El viernes santo, hizo un año de la publicación de nuestra grave denuncia de la difícil e inhumana situación que les tocó vivir a varias comunidades Indígenas del Paraguay; en particular, a aquel centenar de Indígenas que -cansados de las falsas promesas hechas por las autoridades nacionales, departamentales y municipales- resolvieron sitiar la sede del […]
El viernes santo, hizo un año de la publicación de nuestra grave denuncia de la difícil e inhumana situación que les tocó vivir a varias comunidades Indígenas del Paraguay; en particular, a aquel centenar de Indígenas que -cansados de las falsas promesas hechas por las autoridades nacionales, departamentales y municipales- resolvieron sitiar la sede del INDI (Instituto Nacional del Indígena), para reclamar sus añosas y muy humanas reivindicaciones que -entre otros reclamos- incluían: el acceso a la tierra propia, y la asistencia en materia de salud, educación y trabajo; en síntesis, solicitaban el derecho a una vida digna, como cualquier otro ser humano.
En ese entonces, estuvieron protestando por el respeto a sus derechos humanos, los miembros de las Comunidades Ava Guarani y Aché Guajaki; y luego, prácticamente los miembros de todas las demás Etnias Indígenas que habitan el territorio del Paraguay. En esos días llovió torrencialmente en todo el país. La temperatura bajó considerablemente e hizo frío. No era necesario tener un gran poder de imaginación para saber en qué condiciones se encontraban esos hermanos Indígenas. Sus únicos cobertores fueron unos finos y débiles hules puestos a modo de carpas. Aclarando que esos hules y algunas frazadas fueron las austeras y vergonzosas donaciones que la Secretaría de Emergencia Nacional les pudo proveer. Allí, bajo esos endebles «techos», sobrevivieron, hacinados. En esas condiciones, los los niños «más sanos» eran aquellos que -como mínimo- estaban resfriados, con gripe y tos, con pulmonías y bronquitis. No tenían abrigos adecuados, de hecho les faltó ropa abrigada. Niños y adultos recorrían descalzos el sitio ocupado. Pasaron hambre. Sientieron frío. A aquellos a quienes ya no les alcazó la provisión de hules para carpas, las noches les resultaron peores, pues durmieron -si pudieron- en el piso frío y húmedo, y teniendo como techo el cielo. Una liviana frazada, producto de alguna «donación», les sirvió para cubrirse y «engañar» al frío. En esa circunstancia, antes de acostarse era imprescindible consumir alguna bebida alcohólica… para «calentar» el cuerpo. La comida chatarra sustituyó forzadamente a los otrora sanos, nutritivos y tradicionales alimentos y frutos del monte.
Cabe señalar que sus reclamos no eran ni son nuevos ni tampoco eran o son productos de circunstancias fortuitas. No. Esos reclamos tienen casi quinientos años y nunca fueron atendidos por ningún gobierno. La cuestión es que las necesidades experimentadas por los Pueblos Indígenas fueron agudizándose, llegando a extremos críticos, rayando lo infrahumano.
Una parte de nuestro escrito de hace un año decía hoy los Indígenas están viviendo -una vez más- en carne propia el desprecio, el menoscabo y la discriminación del Estado. Sin embargo, no perdamos de vista que «el resto», «el pueblo», la «gente común» también tenemos la CULPA del atropello al cual están siendo sometidos estos hermanos, por que al «callar» o «cerrar los ojos para no ver», estamos haciendo la «vista gorda» al problema. En otras palabras, «quien calla, OTORGA».
En la misma denuncia también recordabamos la ya escasa población indígena en el Paraguay. Según el último Censo Indígena, ellos -en total- son casi ochenta mil , en todo el Paraguay, lo que equivale a decir que son menos del 1,5% de la población total del país, ya que el Paraguay actualmente tendría seis millones de habitantes. Los Mbya Guarani, los Pâi Tavyterâ, los Ava Guarani y los Nivacle, por ejemplo, son los más numerosos. Cada una de dichas parcialidades posee cerca de -apenas- 15.000 habitantes. Existen otras Etnias que están en la «línea de la muerte» ; así, los Ache-Guajaki son cerca de mil; los Guana y los Manjui son apenas 500 personas en total; mientras que los Chamakoko ya no alcanzan las 150 personas.
Un año después , podemos pasar por frente al local del INDI y seguiremos encontrando a numerosos Indígenas acampados al aire libre y en la calle -en condiciones miserables- solicitando lo mismo que ya solicitaron hace dos meses, hace un año, hace diez años, hace veinte años, en fín, hace casi 500 años. Pero lastimosamente no existen autoridades sensibles a sus reclamos, incluidas aquellas que alguna vez llegaron hasta sus asentamientos a ofrecerles el oro y el moro, a cambio de votos.
Muchos más Indígenas murieron en este último año como consecuencia directa por ejemplo de la «política» del gobierno de dar rienda suelta a la producción de soja , que ha demandado el uso despiadado e inmisericorde de exageradas y asesinas cantidades de agrotóxicos incluso de aquellos prohibidos por los organismos internacionales de la salud o de la preservación del medio ambiente . Por supuesto, el resultado «visible» para el gobierno ha sido la generación de ganacias, por ejemplo, para pagar la deuda externa. Pero la pérdida «invisible» o «daño colateral» que el gobierno no quiere ver, ni le interesa ver, es la degradación de la vida y la muerte de numersos Indígenas, por efecto de la intoxicación .
Nadie tiene derecho a vivir así. Es más, eso no es vivir. Nada justifica ni justificará esta gran matanza. Lastimosamente, los Indígenas NO TIENEN VOZ; y si la tienen, ella es prácticamente imperceptible.
En el Paraguay ya no existen bosques, solamente sojales. Es más, el efecto de estos cultivos se trasladó y contaminó los arroyos, donde ya no existen peces y donde ya no es recomendable darse un chapuzón a la usanza tradicional de los Indígenas. Al exterminarse los bosques también desaparecieron los frutos, la miel y los animales silvestres. Lo citado se constituyó por muchos años en la base de la vida de los Indígenas que viven en el Paraguay.
Ante esta inacabable tragedia Indígena es de esperar que por los menos uno de los candidatos a Presidente de la República del Paraguay; a ser electo el próximo 20 de abril, contemple en su proyecto de gobierno un programa de carácter urgente que coopere en la recuperación de la dignidad de los Pueblos Indígenas que habitan el Paraguay. Es de esperar también que algún representante de los Pueblos Indígenas acceda a uno o más escaños parlamentarios; lo mismo que, a las concejalías departamentales, de manera a hacerse sentir con más fuerza y poder en el reclamo de sus justas pero varias veces postergadas reivindicaciones.
Mientras eso ocurra -y estando a pocos días del 19 de abril, Día del Indígena Americano– el ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI denuncia, una vez más, la situación triste, desoladora, infrahumana y criminal en que viven las Comunidades Indígenas del Paraguay; y sobre todo, denuncia la inacción del Gobierno Paraguayo, particularmente del INDI, institución creada supuestamente para precautelar y promocionar los derechos de las Naciones Indígenas que hoy viven en el Paraguay. El ATENEO apoya las justas reivindicaciones reclamadas por los Hermanos indígenas del Paraguay; por eso solicita tierra, pan, educación, salud y seguridad para ellos; en otras palabras, trato justo y vida digna para ellos; y sobre todo, el respeto irrestricto a su identidad.
(*) Presidente (Director General) del ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI. Profesor y Licenciado en Lengua Guarani. Docente universitario. Escritor bilingüe. Traductor público. E-mail: [email protected] – [email protected]