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Nos están secuestrando

Fuentes: Rebelión

Temprano, cuando despunta el día, vienen a nuestras casas o nos siguen hasta nuestros trabajos y a gritos, a empujones y golpes, nos sacan para meternos en sus cárceles. Nuestro crimen es disentir de este régimen, haber gritado juntas que lo consideramos injusto y cruel con quién menos tiene. Haber exigido una vida digna. Somos […]

Temprano, cuando despunta el día, vienen a nuestras casas o nos siguen hasta nuestros trabajos y a gritos, a empujones y golpes, nos sacan para meternos en sus cárceles. Nuestro crimen es disentir de este régimen, haber gritado juntas que lo consideramos injusto y cruel con quién menos tiene. Haber exigido una vida digna. Somos detenidas políticas.

El 4 de abril han detenido a 11 compañeras y han imputado a 9 los mismos cuerpos de policía del estado que hace dos meses participaban en la muerte de 15 personas en la frontera de Ceuta. Las mismas a las que esta semana se les han muerto 2 personas a las que tenían detenidas. Las mismas que hace 2 años mataron a Iñigo Cabarcas con una bala de goma.

Esos cuerpos de policía y el régimen al que defienden nos acusan de ser violentas el pasado 22 de marzo, cuando un millón y medio de personas nos juntamos para exigir pan, trabajo y dignidad. Pero somos nosotras las que pasadas dos semanas tenemos a un compañero que ha perdido un ojo por el impacto de una bala de goma y otro que ha perdido un testículo. Uno tiene 19 años, el otro 23. Mientras, todos los policías que dicen que estuvieron a punto de la muerte el 22 de marzo están dados de alta.

Somos nosotras, y no esa policía que carga con 17 muertas este año ni quienes la mandan, las que tenemos a un compañero, Miguel, en prisión desde la noche del 22 de marzo. Somos ese millón y medio de personas que llenó las calles de Madrid exigiendo pan, trabajo digno y techo a quienes amenazan y convierten en sospechosas diciendo que la operación sigue abierta. Ir a una manifestación, hacer política, en esta democracia fascista te convierte en sospechoso. Y con esa lógica el gobierno ha creado un millón y medio de ciudadanas sospechosas.

La única respuesta que tiene el régimen cuando hacemos una propuesta política que enfrenta la miseria a la que nos condena son la represión y la criminalización. Señalarnos culpables y sospechosas, con la ayuda y complicidad de sus medios de comunicación. Si una propaganda abrumadora no pretendiera que la democracia es detener a quienes disienten, si cada periodista de esos medios no se afanase en una realidad deforme en la que las que vamos con capucha somos violentas y los que van con escudos, porras y bocachas de balas de goma son los defensores del orden público, nadie decente apoyaría sus crímenes. Detenernos sería impensable.

Pero en realidad no nos detienen. Es cierto que sus secuestros duelen y, por qué no decirlo, nos despiertan en mitad de la noche y nos dejan desveladas, nos hacen escuchar quietas tras la puerta un ruido en la escalera, nos obligan a mirar hacia atrás cuando paseamos en el día libre; pero no nos detienen. Nunca la represión detuvo las ansias de vivir dignamente. Han conseguido que empecemos a perder el miedo a ser sospechosas y comprendamos que quien es sospechoso a ojos del fascismo será inocente en el juicio de la historia. A estas alturas, aún si detuvieran a la última de ese millón y medio de sospechosas, la necesidad de resistir y el ansia de dignidad permanecerían y no harían más que empezar bajo nuevas formas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.