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El exguerrillero Francisco Martínez “Quico”, de 91 años, participa en las jornadas sobre el maquis de los Premis Octubre

«No hacía falta ser muy revolucionario para que los falangistas te mandaran a la cuneta»

Fuentes: Rebelión

Batalló en la Segunda Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia León entre 1947 y 1952, año en el que se exilió a Francia -después de ser condenado a muerte por el franquismo-, donde permaneció más de 25 años. Antes, entre 1942 y 1946, actuó como enlace de la Federación de Guerrillas León Galicia. Hoy nonagenario, […]

Batalló en la Segunda Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia León entre 1947 y 1952, año en el que se exilió a Francia -después de ser condenado a muerte por el franquismo-, donde permaneció más de 25 años. Antes, entre 1942 y 1946, actuó como enlace de la Federación de Guerrillas León Galicia. Hoy nonagenario, con sólo once años Francisco Martínez López («Quico») ya era activista en los Servicios de Información Republicana (SIR). Y ha sido siempre comunista, militante del PCE. En su autobiografía «Guerrillero contra Franco. Guerrillero contra el olvido», publicada por primera vez en París en 2000, señala como hito el dos de mayo de 1951: muere asesinado ese día el guerrillero leonés Manuel Girón Bazán, y sus compañeros en la resistencia -«Manolo», «Jalisco», «Atravesado» y «Quico»- huyen al exilio. Se liquidó, así, un periodo de lucha armada en la comarca leonesa de El Bierzo. Natural de una zona minera de León, Francisco Martínez López recibe las primeras sacudidas de la rebeldía durante la Revolución de Asturias (octubre de 1934). «En la casa de mis padres -un hogar de campesinos- se apoyó al movimiento», recuerda en la 45 edición de los Premis Octubre celebrados en Valencia, que ha dedicado una jornada al maquis. El levantamiento se produjo también en una parte de León. Tenía nueve años, y en su casa acogían a algunos de los primeros «huidos» de la represión contra los mineros. Ya con el tiempo, pudo ir asimilando aquellos «impactos».

Uno de los recuerdos que destaca «Quico» es la inspiración ideológica plural, pero sobre todo republicana, de la guerrilla; «se combatía por la defensa de unos valores», en unos territorios golpeados por la represión ya durante los años 1933 y 1934 («bienio negro»). «Los trabajadores querían derechos y libertad, por eso hicieron una huelga revolucionaria en 1934, contra un gobierno de derechas que paralizaba todas las reformas de la República». Se contabilizaron víctimas en masa: entre 1.500 y 2.000 en todo el estado (algunos historiadores afirman que 4.000), además de los presos (entre 30.000 y 40.000). Su madre no estuvo en las barricadas, pero sí en los comités de solidaridad con los mineros. Sacar a los prisioneros a la calle (tras las elecciones de febrero del 36) y la victoria del Frente Popular, eran las consignas. Con otros jóvenes escolares, «Quico» permanecía movilizado. Así, cuando pasaban los camiones del carbón obligaban al chófer a alzar el puño y, si no accedía, le arrojaban piedras. Distribuían también propaganda electoral, y pegaban consignas en las paredes.

La experiencia (política) iniciática de Francisco Martínez Lopez, uno de los últimos guerrilleros vivos, se produjo el Primero de Mayo de 1936, cuando participó en la manifestación obrera de Ponferrada. Pidió a su madre una de aquellas zamarras rojas con las que los obreros desfilaban; y la consiguió, pero tuvo que esconderla después del 18 de julio, igual que los libros sobre la reforma agraria que leía su padre. Recuerda que nada más iniciarse la guerra, empezó también la «huida» de los mayores para ocultarse de las bandas falangistas, «que venían a robar y asesinar». «Y no hacía falta tener mucha ‘etiqueta’ de revolucionario, todo el mundo era bueno para ‘pasarlo’ al camión y a la cuneta». Con once años, él y otros menores ayudaban a ocultar a los perseguidos por la guardia civil o la Falange. Con la perspectiva que aportan los años, el exguerrillero rebate lugares comunes, como el de «echarse al monte». «Nosotros formábamos parte de una guerrilla rural, y también urbana, pero no luchábamos en el monte». Asimismo resalta la semilla de las ideas frentepopulistas y republicanas, sin las cuales no se entiende el movimiento y se habla por ejemplo de bandolerismo. También se ha ninguneado el rol de las mujeres y los niños en la resistencia. La mayor parte de los guerrilleros que «Quico» conoció en las comarcas leonesas eran autóctonos, aunque algunos habían escapado de los batallones que laboraban en las minas de carbón o de wolframio.

