Entrevistamos al climatólogo Jorge Olcina Cantos, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante y director del Laboratorio de Climatología de esa Universidad. Su trayectoria pasa por diversas investigaciones sobre cambio climático, riesgos naturales, recursos y gestión del agua y teoría de la geografía y ordenación del territorio, entre otras. Ha participado en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para la elaboración del Quinto Informe de Evaluación.
Jorge Olcina es investigador y profesor de la Universidad de Alicante. Da clases sobre Ordenación del Territorio, Climatología y Riesgos Naturales. Estos meses de verano, el geógrafo y climatólogo es una de las voces autorizadas habituales en los medios de comunicación para explicar una y otra vez los fenómenos extremos asociados al cambio climático. Señala que le preocupa que se sigan reclamando los trasvases en un país que se seca mientras se amplían las hectáreas de regadía a costa de los ecosistemas como el de Doñana o las Tablas de Daimiel. El científico nos recuerda que estamos ya inmersos en el cambio climático y que sus efectos no tienen vuelta atrás. Todo esto, en medio de otra ola, la del negacionismo, que por si fuera poco, va tomando posiciones políticas.
¿Es posible seguir ignorando que el cambio climático es una realidad? ¿Qué les diría los negacionistas?
Que los datos son incuestionables. Y la ciencia trabaja con datos para confirmar o no hipótesis de trabajo. Y en esta materia los registros instrumentales de los elementos climáticos no dejan lugar a dudas. El clima actual está experimentando un cambio incentivado por la acción humana que está alterando el balance energético del planeta por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre. Y los efectos ya están empezando a notarse en el territorio (cambios en ecosistemas) y en las actividades económicas (agricultura, turismo, fundamentalmente).
Ahora bien, hay dos tipos de negacionismo. El ignorante que no conoce los fundamentos científicos de lo que niega y lo hace por seguir una moda. Y el negacionismo supuestamente científico que conoce de lo que habla, pero que emplea los datos para justificar su creencia. El cambio climático es una cuestión de evidencias, no de creencias. Unos y otros están equivocados, pero es especialmente peligroso el segundo.
En todo caso, la ciencia habla, los datos muestran la realidad. Y esto proceso, incentivado por el ser humano, es incuestionable. Pueden aparecer matices de como evolucionarán las temperaturas o las precipitaciones en las diferentes regiones climáticas del planeta. Pero que estos elementos están cambiando, y por causa humana (alteración del balance energético planetario) no cabe duda.
Hemos tenido elecciones generales recientemente y a ellas han concurrido grupos políticos que no creen en el cambio climático (algunos de esos grupos ya gobiernan en coalición varias Comunidades Autónomas). ¿Si hay una involución en las políticas climáticas qué consecuencias tendrían?
Las políticas de lucha contra el cambio climático (mitigación y adaptación) no tienen vuelta atrás. Porque volver atrás supone incrementar los daños en la economía y en el territorio que ya está causando este proceso en todo el planeta. Pensemos que por efecto del proceso de calentamiento climático muere anualmente mucha gente en el mundo, al incrementarse la frecuencia y la intensidad de los fenómenos atmosféricos extremos. Y siendo racionales, la vida humana hay que protegerla siempre. Es una obligación de las autoridades y las administraciones. Por tanto, el freno o la vuelta atrás de acciones de mitigación o adaptación puede tener consecuencias jurídicas de responsabilidad civil o penal de los que tomen esa decisión.
Este verano, de nuevo, hemos sufriendo varias olas de calor. ¿Estos fenómenos se van a instalar incluso en primavera?
La temporada cálida del año muestra una clara tendencia a extenderse hacia los extremos. El verano comienza antes (junio) y finaliza más tarde (finales de septiembre o comienzos de octubre). Los datos lo demuestran. Desde 1980 a la actualidad hemos ganado entre 15 y 30 días de verano más según las regiones españolas. Además, los veranos se están volviendo cada vez menos confortables. Con picos de calor intenso durante el día y mantenimiento de altas temperaturas por la noche. Y esto tiene también implicaciones en la salud humana.
Las noches tropicales también se han repetido. ¿Han aumentado en estos años?
El aumento de las noches tropicales es una de las evidencias más notables de cambio climático que se registra en muchas regiones españolas. Su incremento ha sido más importante en el litoral mediterráneo y en el sur peninsular, en relación con el aumento, también, de la temperatura del mar. En ciudades como Valencia, Almería, Alicante, Cartagena se ha pasado de registrar entre15 y 20 noches tropicales a principio de los años 80, a no bajar ahora de 75 a 80 en los últimos veranos. Es el proceso que más disconfort térmico genera en verano.
