“Mi casa tenía dos portales y cinco pisos. El nuestro era la planta baja. Estaba en una cuesta y una parte de la cuesta quedaba a mayor altura que el resto. Allí estaban la cuadra con la vaca, el cerdo, las gallinas. Nosotros vivíamos encima de la cuadra.Teníamos animales, porque en Gallarta hay condiciones para tenerlos. La parte alta del pueblo casi se mete en el monte, choca con la montaña. (…) Los recuerdos de mi infancia en Gallarta son muy buenos, fíjate que éramos siete hermanos y mi padre, mi madre y mi abuela. Así que en casa no se aburría uno”.
Así comienza un artículo escrito por Dolores Ibarruri, Pasionaria, publicado en un monográfico de Mundo Obrero en diciembre de 1985, dedicado a homenajear a la propia Dolores por su 90 cumpleaños.
Más o menos hacia la mitad del artículo Dolores habla de su maestra y dice: “La escuela era fantástica y la maestra se merecía un monumento. Doña Antonia Izar de la Fuente, una gran persona.Teníamos un montón de libros que nos daban gratis. A mí lo que más me gustaba era la historia de España. Estuve en la escuela hasta los 14 años. Después me mandaron a aprender a coser a un taller cerca de casa. Yo hubiera querido ser maestra y estudié el curso preparatorio para ingresar en la normal y mis padres podían pagarme la carrera, pero no lo hicieron por las chinchorrerías de los vecinos: ‘la hija de un minero, ¿cómo va a ser maestra’ y tal y tal, me dijeron: maestra no puedes ser porque eres hija de minero. Lo que yo lloré, no os lo podéis imaginar…en fin”.
He querido comenzar este texto sobre Pasionaria, hoy que se cumplen 33 años de su fallecimiento, un 12 de noviembre de 1989 -solo tres días después de la caída del Muro de Berlín- con unas pocas frases suyas, porque en estas frases está la esencia de la mujer del pueblo que fue Dolores.
Vasca de generosos yacimientos:
encina, piedra, vida, hierba noble
naciste para dar dirección a los vientos (…)
tu cincelada fuerza, lucirá eternamente
Tal como expresó Miguel Hernández en un bello poema-, al mismo tiempo que se anuncia su amor por aprender y formarse, por ser ella misma y vivir sus propios sueños, no el único camino trazado de antemano para ella, al que estaban abocadas las mujeres de su época y de su clase social de familia de obreros de la mina, que ella transitó y trascendió.
Esto coloca a Dolores Ibarruri en ese presente histórico de todas las mujeres que se van dando la mano en cualquier época, que se atreven a pensar por sí mismas, a soñar despiertas y a romper costuras, haciéndose inmortales y dando ejemplo universal por su determinación de ser mujeres libres, autónomas, críticas, luchadoras. Esto coloca a Dolores Ibarruri en la esencia del feminismo de clase, se denominara ella a sí misma así o no, por una simple razón, se sobrepuso a todo, se empoderó, saliendo de una situación vital terrible y complicada. Y esta es una de las cosas que hay que destacar de Dolores, de la que se han escrito varios libros, el último de ellos una biografía de Mario Amorós muy profunda y concienzuda, en la que se señala esa visión suya permanente por la condición de las mujeres.
Fue una mujer autónoma, determinada, con criterio propio. Fue diputada a cortes en los años 30, y lo volvió a ser en las primeras Cortes democráticas -tras la dictadura franquista- en 1977. Fue la primera mujer secretaria general de un partido político, el Partido Comunista de España. Además, tuvo presente la preocupación por “la cuestión femenina” en muchos de sus artículos, promovió y lideró el Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo. En 1945 fue la vicepresidenta de la Federación Democrática Internacional de Mujeres. Y nos ha dejado escritos y discursos que hablan de la igualdad, no solo de clase, sino de género, expresando que ser comunista significa luchar por los derechos y la igualdad social de la mujer y contra las trabas y los prejuicios que la hacen ser una esclava de la sociedad y de los propios hombres, señalando la doble carga histórica de la mujeres, tal como ya lo hizo Aleksandra Kolontái en sus escritos sobre El comunismo y la familia. Pasionaria se convierte así en referente de millones de personas. Las mujeres españolas del siglo XXI le debemos mucho, estamos muy en deuda con ella, caminó para nosotras.
Dolores Ibárruri es mucha Dolores. La considero una de las personalidades más importantes del siglo XX
Y como destaca Amorós, desde el discurso del ¡No pasarán! en julio de 1936, Dolores se convirtió en el símbolo más universal de la resistencia republicana contra el fascismo. Y creo que por extensión de la resistencia universal contra el fascismo. Y esto la vuelve a conectar con la actualidad, un momento crucial otra vez de la vida de nuestro país, en el que los impulsos fascistas que anidan en el partido verde vómito y en el partido azul gaviota despliegan toda su artillería siempre que pueden en contra de los avances que ha propiciado el feminismo de clase, que es el movimiento que más daño le hace al patriarcado capitalista, porque cuestiona las cargas de las mujeres, los trabajos penosos gratuitos que realizamos ahorrando infinidad de salarios al sistema, además de exigir igualdad de salario, de trato y de intención social en todos los ámbitos de la vida. El discurso de Pasionaria que pide revisar la condición femenina para reivindicar la igualdad es hoy, igual que lo fue ayer, un discurso antifascista.
