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Sobre el debate del estado de la nación

Nemo es vuestro nombre

Fuentes: www.javierortiz.net

Yo no sé quién ganó el debate parlamentario llamado «del estado de la nación». Si me toca determinar quién resulta vencedor en una justa, la primera condición que pongo -me parece elemental- es que todos los participantes jueguen a lo mismo. Pero, si uno sale para vencer en una competición de 100 metros libres, otro […]

Yo no sé quién ganó el debate parlamentario llamado «del estado de la nación». Si me toca determinar quién resulta vencedor en una justa, la primera condición que pongo -me parece elemental- es que todos los participantes jueguen a lo mismo. Pero, si uno sale para vencer en una competición de 100 metros libres, otro para correr una maratón olímpica y  un tercero para coger en la estación de Austerlitz el expreso de las 14:20, entonces me rindo. Son empeños de distinto orden y, en consecuencia, incomparables.

Acabo de leer a un comentarista de ésos que dan por hecho que todo el mundo juzga la vida con sus mismos criterios. Su análisis del enfrentamiento de la pasada semana entre Zapatero y Rajoy zozobra en una marejada de absolutos: «Todo el mundo se dio cuenta…», «Cualquiera pudo entender…», «A nadie se le escapó…» Su perorata incluye la afirmación predilecta de Rajoy: «Zapatero volvió a hablar de asuntos que a nadie importan». A esta gente le da igual -digo, por poner un ejemplo- que le coloques delante de sus morros, uno tras otro, a varios cientos de miles de ciudadanos que exigen justicia para las víctimas de la dictadura. Ellos lo tienen clarísimo: es un asunto que a nadie importa, y sanseacabó.

Puede que me equivoque, pero para mí que a Zapatero le hicieron sus expertos un análisis muy semejante al que hicimos más de uno y más de dos, a ojo de mal cubero, tras las últimas municipales y autonómicas.

No crea a quienes le dicen que le ha perjudicado lo de ETA, el proceso de paz y la patria en peligro. Esa literatura rescatada del discurso de la Comedia -haga las cuentas, región por región- apenas pintó nada el 27-M.  Lo que desmovilizó hace mes y medio al electorado de 2004 fue la visión deprimente de su gobierno romo, tontamente abrumado por los embates de la derecha bancaria y del percal cardenalicio, incapaz de hacer nada, no vaya a ser que.

El 27 de mayo Zapatero perdió no poco respaldo de la izquierda social, que hoy es en gran medida joven y rupturista, aunque no a la manera de hace medio siglo, sino a su modo de hoy, que ya apunta, con ganas y con rabia. Una izquierda social dispuesta a abstenerse, a nada que se vea burlada y dejada sin voz en la contienda.

«¿Me quieres creer que mi hijo ha colocado en su cuarto una bandera republicana, sin decirnos a cuento de qué?», me comentó hace poco un amigo, obrero y sindicalista «de toda la vida». Claro que quiero creerle.

El miércoles y el jueves pasados, Zapatero quiso conectar con ese millón y pico que votó el 14-M y se abstuvo el 27-M.

Relamiéndose las heridas, Rajoy y los suyos imitan ahora al peor Ulises, al Ulises tramposo. «A nadie le importa…»  ¿A nadie?  No nos toméis por Polifemo. Sabemos que vuestro nombre es Nadie.