La extracción intensiva de recursos, la destrucción de ecosistemas y la explotación de grupos sociales en países pobres no puede seguir, en pocas décadas nos cargamos el planeta. El capitalismo en su fase actual no puede seguir porque en pocas décadas nos cargamos el planeta.
Todo indica que temperaturas de 40 grados van a ser habituales. Entre 2021 y 2023 se han dado el doble de días por encima de ese umbral, más que en la década de los 80.
En una atmósfera que se va calentando progresivamente, los umbrales de temperaturas máxima serán también más altos cada vez. Nos tenemos que ir acostumbrando a veranos cada vez más calurosos, con registros de temperatura a mediodía que en muchos territorios rozarán o superarán los 40 grados centígrados durante muchos días. Lo que, unido al registro de noches tropicales, cada vez mayor, va a convertir a los veranos del centro, sur y este peninsular en poco soportables, térmicamente hablando.
Los incendios se han disparado en España y en otros países. Este verano, más de 9 millones de hectáreas se han quemado en Canadá en alrededor de más de 800 incendios. ¿Cómo se explica esto?
Aquí hay dos causas principales: por una parte, la atmosférica. Mayor calor estival y veranos más prolongados incrementan notablemente la posibilidad de que se produzcan incendios forestales y que sean de grandes dimensiones. Pero a ello se une la falta de gestión forestal en muchas regiones y países del mundo, entre ellos España, donde se ha hecho una inversión importante en la mejora de los medios de extinción, pero no tanto en la gestión del monte y sobre todo de la interfaz urbano-forestal. Ante un incendio de nueva generación de nada sirve tener muchos aviones o camiones cisterna, porque se vuelven incendios incontrolables, con su propia dinámica. Pero sería muy eficaz fomentar el mantenimiento de la actividad agraria y ganadera en los montes, realizar cortafuegos, llevar a cabo talas selectivas de arbolado y limpieza intensa de matorral. Pero esto es lo que no se hace, lamentablemente.
¿Cómo está afectando el cambio climático a los mares? ¿Qué está pasando en el mar Mediterráneo?
Se están calentando de forma acelerada y preocupante. Este año los datos que ha hecho públicos la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, estadounidense, que lleva a cabo una monitorización de las temperaturas de las cuencas oceánicas mundiales han resultado realmente inquietantes. En nuestro país todos los mares que rodean la península ibérica y los dos archipiélagos han incrementado notablemente su temperatura desde 1980. La cuenca del Mediterráneo, por ejemplo, ha incrementado su temperatura superficial en 1,4 grados centígrados desde 1980, lo que significa que se ha calentado el doble de lo que lo ha hecho el aire en el mismo período de tiempo. Personalmente, el incremento de la temperatura marina es lo más preocupante del proceso de calentamiento climático planetario. Porque mares y océanos más cálidos supone prolongación durante más tiempo del calentamiento planetario, aunque consiguiésemos reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero de causa humana.
Estamos en año de El Niño ¿Qué consecuencias tiene este fenómeno?
Incrementa la temperatura media del planeta. Los años de El Niño intenso, son años de subida de la temperatura media mundial. Así ha ocurrido en los niños intensos últimos, especialmente en el ocurrido en 205-16. Además de que los propios efectos relacionados con este fenómenos en la cuenca del Pacífico sur, resultan más intensos (lluvias torrenciales y sequías) en los países ribereños de esta cuenca marina.
Los objetivos para 2030 señalan que es necesario bajar más de la mitad las emisiones contaminantes. ¿Esto va a ser posible?
No, no se va a cumplir. Lamentablemente. España va retrasada en la implantación del nuevo modelo energético a que nos obliga —afortunadamente— la Unión Europea con su política de acción climática. No vamos a poder reducir a la mitad siquiera las emisiones en 2023. Y con mucha dificultad, especialmente si los cambios políticos afectan a la política energética, conseguiremos una economía y un territorio descarbonizado en 2050. Es una lástima, pero hay que ser realista. Lo importante, eso si, es que mantengamos velocidad de crucero en el cambio de modelo energético, intentando cumplir esos objetivos.
Los mares han incrementado su temperatura. La cuenca del Mediterráneo, por ejemplo, ha aumentado su temperatura superficial en 1,4 grados centígrados desde 1980, lo que significa que se ha calentado el doble de lo que el aire en el mismo período de tiempo.
La sequía está haciendo estragos, ¿podemos decir que a los niveles que la estamos sufriendo tiene que ver con el cambio climático?
El cambio climático esta ocasionando alteraciones en la circulación atmosférica de nuestras latitudes y desde 2010 se registran secuencias secas de corta duración, pero muy intensas que ponen en jaque los sistemas de abastecimiento. Y esto va a ir a más en las próximas décadas. Por eso, necesitamos desarrollar un Esquema Nacional de Agua que sea cada vez menos dependiente de la lluvia, porque ésta se está mostrando cada vez más irregular y en algunas zonas de España muestra una clara tendencia decreciente.
