A Jon E. Illescas lo conocí «de vista» en Rebelión [1], precisamente en el sitio donde el entrevistado -al decir suyo- nutrió su pensamiento, «a la izquierda de todo lo que se solía encontrar en la disidencia oficial, es decir, la controlada». Con trabajos cuyos contenidos resultaban más interesantes que sus propios títulos: Videoclips, sueños […]
A Jon E. Illescas lo conocí «de vista» en Rebelión [1], precisamente en el sitio donde el entrevistado -al decir suyo- nutrió su pensamiento, «a la izquierda de todo lo que se solía encontrar en la disidencia oficial, es decir, la controlada». Con trabajos cuyos contenidos resultaban más interesantes que sus propios títulos: Videoclips, sueños envenenados y revoluciones castradas, A Katy Perry le gusta trabajar con el Pentágono, Los pezones de Rihanna. El coito sin fin del capitalismo, ¿Es Beyoncé una militante del black power?; en los que no solo hallé reflexiones y tesis que compartía en lo fundamental, sino también preocupaciones que también tienen cabida en la Cuba Socialista, rodeada de un inmenso mar capitalista y expuesta a los «sueños prefabricados» de las industrias culturales hegemónicas (II. CC. HH). Luego -como le comenté en los primeros e-mails-, lo descubrí como referencia en las esclarecedoras conferencias del ministro de cultura cubano Abel Prieto sobre la banalización y la crisis cultural de hoy [2]. Entonces, me volví un seguidor de sus dos blogs [3] y lo añadí como amigo en facebook, hasta que después de unos intercambios «electrónicos» le propuse -y aceptó- la entrevista o más bien el intercambio que sigue.
-Bueno, Jon, ¿puedo llamarte así? ¿Cómo te dicen tus hermanos o compañeros de lucha?
-Claro que sí, así mismo me llaman y conocen.
-Si tuviese que presentarte al público cubano diría: Jon E. Illescas Martínez es un joven español de 34 años, nacido en Orihuela (Alicante). Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Miguel Hernández y luego, con mucho trabajo, se hizo Doctor en Sociología y Comunicación por la Universidad de Alicante. Es, además, artista plástico bajo el seudónimo de Jon Juanma e inventor del «Sociorreproduccionismo». Colabora con frecuencia en las páginas de Rebelión y de El Viejo Topo en temas sobre cultura, geopolítica, arte, comunicación y economía. Allí ha venido presentando sus esclarecedoras tesis y descubrimientos sobre la industria cultural hegemónica, los videoclips, y las llamadas «celebrities», con lo que el capitalismo consigue el consenso cultural e ideológico, la perpetuación de su sistema de dominación y la dilución de la rebeldía. Acopiadas en un libro «que vale lo que pesa» y que urge publicar y dar conocer en la Isla.
-¿Acierto en esta breve reseña? ¿Qué otros datos consideras imprescindibles destacar de tu breve, pero fructífera batalla contra el Capitalismo?
-No sé si aciertas, pero me gustaría pensar que así lo haces; pues la cronología es correcta y tus palabras son más que alentadoras con mi trabajo.
Respecto a mi batalla por el Socialismo, me gustaría comentar que se inició sobre los 16-17 años, cuando comencé a preguntarme por qué vivíamos en un mundo tan desigual y donde la calamidad acechaba las vidas de miles de millones en un escenario de abundancia y progreso tecnológico sin parangón. Así comencé a leer libros parcialmente críticos con el proceso de globalización neoliberal y a trabajar con diferentes y conocidas ONG; hasta que profundizando en mis lecturas y contrastándolas con la praxis en esas organizaciones (por cierto, «sí gubernamentales») entendí los límites estructurales que ofrecían para cambiar las cosas. Así fue, como en tercero de la carrera, creo recordar, conocí la página de información de izquierda Rebelión que literalmente me ofreció una plétora de nuevos autores radicales y anticapitalistas sobre los que nutrir mi pensamiento, a la izquierda de todo lo que se solía encontrar en la disidencia oficial, es decir, la controlada. Posteriormente vino el (principio del) descubrimiento de El Manifiesto [2] y la obra de Marx y Engels cuando estudiaba el último año de carrera en Barcelona. Lo cual, a la postre, sería definitivo para mi transformación en marxista y, por ende, socialista y comunista.
