«Una ‘revolución de los trabajadores contra el capitalismo’ es una imposibilidad lógica; solo puede existir una revolución contra el sometimiento de la sociedad y de los individuos a la lógica de la valorización y el trabajo abstracto»1 Anselm Jappe A los compañeros Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía de Cuba, y Carlos M. García Valdés. […]
A los compañeros Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía de Cuba, y Carlos M. García Valdés.
A mi hijo, que es un anticapitalista, pero no lo sabe.
Considerando las peculiaridades de los vínculos con el exterior (orientación geográfica, reciprocidad en los intercambios, etc.) la economía de la Cuba revolucionaria posterior a 1959 se puede periodizar atropelladamente en tres nítidas etapas:
1. De 1959 en que triunfa la Revolución a 1991 en que se derrumba la Unión Soviética.
2. De 1991 (derrumbe del socialismo en la URSS) al 2000 en que se firma el Convenio de Cooperación Cuba-Venezuela por Fidel Castro y Hugo Chávez el 30 de octubre de aquel año.
3. De 2000 en que se firma el Convenio de Cooperación Cuba-Venezuela hasta abril de 2019 en que EE UU anuncia el retorno a la política de recrudecimiento del bloqueo a la Isla.
A pesar de ser tres etapas con sus propias características hay algo común a todas, es decir, a todo el periodo revolucionario en Cuba, y es el hecho de que su economía ha estado «parcialmente» proscrita de la única división internacional del trabajo que existe: la capitalista.
Sin embargo, hay una gran diferencia entre la segunda etapa y las otras dos: y es que la falta de un vínculo pleno con la economía capitalista mundial fue suplido por el establecimiento de vínculos precisamente no «exactamente» capitalistas con algún país, (Venezuela en el caso de la tercera etapa) o de un país y región económica (Unión Soviética y el socialismo de Europa del Este, agrupados en la conocida organización económica Consejo de Ayuda Mutua Económica) en el caso de las más extensa y próspera primera etapa.
La ausencia de criterios «estrictos» de rentabilidad capitalista en esos vínculos determinó que Cuba, pese a estar ubicada en los escalones más bajos en la producción mundial de valor (la savia del capitalismo), gozara de una situación económica equilibrada y digna, aunque alejada del irracional e insostenible consumismo occidental. Dos ejemplos emblemáticos de esos justos intercambios económicos alejados de los cánones capitalistas de la obtención de beneficio a ultranza fueron, en la primera etapa, el fluido intercambio de azúcar, uno de los productos de más bajo valor del mercado mundial capitalista de entonces y también de ahora, (pero cuya cantidad exportada por Cuba en calorías era equivalente al alimento de 40 millones de personas) por petróleo, productos químicos, equipos de transporte e industriales etc., cuyo valor sí era elevadísimo, no obstante estar en calidad situados por debajo de los similares que se producían en los puntos de máximo desarrollo del sistema capitalista; y en la tercera etapa, el también provechoso intercambio para ambas partes, en el caso de la parte cubana de servicios médicos (que no crean valor) a través de decenas de miles de médicos, por petróleo (una de las mercancías de más alto valor del capitalismo en los últimos 100 años) por la parte venezolana.
La segunda etapa mencionada, que los cubanos conocen con el nombre que Fidel Castro le dio a toda esa década del 90 del siglo XX, de «periodo especial en tiempo de paz», fue tan dura para el pueblo cubano porque su economía se vio totalmente aislada de la economía-mundo capitalista (la única división internacional del trabajo existente como se ha dicho), pero también de la región económica a la que se vinculó y que moldeó su estructura productiva durante 30 años (la URSS y el CAME) cuando se le prohibió vincularse con la economía capitalista mundial, de la que formó parte casi desde el mismo nacimiento de ésta, de ahí la correcta apreciación de que Cuba durante estos 10 años (tal vez un poco más) se vio sometida de facto a un «doble bloqueo», uno impuesto y el otro sobrevenido.
