Recomiendo:
0

ONG’s «verdes» y desprotección campesina

Fuentes: Ecoportal.net

La culminación de la segunda guerra mundial coincidió -en las naciones del Norte- con el surgimiento de un movimiento de inspiración filantrópica deseoso de proteger sistemas ecológicos, salvar especies en extinción, crear zoológicos y parques nacionales, entre otras propuestas destinadas a defender el patrimonio natural. Desde comienzos de l980, la asistencia económica de los países […]

La culminación de la segunda guerra mundial coincidió -en las naciones del Norte- con el surgimiento de un movimiento de inspiración filantrópica deseoso de proteger sistemas ecológicos, salvar especies en extinción, crear zoológicos y parques nacionales, entre otras propuestas destinadas a defender el patrimonio natural.

Desde comienzos de l980, la asistencia económica de los países desarrollados ha ejercido constante ingerencia en la agenda de las organizaciones no gubernamentales (ONG) del tercer mundo, que en su afán de obtener colaboración para proyectos de conservación, se han constituido en nexos al servicio de los intereses de sus fuentes cooperantes.

Si bien estas entidades son un instrumento organizado para canalizar la iniciativa y creatividad de la sociedad civil y aportan en el desenvolvimiento de acciones específicas que llenan un vacío de orden económico, logístico, etcétera, imposibles de atender por las instancias de gobierno; también, su verdadero rol ha sido distorsionado, fundamentalmente, debido a la dependencia financiera del exterior. Un alto porcentaje no ha sido capaz de lograr un autofinanciamiento después de largos períodos de asistencia.

Las ONG’s conjugan (aparentemente) el esfuerzo de personas y entidades interesadas en establecer mecanismos con capacidad para convocar a los sectores que deben incorporarse en la gestión ambiental, por su enormes implicancias sociales, políticas, económicas y culturales. No obstante, a pesar del empeño desplegado, su alineación y falta de habilidad para interpretar las prioridades de nuestra colectividad, han contribuido a desconectadas de la población.

Este fenómeno es contrario al rol de las ONG’s en las naciones industrializadas. Allí han sido capaces de articular un mensaje coherente con las expectativas de su medio. En el Perú la inexistencia de una agenda de trabajo concordante con los anhelos ciudadanos, escasa capacidad de gestión, ausencia de iniciativas de desarrollo en los niveles rurales, proyectos sin mayor impacto en el contexto general y descoordinación interdisciplinaria con otras ONG’s, son elementos que han incidido para distanciarse de los más apremiados, a los que debe orientarse su labor institucional, dados los indicadores de pobreza del país.

También, ha sido notable su falta de respuesta y movilización en recientes conflictos de grandes consecuencias sociales. La planta de la empresa Lucchetti en el área reservada de los pantanos de Villa, daños ecológicos generados por las compañías mineras, levantamiento de vedas para extraer recursos hidrobiológicos, injustas compensaciones entregadas a las comunidades por la explotación de la fibra de vicuña, entre otros temas de directa connotación en la vida cotidiana de miles de peruanos que esperan mejorar sus niveles de ingreso y reclaman un aprovechamiento racional e inteligente de la naturaleza.

Asimismo, las agrupaciones campesinas y nativas, cuyas raíces ecologistas son genuinas y ancestrales, no son ajenas al desacertado enfoque de las ONG’s. Frecuentemente desde Lima pretenden fingir de interlocutores de estas poblaciones, hacer diagnósticos que no corresponden a su realidad y utilizar fragmentada e inadecuadamente la información trabajada in situ. Podemos concluir que, no existe a nivel amazónico y andino una cultura de la cooperación de acuerdo con una redefinición del modelo de desarrollo.

Para muchas ONG’s los problemas ecológicos constituyen una forma de subsistencia. Dentro de este contexto, coincidimos con las afirmaciones vertidas en l990, por el secretario general de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), Eugene Lapointe, cuando declaró: «…En los últimos años han surgido algunas organizaciones que asumen la conservación como instrumento para conseguir financiación. Literalmente, toman a los animales y plantas como rehenes para conseguir esos objetos secundarios. Así se pierde el sentido de la conservación y su vinculación con las poblaciones nativas. Esto es muy riesgoso, como lo prueba el caso de las vicuñas en el Perú. La conservación no fue inventada por burócratas sentados en Washington, Frankfurt o Ginebra. Fue inventada por las poblaciones nativas que viven junto a las especies. Ellos son los mejores guardianes de quienes tienen mayor respeto por las especies. Esa es la realidad de la conservación».

