El indetenible desarrollo tecnológico, la Robótica, la Inteligencia Artificial, etc, van a constituirse en los agentes destructores del sistema capitalista, por la rapidez con que dejan al descubierto sus principales contradicciones, y sus nefastas consecuencias para la humanidad. Son crecientes las preocupaciones en los países más avanzados de Occidente, sobre el impacto demoledor de estas […]
El indetenible desarrollo tecnológico, la Robótica, la Inteligencia Artificial, etc, van a constituirse en los agentes destructores del sistema capitalista, por la rapidez con que dejan al descubierto sus principales contradicciones, y sus nefastas consecuencias para la humanidad.
Son crecientes las preocupaciones en los países más avanzados de Occidente, sobre el impacto demoledor de estas tecnologías en las cifras de empleo. El constante aumento de las cifras de trabajadores con empleo precario o totalmente desempleados, con su inevitable impacto en el consumo, alentará crisis de superproducción cada vez más severas y repetidas, que acabarán por desgastar los mecanismos de equilibrio del sistema, los cuales, por ahora, pueden trasladar a duras penas, los excedentes hacia países más pobres, víctimas principales de las formas caóticas de producción y distribución del capitalismo actual.
La crisis estructural del capitalismo se hará más evidente, por la imposibilidad del sistema de atenuar siquiera, sus leyes más innatas, como la acumulación cada vez más concentrada de la riqueza social, que tiende a dejar por fuera del mercado a mayor cantidad de gentes. El propio sueño dorado de los dueños del capital, de producir más con la menor cantidad de trabajadores, le juega en contra, pues lo que genera mayor tasa de ganancia, la explotación de la mano de obra, a su vez, crea menos capacidad de consumir de las masas. Esta es una contradicción insalvable del sistema, que será cada vez menos capaz de solventar.
La capacidad de las tecnologías mencionadas de producir inmensas cantidades de productos, con muy poca mano de obra, acelera mucho el fenómeno. Si a eso le añadimos que las nuevas tecnologías tienen gran incidencia en el sector de los servicios, adonde han ido a parar gran parte de los empleos en el mundo desarrollado, la tendencia se incrementa.
Nunca antes en su historia, la humanidad tuvo tan inmensa capacidad tecnológica, capaz de darle a cada persona, una vida decorosa, escamoteada por la brutal ambición de los poseedores del capital.
Fenómenos estudiados y previstos por Marx, están más cerca cada día que pasa. Según investigaciones oficiales, solamente en España, se trabajaron 6,4 millones de horas extras en 2018. De ellas sólo se pagaron a los trabajadores, el 50%. El resto… superplusvalía absoluta, en pleno siglo XXI, y aún así algunos insisten en ignorar a Marx, o emprenderla a martillazos contra su tumba, ubicada en el bucólico cementerio de Highgate en el norte de Londres. Dicen que los genios no descansan.
La economía de la India, que es la que más crece en el mundo, con un elevado 8% anual, no está generando suficiente empleo, y los ciudadanos de Japón, están exteriorizando su preocupación, pues calculan que al paso actual, los adelantos tecnológicos los dejarán en situación precaria de empleo en 25 años.
El socialismo cooperativo, es el único sistema capaz de desarrollar exitosamente una nueva fase social. Pero aún existen numerosos obstáculos que sortear. Incluso en condiciones de subdesarrollo, el socialismo en su período de transición, se encuentra con un dilema. De un lado, la búsqueda de la eficiencia económica, del otro, el ideal de justicia social. En el medio, y como su ligazón natural, la forma de gestión de la economía, y el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en un momento dado. No basta con expropiar a los explotadores, pues persistirán las condiciones de organización del capital para la producción y distribución, con arreglo a la Ley del Valor, y también las relaciones monetario mercantiles, con todo su poder enajenante. Este tema de la enajenación del trabajo, es crucial para comprender y transformar la estructura productiva, más aún en países de bajo nivel tecnológico, en que los excedentes de producción son insuficientes para garantizar condiciones apropiadas de vida a toda la población.
La enajenación del trabajo, sólo se supera con métodos de autogestión obrera, concebida dentro de un plan nacional que tenga en cuenta a toda la sociedad, y que genere constantemente nuevos valores, que conduzcan a una amplia ruptura con el pasado capitalista, y cree una nueva cultura, en el más amplio sentido de la palabra.
Los métodos de dirección económicos altamente estatizados y verticales, surgidos en las experiencias socialistas de Europa, con instituciones cada vez más alejadas del pueblo, profundizan las condiciones de enajenación, y reproducen constantemente las formas de explotación de los capitalistas.
Es necesario crear mecanismos de auténtica democracia obrera en las empresas estatales, y en las nuevas formas cooperativas,(que parecen entes privados disfrazados), y a nivel de toda la sociedad, que no permitan la reproducción de añejas formas de explotación, y que conduzcan, con la vista puesta en el futuro, a eliminar las clases sociales, con sus intereses encontrados y construir entre todos un mundo más justo.
No es suficiente con hablar de participación de los trabajadores en los procesos productivos, ellos, los trabajadores deben conducir la dirección de los procesos en sus empresas, con cuadros subordinados a la asamblea general, elegidos y revocados por esta, y que le rindan cuenta cabal de su gestión, libre de las ambiciones y rejuegos para perpetuarse en posiciones de poder, y ajenos a los irritantes privilegios que los sitúan por encima de los demás, y que les hace perder la empatía y sensibilidad por los problemas de los otros.
Los cuadros de dirección deben responder a la masa obrera, y a los factores políticos de los centros de trabajo y no al revés, pues de esa masa nacen y a ella se deben.
La construcción del socialismo es un hecho de conciencia, a diferencia de todos los sistemas que lo han precedido, y se transita aún por caminos ignotos, pero siempre con la brújula señalando al pueblo, sin paternalismos ni afanes de sabiduría absoluta. Aquel que se sienta martiano y haya saboreado esa frase suya de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, no necesitará mucho más, para militar a gusto en el bando de la mayoría, esa que a su vez convierte a casi todos, en seres humanos luminosos y únicos.