«No puedo evitar que me invada la rabia y el dolor, cada octubre, cada año que pasa, ante la impunidad de los criminales cuyos nombres me cuesta trabajo pronunciar; y cuyo accionar terrorista ha continuado, gracias a la protección que le brinda la millonaria derecha cubanoamericana y las agencias de seguridad de Estados Unidos». Con […]
«No puedo evitar que me invada la rabia y el dolor, cada octubre, cada año que pasa, ante la impunidad de los criminales cuyos nombres me cuesta trabajo pronunciar; y cuyo accionar terrorista ha continuado, gracias a la protección que le brinda la millonaria derecha cubanoamericana y las agencias de seguridad de Estados Unidos».
Con estas palabras, a modo de de presentación, accedió a una entrevista exclusiva con la AIN la periodista venezolana Alicia Herrera, autora del libro «Pusimos la bomba,… ¿Y qué?», que escribió a principios de los años de 1980 y tiene ya cuatro ediciones (la última en 2006).
«Han transcurrido 34 años del sabotaje al avión cubano, cerca de las costas de Barbados, y aun se mantiene vivo el recuerdo de aquellos inocentes, vilmente asesinados, muchos, la mayoría de ellos, jóvenes llenos de alegría y con un futuro promisorio», subraya.
«Desde entonces sus familiares y me incluyo, hemos luchado por hacer justicia en su nombre. Hemos tocado puertas, conciencias y corazones para denunciar el crimen y que se castigue a los culpables, y hasta hoy, poco o nada hemos logrado».
«Hay que recordarle sobre todo a los más jóvenes, -contínúa Alicia-, que el terrorismo y los terroristas existen, están activos y muchos, como los autores intelectuales del crimen de Barbados, continúan fraguando planes criminales ya no sólo contra Cuba, sino también contra Venezuela y todos los países donde se lucha por construir una sociedad nueva, justa, que nos incluya a todos, y que todos participemos en su construcción y tengamos la gratificación que nos corresponde».
El seis de octubre de 1976 la noticia sobre la caída del vuelo 455 de Cubana de Aviación frente a las costas de la isla caribeña de Barbados conmocionó a Cuba y al mundo.
Al dolor provocado por la catástrofe se sumó horas más tarde la indignación, luego de confirmarse la sospecha inicial de que la nave, en la que viajaban 73 personas, había sido saboteada.
Tras la captura de los venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo, ejecutores del atentado, fueron identificados y apresados en Venezuela sus autores intelectuales y financistas directos: los terroristas de origen cubano y activos miembros de la Agencia Central de Inteligencia yanqui (CIA), Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles.
Hasta la prisión del Cuartel de San Carlos, en Caracas, llegó hace 34 años la periodista venezolana Alicia Herrera para indagar sobre los hechos y, horrorizada, escuchó de los propios responsables la confesión que luego plasmó en su libro de denuncia «Pusimos la bomba… ¿Y qué?»
Aunque Alicia no puede evitar que le invada la rabia y el dolor cada octubre, afirma que no cejará en su compromiso de denunciar a los culpables de ese hecho atroz, quienes, como otros muchos, continúan fraguando impunemente planes criminales contra Cuba, Venezuela, y los países que luchan por construir una sociedad nueva.
«Los terroristas Luís Posada Carriles y Orlando Bosch, fueron protegidos por el gobierno socialcristiano del presidente Luis Herrera Campins, y especialmente por la policía política venezolana (DISIP), de la cual Posada Carriles fue comisario», recuerda.
«El director de la DISIP, Remberto Uzcátegui, además de colega, era padrino de una hija de Posada Carriles. De manera que los terroristas estaban presos en celdas espaciosas donde podían recibir visitas y hacer «comelatas» con sus cómplices que llegaban de Miami y Puerto Rico.
«Tenían todas las facilidades para comunicarse por teléfono a cualquier hora; permisos para recibir familiares y amigos y se llegó a comentar que, incluso, salían por las noches de la cárcel con la complicidad de los carceleros», subraya.
