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Otros cuadros de la violencia de género en Cuba

Fuentes: Progreso Semanal

Imagínate que muchas veces me lanzaba cosas: una vez fue un caldero y otra, dos platos. Siempre delante de mis hijos, y yo tenía miedo por ellos. Una vez me amenazó públicamente con un cuchillo y me dijo que no podía ir a la Policía, porque entonces sí que me iba a ir mal…[1]  Así […]

Imagínate que muchas veces me lanzaba cosas: una vez fue un caldero y otra, dos platos. Siempre delante de mis hijos, y yo tenía miedo por ellos. Una vez me amenazó públicamente con un cuchillo y me dijo que no podía ir a la Policía, porque entonces sí que me iba a ir mal…[1] 

Así le contó ella a un grupo investigador en el oriente del país. Es una de tantas historias que obligan a decir, sin sonrojo ni ingenuidad, que la violencia contra la mujer es una realidad en Cuba. Ahora con los datos de Encuesta Nacional de Género realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2016 es posible completar mejor la triste fotografía de un asunto que merece toda la atención.

«La violencia de género está presente aún en la sociedad cubana, con todas las implicaciones que se derivan de esta problemática para las mujeres en cualquier parte del mundo», había dicho en 2013 la doctora Clotilde Proveyer Cervantes, profesora titular del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana (UH). Resumiendo los resultados de los estudios cualitativos más serios realizados sobre este tema en el pasado reciente, ella afirmaba que las manifestaciones de ese fenómeno tienen aquí matices similares a las de otras zonas del mundo: «desde un silencio omisor hasta la muerte»; porque, explicó, «la estructura social patriarcal, aunque menos monolítica debido a los cambios operados a nivel social, sigue sirviendo de sostén a la dominación masculina».

Cuando me picoteó toda me cogió por la espalda desprevenida lavándome el pelo. Me haló por el pelo desde el baño hasta el último cuarto. Ya me había cortado en la mano y yo veía la sangre corriendo. Allí me dio patadas y me cortó en la pierna y el pie con el cuchillo. Yo no podía más. Era como una muñeca de trapo…

Los análisis de la profesora Proveyer Cervantes y las cifras de la ONEI confirman que la mayoría de la población cubana de entre 15 a 74 años de edad sabe que este no es el único caso pues en mayor o menor medida los encuestados admitieron la existencia del problema. De hecho, el 26,7 por ciento de mujeres afirmó haber sido objeto de violencia en los 12 meses anteriores a la encuesta y el 22,6 por ciento a lo largo de su vida. No obstante, incluirlo el apartado de las dificultades no significa que la gente lo vea como algo prioritario. El 51,9 por ciento (el 50,2 por ciento de las mujeres y el 53,7 de los hombres) opinó que este tipo de violencia es poca en el país.

El examen cuantitativo de la ONEI revela que la modalidad de agresión más frecuente contra las mujeres cubanas sin importar el lapso desde su ocurrencia por última vez, es la psicológica seguida por la económica, luego la física y por último la sexual. El predominio de la hegemonía desde lo subjetivo aflora cuando las víctimas afirmaron sentirse a menudo controladas por sus parejas. Esas marcas, alertan expertos, suelen ser más duraderas que un bofetón.

¿Qué hacer, a dónde ir?

Ahora me siento marcada para la sociedad. La gente ve mis marcas y dice, ahí va la que picotearon. Hay gente que ha dicho que me lo busqué, incluso cerca de mí, sin saber que soy yo de quien están comentando…

El viacrucis de esta cubana tiene rostro numérico en lo que al respeto dijeron los encuestados por la ONEI. Aunque más de la mitad rechazó el mito de que supuestamente «las mujeres deben soportar la violencia por su seguridad económica y el bienestar de sus hijos(as)» o que «las mujeres son violadas porque provocan a los hombres»; el 40 por ciento (38,6 por ciento de las mujeres y el 42 de los hombres) se sintió muy cómodo con la idea de que la violencia en la pareja es cosa de dos. Peor aún: dos tercios secundó la sentencia de que «La mujer que soporta el maltrato es porque le gusta, sino ya hubiera roto la relación».