Lo que ocurre hoy es que Cuba se encuentra en una situación parecida a la que se encontró en los años 90; la esperanza que el gobierno cubano tenía en la definitiva integración a la economía capitalista mundial, impulsada por la facción más globalista del capital norteamericano representada en el Partido Demócrata, que restableció relaciones diplomáticas, abrió embajada en La Habana y llevó de visita a la Isla su representante de turno, el presidente Barak Obama, se ha visto esfumada con la llegada al poder de Donald Trump, que no solo restablece el bloqueo en su variante más dura, sino que desempolva el inaplicado artículo III de la Ley Helms Burton2 que lo hace aún más beligerante. A ello se suma la caída en picado de la producción de petróleo en Venezuela, con el cual se pagaba la factura de los cuantiosos servicios médicos que Cuba presta a ese país, a lo que se agrega la retirada de miles de médicos de Brasil tras la llegada al poder en ese país de Bolsonaro.
Ante esta situación, en que no se prevé una recuperación de la Revolución Bolivariana (ni de su producción petrolera, también castigada severamente por EE. UU., su principal cliente), ni la probable aparición de algún sustituto de lo que fue la propia Venezuela después del año 2000 y de la URSS desde la victoria de los guerrilleros de Sierra Maestra en 1959, y hasta sus desaparición en 1991, se abre ante Cuba el inicio de una cuarta etapa económica, muy parecida a la que se vivió en la década de 1990-2000, aunque no se prevea tan profunda3 como aquella.
¿Cuáles serían las características de ésta cuarta etapa de la vida económica cubana?
«Las medidas económicas no llegan solo para resistir el bloqueo, sino que también buscan el desarrollo del país y seguir avanzando en medio de ese escenario. Con su implementación pretendemos sacar a flote las capacidades internas de la economía
Se potencian conceptos esenciales:
Defender la producción nacional
Diversificar y aumentar las exportaciones
Sustituir importaciones
Fomentar los encadenamientos productivos
Potenciar la empresa estatal socialista
Avanzar en la soberanía alimentaria
Potenciar el desarrollo local
Cumplir con la política de la vivienda
Poner la ciencia en función de los problemas de la economía»4, decía y enumeraba su ministro de Economía, Alejandro Gil Fernández, con lo cual imposibilitados de poder desplegar su desarrollo, sin poder contar con una integración plena al factor externo, la decisión ahora es volcarse hacia la explotación de sus potencialidades internas, aunque ésta vez sin amigos externos (como en el caso de la primera y tercera etapa mencionadas, en las que no predominaba la obtención de beneficios del tipo capitalista en sus intercambios) y con «socios» foráneos (tampoco muy abundantes) como a los que acudió en la segunda etapa, que exigen una exacción de beneficios superior a la tasa media que suele cobrarse mundialmente5.
Y la otra cuestión importante es saber cuál sería la motivación del pueblo cubano para hacer frente a esta cuarta etapa, indefinida en cuanto a duración, riesgos y penalidades a enfrentar.
Para nadie es un secreto la resistencia inclaudicable del pueblo cubano durante los duros años de la década de 1990 que admiraron al mundo entero; en aquel entonces Fidel Castro apeló, para llamar a la más estoica resistencia, a las tradiciones patrióticas y a la ideología nacionalista y revolucionaria, y lo logró, el pueblo cubano respondió positivamente, de hecho, es uno más entre los grandes méritos históricos del extinto líder cubano.
Sin embargo, esta nueva etapa que comienza no parece contar con aquella proverbial disposición hacia el sacrificio y la inmolación como ofrenda al Estado socialista. La capacidad de abnegación y sufrimiento del pueblo, cubano puesta a prueba durante los años duros del «periodo especial», parece haber caducado en lo fundamental, lo cual no quiere decir que vayan a claudicar, pero es fácil percibir que, junto al orgullo patriótico convive en su población, y no solo joven como se cree, una cierta inclinación y propensión hacia el «modo de vida occidental-burgués», sobre todo norteamericano que es el espejo donde se miran los cubanos; de hecho, muchas familias en la Isla sobreviven y/o vacacionan en los hoteles y balnearios, exclusivos del poder adquisitivo de turistas del primer mundo, gracias a las remesas y el acompañamiento de sus parientes radicados, principalmente, en EE. UU.
Aquí es importante recordar, por el gran parecido que tiene con la situación cubana actual, el importantísimo estudio que el periodista catalán Rafael Poch-de-Feliú hace en su libro Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento, de por qué se disolvió la URSS y se mató allí el comunismo por los propios comunistas de manera incruenta y sin que el «pueblo soviético», el mismo que derrotó al fascismo e hizo de la Unión Soviética una gran potencia, moviera un dedo para defenderlo.
