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¿Por qué se culpa a los palestinos de la violencia en el Líbano?

Fuentes: The Electronic Intifada

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Mientras la guerra de Siria se derrama sobre el Líbano y los refugiados palestinos procedentes de Siria se vierten por el Líbano en decenas de miles, la comunidad refugiada palestina se ha convertido en el chivo expiatorio, una vez más, junto con los refugiados sirios, de las elites políticas y de los medios de comunicación libaneses.

Los palestinos y sirios que han huido al Líbano han sido recibidos por actitudes como las de Gibran Bassil, ministro de agua y energía y líder del centrista Movimiento Patriótico Libre: «Cuando decimos que no queremos a los sirios y palestinos desplazados es porque sabemos que pretenden ocupar nuestro lugar».

El ministro añadió, refiriéndose a los campos palestinos en Siria: «Por si no fuera bastante con los palestinos que tenemos ya en el Líbano, encima nos llegan también del resto de los campos para quedarse aquí», proponiendo que el Líbano debía cerrar sus fronteras a los que huyen de la violencia en Siria, siguiendo las medidas adoptadas por Jordania y Turquía.

La retórica xenófoba de Bassil se hace eco de la de Nayla Tueni, parlamentaria libanesa, que escribió en el periódico de su familia, el diario An-Nahar, que la afluencia de refugiados palestinos de Siria en el Líbano «hará que nos encontremos frente a una nueva realidad, con nuevos colonos asentándose aquí y nuevas cargas, que nos harán recordar la pesadilla palestina en el Líbano [en la década que se inició en 1970]», utilizando la misma palabra árabe que se usa para describir a los pobladores colonos israelíes de la ocupada Palestina y en referencia a la guerra civil libanesa que duró quince años y que estalló en 1975.

Durante el período de la guerra civil en el Líbano, cuando la Organización por la Liberación de Palestina (OLP) y sus aliados libaneses combatieron a Israel desde el Líbano, los campos palestinos del país sufrieron terribles masacres, destrucción y su expulsión a manos de diversos partidos.

La invasión de Israel de 1982 fue seguida de la expulsión de Beirut de los combatientes de la OLP a finales de ese mismo año, que a su vez fue seguida de la masacre en los campos de refugiados de Sabra y Shatila, perpetrada por las milicias libanesas bajo la observación del ejército israelí. En 1985, estallaron duros y amargos combates en los campos palestinos de Beirut, mientras el partido Amal, apoyado por Siria, y las milicias del campo palestino se disputaban el control.

En el Líbano, la clase política libanesa siempre ha mirado con sospecha a los refugiados palestinos y les ha tratado como si supusieran una amenaza a su seguridad, deseosa de desviar la atención de su propia incompetencia y errores para echarle la culpa de los problemas del país a un supuesto hombre del saco que viene de fuera. La comunidad refugiada, que actualmente carece de cualquier protección significativa, ha sido siempre muy vulnerable ante las turbulentas mareas políticas del Líbano.

Duras medidas contra los palestinos

Aunque existe una animosidad histórica hacia los palestinos en el Líbano, no son hoy el único objeto del resentimiento libanés.

Los más de 600.000 refugiados sirios que actualmente se encuentran en el Líbano, un diminuto país con una población de solo cuatro millones, tienen prohibido establecer campos en el Líbano y también se les impide trabajar en nada que no sea mano de obra barata.

El ministro de asuntos sociales libanés, Wael Abu Fawr, anunció que castigaría los negocios dirigidos por sirios que no dispusieran de licencia, afirmando: «Tienen derecho a trabajar para alimentarse en lugares en construcción o en otros sectores, pero no en el comercio o en negocios que requieren un permiso».

Por radio o televisión es frecuente oír a la clase política libanesa culpando a la afluencia de refugiados de los problemas del inestable país, como la débil economía, los crónicos cortes de energía y los enfrentamientos sectarios entre libaneses.

Esta creación de chivos expiatorios provoca sentimientos populistas contrarios a los refugiados sirios; la publicación progresista libanesa Al-Akhbar informaba el mes pasado que «Una reciente encuesta de opinión ha hallado que el 54% de los encuestados era de la opinión de que el Líbano debía cerrar sus puertas a los refugiados», añadiendo que «hasta un 82% de los encuestados decía que los refugiados estaban quitándoles los puestos de trabajo a los libaneses».

Comunidad vulnerable

Una catástrofe no muy lejana soportada por un campo de refugiados palestinos en el Líbano debería servir de recordatorio de lo que se juega la vulnerable comunidad.

