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Violencia de género

¿No estábamos ya en el siglo XXI?

Fuentes: Progreso Semanal

Aproximadamente unas 2300 mujeres admitieron algún tipo de maltrato por parte de su pareja en el período de un año. La cifra es de 2016, cuando el Centro de Estudios de la Mujer de conjunto con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) realizó la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (*), cuyos resultados fundamentales fueron […]

Aproximadamente unas 2300 mujeres admitieron algún tipo de maltrato por parte de su pareja en el período de un año. La cifra es de 2016, cuando el Centro de Estudios de la Mujer de conjunto con la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) realizó la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (*), cuyos resultados fundamentales fueron anunciados a la prensa recientemente. Otras 1955 lo reconocieron, pero en diferentes momentos de su vida.

Algún tipo de maltrato -y he aquí un logro entre tanta bruma- se refiere y fue reconocido también como violencia psicológica (humillaciones, gritos, insultos…) y económica (depender de los ingresos de la pareja incluso para gastos personales), además del bruto maltrato físico y/o sexual.

Pero las cifras, que son mujeres de carne y hueso, son una evidencia de nuestros rincones turbios. El hecho de que no prevalezcan las golpizas no significa que el problema sea menor. Asumamos que ningún derecho es más importante que otro; que ninguna injusticia o víctima es mayor que otra. Así que, por esta vez, evitemos el ejercicio autocomplaciente de comparar a Cuba con el resto de Latinoamérica solo para sentirnos mejor al respecto. Que haya menos no significa que no haya.

Según la Encuesta, la violencia no es un problema reconocido por la mayoría de la población entre los tres principales de la actualidad en el país (bajos ingresos económicos, escasez de viviendas, y problemas del sistema de transporte); solo un 10,5 por ciento la ubicó como un problema para las mujeres, señalado especialmente por las de oriente, más que por las de otras regiones del país. De hecho, de manera general hay un alto nivel de aceptación y reconocimiento de los logros de las políticas del país hacia los derechos de las mujeres.

Más de un 80 por ciento de la población encuestada considera que en Cuba se aplican leyes que protegen los derechos de las mujeres (88,7); que existen políticas y acciones específicas a su favor (88,7); que existen lugares o servicios que dan atención a las que son víctimas de violencia (85,5); y que existen organizaciones donde ellas pueden plantear sus necesidades o preocupaciones (83,7). Por debajo de esos grandes porcentajes solo se ubicaron las opciones que se referían al apoyo de las organizaciones de las comunidades para ayudarlas a resolver problemas concretos, y al respeto de sus derechos al interior de las dinámicas familiares.

Esta amplia comprensión de los logros se divorcia, no obstante, del resto de los resultados sobre asuntos claves y concepciones sexistas aun naturalizadas en la población. Resulta que son muy largas las calles de este siglo XXI, tanto que a veces es muy fácil olvidar cuánto cambian -o necesitan ser cambiados- los tiempos. El tiempo en una isla es como un trapo que se gasta rápidamente; pasa y pasa, la tierra gira una y otra vez, y aún hay cosas que permanecen intactas en su formol.

Los primeros análisis de los resultados de la encuesta citada arrojan que la mayoría de las causas de conflicto en las parejas vienen dadas por adoptar los mismos roles de género de antaño, con lo cual la mayoría de los hombres continúa discutiendo por celos, precariedad económica, o por que dedica mucho tiempo al trabajo. Y luego, la mayoría de las mujeres lo hace por la sobrecarga doméstica que siempre ha debido asumir, las infidelidades y los abusos de sus parejas en el consumo de alcohol.

A esto se suma la fuerte presencia de concepciones como que la mujer siempre debe complacer sexualmente a su pareja (opiniones de ambos sexos), que los efectos de las bebidas alcohólicas son la causa de la violencia, que lo ocurrido entre una pareja (incluida la violencia) es un asunto privado, o la aberradísima sentencia popular que reza así: «la mujer soporta el maltrato porque le gusta». Y según esta lógica, los pobres son pobres porque no les gusta trabajar, ¿cierto?

Estas ideas no tienen la prevalencia dentro de las opiniones recabadas. Respecto a la última encuesta de este tipo, realizada en 1989 por la FMC, hay avances. Hay una mayor autonomía de las mujeres, porque, qué bien, el 66 por ciento de ellas no tiene que pedir permiso a su pareja para… trabajar o estudiar. O, por ejemplo, que los hombres ya no declaran malestar con el hecho de que las mujeres tengan una mejor preparación académica, un mejor trabajo o mejores condiciones económicas.

Pero mientras los años se van convirtiendo en efemérides, todavía en Cuba hay un 11,7 por ciento entre las mujeres encuestadas que pide permiso a su pareja para salir sola de día, salir sola de noche (23,3 %), para hacer gastos cotidianos (8,8 %), para visitar amistades (11 %), para visitar familiares (9,3 %), para trabajar (7,3 %), para usar anticonceptivos (9,6 %), para estudiar (8,9 %), para participar en actividades de la comunidad (9,7 %), y para ocupar responsabilidades de dirección (10,7 %). Piden permiso, en las largas calles de siglo XXI.

Son también ellas las que dedican unas 14 horas semanales más que los hombres, como promedio, al trabajo no remunerado, continúan asumiendo en su mayoría las tareas domésticas y de cuidados temporales o permanentes a familiares dependientes (incluso cuando también se ocupan de la economía del hogar), y en consecuencia estos patrones son reproducidos en la educación de los hijos e hijas.

El hecho de que los hombres, dentro de las responsabilidades domésticas, solo tengan mayor participación que las mujeres en lo referente a «reparaciones caseras» y «botar la basura» habla por sí solo.

Persiste también la idea de los oficios adecuados para uno u otro sexo: para las mujeres «no es adecuado» ser policía, agricultora, constructora, pescadora, mecánica…; para los hombres, no se ve bien ser auxiliar de limpieza, secretario, cuidador de otras personas, maestro de niños pequeños, enfermero.

No es como el viejo cuento del rosado y el azul: si lo halan, se descobija. Es como el machismo: no tiene ningún sentido a estas alturas, pero ahí está, llamando locas, histéricas, machorras o putas a aquellas que se levantan y luchan. No tiene argumentos, pero continúa usando razonamientos que han sido desmontados durante años una y otra vez -como los posibles comentarios a textos como este, cuando alguien diga que no es para tanto, o que en Cuba al menos no nos matan como en México o Guatemala, o que hay cosas más importantes de las que preocuparse-. Y ahí está. Sin ser descobijado aún.

Nota:

(*) La Encuesta Nacional sobre igualdad de Género fue realizada en noviembre de 2016 por el Centro de Estudios sobre la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas. Abarcó las 15 provincias del país y el municipio especial Isla de la Juventud. El cuestionario fue aplicado mediante entrevistas cara a cara a una muestra de 19 189 personas de 15 a 74 años residentes permanentes en el país, en una muestra seleccionada al azar de entre 14 099 viviendas. La población de 15 a 74 años en Cuba ascendía en el momento de la encuesta a 8 489 874 personas. El estudio se planteó como objetivos identificar avances en la igualdad de género en Cuba, manifestaciones de desigualdad existentes, y profundizar en estereotipos y prejuicios de la población sobre este tema.

Fuente: