Las palabras tienen vida. Evolucionan con el tiempo. Amplían o reducen el campo semántico en función del devenir histórico. A finales de los 90 y primeros 2000, en pleno auge de los movimientos antiglobalización, la precariedad remitía principalmente a la merma de derechos de la clase trabajadora: contratación eventual, legalización de las ETT, desregulaciones… Hoy […]
Las palabras tienen vida. Evolucionan con el tiempo. Amplían o reducen el campo semántico en función del devenir histórico. A finales de los 90 y primeros 2000, en pleno auge de los movimientos antiglobalización, la precariedad remitía principalmente a la merma de derechos de la clase trabajadora: contratación eventual, legalización de las ETT, desregulaciones… Hoy el capitalismo global ahonda en la tendencia, de manera que el fenómeno de la precariedad afecta a la existencia humana en todas sus dimensiones. «La gente vive en la inestabilidad permanente», apunta Manolo Cañada, activista de los Campamentos Dignidad de Extremadura. «Hablamos de la planificación de la miseria, y de cómo ésta afecta a una parte importante de la población».
Los Campamentos han denunciado cómo los bancos están embargando a algunos ciudadanos extremeños una parte de la renta mínima de inserción (pese a que ésta es legalmente «inembargable»); o que el día 9 de cada mes haya colas para retirar de los cajeros subsidios o prestaciones de desempleo, antes de que los bancos puedan apropiarse de estos al considerarlos un depósito. «Todo esto implica una nueva cotidianeidad», ha afirmado Cañada en la presentación del libro «Gente Precaria» (Ed. Alfaqueque y cooperativa Del Bancal) en la Sala Mirador de Madrid. Que se expresa también en nuevas formas de resistencia, por ejemplo, las ocupaciones (ya sin K), en las que participan familias enteras.
O mediante la huelga indefinida, «que ya no es una cosa de locos», como han demostrado los trabajadores de Coca Cola, Panrico o Telefónica-Movistar. Del 15-M, subraya Cañada, han surgido numerosas «comunidades de lucha» que han roto el tabique que separaba a los militantes de la gente común. Para el activista de los Campamentos, es fundamental extender las «comunidades de lucha» a la gente más pobre, como han hecho la PAH o las Marchas de la Dignidad. De lo contrario, «la precariedad se queda en lo sentimental o en una mirada estadística del problema».
«Una vida en precario y sin que la gente tenga garantizado». Esto es lo que persiguen las políticas neoliberales, destaca el politólogo Manolo Monereo. La precariedad no es fruto del azar ni de un accidente natural, sino de unas políticas perfectamente planificadas. Con la vida precaria «se nos roba el sentido de la existencia; supone la mercantilización del mundo, la inseguridad permanente y el miedo estructural». La precariedad lleva precisamente al miedo, y éste a que la sociedad pida seguridad y orden.
En la etapa actual de «pudrimiento social» y «decadencia», explica Monereo, «en la que el capitalismo transforma nuestra vida cotidiana y nos deja sin autonomía (recordemos que hubo un mundo sin tarjetas de crédito), no existe el futuro; el tiempo presente lo controla todo». «Hace muchos años que deberíamos vivir en el comunismo, pero ha sido derrotado de nuestra cabeza». Agrega el politólogo que se trata en la actual coyuntura histórica de construir «una nueva subjetividad alternativa para dirigir democráticamente nuestras vidas». «Vivimos momentos de revolución, aunque nuestros oídos no estén preparados para escuchar; pero a eso se aprende escuchando música», concluye Monereo.
En un artículo publicado en El Viejo Topo (mayo de 2015), José Manuel Roca resume los números de la precariedad que Rajoy omite en los discursos gubernamentales. Los sueldos de los nuevos empleos son un 40% inferiores (promedio) a los de hace una década, y en el caso de las mujeres un 10% inferiores a los de los hombres. El salario mínimo interprofesional (SMI) en España (648,6 euros) sólo es superior al de Portugal y Grecia (un tercio de los empleados españoles tienen un salario igual o inferior al SMI). Debido a la precariedad y a la devaluación interna, el 12% de las personas con empleo vive en la pobreza; además, el 60% de los pensionistas apoya a familiares y amigos en las necesidades básicas. Tres millones de españoles sobreviven con menos de 307 euros al mes. La Red Europea contra la Pobreza señala que cerca de 13 millones de personas viven en España en riesgo de pobreza y exclusión (entre ellos 2,3 millones de niños). Además de ser el segundo país en pobreza infantil tras Rumanía, 6 millones de personas padecen pobreza energética y 730.000 hogares carecen de ingresos.
Tania Sánchez Melero, de Convocatoria por Madrid, reivindica la consigna de mayo del 68 y el feminismo de los años 70: «Lo personal es político». Responden a causas políticas los desahucios, los cortes en el suministro de agua por impago (300.000 personas) y de la luz (un millón y medio de hogares), o que cerca de 150.000 personas no hayan recibido la prestación por dependencia, pese a tenerla reconocida. Frente a esta realidad de la vida cotidiana, «no caben discursos como el de los emprendedores o del cambio personal». Se trata de hacer visibles estas realidades, y tener en cuenta que la hegemonía liberal se apoya en una «transformación profunda y radical de la vida cotidiana»; también en una sucesión de derrotas políticas desde la década de los 80 (una década después en el estado español). Tania Sánchez se muestra en desacuerdo con la disyuntiva que se plantea en ocasiones entre las instituciones y la calle. Entre otras razones, porque «la institucionalidad es un reflejo de las relaciones de poder que hay en la sociedad, también en las calles».