La agricultura, cada vez más, está basada en el regadío, en un clima cada vez más seco. ¿Le preocupa este extremo?
El regadío no es malo si está proporcionado a lo que puede soportar un territorio. Y además puede realizarse con recursos no convencionales, especialmente procedentes de depuración de agua residual. O en casos de extrema necesidad, de desalación. Pero lo que no se puede hacer es plantear roturaciones de tierra para regadío en territorios con escasez natural de recursos de agua, a costa de recursos foráneos que se solicitan como una exigencia. El agua es como nos decía Plinio el Viejo, propiedad de la naturaleza por donde circula. El ser humano puede hacer uso prudente y racional de ella. Pero no puede imponer su uso a costa de la destrucción de ecosistemas y paisajes fluviales. Esto cuesta mucho hacerlo entender en nuestro país, que está acostumbrado a que la planificación hidrológica se haga siempre desde la oferta continuada de agua. En un contexto de cambio climático, hay que planificar en primer lugar desde la gestión racional de la demanda. Y estudiar las necesidades de nuevos recursos desde principios de sostenibilidad ambiental, social y económica, por este orden. La agricultura española tiene que comenzar a adaptarse al cambio climático. Porque los hechos son innegables. Y no se van a poder mantener ni algunos cultivos, ni algunas labores agrícolas, como hasta ahora. La agricultura es la actividad económica más expuesta, sin duda, a los efectos del cambio climático. Hay que empezar a hacer las cosas de otra manera, si se quieren minimizar los efectos del cambio climático, claro está.
Las lluvias también parece que han cambiado su ciclo. ¿Qué cabe esperar?
La precipitación es el elemento climático de modelización más difícil. Los modelos hablan de una tendencia a la disminución de las lluvias en gran parte de España, excepto en la región cantábrica y el área pirenaica. Pero en esto también hay matices. Hay territorios en el litoral mediterráneo donde está lloviendo ahora más que hace treinta o cuarenta años, debido al incremento de situaciones de DANA o gota fría. Lo que ocurre es que estas lluvias son intensas o torrenciales y normalmente poco aprovechables para su uso en abastecimientos. Por tanto, el panorama para las próximas décadas en materia hídrica se presenta preocupante y nos obliga a plantear soluciones que no estén basadas en la lluvia como recurso principal. Esto es especialmente necesario en el litoral mediterráneo porque puede disponer de recursos no convencionales suficientes para poder garantizar abastecimientos urbanos y agrarios. Y derivar así caudales de ríos o trasvases a territorios de interior que no disponen de la posibilidad de instalar una desaladora para garantizarse abastecimientos.
¿Cómo está afectando el cambio climático a la salud de las personas y a la biodiversidad?
El cambio climático supone perdida de confort térmico y eventos extremos más frecuentes. Y estos dos procesos tienen incidencia directa en los seres vivos y, por supuesto, en el ser humano. Los veranos calurosos agravan enfermedades en personas con dolencias previas respiratorias o cardíacas. En el verano de 2022 más de 5.000 personas fallecieron en España a causa del calor. Los episodios de inundación que en el litoral mediterráneo están teniendo incidencia del proceso de calentamiento (modifican el tipo de lluvia que esta cayendo, que es más intensa o torrencial), se llevan vidas humanas por delante anualmente. Por tanto, no es un tema para tomárselo a broma o para negarlo. Eso es una irresponsabilidad.
Los cambios en la biodiversidad se producen a mayor plazo. Pero ya se están viendo especies invasoras tanto en el mar como en montes de nuestro país, que están más adaptadas a temperaturas más altas. Mientras que especies adaptadas el frío, están reduciendo su espacio de desarrollo.
No hay que abusar del mensaje excesivamente alarmista o catastrófico, porque la sociedad española es muy singular y reacciona evitando o ocultando el problema.
¿Cuál ha sido su trabajo en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) del que ha formado parte? ¿Cómo ha sido su experiencia?
Fui revisor del Quinto Informe del IPCC y he podido seguir el proceso de elaboración del sexto informe por el contacto con algunos colegas que han participado directamente. Y me sorprendió el nivel de control y de rigor en los textos que se incluyen en estos informes. Los primeros informes del IPCC eran interesantes, pero adolecían de carencias de datos, tratamiento de series, homogenización y herramienta informática para dotarlos de un elevado nivel de certidumbre en sus proyecciones. Pero los dos últimos, quinto y sexto, son de un rigor incuestionable. Se ha mejorado enormemente los métodos, la selección de trabajos que documentan las afirmaciones que se incluyen, la modelización que contienen. En definitiva, son difícilmente rebatibles en sus conclusiones y proyecciones.
