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Podemos: ¿cuáles son las diferencias en concreto?

Fuentes: Rebelión

Podemos está ya inmerso en los debates preparatorios de la Asamblea de Vista Alegre 2. Acabamos de terminar una larga fase de sucesivas elecciones encadenadas, y se abre una etapa nueva y exigente para la que hay que prepararse. Según parece, existen diferencias importantes respecto al proyecto de Podemos para esta nueva fase. ¿Pero están […]

Podemos está ya inmerso en los debates preparatorios de la Asamblea de Vista Alegre 2. Acabamos de terminar una larga fase de sucesivas elecciones encadenadas, y se abre una etapa nueva y exigente para la que hay que prepararse. Según parece, existen diferencias importantes respecto al proyecto de Podemos para esta nueva fase. ¿Pero están claras esas diferencias? Supongo que debe haber más gente como yo, que entiende que esas diferencias no están suficientemente explicitadas. Incluso, a veces tengo la impresión de que se esconden algunas de ellas y otras se agrandan demasiado. Confuso.

En lo que toca al ámbito programático, creo que el actual programa está aprobado con gran consenso y no debería ser difícil consensuar posibles actualizaciones para esta nueva fase. Eso no quiere decir que nos hayamos olvidado de aspectos fundamentales que todavía no aparecen entre las medidas del programa: que estamos en un sistema (capitalismo), en una fase (neoliberalismo global desatado), con una Unión Europea antisocial y con gran déficit democrático -este probablemente sea uno de los temas que exige un abordaje más profundo en el programa actual-, y en un momento histórico (muy próximo a traspasar límites irreversibles en lo ecológico y socioeconómico) que exigen tomar otras medidas estructurales urgentes. Pero en todo caso, creo que su inclusión dependerá de la valoración que vayamos haciendo de la correlación de fuerzas, así como de los ritmos y estrategias más adecuadas para agrupar fuerzas y profundizar los cambios. ¿Hay diferencias importantes en este ámbito?

Quizás en lo que más diferencias puedan existir sea en el ámbito estratégico. Creo que todo el mundo estamos de acuerdo en que el balance de Podemos en la fase anterior ha sido muy positivo pero a la vez claramente insuficiente para afrontar los cambios que necesita esta sociedad. Pero las diferencias estratégicas que se intuyen sobre cómo abordar la nueva fase no aparecen con la claridad que convendría. Y pienso que esto tiene relación con la falta de consenso sobre algunas de las causas que provocaron frustración en las últimas elecciones generales. En mi opinión, entre esas causas fundamentales están tres (no abordo la repercusión de las encuestas), que por orden cronológico son: a) a un sector de votantes de Podemos no gustaron algunas de las formas de comunicación de posiciones en el periodo entre las dos elecciones generales; b) las circunstancias de la confluencia con IU, que provocaron que una parte de votantes de las primeras generales se abstuvieran en las segundas; c) una estrategia electoral en mi opinión equivocada e incomprensiblemente amable y blanda ante un huracán de furibundos ataques políticos y mediáticos. Creo que el resultado del conjunto de esos tres factores hizo que un sector de gente entendiera que Podemos estaba dispuesta a lo que fuera con tal de conseguir el máximo rédito electoral. Ergo no era de fiar. Consecuencia: no sólo no recogimos votos de las bases de otros partidos (salvo en Navarra, donde prácticamente se compensaron las pérdidas), sino que perdimos exvotantes de Unidos Podemos y no atrajimos a abstencionistas. Con el electorado de Podemos tenemos un problema que, a su vez, es una gran virtud: es el más formado, consciente y crítico de los electorados actuales y no da cheques en blanco.

Como decía, creo que esas diferencias valorativas sobre las causas de los resultados del 26J tienen relación con las diferencias que se intuyen ahora respecto a la nueva estrategia. Según parece, esas diferencias tienen que ver con el mayor o menor acento a poner en el trabajo parlamentario y en el social o de calle; y también con el tratamiento que debe tener el espacio que puede dejar el PSOE. Aparentemente todos y todas estamos de acuerdo en la necesidad de actuar en ambos espacios. ¿Quién no está de acuerdo en que hay que llevar a cabo el más excelente trabajo parlamentario posible y, a la vez, un intenso trabajo en la calle para colaborar en construir una sociedad civil organizada, transversal, participativa y exigente? Pero ese acuerdo no está claro, porque a la vez se aprecian diferencias. Si es así, ¿cuáles son esas diferencias y sobre qué argumentación? Pero en lo concreto, sin píldoras discursivas simplistas y sin planteamientos abstractos en blanco y negro que no nos ayudan nada. Y lo mismo se podría decir respecto al tratamiento del espacio del PSOE. ¿Es ahí donde están «los que faltan»? ¿No falta también una gran cantidad de gente crítica -joven y no tan joven- que no vota o vota con la nariz tapada? ¿Cómo se ganan a esas que faltan en ambos casos?

En el ámbito organizativo no creo que haya mayores problemas para llegar a consensos amplios. Estamos de acuerdo en ensanchar el eje horizontal y reducir la verticalidad, en empoderar a las organizaciones territoriales y a las bases, en hacer de los círculos herramientas de participación política lo más potentes posible para el trabajo hacia adentro, pero sobre todo hacia afuera. Eso sí, siendo conscientes de que los momentos del 15M o del nacimiento de Podemos son momentos y climas pasados y de que hay que construir sobre las características y condiciones de la situación actual, bastante menos enamoradiza que aquellas.

Sólo un apunte sobre los manifiestos que están saliendo estos días. No me gustan. Aunque sólo haya un punto en uno de ellos con el que discrepo. Creo que ligar documentos y personas es más lógico, más democrático y compromete más a quienes tienen que implementarlos a la hora de la exigencia de responsabilidades. No se puede exigir que lidere un proyecto a quien no está de acuerdo con él; desligarlos puede traer asimetrías de legitimidad entre documentos y personas; etcétera. Y estoy en total desacuerdo con que esta ligazón de documentos y personas desvirtúe el debate necesariamente. ¿Acaso hay que esconder las caras o los nombres para debatir en democracia? Y he dicho que no me gustan estos manifiestos por dos motivos. En primer lugar, porque no creo que sea la mejor forma de comenzar un debate pidiendo la adhesión a un escrito en el que hay pocas ideas y muchas firmas y cargos; además, eso no es coherente con lo que se exige en alguno de ellos. Y en segundo lugar, porque las cuestiones que se resaltan en ellos por positivo parece que están sugiriendo que son carencias de otros, y eso me suena a manipulación y a acentuación del «nosotros» frente a los «ellos» internos.

Es necesario y urgente que se expliciten claramente las diferencias y que se acuerden unas reglas de juego que permitan un debate constructivo y democrático. Y, cuestión importante, enfocado al fortalecimiento de Podemos y, por encima de todo, hacia la consecución de una sociedad mucho más justa que la actual. Los intereses particulares y de corrientes internas, muy en tercer lugar.

Javier Echeverría Zabalza, miembro de Podemos – Ahal Dugu

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.