«Los hombres», dice Martí, «van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen». Cerca del 65 por ciento de los cubanos que viven en Miami consideran a Posada Carriles un patriota y apoyan o justifican su campaña terrorista contra el pueblo cubano. La encuesta fue realizada en mayo de este […]
«Los hombres», dice Martí, «van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen». Cerca del 65 por ciento de los cubanos que viven en Miami consideran a Posada Carriles un patriota y apoyan o justifican su campaña terrorista contra el pueblo cubano. La encuesta fue realizada en mayo de este año por la firma Bendixen entre inmigrantes cubanos de todas las edades. No sé si la encuesta de Bendixen verdaderamente refleja la filosofía cubanoamericana sobre la moralidad del terrorismo, pero la tesis de que hay terroristas buenos que merecen nuestro apoyo es parte de «los horrores del mundo moral» que el poeta José María Heredia contrasta con «las bellezas del físico mundo».
Posada Carriles nació en Cienfuegos el 15 de febrero de 1928. Su currículo es un abismo de males. Es un confeso asesino. Cínicamente le ha pedido al Juez William Abbott en El Paso que no lo deporten, alegando que sería torturado en Venezuela y, pretende ampararse debajo de las faldas del Convenio Internacional de la Tortura. Un Convenio creado por personas de buena voluntad, precisamente para proteger a los inocentes de los torturadores como Luis Posada Carriles.
Posada Carriles fue Jefe de Operaciones Especiales de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP) en los años 70, y su función principal era dirigir la tortura de los presos. Una de sus víctimas en 1973 fue Jesús Marrero. Recientemente, en una conferencia de prensa, Marrero contó que después de ser detenido en Valencia, lo trasladaron a las celdas de la DISIP en el reparto Los Chaguaramos, de Caracas.
«El jefe de las operaciones de tortura era Posada Carriles», ha dicho Marrero. «Era él. El nos interrogó. Es muy difícil de olvidar su cara. No sólo porque es un hombre grande y corpulento con esos ojos verdes, que no son comunes entre nosotros. Casi todas las noches nos torturaban con electricidad, nos metían en un tanque metálico y nos daban golpes para aturdirnos, nos amarraban en una cama metálica sin colchón y nos metían palos por los oídos y casi nos los reventaron».
Entre los horrores del mundo moral de Posada Carriles habría que añadir ahora que el torturador se disfraza de torturado para evadir su extradición a Venezuela. Entre los horrores del mundo moral de Miami habría que añadir que en vez de condenarlo, la mayoría de los llamados exiliados cubanos prefiere ampararlo y algunos hasta darle un desfile por la Calle 8.
Entre los horrores del mundo moral de Posada Carriles está el uso de explosivos que puso en las embajadas cubanas en Argentina, Perú, México y Portugal, más la bomba que colocó en el Centro Cultural Costa Rica-Cuba; la que puso en los equipajes de vuelo de un avión de pasajeros en Jamaica, y el explosivo que colocó en la oficina de la línea aérea Cubana de Aviación en Barbados.
Pero Bendixen afirma que los exiliados cubanos de Miami no consideran «justo» castigar a Posada Carriles, porque en aquel entonces él seguía la estrategia de la CIA para combatir al comunismo. Posada simplemente obedecía las órdenes de sus superiores en la CIA. Aceptar los horrores del mundo moral de Miami significaría que la defensa utilizada por los nazis en Nuremberg para justificar sus crímenes de lesa humanidad es válida ahora para amparar a este terrorista.
Entre los horrores del mundo moral de Posada Carriles está la voladura de un avión de pasajeros sobre las playas de Barbados el 6 de octubre de 1976. En las habitaciones de los hoteles Anauco y Caracas Hilton, Posada cultivó, cosechó y cocinó el ataque al avión que mató a 73 pasajeros, incluyendo a una mujer embarazada. Al explotar el C-4 colocado en el baño trasero del avión, la nave descendió repentinamente en dirección a la playa poblada de la isla. El piloto hizo girar el avión hacia un lado, y así evitó que cayera sobre las personas que, horrorizadas, presenciaron los últimos minutos del Cubana de Aviación 455. Sus pasajeros estaban encerrados en el peor círculo del infierno, sin poder defenderse ni ver la cara de sus asesinos.
Los forenses que investigaron el siniestro reportan que los restos humanos fueron encontrados en pedacitos, flotando en el mar. La mayoría de los familiares no pudo reconocer a sus seres queridos. Pocas horas después, Hernán Ricardo, el autor material del delito, le hizo llegar un mensaje telefónico a Posada donde le decía que el bicho explotó y los perros murieron.
