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Recordando algún intento de asesinar a Fidel Castro

Nunca es tarde si la coartada es buena

Fuentes: Rebelión

No se deje pillar desprevenido: las casualidades y las coartadas si existen. Ya les cuento. Una revista latinoamericana -no se porque extraña razón-, me ha confundido con un experto en asuntos cubanos y me ha encargado dos artículos sobre temas de la actualidad cubana. Ni corto ni perezoso, he tomado esa solicitud como coartada y […]

No se deje pillar desprevenido: las casualidades y las coartadas si existen. Ya les cuento. Una revista latinoamericana -no se porque extraña razón-, me ha confundido con un experto en asuntos cubanos y me ha encargado dos artículos sobre temas de la actualidad cubana. Ni corto ni perezoso, he tomado esa solicitud como coartada y me he ido a Cuba, en compañía de mi esposa, donde hemos permanecido entre el 18 y el 29 de enero. Enhorabuena.

Les advierto que no pretendo escribir un artículo de promoción de las bondades turísticas de La Habana, en esta época del año. De soslayo, sólo les diré que hemos estado hospedados en el Hotel Habana Libre -en pleno corazón de la ciudad- que en sí mismo posee potencial para una visita de interés para cualquier turista. Este hotel, terminado de construir a finales de la década de los años cincuenta, sirvió de sede al primer estado mayor de Fidel Castro después del triunfo de su revolución, en enero de 1959. En la suite plantó el Comandante su primer campamento fuera de la Sierra Maestra.

También en este hotel, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estuvo más cerca que nunca antes de asesinarlo. Corría el mes de abril de 1963 y el entonces Primer Ministro Fidel Castro entra en la cafetería del hotel y solicita un batido de chocolate. El dependiente, nombrado Santos de la Caridad Pérez Nuñez, colaborador de una red de la CIA -vinculada al mafioso Santos Trafficante, Jefe de la Cosa Nostra en Cuba; a John Rosselli, figura del bajo mundo con contactos de juegos en Las Vegas, y dirigida por los hermanos Grau Alsina-, tenía guardada en la nevera de la cafetería una cápsula que contenía toxina de botilunum, una sustancia altamente letal preparada en los laboratorios de la División de Servicios Técnicos (TSD por sus siglas en inglés) de la CIA[i].

Luego de preparar la batidora, cuando se disponía a extraer de la nevera la cápsula venenosa, Pérez Nuñez quebró la cápsula -que se había congelado y pegado al serpentín- con lo cual la acción se frustró. Castro -que no conoció de este plan hasta 1965, cuando los servicios de seguridad cubanos apresaron y desmantelaron esa red de la CIA-, apuró su batido de chocolate, agradeció el servicio que le habían prestado y se retiró del hotel. Probablemente la casualidad haya librado a Fidel Castro de un desenlace mortal. La TSD había preparado unas cápsulas que se disolvían en el agua y habían «cumplido con la tarea que se esperaba de ellas» cuando fueron probadas en monos. En consecuencia, cuando William Harvey entregó a Roselli las cápsulas le dijo: «estas funcionan en cualquier parte y en cualquier momento, con cualquier cosa» [ii].

Regresemos a la Cuba de hoy. El hotel no ha podido sustraerse de la de Castro: usa sistemas que apagan automáticamente las habitaciones cuando no se están usando; tiene grupos electrónicos de emergencia de reciente adquisición y en algún que otro lugar pueden verse los famosos bombillos ahorradores, una pieza de artillería importante en la batalla energética del líder cubano.

Quiso la casualidad que alquilara en esta magnífica atalaya; pues, inicialmente tenía pensado alojarme en el hotel Meliá Habana del otrora exclusivo barrio de Miramar. Bajo mis pies -y desde una privilegiada altura-, pude apreciar, en toda su extensión, el pasado 24 de enero, una serpentina humana interminable que, en cuadro apretado, iba a protestar ante la embajada estadounidense en La Habana contra la posible liberación, en aquel país, del terrorista internacional Luis Posada Carriles. Aquí comprendí la hondura de esa frase, tal vez un tanto manida, de que «vale más una imagen que mil palabras», o mejor aquella que reza que «vista hace fe».

A veces las coartadas se mezclan con las casualidades. En la tarde de ese día, cuando las calles habían quedado casi desiertas, salimos del hotel para tomar un helado en la famosa heladería Coppelia y apreciar con detenimiento un magnífico y gigantesco mural, de la pintora cubana Amelia Pelaez, que adorna la fachada del Habana Libre.

Vamos al asedio. Quien les dice que, frente al hotel, en el anaquel de un vendedor de libros viejos y desde la portada de una revista Vanidades platino de colección, de noviembre de 2005, nos observaba, con ojos intensamente azules y una mirada coqueta, la famosa modelo París Hilton, bisnieta del magnate hotelero Conrad Hilton, quien fuera el dueño del hotel cuando se llamaba Habana Hilton, claro. ¿Casualidad o Coartada? Tendré que volver a Cuba para averiguarlo.



[i] Supuestas conspiraciones de asesinatos contra dirigentes de otros países. Un informe provisional del comité escogido del Senado de Estados Unidos para estudiar operaciones gubernamentales relacionadas con las actividades de inteligencia. 94 Congreso 1ra Sesión. Informe No.94-465 pp F.11 y F.15. Imprenta del Gobierno de Estados Unidos, Washington, 1975

[ii] Ibidem p-F.15