El Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea adoptó el 18 de junio varias decisiones sobre Cuba. El documento, difundido por la Unión Europea bajo el título «Conclusiones sobre Cuba», contiene una propuesta de «diálogo político integral y abierto con las autoridades cubanas sobre bases recíprocas e interés mutuo» de la cual […]
El Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea adoptó el 18 de junio varias decisiones sobre Cuba.
El documento, difundido por la Unión Europea bajo el título «Conclusiones sobre Cuba», contiene una propuesta de «diálogo político integral y abierto con las autoridades cubanas sobre bases recíprocas e interés mutuo» de la cual el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba ha tomado nota y considera que se trata de una rectificación necesaria.
Sin embargo, dicho documento no menciona las llamadas sanciones que la Unión Europea trató de aplicar a Cuba, injusta e irreflexivamente, en el 2003 y que desde hace dos años, por soberbia, mantiene sólo «suspendidas».
Con Cuba, sólo será posible un diálogo entre soberanos e iguales, sin condiciones ni amenazas pendientes. Si la Unión Europea desea algún diálogo con Cuba debe eliminar definitivamente dichas sanciones, que desde entonces resultaron inaplicables e insostenibles.
Las «Conclusiones» tampoco mencionan la llamada «Posición Común», acordada de manera apresurada por los Ministros de Finanzas de la UE en 1996 bajo la presión de Aznar y a partir de un borrador escrito en el Departamento de Estado norteamericano.
Después de tantos errores y fracasos, la única conclusión obvia que correspondería sacar a la Unión Europea es que la llamada «Posición Común» debe desaparecer, porque no hubo ni hay razón alguna para que exista y porque impide sostener una relación normal, mutuamente respetuosa y de interés común con nuestro país.
Debe reconocerse que un grupo de influyentes naciones europeas han realizado esfuerzos para cambiar esta ridícula situación. Otros, como la República Checa, se han consagrado como peones norteamericanos en el mapa europeo.
Por otra parte, las «Conclusiones del Consejo» se inmiscuyen de manera calumniosa en asuntos estrictamente internos cubanos, emiten juicios y anuncian actos injerencistas e hipócritas que Cuba considera ofensivos, inaceptables y rechaza enérgicamente.
No reconocemos autoridad moral alguna a la Unión Europea para juzgar ni aconsejar a Cuba.
Si cuando el Consejo alude a la delegación temporal de las funciones del Presidente Fidel Castro al compañero Raúl Castro y lo califica como «una nueva situación», expresa la ilusión de que existan contradicciones o diferencias entre los líderes de la Revolución y división entre los revolucionarios cubanos, se equivoca nuevamente. La Revolución es más sólida y está más unida que nunca.
Nuestro país ha arriesgado su propia existencia, ha librado una resistencia heroica y ha luchado denodadamente por más de un siglo para defender su independencia. Cuba es un país independiente y soberano y la Unión Europea se equivoca si cree que puede tratarlo de otra manera que como a un igual.
La Unión Europea ha mostrado una persistente y humillante subordinación a los Estados Unidos que la incapacita para sostener posiciones basadas en los intereses europeos y la hace cómplice, aunque diga lo contrario, del criminal e inhumano bloqueo que este aplica contra el pueblo cubano, y del que las «Conclusiones» no se atreven a decir una palabra. En la declaración de la Cumbre que sostuvo en abril con Estados Unidos, la Unión Europea se plegó para cuestionar a Cuba y aceptó una mención que reconoce legitimidad al «Plan Bush». Son conocidos sus conciliábulos con mensajeros del imperio, incluso con el espurio interventor nombrado por los Estados Unidos para Cuba, y es frecuente la presencia de sus funcionarios en eventos anticubanos en Miami o celebrados en Europa pero presupuestados en Washington.
La Unión Europea es vergonzosamente hipócrita cuando se dirige, injustamente, a Cuba pero calla sobre las torturas norteamericanas en la ilegal Base Naval de Guantánamo, que usurpa territorio cubano, y en Abu Ghraib, que se aplican incluso a ciudadanos europeos. Calla impúdicamente sobre los secuestros de personas por parte de los servicios especiales estadounidenses en terceros países y ha prestado su territorio para colaborar con los vuelos secretos de la CIA y para cobijar cárceles ilegales. No ha dicho nada tampoco sobre las decenas de personas desaparecidas en esas circunstancias ni sobre los cientos de miles de civiles asesinados en Iraq.
Es a la Unión Europea a quien corresponde rectificar los errores cometidos con Cuba. Todo paso en la dirección correcta tendrá adecuada acogida. Pero no hay apuro: tenemos todo el tiempo del mundo.
La Habana, 22 de junio de 2007