En ese llanto adolescente reflejado en las frases del inicio de este texto, por no poder ser maestra, probablemente está ya esa conciencia de la rebeldía, que ayudó a Dolores a extender sus alas para no resignarse nunca.
Como ella misma describe en ese artículo la llevaron a aprender a coser. Como si todo estuviera escrito, le confesó al escritor Andrés Sorel, “se me preparaba para servir como criada o casarme y convertirme en la mujer de un minero, la larga historia de mi familia”. Y todo lo previsto se cumplió paso a paso. Fue criada y sirvienta, y a los 20 años se casó con un minero, Julián Ruiz, de tendencia socialista, con el que tuvo seis hijos, de los que solo sobrevivieron dos, Amaya y Rubén, que fallecería posteriormente el 3 de septiembre de 1942 en la batalla de Stalingrado. Comprendió con dureza, en su propio cuerpo de mujer trabajadora, pobre y explotada, y esposa de minero el dicho de la época “Madre, ¿qué es casar?: hija mía, parir y llorar”.
Y de todo lo previsto se zafó, se escapó, se emancipó. Su afición por aprender y por la lectura la ayudó a no rendirse, a volar. Le dio fuerza para comenzar a construir la arquitectura de su propia condición de mujer libre. Y tal como señala Mario Amorós “cambió los rituales católicos en el Apostolado de la Oración por la militancia en el PSOE, en el que ingresó en diciembre de 1917” (El País, 14 de noviembre de 2021).
Comenzó a escribir en la publicación “El minero Vizcaíno” en 1918 con el pseudónimo de Pasionaria, dando alas renovadas a su estado de rebelión contra la condición femenina que la sociedad quiso imponerla. Continuó abrazando el compromiso social con su entorno, dando pasos hasta ingresar en el Partido Comunista de España -fruto de la suma de dos escisiones del PSOE, las Juventudes Socialistas Unificadas y el Partido Comunista Obrero Español- que contribuyó a fundar en 1921.
Su militancia política la cambió, transformándola en esa mujer moderna y arrojada.
«Mujer de España, labio de las tierras ofendidas –en palabras de Huidobro– de qué hondura viene tus escalofríos/ qué molinos de viento se hicieron arcoíris,/ y qué alas batían el tiempo en tu garganta/para que no se sintiera su dureza, que padeció en una década muy dura –escarnecida por la dictadura de Primo de Rivera, tan costosa para las obreras y obreros de la época- la muerte de sus cuatro hijas Esther, Azucena, Amagoya y Eva en un duro aprendizaje sobre como la miseria y pobreza son la principal enfermedad que padece la clase obrera, que cuando anida en una casa mata, se lleva las vidas más frágiles. Aprendió que eso es una injusticia contra la que es un deber ético y humano luchar.
En 1930 fue designada miembro del comité central del PCE
El 14 de abril de 1931 Dolores acudió a celebrar la llegada de la República a la plaza de Muskiz con los dos hijos que le quedaban, Rubén y Amaya. Poco después puso fin a su matrimonio y partió con sus hijos hacia Madrid, para trabajar en Mundo Obrero, el periódico del PCE.
A partir de aquí comienza a forjarse un mito, una figura universal de las más reconocidas e importantes del siglo XX, ejemplo para millones de personas en todo el mundo. Tanto es así que durante los cuatro días que duró su capilla ardiente miles de personas fueron a rendirle homenaje en la mítica sede del PCE de la calle Santísima Trinidad del momento. Y en su funeral público, el 16 de noviembre de 1989, se dieron cita más de 200.000 personas, en una plaza de Colón abarrotada, con todas sus calles adyacentes repletas de ciudadanas y ciudadanos que acudieron a mostrar su público respeto.
¿Quién no la escucha? De los llanos
sube su voz hasta las cumbres
y son los hombres más hermanos
y más altas las muchedumbres
¿Quién no la sigue? Nunca al viento
dio una bandera más pasión
ni ardió más grande un corazón
al par de un mismo pensamiento
Declaró con emoción Rafael Alberti en un poema escrito para ella en Varsovia en 1955 con motivo de su 60 cumpleaños.
Por todo lo escrito, Pasionaria vive en millones de corazones que laten en este mundo por la justicia social y en pro de la igualdad.
Carmen Barrios Corredera es fotoperiodista y escritora.
Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/pasionaria-vive/20221112110257204878.html