Y es que el comunismo como sistema en la URSS, en Cuba y donde quiera que se ha implantado se ha basado «en creencias», como si de una religión se tratase, pero a diferencia de la promesa religiosa que «es vaga e indeterminada. La reencarnación, el reino de los justos y el paraíso son promesas sin fecha, sin comprobaciones y sin resultados prácticos. Se cree en ello y ya está. Así van pasando los siglos, es decir no precisa ni demostración ni verificación. Solo fe», las promesas del comunismo como «religión laica», «no solo llevaban fecha de cumplimiento, sino que además debían ser comparadas en sus resultados prácticos con los resultados de otras naciones competidoras»6
Y aquí es donde comienzan los problemas para que los cubanos sigan creyendo en el comunismo y, en base a esa creencia, estén dispuestos a resistir esta nueva etapa económica de estrecheces con el mismo estoicismo y desinterés con que lo hicieron, contenta y masivamente, en los años 90 del siglo XX al llamado de Fidel Castro. Y es que hay una gran diferencia entre el inicio de la etapa de sacrificio actual y aquella de hace 29 años.
La disimilitud estriba en que hoy es muy difícil para el comunismo cubano cumplir las promesas que haya podido venir haciendo, y mucho más complicado hacer que nuevos ofrecimientos sean cumplibles, puesto que la etapa histórica iniciada en 1959, y que allanó el camino para que la propuesta de inmolación lanzada por el Comandante Castro surtiera efecto en 1990, no tiene nada que ver con la etapa que se inicia ahora en 2019.
¿Dónde está la diferencia? Sin menospreciar lo realizado en los primeros 30 años de la Revolución Cubana, y mucho menos minimizar sus innumerables logros, hay que reconocer que el nivel de desarrollo económico de Cuba en 1959 era tan bajo y el de injusticia social tan alto que, a mucho que se prometiera y por poco que se hiciera, y los revolucionarios cubanos hicieron bastante en materia de derechos económicos, políticos y sociales durante esas tres décadas, la evaluación de los resultados por el pueblo sería alta: la población campesina trabajaba la tierra, pero carecía de su propiedad, en la ciudad predominaban los alquileres onerosos, la tasa de analfabetismo era elevada, los servicios de salud eran privados y escasos (3 mil 500 médicos para 7 millones de habitantes); mientras que en 2019, quien no labora un pedazo de tierra en Cuba es porque no quiere, todo el mundo es dueño de su casa (con independencia del estado constructivo de la misma), no hay analfabetos, el grado de escolaridad es superior a 11 grados y cuenta con la mejor cifra de médicos por cada mil habitantes del mundo; niveles y puntos de comparación que hacen muy difícil, no ya hacer nuevas propuestas, sino llevarlas a cabo y cumplirlas.
Como decía Poch-de-Feliú para el caso ruso, con esos desarrollos y «resultados prácticos» constatado, es muy difícil para Cuba en la periferia de la economía-mundo capitalista dar nuevos saltos hacia adelante, dado que ahora ya no se está en el bajísimo nivel que se estaba en 1959, y lo más complicado, la elevada cota alcanzada se hizo por estar precisamente fuera de la economía capitalista mundial, lo cual fue muy saludable, aunque también muy artificial, porque dentro de ella no hubiese podido alcanzarla, de hecho nadie de los que integran esa vasta y extensa área periférica lo ha logrado.
De tal suerte que, paradójicamente, los éxitos alcanzados y la altitud conseguida en materia económica y de derechos sociales se erigen como quimera para alcanzar más metas y, en correspondencia, poder prometerlas, con lo cual parece ser que ha llegado el momento de que se devalúa y erosiona la sacralización de «esa suerte de religión laica«7 que es el socialismo en la experiencia de Cuba.
El ejemplo más llamativo es la vivienda; de no ser propietarios la mayoría de los ciudadanos cubanos se convirtieron en ellos, y durante los primeros 30 años florecieron muchos edificios de apartamentos alrededor de las grandes ciudades, y hasta pequeños pueblos, de uniforme y horrible aspecto arquitectónico, pero vivienda al fin y al cabo, y sobre todo asequible, pagable en pocos años y con intereses bancarios sin ánimo lucrativo, condiciones todas que serían de la envidia de cualquier hipotecado occidental, pero que también llevarían a la quiebra del sistema financiero occidental.
