Quizás, el momento político actual sea uno de los más importantes que la sociedad española haya vivido en mucho tiempo. La necesidad de cambio por parte de un amplio sector de la población, como así lo evidencian las encuestas, la reacción de los partidos que hasta aquí han detentado el control de las instituciones de […]
Quizás, el momento político actual sea uno de los más importantes que la sociedad española haya vivido en mucho tiempo. La necesidad de cambio por parte de un amplio sector de la población, como así lo evidencian las encuestas, la reacción de los partidos que hasta aquí han detentado el control de las instituciones de gobierno y la inquietud palpable del poder real pero difuso que mantiene y pretende mantener sus intereses como clase dominadora, indican que podemos estar a las puertas de un proceso histórico de transformación en nuestro país.
En este escenario, Podemos se presenta como el estilete capaz de hundirse en el tejido surgido de la Transición Española, que rompa con el status quo existente, desplazando del poder a las dos grandes empresas electorales que han gobernado España, PP y PSOE. Sin embargo, no debemos confundir la capacidad de representar un fenómeno de transformación con la materialización de esta transformación. Valga decir, que cuando desde determinados ámbitos nos referimos a transformar la sociedad en que vivimos, hacemos referencia a cambiar unas reglas políticas, económicas y sociales existentes, por otras.
La cuestión así planteada es mucho más complicada y escurridiza de lo que aparenta ser. Coincidimos, muchas de las personas que vivimos hoy en este país, en que corrupción, desempleo, precariedad laboral, desmantelamiento de lo público o falta de legitimidad y calidad democrática, son hijos de nuestro tiempo y de nuestro sistema. Coincidimos en denunciar unas políticas que obedecen a los intereses del 10% y se oponen al 90%. Coincidimos en que los grandes partidos españoles, sean de ámbito estatal o autonómico, son aparatos al servicio de sí mismos como agencias privadas y de unas élites económicas que se esconden detrás de éstos. Y de la misma forma, coincidimos en que es necesario hoy más que nunca, articular una alternativa para nuestro país y nuestro futuro.
Sin embargo, lo anterior no nos llega para materializar la alternativa que nos venga a sacar de las injusticias existentes ni del atolladero social en el que, como inmensa mayoría doliente de las políticas del presente, estamos. Para materializar el cambio, para construir un proyecto férreo que permita tomar las instituciones y articular políticas rupturistas que cambien el paradigma de gobernanza económica y social imperante, debemos empezar por entender que hoy no existe un sujeto hegemónico de cambio, como parece empezar a entenderse que es Podemos, dentro y fuera de esta formación.
¿Qué significa que no exista un sujeto hegemónico de cambio? Para entenderlo mejor, descendamos a la realidad del momento. Como más arriba se ha señalado, Podemos es hoy fuerza política capaz de acudir a unas elecciones generales con potencialidad para ganarlas. Sin embargo, ¿qué ocurrirá al día siguiente de éstas? Los enemigos de nuestro proceso de transformación no son sólo los dos grandes partidos del país; éstos enemigos extienden sus fueros más allá del bipartito a través del control de los medios de comunicación, del control de la banca y de la financiación, y del control de instituciones internacionales como el BCE, el Parlamento Europeo o el FMI. Por ello, pensar que simplemente con una victoria electoral podemos iniciar la transformación anhelada, es ingenuo e infantil.
La configuración de un espacio ideológico sólido y de una conciencia de cambio profunda y arraigada son, por tanto, ingredientes imprescindibles para el día después de llegar a las instituciones, si de verdad queremos transformar nuestro mundo. Cometeríamos un grave error si pensamos que Podemos, entendido éste como los Pablo Iglesias, Iñigo Errejón o Juan Carlos Monedero, y su discurso afilado e inteligente, son el cambio per se. Por el contrario, es necesario que entendamos la capacidad de Podemos como herramienta para el cambio, como un instrumento útil para canalizar y materializar al alternativa por venir. Esto es, no nos basta con representar, a través de Podemos, el cambio, si no que éste debe manifestarse volitivamente en todas y cada una de las personas que perseguimos la transformación radical de nuestra sociedad a través de la creación de nuevas políticas, y que sea esta voluntad y determinación la fuerza motriz que maneje y conduzca la herramienta Podemos.
Por lo anterior, desde las recién formadas bases de Podemos, desde todos aquellos sectores que progresivamente se andan acercando a la herramienta Podemos, y en definitiva, desde los millones de personas que hoy apuestan por el partido Podemos como llave de cambio y que configuran ese Partido Orgánico al que hace poco aludía Julio Anguita, debe hacerse una labor de crítica y reivindicación constante. Se han de revisar los pasos que vayan dándose y las modificaciones de la hoja de ruta que acontezcan; y serán estas bases, esta militancia orgánica, las que en última instancia tengan que reconducir cualquier desviación del camino y corregir las anomalías surgidas en el proceso. Anomalías como las que se perciben en las voces personalistas. Anomalías como las que pueden conducir a la difusión y confusión ideológica. Anomalías como la surgida de la convocatoria de movilización para este 31 de enero por parte de la cúpula de Podemos, pasando por alto la confluencia de luchas veraz y concreta que desde hace ya más de un año viene gestándose alrededor del 22M. Anomalías como las surgidas en los procesos de elección de Consejos Ciudadanos provinciales, que lejos de dotar de firmeza al instrumento, están sirviendo como coladero de arribistas y desmemoriados, poniendo en riesgo la concreción ideológica del proceso de transformación. O anomalías como la que va a tener lugar en Andalucía, en donde los principios fundamentales de aquel proyecto de hasta hace poco que hablaban de horizontalidad, participación ciudadana y nuevas formas de hacer política, han sido enterrados para dar lugar a una especie de pasteleo electoral, cuyo producto final es una lista fija de candidatos y candidatas a las autonómicas andaluzas en donde sale el que no se mueve de la foto y está bien avenido.
Si no somos capaces de comprender que con sólo escuchar a los líderes, ir a los grandes eventos y movilizaciones, votar telemáticamente o darle al me gusta en cualquier aplicación on line no nos es suficiente, con seguridad, habremos conseguido el cambio, pero el cambio de unos por otros, de unas políticas por las mismas, de un aparato por otro más modernizado pero con los mismos vicios y males, y de ninguna alternativa por su equivalente. Por tanto, en nuestras manos está el ser alternativa real o aparente. No podemos, bajo ningún prisma, dejar toda la responsabilidad en manos de sus líderes, por mucho que en ellos creamos. No podemos hacer dejación de nuestras funciones como sujetos rebeldes para con nuestras leyes, nuestra política y nuestra sociedad, pues nuestra es también la responsabilidad histórica del momento, y el cambio sólo se materializará si cada uno de nosotros y nosotras actuamos como sujetos que se rebelan para transformar. Por nuestras vidas pasa hoy el río de la historia, y seremos nosotros y nosotras junto con nuestras voluntades y proyectos, quienes podamos cambiar el curso del mismo, o por el contrario, quedarnos sentados contemplando el monótono y tan conocido fluir, sabiendo que a la vuelta del recodo acecha el lobo del fascismo.
Jorge Alcázar, miembro del FCSM y del Colectivo Prometeo
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