En el verano de 2007, el que en otra época era un campo grande y vibrante, Nahr al-Bared, situado cerca de la ciudad norteña de Trípoli, quedó destruido. El campo de Nahr al-Bared soportó tres meses de combates entre el ejército libanés y Fatah al-Islam, un grupo militante islámico.

Aunque Fatah al-Islam no es una organización palestina, las fuerzas de seguridad, los políticos y los medios libaneses acusaron falsamente a los refugiados palestinos de albergar «terroristas». En Beirut -a varios kilómetros de distancia de Nahr al-Bared- los hombres palestinos eran golpeados y acosados por la policía por la única razón de ser palestinos, como Human Rights Watch informó en 2007.

Durante los últimos seis años, los refugiados palestinos de Nahr al-Bared han estado ocupados en su lucha diaria para poder volver a su campo y reconstruirlo. La anteriormente vibrante economía del campo se esfumó con el estrecho control desplegado dentro y fuera del campo por el ejército y las fuerzas de seguridad internas libanesas, y solo un puñado de familias han podido volver a las limitadas zonas limitadas que han conseguido reconstruir.

Llamamientos sectarios

Este verano, otro campo de refugiados -Ein al-Hilwe, cerca de la ciudad de Sidón- evitó por los pelos un destino similar.

En junio, el clérigo salafí, el Sheij Ahmad al-Asir, emitió un llamamiento a todos los musulmanes sunníes en el Líbano -incluidos los refugiados palestinos- para que se enfrentaran con el ejército libanés y con Hizbollah, la organización chií de la resistencia, recientemente involucrada en la guerra en la vecina Siria.

Tras el llamamiento, miembros de Fatah al-Islam y otro grupo militante, Yund al-Sham, dispararon contra un control del ejército libanés cercano a Ein al-Hilwe.

Las facciones palestinas de dentro y fuera del campo estaban decididas a no tomar parte en los ataques contra el ejército libanés. Tanto Mahmud Abas, el dirigente de la Autoridad Palestina, como Jaled Meshal, el presidente del buró político de Hamas, contactaron al parecer con personalidades políticas libanesas para asegurarles que los palestinos se mantendrían neutrales en cualquier combate que se produjera dentro del Líbano.

Cargas

A pesar de los esfuerzos palestinos por mantenerse fuera de la refriega, algunos comentaristas de los medios libaneses utilizaron un lenguaje inflamatorio al referirse a los campos palestinos, afirmando que eran un «caldo de cultivo», una «fuente de peligro» o «potenciales reservas de combatientes».

En un artículo publicado en el diario sensacionalista local Al-Balad, asociado con la Coalición del 14 de Marzo, apoyada por EEUU, el autor culpaba de la guerra civil libanesa a los refugiados palestinos.

«No es suficiente con que el Líbano sea un hogar para los palestinos y su causa y que soporte cargas que superan sus posibilidades», añadía el artículo. «Encima, el Líbano se ve obligado a vivir con la presencia de palestinos armados en cerradas islas de seguridad que se han convertido en un puerto seguro para todo tipo de extremismos, terrorismo y criminalidad.»

Los periodistas libaneses, algunos de ellos demasiado ocupados en difamar a los palestinos, han descuidado por lo general denunciar la discriminación que sufren cada día los refugiados. En los medios libaneses apenas puede encontrarse algo referente a cómo los refugiados palestinos carecen de los derechos civiles básicos y de cómo se les prohíbe practicar más de 70 profesiones y tener propiedades, o acerca de la terrible situación en que se encuentran los campamentos no oficiales de refugiados administrados por la ONU.

Ein al-Hilwe

Esta es en concreto la situación de Ein al-Hilwe: A pesar de albergar ya a 80.000 personas, ha tenido que acoger a más refugiados de los que huyen de Siria.

El periódico An-Nahar tiene una larga historia de hostilidades hacia los palestinos y a lo largo de los últimos meses ha intentado utilizar el aumento de la cifra de refugiados para reflejar a los palestinos como seres violentos.

Después de que el Presidente Michel Suleiman hablara recientemente acerca de las «cargas» del Líbano, el periódico insinuó que los refugiados palestinos se incluían en esa categoría. «Los focos se dirigen ahora hacia los campos de refugiados palestinos, que podrían transformarse una vez más en explosivos caldos de cultivo al producirse un aumento en la cifra de refugiados», afirmaba el periódico.