Paralelamente, esa pasión por el Arte, como parte de la cultura, y la Economía Política me llevó a crear el «Sociorreproduccionismo» a finales del 2008. Un sistema democrático y socialista de adquisición de arte plástico que buscaba (y busca) crear una esfera socialista dentro de la sociedad-mundo capitalista donde vivimos, para esbozar un futuro posible y eliminar las diferencias de renta y clase a la hora de adquirir una obra de arte de larga elaboración y, por ende, mayor precio (no en vano, mayor tiempo de trabajo socialmente necesario).
Luego seguirían muchas otras batallas, intelectuales y directamente políticas…
-Conectándonos ya con tu libro La dictadura del videoclip, ¿por qué su título? ¿La dictadura es del videoclip o con el videoclip? ¿No es acaso un régimen de dominación velada o no concientizada y que lejos de repulsa, produce atracción?
-Es una dictadura de facto, auditiva y audiovisual, debido a que nos la encontramos en muchos espacios públicos que frecuentamos por otros motivos ajenos a la fruición musical (un supermercado, un centro comercial, un gimnasio, el coche de un conocido, la fiesta de un amigo, etc.). Es una dictadura que se ejerce mediante el control oligopólico de la producción y distribución de la música de masas, junto a la atracción por medio del estímulo de nuestros instintos más básicos (y allí entra lo que llamo la «sexocracia», dirigida a los jóvenes adolescentes).
-¿Pensando en qué lectores lo escribiste? ¿Para los jóvenes -el blanco principal de estos instrumentos de dominación- o para los más viejos, tal vez padres, abuelos, críticos de estos fenómenos, políticos, militantes, revolucionarios, decisores de políticas públicas en el campo cultural…? ¿Acaso para realizadores de audiovisuales?
-Para todos ellos, pero sobre todo para los educadores (donde entran -o deberían caber- todos los adultos que has citado).
-¿No te preocupó, teniendo en cuenta las preferencias de los jóvenes homo videns -construidas así por las II. CC. HH-, a lo audiovisual y a lo clip, corto, sencillo, free de pensamiento; la extensión y profundidad del libro? ¿Has pensado en alguna forma de transferirlo a estos nuevos códigos o canales de comunicación? Lo digo pensando en fórmulas cercanas a las caricaturas que acompañan los textos de tu libro, por cierto, muy divertidas.
-Pues había pensado en algo así para promocionarlo, pero la idea que sugieres me parece genial. Ahora sólo hace falta encontrar al grupo de personas que estarían dispuestas a tal trabajo creativo y de agitación pedagógica-política (risas). En serio, sería una gran idea. Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente y es necesario que los jóvenes además de pensar mediante el -muchas veces frenético- lenguaje audiovisual, reflexionen con los tempos y la profundidad que sólo pueden proporcionar los libros.
-¿Conocías al caricaturista o lo contrató la editora? ¿Comparte tus ideas sobre el videoclip?
-Lo conocía como fan suyo que soy desde hace muchos años. La idea de contactar con Miguel Brieva fue mía y el editor confío en mi criterio. Cuando le pasé algunos capítulos del libro se interesó y se implicó más allá de lo profesional con el trabajo, algo que le agradezco de corazón. De hecho, Miguel Brieva, también es músico y tiene un grupo fuera del mainstream llamado Las buenas noches. No sabría decirte si comparte todas las ideas que expongo en el libro, pero sí la gran mayoría y por eso fue un placer trabajar con él y desde el principio hubo sintonía. Uno de los mayores placeres que me produjo el arduo trabajo de escribir La dictadura del videoclip fue conocer mejor a Miguel y pasar de ser un fan, a un fan que también es amigo.
-¿Qué papel juegan los videoclips en la «globanalización» (globalización de lo banal), en la exclusión del «rebaño desconcertado» -el 99% de la humanidad- de los asuntos públicos o políticos?
-Para los jóvenes y muy especialmente los adolescentes, un papel clave. Porque desactivan el descontento casi natural de la juventud por el mundo que los rodea mediante temas, como bien dices, banales. Reorientan esa rebeldía consustancial a la juventud hacia cuestiones inofensivas para el capitalismo. Y desactivar a la juventud no es cualquier cosa. La juventud es uno de los pilares de cualquier revolución social, cultural o política (o ambas a la vez).