Igualmente, compartimos los comentarios del presidente de la Coordinadora Regional de Organismos de Desarrollo, padre Joaquín García, quien en su ensayo «Balance de la experiencia de las ONGs», afirmó: «Bueno es advertir algunos matices más de la relación, con frecuencia erizada de conflictos, entre ONGs-Estado. Con frecuencia los organismos no gubernamentales han sido instancias de reivindicación, pero sólo desde la perspectiva de una tendencia opositora a los gobiernos en el poder; pero apenas subía el propio partido se encaramaban al carro y abandonaban o amortiguaban los postulados de solidaridad con las causas nobles y populares que les habían dado origen».

«…Es difícil ser profetas, mantener eternamente tenso el arco y no relajarse al paso del tiempo. Constantemente somos asediados por la tentación de la comodidad, de lo establecido. La vocación primaria y esencial de las ONGs es asumir los intereses y las causas de la sociedad, allí donde sus intereses han sido conculcados o desatendidos, o sus aspiraciones frustradas. Pero deben estar abiertas a un diálogo, ni intolerante ni sumiso, con el Estado». «…Hoy las ONGs están de moda. Captan dinero, buscan afanosamente cooperación, se entusiasmaron, pero vertiginosamente se vician; se cierran en sí mismas, se burocratizan, y acaban anteponiendo el desarrollo institucional al de la población».

«…Bajo el paraguas de las ONGs se guarecen también profesionales sin sensibilidad ni capacidad de compromiso y, a veces, incompetentes, simplemente porque su oficio no goza de demanda en el mercado ocupacional o lo tendría en la administración pública, donde los trabajos son mal retribuidos. En tales condiciones se someten incondicionalmente a criterios, patrones y normas de las financieras, traicionando a las poblaciones de base, que fueron su coartada fundacional».

Por su parte, el visionario y agudo conservacionista Felipe Benavides, el 30 de marzo de 1990, señaló: «…Hoy en día, la conservación internacional se encuentra amenazada por la inmoralidad; desde los niveles más altos de los organismos de las Naciones Unidas, hasta las más pequeñas organizaciones no gubernamentales que se aprovechan del sentimiento popular en defensa de la naturaleza para utilizar indebidamente fondos que hoy se valorizan en miles de millones de monedas fuertes destinadas a salvar a la humanidad de los grandes peligros que puede representar, sea la capa de ozono, contaminación de mares, calentamiento de la atmósfera, por exagerados fuegos en los bosques húmedos del Planeta». Lamentablemente, se trata de toda una «industria» que emplea su presunto compromiso social para satisfacer las pretensiones de una cúpula de «técnicos» y «expertos» involucrados con el «Imperialismo científico», como lo denominara el ecólogo venezolano y exdirector general de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), Gerardo Budowski.

La ausencia de solvencia moral en este quehacer coincide con la carencia de valores en el mundo contemporáneo. De modo que, es oportuno recordar lo expresado en la encíclica «El hombre y la naturaleza» (1989), por Su Santidad Juan Pablo II, cuando manifestó la necesidad que toda la comunidad humana -individuos, estados y organismos internacionales- asuma con seriedad sus responsabilidades e indicó: «Debemos ir a la raíz del problema y enfrentarlo como parte de una profunda crisis moral, de la cual, la destrucción del medio ambiente es sólo uno de sus aspectos…» «La seriedad del problema ambiental pone en evidencia la profundidad de la crisis moral del hombre. Si el aprecio por las personas y la vida humana se está perdiendo, lo perderemos también por otros y por el mismo planeta».

La globalización ha colocado la variable ecológica como uno de los ejes más significativos del desarrollo. En consecuencia, el gobierno y la sociedad civil deben conjunta y concertadamente crear sistemas de fiscalización capaces de garantizar la orientación social de esta actividad, en función de las demandas populares y los nuevos escenarios que se han formado como parte de este proceso en el que el hombre no debe dejar de ser el «fin supremo de la sociedad».

Wilfredo Pérez Ruiz es el Directorde la Sociedad Zoológica del Perú