El Dossier Robert Ménard: Por qué Reporteros Sin Fronteras se ensaña contra Cuba, del periodista canadiense Jean-Guy Allard, ha sido presentado en su versión en español este 12 de febrero del 2005 en La Feria del Libro de La Habana. El libro, redactado en colaboración con la periodista francesa Marie-Dominique Bertuccioli, es el resultado de una amplia investigación sobre la organización francesa controlada por Robert Ménard y vinculada a la CIA. A continuación un capítulo de este libro, con la autorización de su editor canadiense, Lanctôt Éditeur (http://www.lanctotediteur.qc.ca)
Robert Ménard le rinde un culto particular a uno de sus más generosos padrinos, el ex presidente de la multinacional francesa Vivendi Universal, Jean-Marie Messier.
En materia de enriquecimiento relámpago, Messier tiene tela por donde cortar: engañó a los 28 millones de franceses a los que Vivendi Environnement (VE), una filial del grupo, suministra agua, para especular en el mercado estadounidense, según un libro publicado en París tras su expulsión.
Bajo el título,»El agua de Vivendi, verdades inconfesables», Jean-Luc Touly, un ex trabajador de VE y el investigador Roger Lenglet explican cómo Messier desvió miles de millones de euros cuando dedicaba, a sus aventuras en el mercado estadounidense, la mayor parte de los cinco mil trescientos millones de euros destinados a renovar las canalizaciones de la red de acueducto de ocho mil alcaldías de Francia.
Los autores del libro revelan algunos de los métodos de corrupción de Messier. El magnate francés manipulaba fundamentalmente a sus empleados comprando la paz con los sindicatos a través del préstamo de teléfonos celulares u ofreciendo ayuda para la compra de viviendas y con invitaciones a los dirigentes sindicales a viajar a Nueva York en Concorde, con el pretexto de ver las extravagantes oficinas de Vivendi y de disfrutar de su lujoso apartamento en la metrópoli estadounidense. Messier ha empleado esas técnicas con Reporteros sin Fronteras, que ha tratado con un respeto muy sospechoso las controvertidas operaciones de Vivendi en el mundo de los medios de comunicación.
Robert Ménard y Reporteros sin Fronteras reciben el apoyo de Vivendi Universal Publishing Services para la creación del material promocional, cuya venta garantiza una pequeña parte del financiamiento «oficial» de la próspera ONG.
Voz cantante de la manipulación y de la desinformación, en una ocasión, Ménard trató de justificar sus dudosas apariciones en el mundo de los grandes monopolios de la información, haciendo gala de una admirable ingenuidad al preguntar públicamente: ¿Cómo puede organizarse un debate sobre la concentración de los órganos de prensa y luego solicitar a Havas o a Hachette que apadrinen este evento?
Pretendiendo defender la libertad de prensa, Ménard se ha asociado siempre a los que más la amenazan: los grandes consorcios de las comunicaciones. Ménard no ha dudado jamás en aceptar los cheques del editor francés François Pinault, el multimillonario Patrón de la FNAC y de diversas publicaciones. También aceptó los del desaparecido Jean-Guy Lagardère, negociante de misiles y una de las grandes fortunas de Francia y los de Serge Dassault, mercader de armas a nivel internacional. Eso explica que Ménard haya olvidado contabilizar en su reporte anual del 2000, a los 16 periodistas que perdieron la vida en abril de 1999, cuando los misiles de la OTAN cayeron sobre los edificios de la Radio y la Televisión serbias.
Desde hace algún tiempo Ménard se ha dedicado a socorrer a la prensa golpista de Venezuela, entre otras a la de otro multimillonario, el golpista Gustavo Cisneros, ignorando sin embargo la suerte de periodistas de la prensa comunitaria, favorables al inmenso movimiento popular de apoyo al Presidente Hugo Chávez.
Padrino de la familia más rica de América Latina, Cisneros estuvo en primera plana de la prensa, por haber impedido la publicación en Venezuela de un libro en el que se le atribuía su fortuna a operaciones de lavado de dinero.
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Un ejemplo espectacular de las relaciones particulares que Robert Ménard sostiene con el mundo de las finanzas y con los círculos extremistas de Miami, son sus lazos con el «Rey de la Pizza», quien engrasa regularmente la maquinaria de propaganda parisina, como lo reveló el diario mexicano La Jornada.
Después de haber liquidado su gigantesca cadena de pizzerías por cerca de 50 millones de dólares, el ex marine americano Leopoldo»Leo»Fernández Pujals, cansado ya de contar sus 500 caballos (¿tendría mil?) que cría en Andalucía y de dorarse en su yate en la Costa del Sol, quiere mostrar a los capos fracasados de la mafia cómo se administra el negocio de la contrarrevolución.
