Primer avatar: El más mínimo error durante una operación para extraer las más de 1.300 barras de combustible en la central atómica de Fukushima «podría desencadenar a una serie de fallos con un resultado apocalíptico» [1]. TEPCO, el «operador» de Fukushima, planea extraer 400 toneladas en barras del combustible gastado que se encuentra almacenado en […]
Primer avatar: El más mínimo error durante una operación para extraer las más de 1.300 barras de combustible en la central atómica de Fukushima «podría desencadenar a una serie de fallos con un resultado apocalíptico» [1].
TEPCO, el «operador» de Fukushima, planea extraer 400 toneladas en barras del combustible gastado que se encuentra almacenado en una piscina en el reactor dañado de la planta 4ª. La operación «tendría que hacerse manualmente desde la parte superior del edificio afectado en un entorno de contaminación radiactiva».
En el peor de los casos, se señala en la información, un mal manejo de una de estas barras «podría resultar crítico, derivando en una crisis en la superficie del planeta por la liberación de lluvia radiactiva que sería imposible de detener», según ha explicado la investigadora Christina Consolo [CC], fundadora y conductora de Nuked Radio.
Añadió algunas consideraciones complementarias:
A pesar de que como es sabido la manipulación de las barras de combustible ocurre casi a diario en las más de 430 plantas atómicas distribuidas en todo el mundo (de manera netamente desigual), es un procedimiento muy delicado, incluso bajo las mejores circunstancias según recuerda CC. «Lo que hace que la eliminación de combustible en Fukushima sea tan peligrosa y compleja es que se trata de una piscina de combustible cuya integridad se ha visto gravemente comprometida». No obstante, tiene que intentarse dado que «el reactor 4 tiene los problemas estructurales más importantes y esta piscina se encuentra en la planta superior del edificio. El sitio ha sido apuntalado con cinta adhesiva y un soporte de bicicleta por más de dos años». Por supuesto: «La complicación más grave podría ser cualquier cosa que conduzca a una reacción nuclear en cadena. En una piscina de combustible que contiene las barras y tiene los soportes dañados, se podría poner en marcha por su cuenta en cualquier momento». La fortuna, de la que ya nos habló el gran Machiavelli, nos ha acompañado: no ha sucedido hasta el momento. Pero estamos ante un escenario, sin exagerar, ciertamente apocalíptico. «Además del potencial peligro del reactor 4, también entiendo que un evento climático, un apagón, un terremoto, un tsunami, un fallo del sistema de refrigeración, o una explosión y un incendio de algún tipo, en cualquier punto de la planta de Fukushima, también podrían desatar un evento de tal magnitud».
Segundo avatar: «Una fuga en Fukushima filtra 300 toneladas de agua radiactiva» [2].
TEPCO ha admitido finalmente que unas 300 toneladas de agua radiactiva -¡300.000 litros!- se han filtrado al exterior desde los tanques que usa para almacenar el líquido, empleado en enfriar los reactores de la planta.
En una rueda de prensa ofrecida poco después de que trabajadores («operarios» en ciertas informaciones, al estilo de la terminología franquista) de la planta detectaran unos charcos junto a los tanques, la «poco comunicativa» Tokyo Electric Power ha admitido que la cantidad de la fuga es bastante mayor que los 120 litros estimados inicialmente. ¡Sólo unas 2.500 veces más!
Se han encontrado también materiales en el agua filtrada que emiten radiación beta [3] con una lectura extremadamente alta: ¡80 millones de becquereles por litro!
Un portavoz de la multinacional nipona admitió que el agua probablemente se haya filtrado al suelo. Debe averiguarse aún dónde está exactamente el origen de la fuga. La Autoridad de Regulación Nuclear japonesa, la NRA, ha pedido un estudio más exhaustivo: «teme que el agua pueda haber fluido al mar, frente a la central, a través de algún sumidero».
La fuga se suma al problema de la acumulación de agua contaminada en los sótanos de los edificios de los reactores: ¡que aumenta diariamente unas 400 toneladas! Supone, se apunta, el principal desafío de cara a desmantelar de manera segura la central, la supuestamente más que segura central atómica [4].
¿Se acuerdan del lema atómico «energía nuclear = energía barata, segura, pacífica»? ¿Recuerdan las descalificaciones a los críticos de esta apuesta fáustica e irresponsable?
Tercer avatar: «Los niveles de radiación en Fukushima, los más altos de la historia» [5] es el titular periodístico.
Los índices de tritio en el agua de la bahía cerca de la planta de Fukushima son los más altos en la historia de las mediciones según un informe de la propia TEPCO. Se afirma en él que «las mediaciones detectaron un nivel de 4.700 bequerelios de tritio por litro en una muestra de agua de mar tomada de la bahía». La medición anterior había mostrado niveles de 3.800 bequerelios/l. La concentración de tritio ha venido aumentando constantemente desde mayo de 2013. «La operadora indicó que el nivel de radiación más alto se detectó cerca del reactor 1».
De hecho, como se recuerda, a principios de agosto de 2013, TEPCO informó «que las barreras que impedían la fuga radiactiva al océano desde la siniestrada central nuclear ya son incapaces de cumplir su función», y tuvo que admitir finalmente que el agua subterránea acumulada en los sótanos de la central atómica, contaminada con altos índices de tritio y estroncio, «se habían elevado 60 cm sobre la barrera y se estaba vertiendo al Pacífico».
