron los españoles a partir de los años cincuenta hasta la crisis de 1973. En el caso de España y la inmigración masiva de esos años, existe también una inmigración de países ricos, esta sí que sería algo muy diferenciado de la emigración española a Europa, especialmente del norte y centro de Europa buscando el clima cálido de nuestras costas, especialmente del Levante y los dos archipiélagos.

Sr. Dastis, el puesto que ocupa le supera intelectualmente, y, además, no tiene ni puta idea de ningún tema relacionado con nuestra historia, y lo que es peor, teniendo en cuenta el ministerio que preside. No tiene ni puta idea de movimientos migratorios. De todas formas, tampoco tienes que estudiar mucho. Da un paso adelante y sal del mundo paralelo en el que vivís tú y tus compañeros de partido y entra en contacto con la sociedad.

José Luis Romero es militar del ejército de Tierra, profesor universitario y de bachillerato y miembro del colectivo Anemoi.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.