¿Qué ocurre en la actualidad? Que resulta imposible para un trabajador cubano (sea del sector presupuestado, empresarial estatal o privado) edificarse una vivienda a prueba de huracanes (el mejor indicador para medir lo que en Cuba es una vivienda sólida). La única manera que tiene hoy un ciudadano cubano para fabricarse una vivienda es, accediendo a un subsidio, pero para ello tiene que haber demostrado un estado de la misma (chabola más bien) paupérrimo, haber estado viviendo en esas condiciones insalubres durante largos y penosos años (a veces décadas), contar con hijos pequeños viviendo en hacinadas habitaciones, vivir en piso de tierra, o ser ancianos próximos a irse al «otro mundo» y, sobre todo, «demostrar» una pobreza extrema y bajos y raquíticos ingresos, solo así, demostrando y avalando tan humillante situación, el Estado socialista cubano accede a facilitarle los recursos para que construya su vivienda.
Lo más llamativo de este caso es, que ello no es responsabilidad ni dejadez del gobierno cubano, sino de que los recursos disponibles para ello son los que son, no hay otros, por tanto, los escasos bienes para tal fin solo están disponibles para aquellos que declaren y manifiesten un estado habitacional degradante, bochornoso y vergonzoso.
En otras palabras, era más fácil hace 60 años expedir un documento de propiedad de una vivienda propiedad de un casateniente a un trabajador que la alquilaba, que darle hay los recursos para que se la edifique. Las promesas de hoy son más complicadas cumplirlas, esa época pasó, y correspondió a una etapa en que los revolucionarios cubanos transitaban por un período felizmente al margen de la acción de la ley del valor, la ley rectora de la economía-mundo capitalista, mientras que hoy están siendo nuevamente aislados de forma parcial de dicha economía-mundo (la única que hay), pero sin contar esta vez con un refugio, como lo fue en su tiempo la Unión Soviética o la llegada de Hugo Chávez.
Y lo otro es que los cubanos actualmente tienen puntos de comparación de todo, antes de 1990 era mucho menor. Hoy visitan la Isla más de 4 millones de turistas al año que llevan consigo todo el tecno-consumismo occidental, muchos trabajadores desde sus puestos de trabajo están conectados a internet, y la población en general también tiene acceso a él, a través de centenares de puntos con conexión WIFI diseminados por toda la Isla; eso no solo era impensable en 1990, sino que ni existía, pero lo realmente peligroso de todo ello estriba en el hecho de que, a través de toda la ropa de moda que entra y de toda la bisutería y aparatejos que se introducen, los «cultos» ciudadanos cubanos no solo no logran ver que detrás de ellos está el trabajo infantil en India o Bangladesh, sino que los mismos reflejan la superioridad del capitalismo occidental. No llegan a comprender que, detrás de los millones de turistas extranjeros que visitan anualmente la Isla, se esconde el hecho de que, en este mundo solo tienen libertad de movimiento y derecho a hacer turismo aquellos que vivimos (y no todos incluso) en la zona central de la economía-mundo capitalista, donde habita solo un 15 % de la población mundial.
Llegados hasta aquí, cabría la pregunta de qué hacer, qué alternativa tiene Cuba para enfrentar la nueva etapa que inaugura y se le avecina, y sobre todo, desde una óptica anticapitalista, qué le falta por hacer.
La estrategia marcada en lo inmediato parece correcta, tiene todo el sentido común, lo primero que tiene hacer el ser humano es procurarse el pan de cada día, sobrevivir, con lo cual no puede haber ninguna objeción a lo que hacen, respetando incluso principios que son un lujo en el mundo de hoy: educación y salud pública gratuitas8.
La otra cuestión es que más allá de la estrategia de sobrevivencia mínima lanzada para el corto plazo, la situación de Cuba en el medio plazo no cambiará mucho9; o en palabras más entendibles: es imposible romper la estructura económica asignada por la división internacional capitalista del trabajo en el curso de su conformación histórica a lo largo de los siglos, nadie lo ha podido jamás, y las excepcionalidades históricas de Corea del Sur y Taiwán obedecen más a factores geopolíticos que al funcionamiento regular del sistema; a lo más que puede aspirarse es a mejorar (aunque sin cambiar sustancialmente) la posición dentro de la misma, pero para ello, alguno de los otros actores tiene que empeorarla, así ha sido durante los 500 años de existencia del capitalismo mundial. Un solo ejemplo ilustra lo anterior: en un país como México, con recursos naturales de todo tipo, 135 millones de habitantes y que posee todos los climas, tipos de tierra y fertilidad posible, el 40 % de su Producto Interno Bruto lo envían anualmente 12 millones de inmigrantes radicados en EE. UU.