El itinerario vital y político del guerrillero está recogido en el libro «Guerrillero contra Franco», publicado por las editoriales Syllepse (2000), A Nosa Terra (2006) y Latorre Literaria (2011); también en su blog «Memoria Cautiva» y en el audiovisual «Memoria Histórica. Guerrillero contra Franco». Natural de Cabañas Raras (El Bierzo), desde pequeño conoció una guerrilla muy vinculada a la sociedad; había miles de enlaces y casas que acogían a los guerrilleros. «Los jóvenes nos reuníamos con ellos para que nos hablaran y entusiasmaran», destaca Francisco Martínez en el Centre Octubre de València. Los encuentros también tenían el objetivo de que, poco a poco, los muchachos se ofrecieran para repartir octavillas y buscaran familias en otros pueblos, que ampliaran la base de apoyo. Así fue tejiéndose la red popular. Otras veces se utilizaba el sabotaje. «Quico» destaca un punto capital de la resistencia armada: «No hubo una cúspide política que decretara la existencia de la guerrilla, ésta surgió de la autodefensa durante la guerra civil». Al finalizar la segunda conflagración mundial, la resistencia previó un contexto favorable en la lucha contra el dictador (por un supuesto apoyo aliado que nunca llegó) pero, sobrevenida la Guerra Fría y la política de bloques, «los occidentales entendieron que Franco era el mejor partido para evitar que en España hubiera un cambio ‘radical’ que escapara a su control», explica Francisco Martínez.

«Quico» fue un activista entre muchos en los grupos de apoyo, al que descubrió la policía y el recurso que utilizó, antes de que le aplicaran la ‘ley de fugas», fue alistarse en el movimiento guerrillero. Sucedió el 22 de septiembre de 1947. Se trataba de continuar la lucha por otros medios. «Todas estas expresiones, diferentes pero no contradictorias del movimiento popular, no están hoy suficientemente matizadas», señala «Quico». Pero sí destaca el trabajo de algunos historiadores, como Ana Cabana, profesora en la Universidad de Santiago de Compostela y autora -entre otros textos- de «Entre a resistencia e a adaptación: a sociedade rural galega no franquismo (1936-1960)», que caracteriza a la oposición antifranquista con todas sus raíces populares. El activista resalta la importancia del sujeto, de la biografía: «La historia personal nos construye una cultura». Considera que detrás de todo militante, sea comunista, anarquista, socialista o republicano, «hay una ética y unas cualidades humanas». Y a pesar de las diferencias ideológicas, subyace una causa común. En otros términos, «la compatibilidad de las diferencias», un principio que defiende también para el presente.

Este sentido de la pluralidad lo vivió en casa de sus padres, donde acudían los compañeros del PCE, la CNT o el PSOE. El padre de «Quico» se apuntó a las ideas socialistas, mientras que el veterano exguerrillero optó por la militancia en el PCE desde 1944, «con todo lo que unos y otros me enseñaban». A los comunistas como él, afirma, «se nos daba la consigna de resistir y nosotros teníamos ese entusiasmo por la resistencia; pero después se nos introdujo una cultura ‘exterior’ y partidista, que quería hegemonizar un movimiento que era plural». Y llegaron los «choques» y las «arbitrariedades», «se perdió la noción de quién es el enemigo, que pasó a ser el que tienes dentro». Hoy Francisco Martínez López se continúa considerando comunista, con aquellos que entregaron su vida contra el fascismo: ése es el Partido.

El pasado 11 de septiembre «Quico» escribió una carta abierta a la dirección del PCE, titulada «Ése pasado que no tiene que caer en el olvido», en la que demanda responsabilidades. Pide al Partido que reconozca públicamente los «repugnantes métodos» utilizados en los años de la guerrilla antifranquista, y la rehabilitación de quienes los sufrieron. En el texto se refiere a «ejecuciones sumarias» impuestas por la dirección. La misiva detalla las circunstancias de Víctor García Fernández, de 63 años, que en 2009 descubrió que su padre, Víctor García García «el brasileño», fue asesinado en enero de 1948 cerca de Lalín (Pontevedra), por orden del Comité Central. «La respuesta ante tal arbitrariedad ha sido el silencio», critica. Además, lleva varias décadas trabajando por el reconocimiento político de la guerrilla antifranquista y denunciando los «pactos de silencio» que fundamentaron la Transición. En 1996 inició la actividad militante en la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE), con la que participó desde comienzos de 2000 en las Caravanas por la Memoria. Hoy vive en El Campello (Alicante), imparte conferencias en colegios, universidades y asociaciones, al tiempo que apoya colectas y la recogida de testimonios de antiguos guerrilleros o detenidos en prisiones y campos de concentración. Actualmente, «hay una quiebra de los valores puros defendidos por el pueblo durante el franquismo», lamenta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.