Toda pandemia cursa en oleadas. Salvo algún fanático negacionista, ya nadie pone en duda este principio básico en la era COVID.
Si son dos, tres o cuatro, o estamos en la tercera o en la cuarta ola, es algo más cuestionable. Todo depende de a lo que llamemos ola. SARS-CoV-2 se ha diseminado por todo el planeta mucho más rápidamente que el amianto, también el virus mata más rápido que la fibra mineral asesina. Por ahora el virus corre más rápido que la distribución de vacunas, esperemos que pronto las vacunas ganen la carrera.
Es tal la cantidad de fibras de amianto liberadas a la atmósfera por la actividad industrial a lo largo del pasado siglo que han colonizado hasta remotas islas del Pacífico. También las recónditas islas del Pacífico eran hasta hace poco los únicos territorios libres de COVID en el mundo. Paradójicamente son las mismas mascarillas FFP3 las que nos protegen tanto de las fibras de amianto como de los aerosoles cargados de partículas virales. También los EPI (Equipos de protección individual), frente a los causantes de ambas pandemias son similares. El mecanismo de transmisión de virus y partículas a través del aire que respiramos es el mismo.
Hasta aquí alguna de las analogías, pero hay importantes diferencias entre ambas pandemias que debemos tener en mente. El periodo de latencia es la más notoria. Todavía no nos habríamos enterado de la COVID si el virus hubiera precisado para provocar la enfermedad décadas, en lugar de días. Pero SARS-CoV-2 no es un virus lento. El largo periodo de latencia de las enfermedades provocadas por el amianto, que se manifiestan varias décadas después de la exposición, dificultó en su día la detección de la pandemia.
No hay vacuna ni la habrá frente a las fibras de amianto, la única solución es el bloqueo del agente: la prohibición de la producción y comercialización del amianto en todo el mundo. Una sola persona infectada puede contagiar el virus a varias personas, pero una sola fibra de amianto no basta para enfermar. Es cierto que no hay un límite mínimo seguro de exposición y que, a veces, han bastado exposiciones con duración de minutos para desencadenar un mesotelioma. Pero la posibilidad de inhalar una sola fibra de amianto no es real sino teórica. En reposo respiramos 12 veces por minuto y en cada entrada y salida de aire se movilizan 500 ml. Es decir, en un minuto se movilizan 6000 ml. Esto significa que respirar en unos niveles tan bajos de contaminación ambiental por amianto como 0,01 fibras/cm3, en una sola inhalación de 500 ml entrarían en nuestros pulmones 5 fibras y al cabo de un minuto 60 fibras.
La primera curva representa la importación anual de toneladas de amianto por persona de 1906 a 2002 en España y la segunda el número de fallecidos por mesotelioma y año. FUENTE: López-Abente, G., García-Gómez, M., Menéndez-Navarro, A., Fernández-Navarro, P., Ramis, R., García-Pérez, J., Cervantes, M., Ferreras, E., Jiménez-Muñoz, M., & Pastor-Barriuso, R. (2013). Pleural cancer mortality in Spain: time-trends and updating of predictions up to 2020. BMC cancer, 13, 528. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4228262/figure/F3/
En 2013 Gonzalo López-Abente predijo las tasas de mortalidad por cáncer de pleura (mesotelioma) en España hasta 2020. Las predicciones se han cumplido. El mismo autor en 2020 predijo una segunda oleada de COVID cuya magnitud podría equivaler a la de la primera oleada si no se tomaban las medidas adecuadas de contención de la transmisión del virus. La predicción también se ha cumplido.
En estos momentos nos encontramos en el centro de ambas pandemias y en la cresta de ambas olas, la de enfermedades provocadas por amianto y la de COVID. ¿Va a ser esta la última de las oleadas en ambas pandemias? ¿Cómo va a ser el descenso en cada una de las oleadas? Para buscar una respuesta hay que indagar en las diferencias. SARS-CoV-2 terminará siendo doblegado gracias a las vacunas. No hay vacuna para el amianto y lo que es peor, el amianto acumulado en materiales de construcción se está degradando y con seguridad asistiremos a una nueva oleada si no se adoptan medidas para evitarlo.
En la pandemia del amianto se han descrito tres oleadas. La primera oleada de enfermedades y muertes se produjo entre trabajadores de la minería y transporte de la fibra bruta mineral. También entre trabajadores de fábricas que procesaban fibras de amianto. Industria del fibrocemento e industria textil principalmente. La exposición se produjo a finales del siglo XIX a : primero la asbestosis que se manifestó muy rápidamente como resultado directo de la exposición al polvo de amianto, tan sólo 5 años después. Luego el cáncer de pulmón y el mesotelioma con períodos de latencia más largos (20 y 40 años respectivamente). La gran dispersión de las fibras y la ausencia de un umbral mínimo de exposición en el caso del cáncer de pleura, condicionó también en esta primera oleada que esposas sucumbieran al mesotelioma como resultado de lavar la ropa de trabajo de sus maridos.
Una segunda oleada de enfermedades relacionadas con el amianto ha afectado a los trabajadores que utilizan productos que contienen amianto. Debido a que el amianto se incluyó en tantos productos manufacturados, las enfermedades relacionadas con el amianto se han extendido a los trabajadores de la construcción, fundiciones y ferroviarios, los trabajadores de las centrales eléctricas, los constructores navales y los comerciantes, así como los fontaneros, los fabricantes de calderas y los instaladores eléctricos, que cortaron, instalaron o desmantelaron y reacondicionaron las láminas, tuberías y aislamientos que contenían amianto.
La tercera oleada
Tal como ha sucedido con la COVID, antes de finalizar la segunda ola estamos sufriendo ya una tercera ola. Esta tercera oleada de enfermedades afecta a toda la sociedad, ya que las personas están expuestas ambientalmente en sus lugares de trabajo y ocio, en hogares y edificios del sector terciario (escuelas y hospitales). Todavía la magnitud de esta exposición es en muchos casos nula, baja o muy baja, pero a medida que los materiales de construcción que contienen amianto envejecen y se degradan todos vamos a estar cada vez más expuestos, en mayor o menor medida. Los trabajadores de demolición se enfrentan a la exposición durante el derribo de paredes y edificios enteros construidos en siglo XX. Su actividad, asi como la de trabajadores de reformas y rehabilitación debería estar estrictamente regulada. Quienes renuevan sus casas construidas antes de la prohibición del amianto se enfrentan a riesgos de los cuales a menudo no son conscientes y contra los que, por lo tanto, no se protegen adecuadamente.
El riesgo de enfermedades relacionadas con el amianto, que alguna vez se pensaba que se limitaba a un pequeño número de lugares de trabajo, se ha extendido a toda la población. En los países que ya prohibieron la importación, uso y comercialización del amianto, este riesgo permanecerá hasta que todos los materiales que lo contengan hayan sido retirados del entorno construido. Pero el desamiantado ha de ser seguro, de lo contrario, al intentar frenar esta tercera oleada estaremos construyendo los cimientos de una cuarta ola.
José Miguel Sanz Anquela. Profesor Asociado en Ciencias de la Salud. Departamento de Medicina y Especialidades Médicas, Universidad de Alcalá.
Fuente: https://histoimagen.wordpress.com/2021/02/08/oleadas-en-pandemias-amianto-y-sars-cov-2/