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Paremos el sexismo con anticapitalismo

Fuentes: Periódico En lucha / Diari En lluita

Con la llegada del mes de marzo celebramos de nuevo el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y este año lo hacemos, si cabe, con más ganas, más fuerza, más rabia y más convicción que nunca. Porque en un contexto de crisis como el que vivimos, la opresión de la mujer se acentúa, ya que […]

Con la llegada del mes de marzo celebramos de nuevo el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y este año lo hacemos, si cabe, con más ganas, más fuerza, más rabia y más convicción que nunca. Porque en un contexto de crisis como el que vivimos, la opresión de la mujer se acentúa, ya que al estar sustentada en el sistema capitalista no puede sino verse abocada a las dinámicas que éste genera.

Es necesario hablar con claridad a este respecto. Los capitalistas (el 1% de la población) se benefician de la opresión de las mujeres (mayoría del resto del 99%). ¿De qué manera? En la mayor parte de los casos son las mujeres las que se hacen cargo, sin remuneración económica alguna, de las labores de cuidado de menores, enfermos y personas mayores, y de otras tareas de esta índole en el seno de la familia tradicional (alimentación, limpieza, etc.).

De este modo, están desempeñando un papel necesario para sostener al sistema, ya que el Estado se ahorra el gasto ingente que supondría cubrir estas necesidades con fondos públicos. Asimismo, cuando la mujer cumple con este rol, queda relegada a un papel secundario en el mercado laboral, pues se encuentra «limitada» para ser todo lo competitiva que la voracidad del mismo exige hoy día, al verse obligada en muchas ocasiones a buscar algún tipo de conciliación familiar, mediante contratos a tiempo parcial, por ejemplo.

Estas limitaciones impuestas por la lógica del propio sistema opresor implican más precariedad para las mujeres; no sólo tienen mayores dificultades para conseguir un empleo, sino que, en caso de lograrlo, su salario es ostensiblemente inferior al de los hombres (ganan de media un 22,55% menos que ellos). De esta forma, los capitalistas sacan doble tajada. Por una parte, el Estado se ahorra un dinero que luego, en muchos casos, revierte directamente sobre capitales privados, como se está viendo claramente con las actuaciones de los actuales gobiernos mercantilizados (rescate de entidades bancarias y pago de la deuda ilegítima, privatización de los servicios públicos, etc.). Por otro lado, ponen al servicio de los empresarios una gran masa de la población oprimida a la que poder explotar con mayor facilidad en condiciones de precariedad máxima, al mismo tiempo que fomentan el machismo y los prejuicios para dividir a hombres y mujeres, cuando la realidad es que la opresión de la mujer trabajadora beneficia principalmente a la clase capitalista.

Crisis y opresión

Una vez sentadas las bases de la opresión de la mujer no es difícil comprender que situaciones de crisis como la actual la agraven aún más. Muchos son los factores que hacen que esto sea así. Básicamente, los recortes en servicios públicos afectan a las mujeres de manera particularmente acuciante. Basta nombrar los llevados a cabo en ayudas a la dependencia, sanidad, educación -guarderías públicas, comedores escolares-, políticas de igualdad de género o campañas contra la violencia machista. A nadie se le escapa que menos camas y personal en hospitales, menos plazas en guarderías públicas y comedores escolares o la falta de ayudas a dependientes, implican una mayor necesidad de una figura en la familia que se haga cargo de las personas no autosuficientes de la misma. Además, las mujeres son mayoría en el personal empleado en sectores públicos como la docencia no universitaria o la sanidad, por lo que los despidos o la precarización de los mismos les afectan de lleno. Si a esto le añadimos el hecho de que dejan de financiarse acciones necesarias para luchar contra la discriminación imperante, el resultado es lamentable. Y, por si fuera poco, la ideología conservadora del Gobierno pretende arrebatar el derecho a la mujer a decidir libremente sobre su cuerpo con un retroceso brutal en el derecho al aborto.

Podría comentar innumerables casos de injusticias que siguen ocurriendo, como el de tantas jornaleras que han trabajado a destajo día tras día, mientras los hombres se dedicaban a la construcción en época de bonanza del sector y que, actualmente, al haber quedado muchos de ellos en paro, son ahora rechazadas en las mismas fincas donde se han deslomado, sudado o pasado frío para ganarse el pan durante todos estos años. Esto está ocurriendo, y hay que tenerlo muy presente.

Este 8 de marzo celebremos y aplaudimos a las mujeres que están y han estado al frente de las revoluciones, a aquellas que se niegan a ser objeto de la violencia diaria, que deciden por sí mismas, que en su centro de trabajo reclaman las mismas condiciones que sus compañeros, que trabajan en casa sin salario alguno, que defienden su identidad más allá de patrones impuestos desde arriba, que salen a la calle a manifestarse y exigir lo que es suyo. Queremos agradecerles su inspiración a nuestras compañeras egipcias, indias, y abrazar a todas las mujeres de la clase trabajadora, porque nuestra lucha no tiene límites y juntas, nosotras y ellos, venceremos.

Marta Castillo es militante de En lucha / En lluita

Fuente: http://enlucha.org/site/?q=node/18377