«Además, Posada y Bosch, así como Hernán Ricardo y Freddy Lugo, recibían un salario mensual de la DISIP. Por supuesto, el monto para los dos primeros era mayor y esto constituía un motivo de riñas permanentes entre ellos.
«El mayor y más desvergonzado privilegio de que gozaban los terroristas era la asistencia de una secretaria, pagada por la propia policía política, que se encargaba de pasar en limpio el nuevo expediente con todas las manipulaciones necesarias para librarlos de responsabilidades. «Cuando Orlando Bosch confesó en mi presencia que había participado, junto a Posada Carriles, en el sabotaje al avión cubano, no me asombró pues conocía muchas de sus acciones terroristas por confesiones indirectas de sus esposas, y del propio Bosch y Freddy Lugo. «Ésos actos incluían asesinatos a diplomáticos cubanos; colocación de bombas en consulados y embajadas de la isla caribeña en diferentes países, las que ocasionaron muertos y heridos, así como la destrucción de oficinas de la Ínsula y otros países en varias naciones de América Latina. «Los terroristas se mostraron en todo momento confiados de que serían liberados, debido a sus contactos con la CIA, y porque el gobierno de Herrera Campins y en particular la DISIP, sustraían evidencias comprometedoras, y elaboraban un «nuevo» expediente.
«Posada -acota- era una prioridad para la CIA, la cual tuvo siempre vasos comunicantes con la DISIP, desde los años de 1960, cuando el terrorista representaba a esa agencia norteamericana en el órgano policial venezolano».
Conocer la verdad sobre el crimen de Barbados, y tener confesiones detalladas de los propios terroristas le planteó a Alicia la urgencia moral de denunciarlos, y para ello tuvo que enfrentar persecución y amenazas que la obligaron a salir de su país.
«En realidad, afirma, mi mayor temor era que fueran liberados y continuaran, como muchas veces les oí decir, preparando acciones terroristas».
La cuarta y más reciente edición de «Pusimos la bomba…?Y qué?», publicada en 2006, incluye una serie de documentos que fueron sustraídos del expediente para absolver de culpa a los autores de la voladura el avión cubano.
Esos papeles, rescatados de manera fortuita después de 25 años de denuncias, junto a otros desclasificados por el gobierno de EE.UU. corroboran la versión mantenida por Alicia Herrera durante tres décadas, y prueban la implicación de la CIA en el atentado contra el avión cubano en Barbados.
En 2005, Venezuela solicitó al gobierno de Estados Unidos la extradición de Luis Posada Carrilles para que éste sea ese juzgado por tribunales venezolanos y, en mayo de 2010, reiteró ese pedido en el Consejo de Seguridad de ONU; sin embargo, no ha obtenido respuestas, afirma Alicia.
«El sistema judicial norteamericano usa tácticas dilatorias en el proceso que le sigue a Posada Carriles, quien espera ser juzgado por mentir a las autoridades de inmigración y no por terrorismo.
«La impresión que uno se lleva es que el gobierno estadounidense protege a este delincuente, oculta sus crímenes quizás para evitar que revele las acciones terroristas que planificó y ejecutó durante años como agente de la CIA.
«Venezuela tiene todo el derecho legal y moral, de exigir la extradición de Luis Posada Carriles, el cerebro principal del atentado al avión de Cubana, y Estados Unidos tiene la obligación de entregarlo a Venezuela», enfatiza.
«Es indignante saber que terroristas como Bosch y Posada Carriles están libres y continúan con sus planes de destrucción y muerte, mientras cinco cubanos permanecen en prisión desde hace 12 años, precisamente, por proteger a Cuba y a su pueblo de ataques criminales. «Debemos movilizarnos permanentemente para exigir justicia para estos cinco patriotas que son presos políticos en cárceles de Estados Unidos.»