La organización internacional Oceana, dedicada a la protección de los mares del mundo, advirtió que una de las principales amenazas que le tocará vivir a América Latina durante este nuevo siglo será la escasez de recursos naturales, especialmente del agua potable, dado el irresponsable consumo que hacen de ellas las transnacionales instaladas en la región. […]
La organización internacional Oceana, dedicada a la protección de los mares del mundo, advirtió que una de las principales amenazas que le tocará vivir a América Latina durante este nuevo siglo será la escasez de recursos naturales, especialmente del agua potable, dado el irresponsable consumo que hacen de ellas las transnacionales instaladas en la región.
Su director ejecutivo para América del Sur, Marcel Claude, explicó que aunque ninguna de las demandas sociales que se le hacen al modelo neoliberal, impuesto en Latinoamérica y gran parte del mundo, lograran hacer un cambio estructural «tendremos que enfrentar una transformación profunda, ya no urgido por los movimientos sociales, sino por la escasez de recursos naturales, especialmente de agua potable, que actualmente sufre una voraz explotación en todo el mundo, en especial en América Latina».
Según datos de Oceana, esta realidad está a la vuelta de la esquina. Únicamente el 2,5% del agua del planeta es dulce, y menos de la mitad está disponible para ser utilizada. Actualmente más de 1.200 millones de personas, sobre todo en América Latina, África y Asia, sufren la escasez del vital elemento en algún grado. Según el Fondo de Población de Naciones Unidas, dentro de 25 años una de cada tres personas en la Tierra tendrá poca agua o nada.
Como consecuencia de esta escasez (desertificación, menos producción de alimentos, aumento de enfermedades infecciosas y destrucción de ecosistemas), comenzarán a surgir conflictos sociales y políticos a distinto nivel. Para el economista Marcel Claude, esta realidad es ya motivo de tensiones internas en Latinoamérica, tal como ocurrió hace pocos años en Bolivia, donde la privatización del agua potable de Cochabamba, alzó a su gente en una revuelta que acabó con varios muertos y con la ciudad en estado de sitio.
«Estos mismos problemas internos, se transformarán pronto en conflictos internacionales, cuando se acentúe aún más la diferencia entre países ricos en agua y los que no cuentan con grandes reservas; todo esto enmarcado en un sistema económico que ha sido incapaz de asignar eficientemente este recurso», enfatiza Claude.
Para el economista, lo anterior es un reflejo de dos fenómenos crecientes en todo el planeta: la privatización del agua, donde las grandes transnacionales están haciendo sentir su poder económico en muchos pueblos del Tercer Mundo, en un negocio que se sabe es altamente lucrativo. Coca Cola predice que su agua -en algunos países más cara que la gasolina- terminará dando mayores beneficios que sus bebidas gaseosas en muy pocos años. «Para esto basta recordar la polémica suscitada en el Reino Unido hace exactamente un año, cuando esta transnacional reconoció estar envasando agua potable de Londres, para venderla como agua mineral a 3 euros el litro».
El segundo fenómeno sería la cada vez más acelerada militarización, disfrazada de «protección» de las grandes fuentes de agua. Por ejemplo, diversos analistas concuerdan que uno de los objetivos estratégicos de la invasión a Irak fue el control de los dos ríos más importantes del Medio Oriente, territorio donde el agua es tan preciada como el petróleo.
Existen también ejemplos mucho más cercanos: en Argentina, una investigación del Centro de Militares para la Democracia, llegó a una preocupante conclusión: «La cíclica presencia del Comandante del Ejército Sur de EE.UU. en la Triple Frontera, las declaraciones del Departamento de Estado y los rumores de que allí habría terroristas tienen un objetivo: el control del Sistema Acuífero Guaraní (SAG), un verdadero océano de agua potable subterráneo que tiene allí su principal punto de recarga».
Con este último dato, Claude da por demostrada la inoperancia del mercado para administrar este recurso, y plantea que sólo queda una cosa por hacer: «convencer a los pueblo del mundo que el agua, más que un bien negociable, es un derecho básico, y que como tal requiere la protección estatal para ser garantizada a la ciudadanía. Si cada Estado es incapaz de asegurar este derecho, tendremos entonces que seguir el valiente ejemplo cochabambino, que logró a fuerza de desobediencia civil, recuperar su derecho fundamental de contar con agua para seguir viviendo».