-¿Qué importancia le confieres dentro de la cultura hegemónica que fabrican y reproducen los 365 días del año, el slogan resumido así por Galeano: «Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales»?
-Aunque entiendo el porqué de Galeano, en el caso de los videoclips lo cambiaría por «Dime qué consumes y te diré quién eres». Como profesor de secundaria te puedo decir que si analizas lo que los jóvenes consumen en televisión e Internet (y mucho de lo último son videoclips) con el entorno socioeconómico de donde proceden, tendrás un retrato bastante cercano de su carácter. Y cuanto menor es el capital económico y cultural (siguiendo a Bourdieu) de los jóvenes en cuestión, mayor es la influencia de las industrias culturales burguesas en sus vidas. Por ende, nos encontramos ante un escenario altamente desfavorable para cualquiera que se considere socialista. Es un campo muy difícil de sembrar porque ya ha sido previamente sembrado hasta la extenuación, pero con otras semillas.
-Pero no para echarse a llorar, ¿no?
-Si del llorar emerge una rabia constructiva muy necesaria, bendita sean las lágrimas. Quien no puede llorar no puede amar y quien no puede amar, siguiendo al Che, no puede ser un revolucionario cabal. El caso es que hay que ser realista para saber de dónde partimos y vislumbrar todo el trabajo que nos queda por realizar. Desde la izquierda muchas veces hemos querido construir la casa por el tejado y saltarnos las partes más arduas del trabajo revolucionario como, por ejemplo, el sembrar. La pedagogía revolucionaria es por defecto lenta y costosa. Pero sin ella no puede existir ninguna revolución que no quiera imponerse por la fuerza de las armas. Marx (y Engels) dedicaron lo mejor de su vida a escribir/divulgar El Capital para que los obreros entendieran de una forma científica la razón por la cual el Capitalismo debería ser superado por el Socialismo llegado su momento (un momento que la clase obrera podía «acelerar» dentro de unos límites materiales). Sin razón no hay revolución. Pero esta tarea está totalmente inacabada.
Es más, en estos tiempos de banalización de todo pensamiento profundo (incluso en los partidos de izquierda), pensar y cultivar la mente es totalmente revolucionario e incluso irreverente. Creo que hay que multiplicar los ateneos socialistas en todos los grupos de izquierda y popularizar el marxismo. Lo digo así de claro. La nueva izquierda puso en el tapete temas importantes que a veces estaban relegados en los círculos marxistas, pero supuso el principio del debilitamiento de una contrahegemonía científica por una cultura minoritaria dedicada a cambiar el sujeto revolucionario de la clase obrera por una multitud de sujetos que pertenecían a minorías que por defecto no podían llegar a ser nunca mayoritarias (la comunidad LGTB, los inmigrantes, las mujeres, etc.). Un marxismo inteligente, actual, que empodere a los militantes y no los duerma de aburrimiento por utilizar un lenguaje que no es el suyo, porque fue parido hace casi dos siglos, es urgente. El marxismo está vivo porque el capitalismo sigue vivo y coleando pese a todas sus crisis, el problema es que muchos marxistas que conocen lo que Marx dijo parecen muertos en vida y nadie se quiere acercar a la muerte, por puro instinto de supervivencia. Así el marxismo es en la actualidad una minoría política dentro de una minoría activista (la gente de izquierdas). Por esa razón, mi obra, pese a ser muy sesuda en algunas partes, intentó conectar con un público mayor con las caricaturas de Miguel Brieva y con un tono divulgativo y divertido que no hiciera la lectura más difícil de lo que en algunas ocasiones, no tenía más remedio que ser. Marx decía que «en la ciencia no hay caminos reales, y sólo tendrán esperanzas de acceder a sus cumbres luminosas aquellos que no teman fatigarse al escalar por senderos escarpados», sin embargo, podemos ponernos unas buenas botas, esforzarnos por ser buena compañía y contar chistes por el camino. Quizás así alguno de los miles de millones de trabajadores explotados, quiera asumir el reto y el esfuerzo de cultivarse en el marxismo para cambiar la realidad más allá del camino sin salida que supone la socialdemocracia.
Continuará…
Notas:
[1] http://www.rebelion.org/
[2] http://
[3] Blog personal: http://jonjuanma.blogspot.com.