En 1994, un ingenio paraguayo decidió mejorar sus alternativas comerciales ocupando nichos de mercado en el exterior para el azúcar orgánico (procesado sin agroquímicos). Once años después, Paraguay es el mayor productor y exportador mundial de ese producto.
Desde el tímido comienzo de la Azucarera Censi & Pirotta en el negocio, han aumentado el número de empresas dedicadas a él, las hectáreas cultivadas, las toneladas producidas, los trabajadores contratados y el ingreso de divisas al país.
Hoy, el ingenio pionero ha vuelto al azúcar tradicional, pero otras siete empresas participan en la producción orgánica, cuyo corazón está, como el de toda la industria azucarera, en el sudoriental departamento de Guairá.
Paraguay fue la primera nación involucrada en la producción industrial de azúcar orgánico. Luego se sumaron Cuba, Colombia y Brasil, pero la caída en los precios hizo menos atractivo el negocio, provocando la deserción de los dos primeros y una drástica reducción de la producción brasileña.
La industria del azúcar orgánico «es una forma de competir en los mercados internacionales con el azúcar barato que produce Brasil», dijo a Tierramérica Raúl Hoeckle, presidente de Azucarera Paraguaya (Azpa), el mayor ingenio del país, y la segunda compañía que incursionó en la actividad, en 1999.
El negocio resulta «tentador», a pesar de los costos y las exigencias internacionales de certificación, comentó.
La tonelada de azúcar orgánico se cotiza en unos 330 dólares, y la de azúcar común a 260.
Además, Hoeckle subrayó la importancia del aspecto ambiental y que el ciclo productivo demanda gran cantidad de obreros, «lo que ayuda a dar empleo a los pobladores rurales».
En el primer año de producción de azúcar orgánico se lograron 379 toneladas. Luego la productividad fue aumentando sin pausa (salvo en 2001, año de sequías y heladas), hasta llegar en 2004 a 40.000 toneladas, que significaron exportaciones por unos 20 millones de dólares.
Para este año se espera producir 20 por ciento más y obtener 26 millones de dólares.
Los requerimientos de los compradores de azúcar orgánico fueron creciendo año con año. Hoy exigen certificaciones independientes del cumplimiento de los principios de la agricultura orgánica y de una serie de normas de producción, según protocolos de verificación, aunque las exigencias varían según el país.
Azpa cuenta con 14 certificaciones de distintos tipos, entre las que se encuentra la estadounidense QAI (siglas en inglés de Garantía de Calidad Internacional).
También inició un Programa de Seguridad Alimentaria basado en los estándares del Instituto Estadounidense de Horneado (AIB son sus siglas en inglés), que incluyen programas de análisis de riesgos y control de puntos críticos, buenos hábitos de manufactura y control de plagas.
Los compradores más importantes de azúcar orgánico paraguayo son Estados Unidos, Alemania, Israel, Italia, Nueva Zelanda, España, Australia, Malasia y Singapur.
Según un documento suministrado por el Centro Azucarero Paraguayo, para una producción orgánica se busca que en los terrenos no se hayan empleado durante tres años productos químicos fertilizantes, herbicidas, insecticidas, fungicidas o reguladores de crecimiento, entre otros.
Además se debe contar con un historial de cinco años del uso del terreno.
No se regulan las prácticas de labranza, pero se aboga por la protección de las lombrices y otros organismos del suelo, y en general por la preservación de su riqueza.
Se admite la rotación de cultivos si se mantiene la abstención del uso de agroquímicos, y si bien se permite la utilización de semillas convencionales, los expertos recomiendan las orgánicas.
Una hectárea bien conducida con agricultura orgánica puede lograr el mismo rendimiento que una de cultivo tradicional, indicó a Tierramérica Jorge Bonzi, ingeniero agrónomo especializado en el sector azucarero.
Para el azúcar tradicional se utilizan fertilizantes químicos en el mismo momento en que se ara. Luego se tapan los surcos y se aplican herbicidas para el control de malezas, explicó.
Para el azúcar orgánico se aplican al surcar abonos naturales, como estiércol vacuno o de ave, y un subproducto de la industrialización de la caña dulce orgánica, conocido como torta de filtro, señaló Bonzi.
Pero el control de malezas se realiza a mano, al igual que el trabajo de corte de la caña dulce para su traslado al ingenio, lo que al mismo tiempo da a la producción orgánica un valor social, por la gran cantidad de trabajadores que debe contratarse.
El promedio de ocupación es 6,5 personas por hectárea para un proceso que dura todo el año, y abarca desmalezamiento, corte, «hileramiento de chala» (acomodar las hojas caídas tras la zafra) y aplicación de fertilizante orgánico, entre otras labores.
Otro aspecto destacado por Bonzi es que 90 por ciento de los agricultores corresponde a pequeños productores rurales independientes, que luego venden su producción a los ingenios. «En Brasil, en cambio, toda la producción orgánica pertenece a las empresas», apuntó.
* El autor es colaborador de Tierramérica. Publicado originalmente el sábado 11 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.