Investigaciones lamentables

Los medios han estado publicando diversos informes sensacionalistas e inexactos. New TV, por ejemplo, ha tomado el hábito de culpar a los palestinos de los recientes enfrentamientos en el campo de refugiados de Shatila, en Beirut.

Como señaló un amigo mío, este es un caso especialmente infame de mala investigación. «El edificio de New TV está a 500 metros del campo», dijo mi amigo. «Con solo subirse al tejado hubieran visto que los enfrentamientos se producían fuera del campo».

Los combates implicaron al Partido del Futuro y al Movimiento Amal, ambos partidos libaneses y no a los grupos palestinos. Una amarga ironía es que los palestinos han sido víctimas de unos enfrentamientos que trataban de evitar.

Durante los dos últimos años, combatientes sunníes y alauíes han estado enfrentándose unos con otros en la ciudad de Trípoli. Los combates se produjeron a corta distancia del campo de refugiados palestinos de Badawi.

Aunque quienes residen en el campo han rechazado los llamamientos de las milicias rivales para que participen en las luchas, no han podido librarse de sus consecuencias. Hace pocos meses, un edificio utilizado por el partido político palestino Fatah, en Badawi, fue alcanzado por un misil. Hubo un muerto y tres heridos. Después, el 29 de junio, un palestino -Jaled Trabulsi- fue asesinado en Trípoli por las balas de un francotirador cuando volvía a casa, a Badawi.

¿Fabricando monstruos?

Algunos partidos políticos libaneses se han hecho eco de las acusaciones vertidas en la prensa.

La página en Internet del derechista partido cristiano Kataeb, ha publicado una serie de artículos sobre Ein al-Hilwe que dejan la impresión de que el campo es responsable de los profundamente arraigados problemas del país.

En un artículo titulado «Ein al-Hilwe camp: One kilometer fabricating scenarios to ignite sectarian conflicts in Lebanon» [Campo Ein al-Hilwe: un kilómetro fabricando escenarios para incitar conflictos sectarios en el Líbano], se describe el campo como «un bastión dedicado a fraguar escenarios de seguridad que provoquen conflictos sectarios por todo el Líbano que no hará sino traer calamidades al país». El artículo añade que se considera el campo como «la capital de la diáspora palestina y un baluarte de forajidos.»

En la página de Kataeb se afirma que Yabhat al-Nusra, el grupo vinculado a Al-Qaida, se mantiene activo en Ein al-Hilwe. El artículo afirma, citando fuentes anónimas, que «los grupos fundamentalistas en el campo tienen la intención de crear una rama de Yabhat al-Nusra para desestabilizar la seguridad en el campo y sus alrededores». Esta afirmación es especialmente peligrosa, teniendo en cuenta la historia de Fatah al-Islam y el campo de Nahr al-Bared.

A pesar de la antipatía de Kataeb hacia los palestinos, Mahmud Abas tuvo tiempo de reunirse con su líder, Amin al-Gemayel, en un viaje que realizó al Líbano durante el mes de julio.

Aparte de pedirle a los refugiados palestinos que no se involucraran en actos de violencia, Abas ha mostrado muy poco interés por las preocupaciones de su pueblo en Líbano.

Abas no visitó ninguno de los doce campos oficiales de refugiados palestinos en el Líbano, optando en cambio por disfrutar del lujo del hotel Phoenicia Intercontinental frente al litoral de Beirut. Pero Abbas sí tuvo tiempo para entregar un pasaporte palestino y la ciudadanía honoraria al cantante pop libanés Ragheb Alameh.

Decepcionados por la Autoridad Palestina, los refugiados palestinos en el Líbano se enfrentan también a la perspectiva de disponer cada vez de menos servicios básicos.

Durante el mes de julio, los jóvenes activistas de Nahr al-Bared convocaron protestas diarias contra una decisión de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos, UNRWA, de suspender su programa de emergencia para el campo como consecuencia de los recortes en la financiación que recibe. El resultado es que muchas familias palestinas van a quedarse sin refugio, ayuda alimentaria o cobertura sanitaria a partir del mes de septiembre.

La vida es muy dura para los refugiados palestinos en el Líbano, cuya cifra no para de aumentar a causa de la guerra en Siria. Y cada vez serán más duras las acusaciones de que los palestinos están tomando parte en actos violentos que no tienen nada que ver con ellos, así como los esfuerzos para meterles como sea en los enfrentamientos.

Moe Ali Nayel es un periodista independiente que vive en Beirut.

Fuente: http://electronicintifada.net/content/why-are-palestinians-blamed-violence-lebanon/12673