Para señalar la importancia de esta concentración, tomo pie en la información facilitada por Eduard Rodríguez Farré sobre el tritio en el libro de conversaciones de 2008 [6].
En las aguas superficiales marinas, donde la concentración de tritio natural era en 1950 de 0,01-0,03 Bq/l, se alcanzó en 1964, tras las continuas explosiones atómicas en la atmósfera, «cifras superiores a los 2 Bq/l en el hemisferio norte, unas 200 veces superiores a las preatómicas» (es decir, anteriores a nuestra era atómica). Dado que el tritio, este emisor beta débil, tiene una vida media de 12,3 años, tras el cese de pruebas en la atmósfera, la concentración de tritio fue «disminuyendo, detectándose a finales de los 90, en el Atlántico Norte, entre 0,3 y 0,6 Bq/l».
Es ilustrativo al respecto, señala ERF, «ponderar que la cantidad total de tritio natural en el planeta era de 1,3 EBq (EBq: exabecquerelio = 1018 becquerelios), o dicho de otra forma, que por cada 1018 átomos de hidrógeno, un trillón de átomos [un millón de billones], existía 1 de tritio». Las pruebas atómicas y luego las plantas nucleares añadieron 186 Ebq de tritio al planeta en los años 60, del cual quedaban todavía unos 50 Ebq en 2001, a principios del siglo XXI.
Hacia 2008 se detectaron en el canal de la Mancha y Mar del Norte, en el mar de Irlanda o en el Báltico, «concentraciones entre 2 y 20 Bq/l, en contraste con las más de 10 veces inferiores del océano Atlántico». Son, señala ERF, el aporte de las plantas de La Hague en Francia, de Sellafield en Gran Bretaña o de vertidos de centrales de la cuenca báltica.
Consideraciones similares pueden hacerse respecto al carbono 14, prosigue el científico franco-barcelonés. El radiocarbono formado por las explosiones atómicas ha doblado la cantidad existente en el planeta, con un agravante: «con una vida media de 5.730 años hoy en día seguimos expuestos a prácticamente las mismas cantidades que hace cuarenta años, cantidades que se incorporan a la biosfera de forma importante». En los últimos años el funcionamiento normal, o accidental, de la tecnología nuclear se ha convertido en la principal fuente de contaminación radiactiva, señala ERF, «superando en determinados casos y áreas geográficas a la originada por las explosiones atómicas. Todas las nucleares difunden radionúclidos en el aire y las aguas, siendo las centrales de producción eléctrica menos sucias que las plantas de reprocesamiento, dado que éstas pueden representar una contaminación entre 100 y 1.000 veces mayor según los radionúclidos que estemos analizando.».
Entre los radionúclidos arrojados al medio por la industria electronuclear, el criptón 85 y el tritio, informa ERF, «ocupan un lugar destacado en razón de su cantidad, su diseminación global y su período de actuación». Los radionúclidos evacuados rutinariamente con el agua de refrigeración que procede de los reactores pueden acumularse en zonas concretas de los sistemas acuáticos o ¡recorrer grandes distancias!. Un sistema de diseminación radioactiva a escala mundial se encuentra también en los satélites con generadores nucleares.
La cuestión de fondo: ¿Es o no Fukushima un Chernóbil a cámara lenta? ¿Algo peor acaso?
Notas:
[1] http://actualidad.rt.com/actualidad/view/103212-fukushima-apocalipsis-nuclear-muertes-japon
[2] http://www.publico.es/463566/una-fuga-en-fukushima-filtra-300-toneladas-de-agua-radiactiva
[3] DESINTEGRACIÓN BETA (): Proceso por el que un núclido inestable se transforma en otros núclidos mediante la emisión de una partícula beta que puede ser un electrón con carga negativa (– o negatrón) o bien positiva (+ o positrón), integrante este último de la antimateria. La diferencia básica entre un electrón o un positrón común y la partícula de radiación beta correspondiente es su origen nuclear, puesto que una partícula beta no es un electrón ordinario arrancado de algún orbital del átomo. Proceso general de la desintegración –: un neutrón da lugar a un protón, que permanece en el núcleo, y emite un electrón negativo y un antineutrino. El elemento resultante es un número atómico superior al originario y de masa similar. Ejemplo de ello es la transmutación del carbono 14 (número atómico 6) en nitrógeno 14 (número atómico 7) con emisión de una partícula – y un antineutrino. Proceso general de la desintegración +: un protón da lugar a un neutrón, que sigue en el núcleo, emitiéndose un positrón y un neutrino. El elemento resultante es un número atómico inferior y masa similar. Este proceso es bastante exótico, cual es la transformación del carbono-11 (radionúclido artificial usado en medicina) en boro-11 (número atómico 5) y emisión de un positrón y un neutrino.
[4] La acumulación señalada es la suma del líquido utilizado para refrigerar las unidades de la central nuclear y del agua subterránea proveniente de las zonas colindantes que penetra también en los edificios.
[5] http://actualidad.rt.com/actualidad/view/103382-fukushima-radiacion-nivel-maximo-japon
[6] ERF y SLA, Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, Mataró, El Viejo Topo, 2008.
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)
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