Los cubanos no se rebelan. Hace ya más de una década, a inicios de octubre de 1995, un taxista -un tipo con rostro bonachón y astuto, que me llevaba del aeropuerto Juan Santamaría de Costa Rica al hotel donde me alojaría-, me preguntó, como si se tratara de una encuesta a boca de urna: ¿ […]
Los cubanos no se rebelan. Hace ya más de una década, a inicios de octubre de 1995, un taxista -un tipo con rostro bonachón y astuto, que me llevaba del aeropuerto Juan Santamaría de Costa Rica al hotel donde me alojaría-, me preguntó, como si se tratara de una encuesta a boca de urna: ¿ Por qué no se rebelan los cubanos ?. Cuando le respondí con la pregunta: ¿ Por qué se deberían rebelar los cubanos ?, me confesó que acababa de leer en el diario La Nación, un artículo con ese título, de Carlos Alberto Montaner, que lo había dejado totalmente confundido.
En efecto, en un artículo incoherente y desatinado escrito por Montaner –que yo había leído a finales de septiembre en el Nuevo Herald y con el cual no concordaba nadie, o casi nadie, dentro o fuera de Cuba, al que yo le hubiese preguntado-, éste afirmaba al mismo tiempo: que los cubanos no se habían vuelto cobardes; que eran tan valientes y levantiscos como los que en 1933 y 1959 habían expulsado a tiro limpio del poder a dos dictadores detestados y que la infinita mayoría del pueblo cubano -se atrevía a asegurar que el 80%– odiaba a Castro y al comunismo. Acto seguido, descargaba sobre el lector el detallado y manipulado inventario que sigue: en Cuba se pasa hambre; cierran las oficinas y las fábricas; desaparece el 80% del transporte; racionan hasta límites insoportables la electricidad, la ropa y la comida; el gobierno los condena a participar en larguísimas, inútiles y sangrientas guerras africanas; los obliga a hacer colas interminables, día y noche, para poder adquirir cualquier cosa; los mantiene sucios, sin jabón, sin desodorante, malolientes, sin agua para asearse diariamente, o para lavar la ropa, con los inodoros atascados, hacinados en viviendas destartaladas, despintadas, con muebles irreparablemente rotos, pésimamente iluminadas (cuando hay luz); los hace acudir en bicicletas a unos desagradables lugares de trabajo, les remunera con dinero inservible y luego no los deja entrar en los hoteles, restaurantes y salas de fiesta porque no tienen moneda buena para pagar la cuenta; cientos de miles son arrancados de sus casas, internados en espantosos barracones rurales y llevados al campo a trabajar en unos absurdos planes agrícolas; la policía los maltrata; el Partido los humilla constantemente. Para terminar con un lamento: «pero los cubanos no se rebelan».
Según las deliraciones de Montaner en 1995, los cubanos se rebelarán «cuando inevitablemente se relajen los mecanismos represivos y la insurgencia o la protesta puedan tener algunas posibilidades racionales de alcanzar el éxito». Algo que -según su melancólica ley de la conducta- «no sucede cuando el hambre aprieta, sino cuando la conciencia del fracaso total y la desmoralización llegan a la esfera del poder y se propaga una especie de generalizada repugnancia hacia el propio papel que el verdugo se ve obligado a desempeñar». Momento que ya en 1995 su desentido común le indicaba no podía demorar demasiado. Pura paja mental.
Todo esto viene a cuentos por la afirmación que realizara recientemente el presidente cubano Fidel Castro, en el Parlamento cubano, de que Condoleezza Rice estaba loca al hablar ahora -cuando el país alcanzó la invulnerabilidad militar, avanza hacia su invulnerabilidad económica y se propone mantener la invulnerabilidad política- de que estaba próxima la transición en Cuba.
Caben la afirmación y la pregunta. Si los cubanos fueron capaces de cerrar filas y atravesar ese período tan difícil de su historia reciente, que eufemísticamente llamaron período especial –en el que todos los modelos matemáticos y los programas de computación de la CIA indicaban estallido social-, sin renunciar a sus sueños, sus utopías, su revolución y su dignidad y sin rebelarse en la dirección que deseaban la CIA y Carlos Alberto Montaner. ¿ Por qué se van a rebelar ahora los cubanos ?