Entonces la tragedia descrita estaría en camino de tornarse un círculo vicioso donde ella no ve salida alguna, entre otras razones porque siente que depende únicamente de sus propias fuerzas. Sucede que, según la ONEI, apenas el 3,7 por ciento de las mujeres víctimas de violencia afirmó haber acudido a alguna institución o servicio «buscando ayuda para ellas»; mientras que el 78,5 por ciento de todas, afectada o no, dijeron que ante una situación de esta índole «reaccionarían por sus propios medios». Son indudablemente malas noticias para los engranajes que desde el Estado y la sociedad civil tienen la tarea de ocuparse de la protección directa de la integridad física y psicológica de las mujeres.

En especial para la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) la cual, dijeron quienes aceptaron compartir sus experiencias con los investigadores del Instituto Minero-Metalúrgico de Moa (*), no tiene éxito porque «ellas perciben como su verdadera necesidad un lugar a dónde ir a vivir con sus hijos, cuestión a la cual objetivamente no puede dar respuesta esta organización».

Este testimonio colectado por un estudio abarcó todo un quinquenio en la mencionada localidad del extremo oriental de la provincia de Holguín, y alertó sobre situaciones de violencia de género que no llegan a las estadísticas por subregistros a partir del no funcionamiento de los mecanismos de denuncia establecidos por los Ministerios del Interior y Salud, o por la actitud cómplice de algunas víctimas subyugadas bajo el mito de que «ese es el marido que me quiere».

Entonces, en pos de la prevención y la atención de este problema social estimaron necesario resolver «la escasez de vínculos interinstitucionales que, a través de una estrategia nacional, defina, coordine, dé seguimiento y evalúe un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente, para lograr un trabajo coherente e interconectado desde el nivel nacional hasta el local».

Cambios evidentes pero insuficientes

Sin dudas la Encuesta Nacional de Género agrega visibiliza la violencia contra la mujer, tal cual lo han hecho otros espacios de debate social y en cierta medida los medios de comunicación. Reconforta saber que el 79,4 por ciento de los encuestados (78 por ciento de los hombres y el 80,8 de las mujeres) consideró que «en ninguna ocasión» se justifica este tipo de conducta.

Los efectos de esa toma de conciencia relativa fueron palpables durante la consulta popular a la nueva Constitución tras el cual se incluyó explícitamente el cometido al Estado de que le asegure a la mujer también la protección «de la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones y espacios», encargándole de paso la creación de «los mecanismos institucionales y legales para ello».

Pero eso sería apenas un impulso a un quehacer mayor porque la cultura del supuesto poder masculino tiene raíces lo suficientemente fuertes como para estar seguros de que, ni de lejos, dejarán de ocurrir todavía episodios como los descritos en estas líneas -y peores- y que alimentan los comentarios morbosos en el barrio cuando debería ser motivo de movilización colectiva para erradicarlos.

Nota: Los testimonios plasmados en este trabajo fueron recogidos por los investigadores Yuliuva Hernández García, Ángel Ramírez Matos y Miurlenis Graham Céspedes en Bajo el silencio: violencia contra mujeres y relaciones incestuosas en el medio rural. Lecturas culturales de un estudio de caso en Moa. (Ruth Casa Editorial y Editorial Ciencias Sociales, 2017). En ellos se plasman las voces de las sobrevivientes a la violencia de género que se incrementa en Cuba. En otros casos, como el de la estudiante de medicina Leydi Laura García Lugo, de 21 años, asesinada el pasado fin de semana en la provincia Villa Clara, las víctimas no pueden ni siquiera hacer el cuento. Otras personas debemos hacerlo por ellas.

Fuente: http://progresosemanal.us/20190411/otros-cuadros-de-la-violencia-de-genero-en-cuba/