Lo preocupante de todo esto es que los cubanos sigan sin reconocer que lo que ellos llaman «socialismo» no es más que una variante de la sociedad mundial mercantil, con características particulares por la ausencia de un mercado espléndido y desarrollado, y que lo que han hecho hasta ahora en materia económica, política y social no excede todavía lo que se considera «de ‘críticas inmanentes’ insuficientes que apuntan a distribuir y administrar mejor las categorías de base del capitalismo, y no a abolirlas»10.
La lección que el compañero Robert Kurz nos dio en 1991, a escasos dos años después de la caída del Muro de Berlín, tienen una vigencia eterna, si de lo que se trata es de transformar el capitalismo en otro tipo de sociedad y no de reformarlo. Desde época tan temprana (y hoy ya muy lejana en el tiempo) la escuela crítica del valor alertó en qué consistía el llamado «sistema socialista mundial», por qué el mismo era la «hoja de parra» del sistema capitalista y, sobre todo, por qué «con el derrumbe del socialismo real desaparece una época entera y se vuelve historia»11
«El movimiento moderno de los trabajadores, tanto como su marxismo con su correspondiente reflejo teórico, entra en esta constelación del sistema de producción de mercancías en su inmenso crecimiento, y eventualmente también la génesis de la versión real-socialista de la sociedad moderna del trabajo, cuyo colapso acontece frente a nuestros ojos. Atrapado en el horizonte histórico del ascenso del trabajo abstracto, no pudo superar su carácter autotélico, ni material ni idealmente.
El ‘mercado planificado’ del Este, ya desde su denominación, no dejó de lado las categorías del mercado. En consecuencia, en el socialismo real aparecieron también las categorías fundamentales del capital: salario, valor, lucro (la ganancia en la administración de empresas). El principio básico del trabajo abstracto no solo apareció, sino que ascendió al máximo.
¿En qué consistía la diferencia sistémica que ahora comienza a disolverse? El socialismo real nunca podría abolir la sociedad capitalista moderna. También pertenece al sistema de producción de mercancías burgués y no disuelve esta forma histórica de socialización en otra, sino que representa otro nivel de desarrollo dentro de la misma formación epocal. Lo que prometía una sociedad posburguesa del futuro terminó siendo un régimen transitorio preburgués y estancado, en camino hacia la modernidad; un fósil prehistórico del pasado heroico del capital»12
Porque como decía Anselm Jappe, «para encontrar una alternativa al capitalismo, hay que preguntarse primero por la naturaleza de la mercancía y el dinero, el trabajo y el valor -categorías que parecen muy ‘teóricas’ pero cuyas consecuencias determinan finalmente cada uno de nuestros actos cotidianos–«13
¿Por qué nuestra crítica a los cubanos, aunque no es solo a los cubanos? Porque los cubanos (y todo el espectro progresista mundial) se están concentrando en lo inmediato, en el mañana, descuidando las otras temporalidades que existen.
¿Qué queremos decir con esto? Que la vida de todo sistema (recordamos que vivimos en el sistema-mundo capitalista, el único sistema que hay en el mundo y en el cual vive el planeta desde fines del siglo XIX) tiene tres temporalidades: el corto, el medio y el largo plazo (la longue durée de Fernand Braudel, que fue quien la acuñó).
Mientras todo el mundo se dedica a luchar para sobrevivir, como pueda y en las mejores condiciones que pueda, en el corto plazo, es decir hoy y mañana, no se le está prestando la suficiente atención al medio plazo, la temporalidad más importante de las tres, donde habrá de decidirse cuál será el sistema-mundo o sistemas-mundo sucesor del actual en el largo plazo, decisión que se mantendrá dependiente de lo que se haga (hagamos) en la lucha del medio plazo.