La historia de Leo Pujals sería burlesca si no fuese por su siniestro contexto.
Nació en La Habana, en 1947, en una familia extremadamente privilegiada, propietaria de tierras, de innumerables cabezas de ganado y de una impresionante residencia en el muy selecto barrio capitalino de Miramar, en la intersección de 5ta Avenida y calle 24.
El diario español El Mundo comentó que tuvo «una infancia feliz, vestido de cow-boy como en las películas del oeste». Es cierto que estudió en el Colegio de La Salle hasta la edad de 13 años.
Acostumbra a contar, en el marco de su marketing político, en un tono trágico y emocionado su partida de Cuba, el 18 de julio de 1960. Pero la realidad es otra.
Hijo privilegiado de la gran burguesía habanera, se fue de vacaciones a la Florida con su abuela, en un asiento de primera clase de un aparato de las aerolíneas holandesas KLM.
Su familia, cansada de esperar la caída de la Revolución, decidió reunificarse, mudándose a territorio estadounidense en un momento en que Washington promovía todo tipo de operaciones terroristas contra Cuba. Después de haber vivido «como una bala perdida», según su propia expresión, en una época en que toda la juventud norteamericana se unía a la lucha contra la guerra de Vietnam, este hijo de papá pasó muchos años yendo de una carrera universitaria a otra, gastando todo su dinero en fiestas.
Ante el furor de su madre desesperada, ese que hoy pretende presentarse como un patriota cubano, decidió finalmente alistarse, en 1968, en el cuerpo más salvaje del ejército de los Estados Unidos: los marines. Voluntario para pelear en Vietnam, fue asignado a una base a algunos kilómetros de Saigón y su misión era aprovisionar a las tropas en esta sanguinaria invasión imperialista, denunciada por toda su generación.
En una entrevista concedida en 1999 al diario español El Mundo afirmó que no tiene «las manos manchadas de sangre» pero cuando un reportero de El País le preguntó, seis meses más tarde, si había matado a alguien «asintió con la cabeza sin decir palabra». Lo que es seguro es que regresó de Vietnam con el grado de capitán y la Medalla de Bronce otorgada por el Congreso a sus mercenarios eméritos.
A su regreso de Vietnam, terminó sus estudios financieros en una universidad de la Florida. Empezó a trabajar enseguida como controlador en una firma, que abandona muy pronto. Se hace reclutar por el gigante estadounidense del detergente Procter & Gamble, donde hace la promoción de los jabones Camay.
El salario que le pagan no se corresponde con sus aspiraciones por lo que pasa a otra empresa muy conocida también, la Johnson & Johnson, que lo envía a España en 1981, como director de marketing y ventas.
Con la misma rapidez con que se integró a los Estados Unidos, este nieto de asturianos y canarios se integra a su nueva «Patria», a tal punto que, en 1987, paralelamente a sus funciones dentro de la multinacional del producto de higiene, abre una pizzería en el barrio madrileño de Pilar. La operación provoca su expulsión de la firma, que estima que la doble vida de su jefe de marketing le quita prestigio.
En España, su mala copia de la cadena norteamericana Pizza Hut, tiene un éxito sorprendente gracias al instinto capitalista del personaje, que recluta a repartidores a tiempo parcial entre los chicos del lugar que tienen moto.
Diez años más tarde TelePizza administra cerca de quinientos establecimientos en España, Chile, México y Polonia. Cuenta con cuatro mil «cocineros» y con ocho mil repartidores motorizados. Sus ventas anuales se elevan a veinticinco millones de dólares.
No siempre todo fue tan fácil. Algo mezquino, lo que es normal, Pujals se negó en 1995 a pagar dividendos a sus accionistas, entre los que se encontraba su propio hermano Eduardo, que lo destrona de la presidencia y del consejo de administración.
Eso fue subestimar las artimañas del ex capitán de marines, que negoció con un banco, la expulsión de los conjurados. En julio de 1996, retomaba el mando y sacaba a su hermano traidor de la empresa.
Su triunfo comercial en la península ibérica lleva a la prensa a elogiar su genio de la explotación a gran escala.»El rey de la pizza», así titula en primera plana el 10 de diciembre de 1996 la otrora seria revista Cambio 16, que relataba la success story del fundador de TelePizza.
En su casa,»una enorme residencia en un lujoso barrio, con salones de mármol y duendes en el jardín», las entrevistas se multiplican.
TelePizza se inscribe en la bolsa de valores donde sus acciones siguen un curso paralelo a la jactancia del empresario, que se apresta a saltar del barco antes que se hunda.
Pero le hace falta un pretexto para no levantar sospechas. Lo tiene bajo la manga:»el rey de la pizza se va a combatir a Fidel Castro», titula EL Mundo el 25 de octubre de 1999.
