Actualmente, centenares de familias campesinas procedentes de regiones de latifundio -en las cuales han perdido toda esperanza de ser propietarias- están entrando en nuestras selvas, donde cada día se inicia una nueva lucha a muerte. En su obsesión por tener tierra propia, el colono sólo cuenta con sus brazos, un hacha, un machete y una […]
Actualmente, centenares de familias campesinas procedentes de regiones de latifundio -en las cuales han perdido toda esperanza de ser propietarias- están entrando en nuestras selvas, donde cada día se inicia una nueva lucha a muerte. En su obsesión por tener tierra propia, el colono sólo cuenta con sus brazos, un hacha, un machete y una vieja escopeta olvidada. [Germán Castro Caycedo (1)]
Un problema latente de Colombia, causante de un sinnúmero de conflictos, es la tenencia de la tierra. El campo, durante más de medio siglo, ha sido el escenario de un conflicto violento que ha acentuado la desigualdad social y económica en el país. Además, esta problemática está relacionada con el origen de distintos grupos alzados en armas, por ejemplo, los guerrilleros agrarios del Bloque Sur que posteriormente constituirían las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-,o el Movimiento Armado Quintín Lame -MAQL- conformado por comunidades indígenas.
Durante el conflicto, según el informe Radiografía de la desigualdad de Oxfam, [2] casi 7 millones de personas fueron desplazadas dejando tras de sí, entre 8 a 10 millones de hectáreas de tierras abandonadas y expropiadas ilegalmente. Colombia se ubica en el primer lugar como el país con más desplazados internos en el mundo. Para el año 2018, contaba con un total de 7,7 millones de desplazados internos, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados -ACNUR-.
Los despojos violentos de tierras en el país fueron cometidos en un 69% por grupos paramilitares, 2,7% por grupos paramilitares en conjunto con el Ejército Nacional, 17,2% por grupos armados no identificados y 11% por grupos guerrilleros. [3] Detrás de la mayoría de estas acciones estaban los proyectos minero-energéticos y agroindustriales que hoy afectan al país.
Según Oxfam, teniendo en cuenta los resultados del último Censo Nacional Agropecuario de 2014, el coeficiente Gini sobre la tenencia de la tierra en Colombia es de 0,897, teniendo en cuenta que éste varía entre 0 a 1, donde 0 indica nula desigualdad y 1 total desigualdad. El país más desigual de Latinoamérica respecto a la distribución de la tierra. Además, el censo no cuantifica la población campesina sin tierras, por lo tanto, la situación sería aún más desfavorecedora.
Pero, ¿por qué? Las Unidades de Producción Agropecuaria -UPA- superan los 47 millones de hectáreas. Los minifundios constituyen el 70,5% del total, pero apenas controlan el 2,7% de la tierra productiva. Mientras que el 1% de las explotaciones agropecuariasde mayor tamaño concentra más tierra que el 99% restante.
Dicho de otra manera, el 1% de las explotaciones de mayor tamaño controla más del 80% de la tierra, a diferencia del 99% restante que se reparte menos del 20% de la tierra. El 1% de las UPA más grandes concentra el 73,70% de la tierra productiva.
Además, el registro de propiedades formalmente sólo lo cumplen, aproximadamente, el 2% de los municipios del país. Problemática que se transforma en un nido de irregularidades de expropiación ilegal y evasión de impuestos prediales en el país de las mil y una maravillas.
A pesar de los esfuerzos realizados por el Estado colombiano en materia de reformas rurales, éstas han terminado en acciones fracasadas. La Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (2011)que se mostraba como la esperanza para las víctimas de la expropiación de tierras durante el conflicto armado, su cumplimiento no alcanza ni el 20%.
Respecto a los Acuerdos de Paz entre las FARC y el gobierno colombiano, específicamente el primer punto acerca de la Reforma Rural Integral, su implementación no supera el 5%. ¿Se repite la historia de las inconclusas reformas agrarias en el país? Esperemos que esta vez no sea así.
La historia de Colombia, es la historia del despojo y la apropiación de tierras, lo cual ha impactado fuertemente en la vida económica, política y cultural de los colombianos. La expropiación a sangre y lodo como mencionó Marx en El Capital.
Colombia aún conserva relaciones semifeudales en el campo desde el período de la colonización, y no sólo se caracteriza por la expropiación de tierras, sino que también por la apropiación y destrucción de la naturaleza. Un obstáculo para la seguridad alimentaria del país. Mientras las cifras no cambien, Colombia seguirá siendo, como dice un camarada del Partido, el país de poca gente con mucha tierra y mucha gente con poca tierra.
Notas:
[1] Germán Castro Caycedo, Colombia amarga, Círculo de Lectores, Bogotá D.C., 1980, p. 36.
[2] Oxfam, Radiografía de la desigualdad. Lo que nos dice el último censo agropecuario sobre la distribución de la tierra en Colombia, Oxfam Internacional, 2017, 36 pp.
[3] Carolina Tejada, «Un retorno con obstáculos», en Semanario Voz, Edición 2930, 2018, p. 12.
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