Precisamente el día que el FMI establecía, en el informe de Evaluación Anual de la Economía Española, la necesidad de continuar con las «reformas» («copagos» sanitarios y educativos en las comunidades autónomas; o acercar las indemnizaciones por despido entre los trabajadores eventuales e indefinidos), la periodista Olga Rodríguez afirma que la gente de a pie «ha ido sufriendo un proceso de desposesión, a través de políticas que han provocado el aumento de la desigualdad, la precariedad y la explotación».
Mientras, «el intercambio de dinero y poder entre las autoridades, los empresarios, el poder financiero y la prensa se ha acelerado en los últimos años, lo que en sí mismo constituye un caso de corrupción». Resalta además la periodista la importancia de la organización, como han demostrado las personas afectadas por las hipotecas, y el acompañamiento (frente a la soledad) para revertir el estado de cosas. Olga Rodríguez recuerda las palabras del historiador y activista Howard Zinn, cuando afirmaba que las incontables pequeñas acciones de gente desconocida conforman la base de los grandes momentos de la historia.
El activista de la PAH y las Marchas de la Dignidad, José Coy, sostiene la necesidad de un «contrapoder» ciudadano, es decir, la construcción de «otra sociedad dentro de este mismo sistema, una especie de poder paralelo al establecido», que implique redes de solidaridad, de apoyo mutuo, cooperativas, bancos de alimentos… «Se trata de facilitar la supervivencia de la gente». Cita ejemplos como el del SAT (toma de tierras o cooperativas de transformación…), las cooperativas de consumo en Cataluña o los numerosos proyectos y asociaciones integrados en la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS).
De hecho, Coy participa en la Asociación de Desempleados Directo del Bancal, en Molina de Segura (Murcia), dedicada a la tierra («Pueden generarse dinámicas de autoempleo a partir de la soberanía alimentaria», resalta). El activista vincula la idea de «contrapoder» a una «revolución de las pequeñas cosas» que afecte a la vida cotidiana de la gente, como garantizar el derecho a la luz, el agua y la vivienda. «Soy un ni-na, aquellos a quienes la crisis ha dejado sin nada», se define Coy, quien destaca cómo mucha gente corriente -gracias a la PAH, la Red de Solidaridad Popular o las Marchas de la Dignidad- se ha convertido en activista por el golpeo de la crisis.
El diputado de Podemos por Madrid, Ramón Espinar, se fija en la célebre consigna de Thatcher: «La sociedad no existe, sólo hay individuos». De esta frase se derivan las interpretaciones individualistas de la crisis, que explican ésta en clave de culpa personal. «Es esto lo que hemos de resignificar», subraya Espinar, ya que las razones de fondo son políticas. La película «Barrio», de Fernando León de Aranoa, expone claramente la dicotomía entre política y vida cotidiana, una de los grandes triunfos del sistema. Aparece un hogar común, afectado por el desempleo y otras lacras, donde el televisor informa sobre un acuerdo entre la patronal y los sindicatos. Podría inferirse que por un lado están los problemas cotidianos de esta familia, y por otro la política realmente existente, la mediática. Según Espinar, «recomponer este vínculo es el gran reto; aunque en este país se han dado grandes avances desde el 15-M».
Además, la precariedad es un proceso que se presenta como «irreversible», explica el diputado autonómico, pues parece que «no podamos sustraernos a la competitividad global». «Parecería que si uno no encaja en el mercado laboral es porque no ha estudiado y se ha preparado lo suficiente». El drama estriba en que a través del trabajo y el salario -en ello consiste el pacto social posterior a la segunda guerra mundial- se accede al resto de derechos (educación, sanidad o vivienda), y en España hay 3,3 millones de parados de larga duración. Pero según Rancière, las rebeliones ciudadanas estallan justo cuando a una parte de la población se le priva de sus derechos.
Los números de la precariedad tienen su reverso, su contradicción estadística, como demuestra el artículo de José Manuel Roca en El Viejo Topo. El sueldo medio de los altos ejecutivos de las empresas del IBEX está por encima de los dos millones de euros anuales. Durante la crisis el número de fortunas superiores al millón de dólares ha aumentado un 13%. En 2014 los cien españoles que se hallaban -según Forbes- entre las principales fortunas del mundo, aumentaron su riqueza en un 9%. También en 2014, los ingresos de los consejeros de las empresas del IBEX 35 sumaron 285 millones de euros, un 23% más que en el año anterior. Según Intermon Oxfam, los 20 españoles más ricos disponen de una fortuna de 77.000 millones de euros. Casi lo mismo que la suma de los ingresos del 20% de la población más pobre….
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