Ayer, en La Habana, más de un millón de personas desfiló incesantemente durante seis horas ante el edificio que alberga la Sección de Intereses de los Estados Unidos, una oficina diplomática de menor rango puesto que ambos países no tienen relaciones diplomáticas plenas. El objetivo de la marcha fue reclamar el aprisionamiento y deportación de […]
Ayer, en La Habana, más de un millón de personas desfiló incesantemente durante seis horas ante el edificio que alberga la Sección de Intereses de los Estados Unidos, una oficina diplomática de menor rango puesto que ambos países no tienen relaciones diplomáticas plenas.
El objetivo de la marcha fue reclamar el aprisionamiento y deportación de Luis Posada Carriles, un patológico criminal y terrorista connotado que está siendo protegido por el gobierno de Bush. Al inicio de la demostración, en unas breves palabras, Fidel Castro aclaró que no se trataba de una señal de hostilidad contra el pueblo norteamericano sino una demostración de rechazo contra el terrorismo.
Posada Carriles es el autor del atentado que derribó un avión cubano que despegaba de Barbados, en 1976, y provocó la muerte de sus setenta y tres pasajeros y tripulantes. Pero no es ese el único acto malhechor en que ha participado. Tiene en su haber una cadena de violencias que incluye bombas en hoteles y sabotajes indiscriminados.
Su última fechoría ocurrió en Panamá cuando intentó volar el recinto de una conferencia internacional donde se hallaría Fidel Castro. En esa ocasión fue aprehendido, juzgado y condenado. Mireya Moscoso, conocida por su raterismo atracador, cobró cuatro millones de dólares de los exiliados cubanos en Miami para firmar su indulto. Posada desapareció, posiblemente oculto en Centroamérica, y ha vuelto a reaparecer en Miami.
Mientras en La Habana se efectuaba la marcha, Posada efectuó una conferencia de prensa en la cual negó cínicamente su participación en el sabotaje del avión cubano, tras haber confesado su complicidad, hace años, ante las cámaras del canal 22 de Miami. Poco después de haber terminado la marcha en La Habana, y al no poder seguir indiferente ante el caso por la conferencia de prensa, Posada fue «tomado en custodia» por el Departamento de Seguridad Interior, como refiere el comunicado emitido. En el documento se asegura que no será deportado a Cuba ni a Venezuela y que el Departamento tiene cuarenta y ocho horas para decidir el curso de acción a seguir.
La paradoja consistía en que el gobierno de Bush se empeñaba en negar su presencia, en ser indiferente a las acusaciones, pese a que el propio Bush ha declarado que quien albergue a un terrorista cargará con igual culpa. Fidel Castro revocó una de las excusas del mandatario yanqui para su política de expansión imperial, para su hegemonismo petrolero: la lucha contra el terrorismo. Bush no tenía otra alternativa que actuar en el caso Posada o perder la cara ante la opinión internacional. Ahora tratará de proteger a su fiera enjaulada y buscará alguna manera de prolongar la fachada de cartón de su política de guerras preventivas.
El gobierno de Estados Unidos, por medio de su Agencia Central de Inteligencia, ha practicado durante muchos años el terrorismo de Estado. Especialmente contra Cuba que ha sufrido atentados dinamiteros, sabotajes de su economía, hasta guerra biológica con la introducción deliberada de plagas y enfermedades. Para Bush parecen existir dos tipos de terroristas, los buenos y los malos. Posada Carriles es de los buenos, de los que ponen bombas al servicio de la CIA.
En una serie de discursos consecutivos Fidel Castro demostró sobradamente la culpabilidad de Posada y su extensa hoja de atrocidades. Posada ha sido financiado y apoyado por una parte de los exiliados cubanos de Miami que animan una política de odio y venganza y desean volver a Cuba a sangre y fuego para recuperar sus posesiones o apoderarse de una parte del botín en el momento de la rapiña. En cuarenta y seis años de agresiones no han podido derrocar la Revolución, que cuenta con un fuerte apoyo popular y ha logrado un indiscutible espíritu de coherente unidad entre todos los cubanos.
Posada es un comprobado agente de la CIA y las pistas de sus brutalidades llegan hasta los contras que lucharon contra el sandinismo, al atentado a Orlando Letelier, el canciller de Salvador Alende asesinado en Washington, y hasta el mismo atentado a Kennedy. Junto a Posada siempre ha actuado otro engendro, Orlando Bosch, quien fuera indultado durante el gobierno de Bush padre.
Venezuela ha reclamado a Posada Carriles y el gobierno cubano ha declarado que se satisfaría con ello en sus reclamaciones de justicia. Hasta el influyente diario New York Times se ha manifestado editorialmente al respecto, requiriendo la detención de Posada.
La débil medida adoptada trata de paliar el descrédito y el baldón adicional, a los muchos que ya lo cubren, que estaba sufriendo el gobierno de Bush. La decisión final sobre Posada, que ya puede anticiparse que será encubridora y paliativa, no salvará al gobierno en Washington de su rechazo universal.