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Organizado por IZAN, Juan García presentó a Lucía Alba y a Santiago Alba Rico, coautor de "Túnez, la revolución" en el Antiguo Instituto de Gijón

Ni dictaduras, ni guerras imperialistas

Fuentes: Rebelión

Más allá de lo que podría ser un resumen de los contenidos de la conferencia, prevalecen las sensaciones que los conferenciantes transmitieron, no sólo con el calor de su discurso, sino también con la vehemencia con la que se expresaron y con la implicación que ambos tienen y sienten con la ola de cambios que […]

Más allá de lo que podría ser un resumen de los contenidos de la conferencia, prevalecen las sensaciones que los conferenciantes transmitieron, no sólo con el calor de su discurso, sino también con la vehemencia con la que se expresaron y con la implicación que ambos tienen y sienten con la ola de cambios que se extiende por el mundo árabe.

Cuando los problemas de Túnez y de los países del entorno se sienten como propios y además se convive con ellos, resulta inevitable tomar partido y hasta perder la «objetividad» de la que tanto presumen los medios de información Occidentales que redactan sus crónicas desde la lejanía con tan escaso conocimiento de los hechos como de sobrados intereses económicos y estratégicos. Así se explica que las revueltas del mundo árabe hayan pillado a los expertos de medio mundo con el paso cambiado sin saber qué decir que no sea recurrir a los habituales tópicos con los que se denuesta y se tergiversa la situación social y los movimientos populares.

Lucía Alba, joven estudiante de filosofía, conocedora y relacionada con la juventud tunecina que tan importante papel ha jugado en las recientes revueltas que derrocaron al régimen de Ben Alí, pudo vivir en directo, en las calles de Túnez y en la Qasba, la sublevación de los jóvenes contra el régimen dictatorial. Jóvenes sumidos en la marginalidad, sin expectativas y con un desempleo cercano al 70% dieron una lección de solidaridad y de organización, mantuvieron las movilizaciones hasta que por fin, en la Segunda Ocupación de la Qasba, alcanzaron seguramente el máximo objetivo posible, es decir, que se estableciera un Gobierno provisional de Salvación Nacional con el fin de elaborar una ley electoral con la que poder convocar elecciones, fijadas para el 24 de junio, para formar la Asamblea Constituyente. Lejos de caer en la ingenuidad de la victoria fácil o gratuita, quedó convocada la Tercera Ocupación de la Qasba en el caso de que no se cumpliera lo conseguido. Si la Primera Ocupación fue una lucha por las reivindicaciones sociales, la Segunda lo fue por motivos políticos y queda para la Tercera garantizar que se cumplan las dos primeras.

Parece innecesario resumir lo que Santiago Alba ya condensó en la charla y que, por otra parte, él mismo junto con Daniel Fierro y su alter ego, Alma Allende, escribieron tanto en «Túnez, la revolución», como en las decenas de artículos publicados en numerosos medios, principalmente en Rebelión. Pero más allá de la descripción detallada de los sucesos, no sólo de Túnez, sino de todo el mundo árabe, Santiago Alba, expresó abiertamente su preocupación por la confusión existente respecto a cómo se está valorando el alcance de los movimientos sociales y populares en los países árabes y cómo se valora la intervención de la OTAN. Líderes de América Latina, que hasta ahora eran un referente para la población del mundo árabe, están apoyando la intervención de la OTAN y desestimando el alcance y la capacidad de que puedan iniciar su propia liberación.

Santiago Alba no ha disimulado la satisfacción de ser testigo, de presenciar y hasta de haber participado en las concentraciones pacíficas y solidarias de la población tunecina. Pero, al mismo tiempo, su otra mitad queda empañada por el incompresible apoyo que los dirigentes de los países que lideran los cambios en América Latina están dando a Gadafi. Porque las revueltas del mundo árabe tienen mucho que ver con con los procesos abiertos en América, tienen que ver con el ALBA y no con los planes inconfesables de la UE o de EEUU que sin duda están participando veladamente para controlar las revueltas, porque aunque ahora condenen a Gadafi, no hay que olvidar que lo han estado apoyando y armando hasta bien empezadas las sublevaciones.

Los países árabes no son socialistas, pero están demostrando ahora su deseo de iniciar un camino hacia la democracia, al tiempo que con sus revueltas ponen en evidencia la falsedad de la UE y de EEUU que sólo buscan y defienden sus intereses, no otra cosa. Rompen los esquemas en Túnez cuando unos jóvenes desheredados por los que nadie apostaría nada bueno, fueron de sobra capaces de establecer controles en cada cada barrio para garantizar que los alborotadores pudieran iniciar ningún tipo de violencia. Sólo con utensilios y sin armas, controlaban el orden: detenían y registraban el paso de todos, incluyendo a los policías que también tenían que someterse al minucioso registro de estos «ciudadanos», al control de los que hasta ahora eran considerados como peligrosos.

Los revolucionarios del mundo árabe se miraban en las revoluciones de América y en sus líderes, en la figura de Chávez y de tantos otros que ahora de modo tan inesperado como incomprensible apoyan a Gadafi. Es posible que la ignorancia, la falta de información o no se sabe bien qué otras circunstancias sean la causa de este sinsentido. Pero a pesar de todo, el mundo árabe ha iniciado los pasos que antes se dieran en algunos países de América Latina. Seguramente que el mejor resumen, la mejor conclusión de la conferencia pudiera ser el propio título de la misma: «Ni dictaduras, ni guerras imperialistas».

Nota. «Túnez, la revolución» José Daniel Fierro y Alma Allende (Santiago Alba Rico) Ediciones Hiru, 2011

www.asturbulla.org

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.