¿Qué va a ocurrir mañana? El corto plazo es muy volátil (el querido y admirado compañero Pedro Prieto lo llama, además aburrido, ‘me aburre cada vez más’ dice él, algo con lo que concuerdo), casi se puede afirmar que ese corto plazo es impredecible, ¡pese a su cercanía!; pero el medio plazo (la temporalidad más importante) se planifica y proyecta, se programa y planea, sin embargo, en el corto plazo, es decir hoy, mañana y pasado mañana. Aún así, por ningún lugar se ve que al corto plazo se le esté dedicando tiempo, espacio y todo aquello sobre cómo queremos que sea ese medio plazo (porque insisto en el largo plazo ya tendremos el otro sistema, nos guste o no), y lo que se observa es que las fuerzas progresistas (y disculpen la utilización de tan amorfa y corrompida palabra hoy en día) carecen de un programa y un pensamiento táctico-estratégico para edificar esa sociedad que queremos y que tendremos queramos o no en el medio plazo. Esto no es solo una crítica, es una constatación. Los que se proponen una transformación social en un momento en que se han derrumbado los paradigmas emancipadores del siglo XX (sí es que lo fueron, y en algún sentido, dígase lo que diga, en algo sí lo fueron) lo hacen cuando aún están por delinearse los paradigmas del siglo XXI. ¿se puede hacer (parafraseando al poeta) camino al andar? Sí, pero eso tiene sus costos. Por otra parte, entre los que promueven una reforma progresista, prevalece la noción de democracia sin apellidos, un grave y peligroso error (ya no digo ingenuo), de querer pretender competir en condiciones de igualdad con los dueños del mundo14.
Para terminar: la situación es grave y preocupante, pero reversible; grave, porque con los dueños del mundo, no hay alternativa civilizada posible, harán todo lo posible por cambiarlo todo sin que cambie nada; preocupante, porque como quiera que lo hagan, los dueños del mundo captarán el apoyo de los sectores populares, ya lo hacen (ningún sistema que no se legitime tendrá mucho recorrido, y ellos, los dueños del mundo, lo saben); pero reversible, porque donde quiera que esa oligarquía gobierne y se haga del poder, la concentración de riqueza y el descarte de seres humanos crearán condiciones para nuevos auges de las luchas emancipadoras. ¡Pero por favor no esperemos a ello!
El anticolonialista cubano José Martí decía que «los malos solo triunfan allí donde los buenos somos indiferentes», seamos de esos buenos a los que le es indiferente la indiferencia.
Notas
* Este artículo está escrito desde la óptica de la «perspectiva de sistemas-mundo» de Immanuel Wallerstein y la «crítica del valor-disociación» de Robert Kurz y Anselm Jappe, a cuyas escuelas de pensamiento anticapitalista se adscribe el autor. Llama la atención que un país como Cuba que ha publicado más de un billón de libros, no haya publicado aún ningún texto de los autores antes mencionados.
1. Jappe, Anselm. Prólogo al libro del Robert Kurz El colapso de la Modernización. Editorial Marat. 2016. Página 15.
2. Dicho artículo prevé que los ciudadanos que tenían la nacionalidad estadounidense cuando se aprobó la ley pueden exigir en los tribunales de Estados Unidos compensaciones económicas a aquellas empresas que hicieron negocios sobre los terrenos de su propiedad en Cuba que perdieron, tras la expropiación de la Revolución Cubana, sin cobrar ni un céntimo. Hasta mayo de este año en que Trump lo puso en vigor, todos los presidentes norteamericanos suspendieron esta parte de la ley. Según estimaciones oficiales estadounidenses, podría haber más de 6 mil personas con derecho a reclamar indemnizaciones a Cuba, estimadas en 8.500 millones de dólares.
3. «es necesario que estemos alertas y conscientes de que enfrentamos dificultades adicionales y que la situación pudiera agravarse en los próximos meses. No se trata de regresar a la fase aguda del Período Especial de la década de los años 90 del siglo pasado; hoy es otro el panorama en cuanto a la diversificación de la economía, pero tenemos que prepararnos siempre para la peor variante», decía Raúl Castro en abril de 2019. Discurso pronunciado por Raúl Castro Ruz con motivo de la proclamación de la Constitución de la República el 10 de abril de 2019. http://www.cubadebate.cu/opinion/2019/04/11/raul-castro-esta-constitucion-deviene-en-un-legado-para-las-nuevas-generaciones-de-cubanos/#.XShm4OR7m1s
4. Palabras del ministro de economía de Cuba Alejandro Gil Fernández en la TV cubana, 2 de julio 2019. Díaz-Canel en la Mesa Redonda: Las nuevas medidas sólo tendrán éxito si el pueblo las hace suyas. http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/07/02/en-vivo-mesa-redonda-sobre-nuevas-medidas-economicas-y-aumento-salarial-video/#.XS4HE-R7m1s Las negritas y subrayados son nuestros.