«Leopoldo Francisco Fernández Pujals, el fundador de TelePizza, justificó formalmente ayer su decisión de abandonar la empresa luego de haber embolsado 60 mil millones de pesetas, para tener las manos libres y poder combatir al régimen de Fidel Castro», precisaba el periodista.
De esta forma, el «héroe» de la masacre de Vietnam, convertido en pizzero español iba a «luchar» en favor de su versión de una Cuba «libre». ¿Cómo iba a hacerlo?
Algunas semanas más tarde, el multimillonario anunciaba con bombo y platillo la creación de una «fundación» durante una conferencia de prensa para la cual se había rodeado de ex presos contrarrevolucionarios, todos con un pasado terrorista y a los que tuvo el mal gusto de llamar «los Mandela de Cuba», una falta de respeto inconmensurable de parte de un ex mercenario yanqui que frotaba su medalla criminal del Congreso mientras los cubanos de la isla luchaban en África al lado de los combatientes contra el apartheid.
Entre otros personajes de su tropa, aparecieron individuos tales como:
– René Cruz Cruz, detenido en Cuba en 1962 por colaborar con las bandas armadas que sembraban el terror en los campos, luego fue jefe de los Comandos de Liberación Unidos, fue detenido por el FBI en posesión de un arsenal. Ferviente admirador del terrorista internacional Luis Posada Carriles, al que visitó regularmente en su prisión en Panamá. A fines de 1999, estuvo implicado en un plan de atentado contra el presidente venezolano Hugo Chávez.
– Ernesto de Jesús Peñalver Mazorra, miembro de las bandas contrarrevolucionarias organizadas por la CIA en los primeros años de la Revolución; miembro de la organización terrorista Alfa 66. Vinculado al terrorista Arnaldo Monzón (fallecido) quien fuera el apoyo financiero de Posada Carriles y de su organización en América Central. También conspiró contra Chávez.
El rey de la pizza sacó sus manos de la masa para meterlas en la caja. La caja de la política anticubana, esa jugosa industria que sostiene una gran parte de la economía del sur de la Florida.
En Miami se necesita un «líder que reagrupe», señalaba una publicación madrileña, que precisaba que «Leo» Pujals tenía una casa en un barrio elegante y que se proponía llenar el vacío dejado (hace ya rato) por la desaparición de Jorge Más Canosa, el supuestamente carismático «dirigente» de la Fundación Nacional Cubano-americana (FNCA).
Organización dominante, la FNCA, se tambaleó tras la salida de la mayoría de sus elementos más fanáticos y los golpes separatistas de la Unidad Cubana de Pérez-Roura. Pujals disimula mal cierto desprecio por Jorge «El Niño» Más Santos, el hijito de papá: «Un día me telefoneó para decirme que le gustaría conocerme».
Contó que tenía pocos contactos en Cuba entre los «disidentes» inscritos en la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, aparte de Elizardo Sánchez Santa Cruz, el favorito de la prensa extranjera hasta su desmoronamiento.
Leo Pujals hizo una sonada aparición en los titulares de la prensa en Miami cuando prometió, de manera espectacular, dar un dólar por cada dos dólares recogidos durante una colecta organizada por sus protegidos terroristas en beneficio de los «prisioneros políticos»(leer mercenarios de la SINA).
Era un riesgo bien calculado. La operación permitió recoger solo 200 000 dólares de la Florida a California, de tal manera que «Leo» no tuvo que desembolsar más de 100 000 billetes verdes de su cuenta bancaria bien repleta. Una donación, por demás, libre de impuesto.
Los fondos reunidos serán distribuidos rápidamente en la isla, aseguraron los organizadores de la colecta, lo que quiere decir, si se tiene en cuenta las características de los discípulos de Pujals, que aquellos individuos favorables al uso de la violencia y el terror en Cuba, se beneficiaron con los fondos de Miami.
Defensor de la «libertad» anexada, el héroe que se autoproclama como de los más humildes, no duda en cultivar la paradoja.
Tiene propiedades en Bahamas, un paraíso fiscal y sus amigos cuentan que tiene en el Mediterráneo un yate «que no cabe en el puerto de Ibiza».
Este multimillonario español de la pizza, combatiente condecorado del ejército imperial, administrador incondicional del vendepatria José Maria Aznar y que hace cuatro años anunciaba su intención de convertirse en el rey de la mafia en Miami, no está apurado.
«Iré como las tortugas, paso a paso» comentó hace años a El Mundo. El secretario perpetuo de Reporteros sin Fronteras, aprendió al lado a sus numerosos amigos millonarios los trucos que le permiten burlarse de la opinión pública para convertir en billetes verdes la desinformación y la mentira.