A los horrores del mundo moral de Miami habría que añadir la ausencia, durante los últimos casi 30 años de una condena al asesinato de estas 73 personas que organizaron y ejecutaron Posada Carriles y sus cómplices. Los fallecidos incluían a 57 cubanos, 11 guyaneses, y 5 coreanos. Fueron asesinados a sangre fría por esa persona que algunos en Miami llaman «patriota».
Venezuela arrestó a Posada Carriles días después de la voladura del avión y lo encausó por el homicidio calificado de 73 personas. Después de un largo proceso judicial que fue interrumpido en dos ocasiones por sus intentos de fuga, Posada logró evadir a los guardias y escaparse de la cárcel en 1985. En pocas semanas estableció su multinacional del crimen en Centro América, donde asesoró por años a los países y grupos terroristas más tenebrosos en la historia latinoamericana.
A los horrores del mundo moral de Posada también habría que añadir la conspiración para enviar asesinos y explosivos a La Habana en 1997. Una ola de terror que costó la vida a un turista italiano, Fabio Di Celmo, y dejó a 12 cubanos heridos. Un año después, confesó orgullosamente al New York Times la autoría intelectual de esta aventura asesina.
A los horrores del mundo moral de Miami habría que añadir que la campaña terrorista contra el sector turístico cubano en 1997 fue planeada, financiada y organizada desde aquí. Y a los horrores del mundo moral de Washington habría que añadir que en vez de investigar, encarcelar y enjuiciar a los terroristas de Miami responsables de las bombas en La Habana, el gobierno norteamericano condenó a Cinco valientes cubanos que lograron penetrar la red de
organizaciones extremistas para evitar más víctimas civiles y hacer lo que Washington suele evadir cuando se trata de Cuba: combatir el terrorismo de Miami contra la población inocente. Washington se hizo de la vista gorda ante un proceso judicial caracterizado por la desmesura, la parcialidad y la crueldad, porque ocurrió aquí en esta misma ciudad y no en cualquier otra de Estados Unidos. Como afirmó el Tribunal de Apelaciones en Atlanta hace pocas semanas, la fiscalía logró condenar en Miami a los Cinco en un proceso prejuiciado y contaminado por el odio. Miami es un mundo al revés. Los héroes presos y los terroristas glorificados.
A los horrores del mundo moral de Posada habría que añadir el atentado contra Fidel Castro en el 2000 con 15 kilogramos de C-4, mientras éste iba a dar una conferencia en la Universidad de Panamá ante 2,000 estudiantes. Posada fue condenado a 8 años de cárcel por la justicia panameña y vergonzosamente indultado por la ex presidenta Mireya Moscoso.
A los horrores del mundo moral de Miami habría que añadir el recibimiento de héroes a los cómplices de Posada, cuando regresaron a esta ciudad el año pasado.
La guerra de Posada Carriles y de los grupos extremistas de Miami es una guerra sucia contra sus hermanos en la Isla. Es una guerra terrorista contra civiles indefensos. Una guerra sin principios. Una guerra inmoral. Una guerra que carece de las normas éticas de la civilización.
Podemos decir del terrorismo de Miami durante las últimas cinco décadas lo que José de la Luz afirmó acerca de la esclavitud en Cuba en el Siglo XIX: «es un problema ético, un pecado colectivo, un cáncer social».
Sobre la ausencia de ética, la insensibilidad colectiva y el vicio moral no se puede sustentar una idea de patria. Posada Carriles no ha sido, ni podrá ser nunca, el «patriota» que registra la encuesta de Bendixen, como bien ha intuido ese otro 35 por ciento de los cubanos de Miami que no aceptó semejante calificativo para ese asesino.
La patria no está sostenida por un suelo, sino por un pueblo, por los seres de carne y hueso que la aman y comparten un mundo particular de sentimientos, de recuerdos, de olores, de sabores, y de respeto hacia los que han de conservar y engrandecer la memoria afectiva de ese grupo humano. Y bien sabemos nosotros que la patria no es un lugar donde se está, sino donde se vive. Nunca fue más cubano Heredia que cuando le cantó al Niagara.
La patria es la gente que respira patria. Un patriota no asesina a sus hermanos a sangre fría. No utiliza un cobarde argumento ideológico para torturar y poner bombas. Luis Posada Carriles no tiene patria.