5. «…lógicamente, ese capitalista que viene a invertir en Cuba corre un riesgo mayor y pide que se le retribuya. En otras palabras: el riesgo se paga en la economía. Si usted hace una inversión a riesgo, usted aspira a que la retribución cubra el riesgo. Usted no puede negociar la inversión extranjera de la misma forma en que se negocia en Costa Rica, en Jamaica o en otros países que no están bloqueados.» José Luis Rodríguez, ex ministro de Economía de Cuba. ¿Qué alternativas implementar ante problemas de la economía cubana?. http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/05/17/como-solucionar-problemas-urgentes-de-la-economia-cubana-podcast/#.XS4GUOR7m1s
6. Poch-de-Feliú, Rafael. Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento. Ediciones Akal. 2018. Página 85. Este libro forma parte de la importante colección de libros A Fondo, de la Editorial Akal, que dirige el compañero Pascual Serrano.
7. Poch-de-Feliú, Rafael. Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento. Página 85.
8. Los servicios de salud y educación en Cuba son gratuitos en el sentido de que el ciudadano, independientemente de su nivel de ingresos, tiene acceso libre y garantizado a los mismos, pero ello no supone que no le cuesten a la sociedad ya que, ésta tiene que destinar una parte de sus ingresos para cubrir su pago, una demostración más de que la economía cubana (como en todas partes) funciona bajo los principios regidos por la división internacional del trabajo capitalista. Los cubanos no lo esconden, aunque deberían explicarlo a la sociedad, basta decir que, en la visita a cualquier centro de salud cubano el recibimiento es un llamativo cartel que dice: Los servicios de salud son gratuitos, pero cuestan.
9. «como bien dice el compañero Fernando Martínez Heredia, ‘el socialismo economicista no podrá darle una salida socialista y eficaz a la situación actual’, donde la magia del mercado está tratando de suplantar a la magia de la planificación, por cuanto que el mercado en líneas generales (y esto debe quedar claro para todos los cubanos) no resultará un instrumento de bienestar económico más eficaz para Cuba de lo que ha sido la planificación, puesto que las principales dificultades económicas de la mayor Isla caribeña han provenido, aún provienen y previsiblemente aún provendrán, no de sus mecanismos económicos internos, sino de su posición estructural en la economía capitalista mundial, como parte integrante de su vasta y extensa área periférica». Crespo, Rodolfo. Las reformas económicas en Cuba, los intelectuales contestatarios y la cuadratura del círculo. Rebelión 24 abril 2014. http://rebelion.org/noticia.php?id=183762)
10. Jappe, Anselm. Prólogo al libro del Robert Kurz, El colapso de la Modernización. Editorial Marat. 2016. Página 10.
11. Kurz, Robert. El colapso de la modernización. Editorial Marat. 2016. Página 31. Es significativo el subtitulo que lo acompaña. Del derrumbe del socialismo de cuartel a la crisis de la economía mundial. El libro más importante de Kurz, Libro Negro del Capitalismo: réquiem para la economía de mercado, aún permanece inédito en lengua castellana.
12. Kurz, Robert. El colapso de la modernización. Editorial Marat. 2016. Página 45.
13. Jappe, Anselm. Prólogo al libro del Robert Kurz El colapso de la Modernización. Editorial Marat. 2016. Página 29.
14. No debe olvidarse que «cualquier esquema que se implante (por los dueños del sistema capitalista) funcionaría en todo caso, a diferencia del elaborado por Keynes en contra de los requerimientos del proceso de reproducción ampliada del capital. Con otras palabras, la búsqueda de un paradigma posneoliberal marcha a contrapelo de la evidencia teórica y empírica existente en el mundo de que es imposible mantener un esquema de redistribución social de la riqueza, que esté subordinado a un esquema de reproducción del capital cuyo fundamento es la concentración aguda y acelerada». Contribución de la representación del Partido Comunista de Cuba al debate del documento central del IX Encuentro del Foro de Sao Paulo. El Capitalismo Contemporáneo y el debate sobre la alternativa. Cuba Socialista Nº 17, 3ª Época, 2000. ¡Hasta los mismos cubanos nos enseñaron esto hace 19 años!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.