Pienso que al periodismo cubano le hace falta un mayor carácter activo en la deliberación de nuestros problemas. Los periodistas deben ser más cuestionadotes, más investigativos, no meros repetidores de información suministrada por otros. Ante casos como el que describiré deben ser audaces y verificar si efectivamente los asuntos son como se les plantean. Hace […]
Pienso que al periodismo cubano le hace falta un mayor carácter activo en la deliberación de nuestros problemas. Los periodistas deben ser más cuestionadotes, más investigativos, no meros repetidores de información suministrada por otros. Ante casos como el que describiré deben ser audaces y verificar si efectivamente los asuntos son como se les plantean.
Hace un tiempo cuando empezó la escasez de diversos productos en nuestras tiendas, un periodista hizo un reportaje donde, sobre la base de los datos subministrados por un directivo, señalaba que no había una crisis, que se estaban suministrando las mismas cantidades de productos. Finalmente se concluía que todo era un asunto de rumores mal intencionados que provocaban acaparamientos.
Aportaba, en el caso del pollo, una cifra de lo sacado a venta. Un amigo y yo calculamos sobre la base del peso de un paquete común y la cuenta nos daba unos 8 mil paquetes. Se verá que para una ciudad con unos 300 mil habitantes más una incalculable población flotante, básicamente de los municipios aledaños que vienen a adquirir esos productos pues en sus lugares de residencia no están, es una cifra totalmente insuficiente.
Es obvio que el enfoque era simplón, por no decir absurdo.
¿De dónde surgieron de momento esos acaparadores si hacía solo unos días en todas las tiendas había aceite y pollo (productos de principal demanda entre otros) y fluía normalmente su compra? ¿Aumentó la población de pronto? ¿Incrementó el poder adquisitivo en CUC (recordemos que el salario básico de un cubano está alrededor de los 300 pesos, o sea, 15 CUC y un litro de aceite cuesta 2.40 CUC mientras que un bolso de pollo está alrededor de los 3 CUC) de mis compatriotas?
De tratarse de simple acaparamiento se supone que este tiene un momento de saturación y todo vuelve a la normalidad, pero aún, a varias semanas del comentario las tiendas siguen sin la presencia regular de estos productos. La población anda de un lado a otro buscándolos y cuando los surten se forman unas colas multitudinarias que hacen desaparecer los productos en un par de horas… y hasta nuevo aviso.
Además, un comentario mal intencionado no es verificable en la realidad. Si usted sale y no están los productos pues el comentario no es falso. Y al parecer no se resolverá en lo inmediato. Es peor intencionado decir que sí están cuando la obviedad de su carencia grita lo contrario. Ya cuando empezó la crisis de la harina se dijo que era una «bola» (comentario embustero).
Tuvimos que esperar a que la Ministra del ramo hablara en el Consejo de Ministros y afirmara que efectivamente, debido a razones no del todo claras, había habido problemas con el abastecimiento de un número de productos.
¿Será necesario que siempre desde las alturas se trate de explicar nuestros problemas?
Hacer un periodismo analítico y veraz no solo ayuda a aclarar las situaciones difíciles que se presentan y llama a la cordura. Es además una manera de aumentar la credibilidad de nuestros medios y, por ende, reforzar la visión de los empeños que se pongan para resolver las dificultades. Además, ponen en sorna a los burócratas apertrechados de sus frases hechas pero sin sensibilidad hacia las vicisitudes de sus conciudadanos. Esta será una de las formas principales de que pronto nadie vuelva con el chiste repetido una y otra vez de que «quien quiera abastecerse de productos que arrime la jaba al televisor». Ya Martí lo dijo: «Criticar es la salud», sobre todo cuando es a favor de la verdad.
Hasta más ver.