Desde el punto de vista científico, ¿no sería mejor un cambio de sistema económico para reducir las emisiones? ¿Podemos seguir a este ritmo de consumo como si no pasara nada?
Siendo realistas va a ser muy difícil reducir a corto plazo las emisiones de gases de efecto invernadero. Tenemos un 70% de las emisiones mundiales descontroladas. Se producen en países que no quieren firmar los protocolos internacionales (Kyoto, Paris) o no dedican apenas esfuerzos para llevar a cabo la reducción necesaria para “naturalizar” el funcionamiento de la maquinaria climática terrestre. Y esto tiene mucho que ver con los sistemas económicos que nos hemos otorgado y que hemos desarrollado hasta sus últimas consecuencias. Un desarrollo basado en la explotación intensiva de recursos, en la destrucción de ecosistemas y, porque no decirlo, en la explotación de grupos sociales en países pobres. El capitalismo en su fase actual no puede seguir bajo estos principios de actuación porque en pocas décadas nos cargamos el planeta. Así de claro. Pero no hemos encontrado un sustituto que pueda garantizar niveles de bienestar suficientes para toda la población de nuestro planeta. Además, de las reticencias de los países ricos para aplicar cambios, que tendrían que ser en algunos casos, radicales. Por tanto, las perspectivas a corto y medio plazo no son nada optimistas. El proceso de calentamiento va a seguir, y se va a incrementar, porque los gobiernos del mundo no hacen lo suficiente para que esto no sea así.
¿Existe suficiente concienciación ciudadana sobre el cambio climático?
La concienciación ciudadana del cambio climático ha mejorado mucho en poco tiempo. Recordemos que hace unos años muchas capas sociales e incluso gobernantes, negaban el cambio climático. Afortunadamente eso ha ido cambiando. Aunque siguen existiendo, como vemos, negacionistas o personas que sin negar lo que está pasando, no están dispuestas a cambiar su nivel de vida por los cambios necesarios a que obliga este proceso actual de cambio climático. La educación es una herramienta fundamental que debemos incentivar. Tenemos muy poca cultura del medio ambiente, del cambio climático y de los riesgos naturales en nuestro país. Nos acordamos de ello solo cuando se produce un desastre, un verano tórrido o un problema ambiental de gran calado, como está ocurriendo ahora en Doñana. Serían necesarias más campañas de información en los medios sobre estas cuestiones. Explicadas desde el rigor de la ciencia, con un nivel divulgativo suficiente para que lo entienda toda la población. Y evitando el excesivo catastrofismo porque se ha demostrado contraproducente. El cambio climático nos va a acompañar durante todo este siglo, al menos. No podemos abusar del mensaje extremista. Tenemos que informar, educar, desde el rigor de los datos. Mostrando la verdad en cada momento. No son necesarios alarmismo. El problema es suficientemente serio y no requiere de titulares llamativos.
¿Cree que hay suficiente ambición en la lucha contra el cambio climático en el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico de Teresa Ribera?
En mi opinión, la labor realizada estos años por el Ministerio de Transición Ecológica ha sido muy importante. Recordemos que partíamos desde un nivel de base muy bajo. Veníamos de años de escasísima importancia dada a este tema. Además, con la crisis económica de 2008, la cuestión ambiental ocupó un lugar muy alejado en las políticas públicas durante años. Por tanto, hay que valorar positivamente lo que se ha hecho. Siempre se puede hacer o impulsar más medidas y políticas. Pero hay un dato incuestionable. Desde mayo de 2021 nuestro país dispone de una ley de cambio climático. Y esto es un hecho de gran importancia, que nos ha situado en la órbita de las políticas de acción contra el cambio climático de nuestros socios europeos.
Como activistas ecologistas ¿qué deberíamos cambiar o incorporar en nuestro discurso en defensa del medioambiente?
Hay que seguir en la lucha. Pero no abusar del mensaje excesivamente alarmista o catastrófico, porque la sociedad española es muy singular y reacciona evitando o ocultando el problema. Una línea de acción sobre la que hay que actuar de modo destacado, con denuncia científica o jurídica, es contra la vuelta a los procesos de promoción inmobiliaria masiva que vuelven a darse en algunas regiones españolas, especialmente las más turísticas. No se trata de proponer un crecimiento cero, pero si de racionalizar estos procesos. Y, sobre todo, vigilando que la planificación territorial se ajuste a los principios de la ley de cambio climático. Es decir, que se incluya la perspectiva de cambio climático a la hora de implantar nuevos usos en el suelo. Esto si obliga a los colectivos ecologistas a ser centinelas de la sostenibilidad.
María José Esteso Poves. Redacción. Revista Ecologista nº 116.
Fuente: https://www.ecologistasenaccion.org/297662/entrevista-a-jorge-olcina/